martes, 18 de diciembre de 2012

Juan Ramón Jiménez

  ¡Qué decir de Juan Ramón! Desde mi adolescencia entreví una semejanza mía más que evidente con el poeta moguereño... quizá una sensibilidad exacerbada, una inestabilidad anímica notable (Juan Ramón decía que toda su vida fue "zozobra emocional") y una búsqueda de la belleza en las cosas más sencillas... que nadie se alarme, no estoy tan loco, sé que me separará siempre su talento estelar del que, ¡ay de mí! No he catado casi nada.
   Elegí esa foto de los océanos "internáuticos" de un juvenil Juan Ramón con franca sonrisa, que no es la más habitual, estamos acostumbrados a fotos más tardías, cuando ya había recibido el Nobel (año 56) y había quedado devastado por la muerte de su compañera, de su cayado anímico, de Zenobia.
   Con regularidad vuelvo a la antología que tengo de Juan Ramón, como quien vuelve a una antigua fuente del origen para seguir un día más perdido en este mundo sin sentido, pero al menos con su luz como guía.
 
EL CORAZÓN ROTO

Creí que el pobre corazón ya estaba
compuesto para siempre.
Me lo había atado con las cuerdas de poesía
de mi lira alta y pura.
Comenzaba a florecer
por donde yo pasaba,
nuevo y gentil la primavera mía,
sueños de paz y cantos de alegría
la luz del sol en mi rincón entraba.
Entre las rosas, tú te apareciste
como siempre reidora e inconstante,
salvando redes y tendiendo lazos...
El mirar noble se me puso triste,
y el mal atado corazón amante
se me quedó otra vez hecho pedazos.
                                                        
 Juan Ramón Jiménez. Sonetos espirituales, 1917
 

lunes, 17 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "La mancha humana" de Philip Roth

  No soy aficionado a las revistas de literatura, siempre las consideré como mera punta de lanza de un negocio, el editorial, por ello no estoy al tanto de las novedades, de los "fenómenos literarios" o de los distintos premios... quizá por eso no conocía a uno de los fenómenos editoriales de finales del siglo pasado y principio de este.
    Leí por primera vez sobre Philip Roth leyendo sobre uno de mis ídolos de papel, Primo Levi. 
  Roth visitó a Levi en su casa de Turín el año 86, por aquel entonces, ambos eran reputadísimos escritores aunque muy distintos entre sí. El americano ya había publicado un puñado de buenas novelas y recibido varios premios en su país, mientras que el italiano ya había dado toda su obra y continuaba con su labor divulgadora sobre el horror de la "Shoah"... vidas muy diferentes, de hecho, Levi moriría al año siguiente, arrojándose por el hueco de la escalera de su casa. Roth estuvo siempre interesado, lo traslada a sus novelas, sobre la influencia del judaísmo en la forma de ser de cualquier ciudadano y especialmente los escritores, supongo que Primo Levi sería alguien fundamental para indagar tal asunto.
   Así empecé a leer a Philip Roth, obras como "la conjura contra América", "La humillación" o "Némesis". Ahora comienzo con la llamada saga de Zuckerman, en la que Roth usa dicho álter ego como narrados omnisciente.
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Lecturas de juventud: "Corazón", de Edmundo De Amicis

  Típica lectura juvenil hasta hace varias décadas atrás, quizás mi generación fue la última que tuvo a los lacrimógenos personajes de De Amicis como ejemplos a seguir.
   "Corazón" pasa por ser la obra fundamental de Edmundo De Amicis, es un supuesto diario de un niño, Enrico, que narra sus aventuras y desventuras en el colegio, con sus padres y compañeros. El resultado puede parecer un poco ñoño para nuestros tiempos, lacrimógeno incluso: los personajes están muy estereotipados, se promueve las virtudes más típicas de la época en que fue escrita (1886), es decir la capacidad de sacrificio, la honradez, la amistad, el patriotismo... todo para mostrar la etapa escolar como fase de formación de buenos ciudadanos.
   Edmundo de Amicis fue considerado un "escritor católico" pues promovía en sus novelas esas virtudes cristianas, con lo cual tuvo un enorme éxito, además de en su país, en el nuestro y otros del entorno. Cierto es que, comparando con las lecturas juveniles de la actualidad, parece demasiado naif, demasiado inocente... pero no puedo recordar aquellas historias sin nostalgia. Por cierto, en "Corazón" se insertan relatos que los niños tenían que estudiar, entre los cuales se encuentra uno que todos recordaremos: "Marco, de los Apeninos a los Andes".

Lecturas de juventud: "Los gozos y las sombras" de Gonzalo Torrente Ballester

  En una edición de bolsillo de Alianza Editorial, que tengo tan gastadas que no se leen bien las portadas. La trilogía de Torrente Ballester: "El señor llega", "Donde da la vuelta el aire" y "La pascua triste" fue una compañía de mis diecisiete o dieciocho años, ¡qué gran compañía!
 La primera novela en concreto, "El señor llega", la habré leído seis o siete veces (es raro que relea narrativa, no así poesía). Me recuerdo a mí mismo leyendo (sumergiéndome, mejor dicho) en los entresijos sociales de Pueblanueva del Conde, con una realidad que se extingue (la de los señoríos cuasi feudales -representados por doña Mariana-), otra que surge (la del liderazgo fascista -encarnado en Cayetano Salgado-), la "tercera vía", (la del anarquismo -con la persona de Juanito Aldán-); leía embelesado,  admirando a Carlos Deza y detestando las manipulaciones de doña Mariana y de Cayetano... en mi opinión la mejor obra de uno de los grandes de la literatura en castellano.
   En los primeros ochenta, TVE hizo una serie de trece capítulos basada en la trilogía, como suele ser habitual, la obra literaria tiene muchos más matices y complejidades, pero aún así, la serie era espléndida, capta los cambios sociales y los personajes están espléndidamente representados por Eusebio Poncela, Carlos Larrañaga, Amparo Rivelles, Charo López o Santiago Ramos entre otros.

Ahora leyendo: "El hombre que fue jueves" de G.K. Chesterton

  Recuerdo haber leído en mi juventud (casi diría adolescencia) "El Napoleón de Notting Hill", incluso recuerdo quién fue el compañero de colegio que me lo recomendó. Supongo que no entendí nada, pues desde luego no es para leer a los catorce o quince años. 
  Siempre oí hablar de Chesterton, críticas positivas y negativas, tanto en lo personal como en lo exclusivamente literario, así que comencé por este:
   De Chesterton, aparte de lo antes citado, conocía las peripecias del "padre Brown" por televisión (TVE emitió la serie de la BBC a principios de los 80), me pareció las típicas historias detectivescas anglosajonas sin mucho interés; casualmente, esto no lo supe hasta más recientemente, el cura Brown era párroco en Bradford, ciudad inglesa en la que yo viviría décadas después y donde conocería a la que hoy es mi mujer... casualidades de la vida...
   Había leído también sobre las peripecias espirituales de Chesterton, nacido y criado en una familia de estable racionalismo ateo, migró hacia el Anglicanismo primero, para convertirse al Catolicismo en su madurez. Quizás sea por su inquietud espiritual, quizás por cierta indefinición en muchas sentencias, Chesterton ha sido definido en el mundo literario anglosajón como "the prince of paradox", sus textos tienen tantas interpretaciones como lectores, veremos cuáles son las mías...

lunes, 10 de diciembre de 2012

Lecturas de juventud: la Generación del 98

  Poco después de leer a Delibes, a Cela o a Martín-Santos, retomé la narrativa de la Generación del 98, que muy probablemente podría citarse como la más importante influencia de los antes nombrados; tendría yo dieciocho o diecinueve años.
   El aire "decadentista" y pesimista de esta generación siempre enlazó bien con mi carácter; su renovado afecto por la olvidada Castilla (la idea romántica de esa región) también lo compartía, quizá anticipando que acabaría viviendo en ella; la separación ideológica de la "españolidad oficial" de la época, casi buscando una voluntaria marginalidad...
   Unamuno, quizás más espiritual que el resto, fue la punta de lanza, recuerdo que en el colegio me"habían hecho leer" Niebla, me dejó un regusto muy positivo, por su originalidad, continué por La tía Tula, Abel Sánchez o Del sentimiento trágico de la vida. De Valle-Inclán, al que muchos lo sitúan entre el Modernismo y la Generación del 98, leí Tirano Banderas, Luces de Bohemia (quedé rendidamente enamorado de la gloriosa miseria de Max Estrella) o El ruedo ibérico.
   Azorín me entusiasmó con sus cuadros costumbristas de la trilogía de Antonio Azorín, recuerdo inundarme de una paz interior de siglos... Era como si todos estos autores conectaran con algo dentro de mí, que generaba esa tranquilidad, como la voz antigua de la familia...
   Casi todo lo que leía en aquella época era narrativa, ya fue más adelante, superados los 25 años cuando volví a leer poesía, de nuevo otro noventayochista (aunque también a caballo del Modernismo), Antonio Machado, sencillez, honradez y una hondura humana tan grande como su calidad poética.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "viaje al fin de la noche" de Louis Ferdinand Céline

  Lamento haber empezado a leer a Céline por una obra secundaria y sobre todo posterior a aquella por la que es mundialmente conocido; leí "de un castillo a otro" hace un tiempo -se puede ver en otra entrada de este blog-, y ahora estoy leyendo su obra principal, anterior a aquella. Probablemente sea aplicable a todos los escritores (y a todos los seres humanos), las distintas obras son muestra palpable de nuestra evolución personal, en el caso de Céline es especialmente evidente.
  Ya en "viaje al fin de la noche" se aprecia una amargura y un rechazo a la estúpida sociedad humana sin ningún tipo de tapujo, pero sin embargo, fue escrita en 1932, cuando Céline era un reputado médico parisino y admirado escritor; sería después de la Segunda Guerra Mundial cuando  sería lanzado a las cloacas de la biempensante sociedad, acusado de antisemita y traidor a la patria entre otras lindezas; de ese periodo es "de un castillo a otro", aquí Louis Ferdinand Céline es un furibundo asocial, un verdadero marginado, admirado por pocos y odiado por muchos a un tiempo.
   ¿Por qué fue marginado un notabilísimo escritor como Céline? Su antisemitismo era patente, pero no mayor del que había mostrado el resto de la ciudadanía francesa, ¿su "traición a la patria"? Francia fue el ejemplo más patente de traidores a esa supuesta patria, empezando por el "gran héroe de Verdun" el innoble -y finalmente repudiado" general Pétain... No, probablemente Céline fue marginado por atreverse a decir la verdad, de forma descarnada y brutal, pero verdad al fin. Dibujó a la sociedad como un hatajo de hipócritas que basan su escalafón en un montón de mentiras y falsedades secularmente aceptadas.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Franz Kafka y Jaroslav Hasek

  No podía faltar. Kafka es un referente para casi todos los seres humanos modernos que se plantean su existencia y tratan de buscar un sentido. La sociedad que retrata Franz Kafka es totalmente actual: su deshumanización, la alienación individual ante la masa, la pérdida de valores tradicionales en aras de una civilización mestiza... todo eso supone Kafka, quizás haya muchos que no le entiendan, pero probablemente habrá más a los que les angustie sobremanera. 
  Se decía de Kafka que retrataba sociedades autoritarias como la comunista y la fascista, por lo que sus obras fueron prohibidas en países como la Unión Soviética y la Alemania nazi; pero, en mi opinión, retrata todas, desde luego retrata la mía, mostrando una indiferencia ante el dolor y los problemas personales semejante a lo que haría una colmena de abejas o un hormiguero.
    Cierto es que Kafka se ha convertido en un gran negocio editorial y de turismo para Praga y Chequia en su conjunto, pero todavía sigue siendo (lo afirmo sin pudor) el escritor del marginado, del diferente (del que se siente diferente), del "raro". Aplicamos el término kafkiano para situaciones sin sentido, en las que poderosas maquinarias deshumanizadas hacen trizas cualquier esperanza humana... ¿y no es esa una definición exacta de nuestra sociedad?
   Gran negocio para la turística Praga la figura de Kafka... ¿y Hasek? Jaroslav Hasek pasa por ser la figura literaria más importante en lengua checa (recordemos que Kafka escribía -y vivía- en alemán -la lengua de los que pocas décadas después exterminarían a su pueblo, sus hermanas inclusive-), su obra más conocida y traducida a todas las lenguas fue "el buen soldado Svejk", que narra en tono humorístico las aventuras de un tipo sencillo que trata de sobrevivir a la guerra de las formas más peregrinas que puede, una suerte de Sancho Panza checo.
 
  La obra de Hasek tuvo mucho éxito en su momento, al contrario que la de Kafka quien no se atrevió a publicar en vida y que gracias a su amigo Max Brod serían mostradas al mundo después de su muerte; la novela de Hasek fue publicada en periódicos por entregas...
  Las semejanzas entre Kafka y Hasek son muchas, algunas diferencias cruciales también. Ambos fueron coetáneos, nacieron en 1883, Hasek moriría en 1923 y Kafka en el 24; vivieron en una ciudad que rondaba los 200.000 habitantes en el cambio de siglo, una ciudad pequeña en la que no hubiera sido raro que se cruzaran; y ambos, como antes dije, son los máximos exponentes literarios de la moderna República Checa. Probablemente ahí acaben las semejanzas, Hasek pertenecía a la clase trabajadora de habla checa, su vida fue siempre muy azarosa desde el punto de vista social y laboral; Kafka pertenecía a la burguesía de habla alemana (aunque fuera una familia judía) y en el ámbito social y laboral fue alguien de vida estable y acomodada (aunque psicológicamente viviera en permanente zozobra). Muchas semejanzas y algunas importantes diferencias, pero al fin, el "orgullo literario praguense".

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Hermann Hesse

  Otro de los grandes de la literatura de todos los tiempos. Cuando la gente de mi generación habla de novelas que le han marcado como persona, suele hablar de Cien años de soledad, de García Márquez; yo cito El lobo estepario, de Hesse.
  Hermann Hesse fue uno de los escritores occidentales si no más espirituales, al menos uno de los que más buscó el alma humana de aquellos que no eran filósofos sino meros prosistas.
   Hombre profundamente pacifista, Hesse trató psicoanalizar al ser humano corriente (parece que incluso llegó a mantener amistad con un discípulo de Jung). Todas sus novelas suponen un afán por desentrañar la naturaleza humana, por llegar a comprender a esa especie que ha llegado a dominar el planeta de punta a punta. 
   En el lobo estepario, Hesse encuentra una dualidad muy frecuente, al menos una en la que muchos nos retratamos: la de ser un humano dócil y civilizado, ansioso por fomar parte de la sociedad y buscar la aprobación de nuestros iguales; y la del lobo estepario, que solo quiere defender su identidad individual, abandonar cualquier clase de convencionalismo y vindicarse a sí mismo por encima de todas las cosas.

martes, 4 de diciembre de 2012

Fragmento del sexto y último capítulo de mi novela: "Honrarás a tu padre"

6 – Paco Largo

Las imaginarias de garita, eso era lo que más detestaba. Las patrullas por Denia y su término municipal, las tareas auxiliares en el control de alcoholemia, la escolta en el transporte de detenidos hasta los Juzgados de Alicante... todo lo llevaba bien, menos hacer guardias de garita. El guardia civil Francisco Largo reflexionaba así, aburrido como estaba de la tediosa imaginaria. ¿A qué tanta seguridad? -se preguntaba- La posibilidad de un atentado o un robo de armas era escasa. Estábamos en el año 1967, la única hostilidad hacia el Régimen, hasta el momento, era el de los maquis, que habían sido eliminados hace tiempo de la zona más cercana a Denia, el Maestrazgo. Pero allí estaba Paco, como todos le llamaban, haciendo frente al húmedo relente de la brisa marina, él, que, nacido en una pequeña pedanía toledana, no había visto el mar hasta que llegó al destino.
Paco Largo era un típico guardia civil de los años sesenta: Había dejado su pueblo, Casasnuevas, tan pronto como supo que sería admitido en la Escala de Cabos y Guardias del Colegio de Guardias Jóvenes “Duque de Ahumada” de Valdemoro. La disciplina y el prestigio de la Benemérita le atraían, pero también trataba de huir de la miseria que rodeó su infancia y los maltratos de un padre brutal y alcoholizado. Sabía leer y escribir, pero cometía demasiadas faltas ortográficas y leía demasiado despacio, casi silabeando, como para poder ascender a Guardia Civil de Primera; esto, sin duda, le frustraba en extremo. Lamentaba haber abandonado tan pronto la escuela, para iniciar sus correrías de pillo por su comarca; fue entonces cuando las palizas que le propinaba su padre se hicieron más frecuentes, casi diarias. La dureza de la vida en la Guardia Civil se le antojaban un dulce descanso, comparado con su existencia en aquella desestructurada familia. Estando en el Colegio de Guardias Jóvenes tuvo que casarse de forma apresurada con su novia de siempre, Concha, natural de la limítrofe localidad de Layos, cuando aquella había quedado encinta del que sería su primer hijo, Francisco; luego llegaría la niña, Pilar, y su vida entraría en una rutina de trabajo y familia que le angustiaba sobremanera. Poco a poco había empezado a beber; en el ambiente castrense no parecía estar mal visto tomar unas cuantas copas de más, y él parecía tener cierta propensión hereditaria al alcoholismo, con lo que, sin darse cuenta, empezaba a estar borracho noche sí, noche también. Tenía lo que se llama “mal beber”, esto es, se le agriaba el carácter con el alcohol, y lo pagaba con la mujer y los chicos, que ya temían su vuelta tras pasar por el bar.
  • ¡Paco, ya estoy aquí! Ha llegado tu relevo. - Su compañero, el guardia civil Miguel Ayuso, entraba en la garita.
  • ¡Ya era hora! Tengo los pies que no sé si son míos o del vecino...
  • ¡Hala! Vete a casa y deja de quejarte, que estás siempre igual.
  • ¿Y para qué me voy a ir a casa si tengo patrulla a las diez? ¡Maldita sea mi suerte!
  • Tranquilo, Paco. Vete a casa que te esperan Concha y los chicos...
  • ¡Bah! Voy a ver si encuentro un bar abierto...
Así hizo. Dejó las armas reglamentarias en el pequeño arsenal de la casa-cuartel; se cambió con sus ropas de civil, siempre humildes, recuerdo, quizá, de su pasado; y salió a la busca de un bar abierto a aquella intempestiva hora. Lo encontró. Aguardó a la llegada del día entre copas de coñac y se despidió de aquel antro con un café, por aquello del aliento...
  • ¡Paco, hijo! ¿Dónde has estado? ¿No salías de guardia a las seis? - Concha preguntaba retóricamente, conocía demasiado a “su Paco” para saber que venía del bar.
  • ¡Bah! ¡Déjame en paz!
Mientras ella arreglaba a los niños para llevarlos al colegio, Paco se echó en la cama, apenas le quedaba una hora para volver a ponerse en uniforme.