miércoles, 2 de enero de 2013

Ser escritor

 Sentir todo como si fuera a ser el último sentimiento de nuestra vida. No adormecer el alma con frases hechas, pensamientos preconcebidos. Salir a la calle cada día con el corazón desnudo. No tomar el camino fácil e insípido, coger el peligroso y enriquecedor... Eso es ser escritor.

Escritores y gatos

  Obviamente, los escritores son seres humanos corrientes y molientes, por ello pueden participar de todos los vicios y virtudes de los que disfrutan el resto de los mortales. Otro tanto se podrá decir de costumbres, hábitos o manías, seleccione el lector cual de las tres supone la tenencia de mascotas; así,  obsérvese al reputado Nobel Hermann Hesse persiguiendo a cuatro patas a uno de ellos:
 En esa eterna discusión sobre la supuesta atracción incompatible hacia perros y gatos, desde luego los escritores son más proclives a la tenencia de gatos, quizá por la sinergia entre el comportamiento casero del felino y las largas jornadas de reclusión del narrador; el perro, por el contrario, parece más propio de personajes extrovertidos y sociables... digamos que los mininos encajan mejor con la solitaria introspección del escritor.
   No solo como mascotas, los gatos han tenido el honor en numerosas ocasiones de ser los personajes principales de ciertos relatos, como verdaderos alter ego de sus creadores.
   Sirvan, como muestra, unas pocas imágenes de estos genios con sus respectivos amigos:
 


 

martes, 1 de enero de 2013

De "Oblómovs" y "Bartlebys"

  Hablemos de metaliteratura. Periódicamente resurgen en los mentideros literarios personajes que se salen de los estereotipos heroicos capaces de rehacer sus vidas contra viento y marea; se retoman aquéllos que se caracterizaban precisamente por lo contrario, por su indolencia y ociosidad, se les psicoanaliza de nuevo, en busca de un nuevo gesto que nos permita tomarlos como ejemplo a seguir, típicamente Oblómov de Goncharov y Bartleby de Melville, aunque podríamos incluir otros como El hombre que duerme de Perec.
   Esos personajes, ya lo apunté, personalizan la falta de decisión, la inacción, incluso el tedio... ¿Por qué nos atraen tanto? Obviamente todos nos hemos enamorado, al menos en nuestra juventud, de los enérgicos personajes de Melville, el capitán Akab, Ismael, Billy Budd... todos impecables aventureros aunque también con personalidades complejas e incluso atormentadas; Bartleby, por el contrario, es un simple escribiente que no participa de las pasiones propias de sus compañeros y jefe, todo lo arregla con un "preferiría no hacerlo". El Oblómov de Goncharov es un rico terrateniente de la Rusia rural que deja la vida pasar, considera todo demasiado cansado y es, en consecuencia, víctima de abusos por parte de otros vecinos que se aprovechan de su indolencia. En este último caso no hay duda de que Goncharov quería denunciar la actitud de sus contemporáneos, que simplemente habían heredado sus posesiones y no sacaban rendimiento alguno de sus muchas posesiones; igual que Cervantes quería ridiculizar las novelas de caballería y sus ensoñaciones, Goncharov criticaba esa actitud improductiva de las clases dominantes de su "Rusia eterna". En el caso de Melville, quizás se tratase de un mero ejercicio literario o intelectual, fruto, desde luego, de una potente capacidad de creación. En Perec, (el personaje de El hombre que duerme es un chico joven que de un día para otro abandona todo aquello por lo que lucha: carrera universitaria, amigos, vida propia, por una indolencia muy estudiada) no me cabe duda que es un intento consciente de ahondar intelectualmente en dichos personajes.
   Los que somos lectores compulsivos nos hemos enamorado de casi todos los personajes literarios que hemos conocido en profundidad, quizás nuestra facilidad para fijarnos en ellos y descubrir facetas de personalidad que a otros no se les alcanza se deba a que todavía, independientemente de la edad que tengamos, seguimos buscando en los libros la luz que ha de guiar nuestra vida, aunque ésta esté próxima a su fin. 
  Recuerdo perfectamente el rechazo que mis padres tenían al "exceso de tiempo que pasaba con la lectura", especialmente mi padre criticaba que siempre estuviese "con novelitas" en lugar de estar con chicos de mi edad buscando aventuras... lo que él jamás pudo comprender es que las aventuras que he vivido con la lectura no se pueden disfrutar aunque se disponga de cuatro vidas consecutivas... en fin, supongo que quien sea aficionado a la lectura me entenderá. En este contexto, aquellos personajes indolentes y ociosos no lo eran tanto, sino gentes con una rica vida interior que despreciaban las fútiles aventuras de "los otros". Los que hemos vivido más en los libros que en la "vida real" los podemos comprender fácilmente.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Otro "segundo (o tercero, no sé ya) útero materno": las salas de concierto, especialmente de cámara

  Por distintas razones (tiempo, dinero, responsabilidades...) voy mucho menos de lo que quisiera, pero todavía siento esa protección, esa tranquilidad que también percibo cuando voy (a esas sí que voy diariamente) a las bibliotecas. Siendo niño, quizás de 11 o 12 años, el colegio organizó una excursión al auditorio de la Fundación Juan March, recuerdo perfectamente la obra, fue una que se convertiría en una de mis favoritas para siempre: Preludio a la siesta de fauno de Claude Debussy; un claro acierto, una pieza ideal para niños y jóvenes (en realidad una pieza ideal para cualquier persona con sensibilidad e imaginación, los llamados "poemas sinfónicos" son verdaderas descripciones musicales); lo cierto es que recuerdo aquel día perfectamente, las gratas sensaciones no me han olvidado. Al auditorio de la Fundación Juan March he vuelto muchas veces, de hecho me parece un lujo que se ofrezcan conciertos gratuitos de esa calidad, al menos se da un uso cultural y formativo al dinero obtenido por la banca.
   Al no vivir en Madrid, puedo ir muy pocas veces a la Juan March, ahora voy, cuando puedo, al auditorio Miguel Delibes de Valladolid, la foto es precisamente de su sala de cámara. Curiosamente me siento más a gusto en salas de cámara que sinfónicas, supongo que, en parte, porque me gusta mucho más la música antigua, barroca o romántica que la de las grandes orquestas sinfónicas, pero también supongo que se debe al menor tamaño de las de cámara, con menos gente, más tranquilas... lo cierto es que en el momento de atenuarse las luces del patio de butacas siento que la relajación comienza a surtir efecto, me dispongo a relajarme y dejar que la música me inunde.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Ahora leyendo: "Noche fantástica" de Stefan Zweig

  Sigo comprando libros en ediciones baratas, suelo decir aquello de "compro libros para leer, no para enseñar -presumir de- mi librería a los amigos"; por supuesto, muchos son de Editorial Cátedra o Alianza Editorial, pero hay dos editoriales relativamente nuevas (creadas hacia el cambio de siglo) que me gustan especialmente: Valdemar y Acantilado. Pues bien, de Acantilado es la compilación de relatos de Zweig.
   Ya hablé de Stefan Zweig en otra entrada, es uno de mis cuentistas favoritos; hablé de él a cuenta de su "muerte voluntaria" en su exilio brasileño, angustiado por una situación política internacional que él creía invariable, el ascenso al poder del nazismo. Ahora empiezo con este buen puñado de relatos.
   Probablemente la vida de Zweig fue un verdadero drama, obviamente lo demuestra su final, pero sobre todo porque, al igual que Joseph Roth, Zweig disfrutó de un éxito muy temprano, concitó admiración de crítica y público, se codeó con la alta sociedad vienesa, hasta que por los desvaríos racistas de un tal Hitler y sus adláteres, se llegó a la conclusión de que todo lo escrito por este hombre no tenía valor... ayer sí, hoy ya no... ¿razón? Ser judío, simplemente. Al menos dejó una enorme obra: narrativa, poesía, ensayo e incluso teatro.

"Literatura victoriana"

   Entrecomillo el título para dejar claro que esa denominación es exclusivamente anglosajona y no es admitida en otros países, aunque se ha de reconocer que los novelistas de la Época victoriana (la reina Victoria reinó de 1837 a 1901) tienen muchos elementos en común, tanto en la forma -prosa muy adjetivada, frases muy largas, descripción minuciosa de personajes y lugares-, como en el contenido -las típicas del llamado realismo social-. Sin duda la Época victoriana fue la más "brillante" para el Imperio Británico, pero habría que discutirlo para sus habitantes y para la moral social; en aquellos años se produjo la conocida Revolución Industrial, que convirtió aquel país en el imperio más potente del momento, con posesiones inmensas en Asia (India, Paquistán), Oceanía (Australia, Nueva Zelanda) o incluso Europa (Irlanda), con una capacidad de producción industrial semejante a la de la China de nuestros días... todo eso generó riqueza, pero también desigualdades sociales, creó al proletariado, creó el abuso de poder... creó, en definitiva, la inmoralidad social.
  Pensando el "Literatura victoriana", pensamos en Dickens. Todas las caracterísiticas que antes mencioné se dan en sus novelas, el tratamiento que da a sus personajes es definitorio. En Dickens se nota una clara preferencia por los personajes del proletariado, que son siempre adornados por virtudes: honestidad, capacidad de sacrificio, entrega a los demás; por el contrario, los personajes de clase alta suelen ser presentados como avariciosos, egoístas y brutales, verdaderos aprovechados de la desigualdad social que ellos mismos tratan de aumentar, cuando no como simples seres pragmáticos, aparentemente desprovistos de sentido moral. Su prosa puede resultar pesada en nuestros tiempos, al igual que ocurría con Proust (de éste ya dije que su estilo era arcaizante, teniendo en cuenta que nace cuando muere Dickens), pero, por desgracia, las brutalidades sociales que denunciaba parecen estar de vuelta. Quizás sea uno de los escritores menos comprendidos y menos leído, todos tienen la sensación de estar ante un verdadero "ladrillo", y pierden a uno de los más férreos defensores de la igualdad entre los hombres.
   Caso aparte es George Eliot, también entra dentro de esa "Literatura victoriana", a través de ella vemos los problemas de esa "brillante sociedad", empezando por el hecho de tener que utilizar un seudónimo literario masculino. Eliot retrata una Inglaterra rural de grandes señores y sirvientes, sin entrar en conflictos sociales, una vida basada en las tradiciones y protocolos... todo muy diferente de Dickens. Quizá la diferente vida que llevaron les marcó como escritores, puesto que mientras él tuvo que "ganarse el pan" desde la tierna infancia (los ambientes de trabajo infantil de sus novelas fueron extraídos de su propia experiencia), ella fue una señorita bien de acaudalada familia.
    Las hermanas Brönte serían las "terceras personas de esta santísima trinidad literaria", también criadas en el medio rural, como George Eliot (cuyo nombre real, por cierto, era Mary Anne Evans), aquéllas reflejaron su ambiente, pero en medio de pasiones para aquel tiempo inconfesables, creadores de verdaderos clásicos como Jane Eyre o Cumbres borrascosas.
  Por supuesto también hemos de citar autores fundamentales, no ya de la literatura en inglés sino en todas las lenguas, como Arthur Conan Doyle, Rudyard Kipling, Robert Louis Stevenson, H.G. Wells u Oscar Wilde; aunque el primero se diferenciaría por ser creador de la novela negra; Kipling y Stevenson serían los recreadores de la novela de aventuras, inspirada en los viajes por el enorme Imperio británico de la época; o Wilde el cantor de la extrema sensibilidad.

Un tremendo descubrimiento: Richard Barham Middleton

  Hace unos días escribí que estaba leyendo una recopilación de relatos de un inglés del cambio de siglo XIX al XX, no conocía nada suyo, pero me ha dejado ciertamente anonadado.
   Parece ser que se sabe muy poco de este tipo, la foto que incluyo es la única que se puede encontrar en internet, en español solo se puede encontrar esa compilación reciente de la editorial Valdemar (primera edición en el año 2000) y en su lengua original no he encontrado prácticamente nada. Me ha sorprendido que pusieran como título a  esa sucinta antología el nombre del primer relato, El buque fantasma, más que nada porque es totalmente diferente del resto de relatos.
  Me gusta de Middleton su forma sencilla, en primera persona, sin grandes alharacas de relatar historias a medio camino entre lo tétrico, lo fantástico y la denuncia de una sociedad autista... Dejo un fragmento de El chico nuevo que me ha conmocionado por su sinceridad y en el que, hasta cierto punto, me he visto reflejado.

  De nuevo empecé a sentir que había nacido bajo el signo de una estrella malevolente que me impedía hablar y actuar como los demás. Carecía de su sentido común, de su estúpida alegría, de su completa falta de sensibilidad, y, a la vez que recelaban de mis rarezas, eran incapaces de ver lo ansioso que estaba por ser un chico normal. Cuando descubrí que desconfiaban de mí el orgullo me impidió aceptar las migajas de su sociedad como la pobre madre F***, y me refugié en una soledad en la cual tenía mucho tiempo para examinar mis emociones. Exploré todos los remotos rincones del colegio en los que era posible estar completamente solo, y cuando el resto de los chicos iban de excursión al campo, yo permanecía en el camposanto de la iglesia que había al lado del colegio, distrayendo las meditaciones de las ovejas que pastaban entre las lápidas, y pensando en la enorme cantidad de tiempo que aún me faltaba para llegar a viejo y morirme de una vez. 

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Julio Cortázar (enorme cronopio)

  Seguimos con los ídolos de masas. Su obra cumbre, aquella de la que todo el mundo hable: Rayuela, la encontré interesante, sobre todo diferente al leerla en las dos formas principales, ya se sabe: lineal, o según el esquema aportado por Cortázar; notabilísimas también Los premios, Libro de Manuel, Bestiario, La vuelta al mundo en ochenta mundos, Último round... y tantas otras; pero lo que más me impactó con enorme diferencia fueron las Historias de cronopios y de famas.
  Siempre pensé que Cortázar era más un autor de relatos y cuentos que de novelas, obviamente con su talento (uno de los más grandes que ha adornado a un ser humano) todo lo que escribía rayaba la perfección, pero, en mi opinión, es como cuentista cuando llega a un nivel inalcanzable. Leyendo Historias de cronopios y de famas, me he reconciliado con mi naturaleza humana, he sido capaz de reírme de todo (especialmente de la prepotencia del hombre), incluso he releído partes cuando mi habitual depresión me llevaba a extremos autolesivos... en realidad he de decir que leyendo esa obra de Cortázar he sido capaz de soportar la estupidez de la vida, al menos por un día más. Es por ello por lo que considero a Julio Cortázar como mi benefactor personal, mi verdadero sustento espiritual.

martes, 25 de diciembre de 2012

De cómo hacer de un autor perfectamente olvidable un fenómeno editorial: J.D. Salinger

  El otro día hablé de la diferencia que, a mi entender, hay entre un fenómeno literario y uno editorial; es muestra del fuerte divorcio que hay entre la creación artística y el negocio puro y duro. Uno de los ejemplos más típicos es J.D. Salinger.
  Vaya por delante que Salinger pertenece a eso que han llamado "Generación Beat", junto con Kerouac o Ginsberg, conjunto de escritores que nunca fue de mi total agrado; pero recuerdo haber leído En el camino de Kerouac y encontrarle cierto atractivo y también algún poema pasable de Ginsberg. Entiendo que muchas obras literarias tienen una coyunturalidad muy marcada, especialmente en tiempos de cambios sociales, como fueron los 60 en los Estados Unidos... pero aún así, no acabo de encontrar relevante a Salinger ni a su mejor obra: El guardian entre el centeno.
  Salinger es un autor mediocre, con tramas poco interesantes, personajes poco desarrollados y, en general, novelas perfectamente olvidables, sin embargo... sin embargo fue elevado a los altares por el mundo editorial norteamericano; un posterior intento de prohibición por la sección más puritana de su sociedad, escandalizada ante el "lenguaje soez", no hizo sino acabar por apuntalar el éxito del que nadie hoy en día es capaz de bajarlo, de hecho, en aquella sociedad es tabú hablar de la mediocre calidad de Salinger.


lunes, 24 de diciembre de 2012

Albert Camus

  Otro de los grandes de la literatura francesa, también fenómeno mediático.  Reconozco que antes de leerlo tenía serias dudas, precisamente por si más que un fenómeno literario lo era editorial (esto es, un producto bien vendido más que un buen producto). Lo leí. Me equivocaba, disfruté mucho con su visión de la sociedad que retrata, que no cabe duda, es la mía, con su falsedad e hipocresía burguesa. No tengo claro que mereciera el Nobel de literatura (con solo 44 años), al menos si lo mereció él, lo habrían merecido cientos de autores que no lo recibieron.
   Camus es, para mí, el escritor de la alienación, de una sociedad formada por hombres y mujeres autistas, que siguen adelante sin mirarse dentro, cercenando su capacidad de sentir; también es el escritor de la sociedad moderna, sin Dios alguno (por mucho que  las iglesias, mezquitas, sinagogas y demás templos estén llenos), la sociedad moderna no tiene Dios, pues el hombre ha usurpado su lugar; en el pasado los hombres no trataban de hacer o no hacer, todo lo dejaban en manos de Dios..."Dios lo quiere así", ahora (repito, por mucho que la mayoría se declare creyente), se considera que somos capaces de hacer todo, que todo depende de nosotros, lo bueno y lo malo, en definitiva hemos pasado de un extremo al otro, pura ley del péndulo, y por supuesto ambas situaciones extremas están equivocadas. 
 La peste es una novela de fácil lectura, sin grandes exigencias... aparentemente. Narra la labor de unos médicos que trabajan desbordados en una epidemia en Orán (por cierto ciudad natal de Camus, un Pied-Noir); se tiene la sensación de que los protagonistas son incapaces de luchar contra la peste, pero lo siguen haciendo, ellos solos, abandonados de todos. Los críticos la calificaron de existencialista, aunque  Camus no lo aceptó, desde luego, muestra a unos hombres abandonados a su suerte, sin principio teísta alguno, que basan su vida en la solidaridad y el apoyo mutuo.