martes, 11 de junio de 2013

Inciso cinematográfico: "Bárbara", de Christian Petzold

  Una película alemana ciertamente interesante, tanto en el tema, por el afán que tiene de rebuscar en el pasado alemán; como por la forma: Bárbara.
  Empezando por el final, las formas son muy buenas, o al menos a mí me gusta, en el sentido de carecer por completo de estruendosos efectos especiales (parece que en Hollywood no pueden pasarse sin ellos), por ser una película intimista en la que cuentan más los sentimientos que los hechos, y por mostrar todo ello de forma sutil, insinuando más que mostrando... ¡vamos que no somos tan inocentes como los de aquel mentado país que necesitan risas enlatadas para saber cuándo reír! En el aspecto temático la película me parece muy interesante al tratar un pasado muy espinoso en el país germano: las huidas que se producían de la RDA a la RFA; pero lo hace sin chovinismos capitalistas, mostrando lo bueno y malo de cada sociedad: la opresión y falta de libertad en el Este y la superficialidad y mercantilismo en el Oeste. Las actuaciones de los actores es más que correcta, encabezados por una tremenda Nina Hoss con un rictus propio de una dictadura (aunque no se lo crean, la actriz es capaz de sonreír).

lunes, 10 de junio de 2013

Fragmento del sexto capítulo de mi novela: "Dulce et decorum est pro patria mori"

 
VI   JANET  BROWN

  • ¡Venga circulen! No hay nada que ver... ¡Circulen! Y tú, vete de aquí o te llevo detenida ahora mismo.
  • ¡Vamos, agente! ¿Es que no puedo pasear tranquilamente?
  • ¡Que te largues te digo!
  • Que sí, hombre, que sí... no sé para qué sirve la policía...
  • ¡Descarada, fuera de aquí!
La mayor parte de las actuaciones de la policía londinense en el Soho allá por los años 40 eran, además de esclarecer pequeños hurtos, restablecer el orden público que alteraban las jóvenes prostitutas que lo abarrotaban a todas horas. Entre ellas estaba Janet Brown, que se había ganado a pulso, o más bien a base de tirones de pelo, una buena esquina en Carlisle Street, muy cerca de Soho Square.
<< ¡El muy cerdo! ¿Pues no quería proponerme un ménage à trois con su mujer? ¡Qué asco de vida! Siempre rodeado de babosos y de pervertidos.>>
  • Miranda, me voy a casa, ya estoy harta de cerdos.
  • ¿Tan pronto? ¿Ya has hecho dinero?
  • ¡Qué voy a hacer!
  • ¿Y qué le vas a contar a Joe
  • Bah, ya le contaré una milonga...
  • Si no le da por sacudirte...
  • Ya me sé defender solita... y si no tengo a William para que le deje las cosas claras...
  • ¿Tu William? No me hagas reír...
  • Ríete si quieres...
Pero en realidad, Janet sabía que su novio, William Martin, no sería oposición alguna a los maltratos de su chulo, Joe Clegg; era demasiado fino y débil de carácter comparado con la brutalidad descarnada de Clegg.
  • Lo dicho, me voy a casa.
  • Tú misma...
Janet Brown no era una remilgada en ningún sentido, por supuesto menos en el sexual, poco éxito tendría como meretriz si no, pero no soportaba las relaciones homosexuales, que otras compañeras aceptaban sin problemas. Pasó su infancia de hospicio en hospicio, y en uno de ellos, ya siendo mocita, una cuidadora había intentado propasarse metiéndole la mano entre las piernas mientras la besaba el cuello cuando la acorraló en su cama una noche. La respuesta de Janet, abofeteándola y lanzando al suelo a la cuidadora mientras montaba un escándalo supuso su expulsión inmediata; poco le importó, no era la primera vez. Desde entonces la mera insinuación de una relación homosexual le repugnaba hasta llegar a dudar de una simple amistad entre dos mujeres o dos hombres.
Aquel día, Janet se enteró del despido de William, el enésimo. Desde que le conoció había tenido más de cinco o seis oficios, todos mal pagados y mal considerados que apenas el habían durado más de un mes cada uno. Siendo ella una “chica de la calle” no estaba en disposición de exigir gran cosa a “su hombre”, pero al menos esperaba no ser la única que ingresara dinero. Cuando llegó a casa se encontró con William, cómo no, leyendo.

domingo, 9 de junio de 2013

Como una hormiga

Como una hormiga entregaré mi vida al hormiguero,
como una hormiga encerraré mi sentir en duro caparazón,
como una hormiga dejaré mi cuerpo quitinoso de alimento.

Desperdiciaré todo en nada.
Me romperé por una quimera, por una idea.
Cambiaré sentimientos por maestrías y títulos.
Rumiaré mi insulso pasar.
Viviré... existiré.

sábado, 8 de junio de 2013

Inciso cinematográfico: "Robot & Frank"

  Dirigida por Jack Schreier y protagonizada por Frank Langella, Liv Tyler y Susan Sarandon entre otros.
   No soy consumidor habitual de productos norteamericanos, especialmente "hollywoodianos", los considero demasiado estereotipados, simplistas y pueriles; sin embargo, esta película, Robot & Frank, me ha parecido una película sencilla, aparentemente sin grandes pretensiones pero con una interesante reflexión sobre la vida familiar y la senectud.
  El protagonista, un anciano que vive solo en un frondoso bosque, recibe como regalo de su hijo un "robot asistente" -está ambientado en un futuro cercano-. Frank no se hace a la vida con el robot, hasta que descubre que le puede ser útil en aspectos de su vida anterior: Frank fue un "ladrón de guante blanco" en su pasado. Poco a poco se va entreviendo que el viejo tiene una relación "muy especial" con una bibliotecaria, hasta que al final queda todo claro. Una interesante reflexión sobre la decadencia intelectual y memorística en la senectud.

jueves, 6 de junio de 2013

"El fotógrafo" de Lefèvre, Guibert y Lemercier

  Interesante experimento: un cómic sobre las experiencias de un fotógrafo enviado a Afganistán en plena Guerra ruso-afgana (1978-1992); pero lo verdaderamente interesante consiste en la alternancia entre las habituales viñetas con las fotos de Didier Lefèvre.
   Por tanto Lefèvre no es solo el guionista sino también el que pone un buen porcentaje de imágenes, las fotográficas. El resultado es sobresaliente, ya que se realza la ya de por sí notable vistosidad de las viñetas del cómic con la fuerza irrefutable de la imagen. Las aventuras del fotógrafo "solo" merecieron cuatro imágenes en el diario Libèration, pero desde luego esta novela gráfica da el justo mérito a los autores, al personal que allí estaba destacado de Médicos Sin Fronteras y por supuesto a la una y mil veces mártir población afgana.

miércoles, 5 de junio de 2013

Ahora leyendo (en poesía): "Poemas" de Ángel González

  De la llamada Generación del 50 en poesía me gusta su tono intimista, poco academicista, pero también su compromiso social. Empiezo este poemario:
   Los escritores de dicha Generación del 50 vivieron en lo que se ha denominado "exilio interior", dura época sin duda, pero a la que sobrevivieron de la mejor forma que un poeta puede: escribiendo. Mucho me temo que los tiempos que afrontamos, no solo en el ámbito económico y laboral, sino también en el social y político, no se han de diferenciar mucho de aquellos aciagos años del franquismo. Son, por tanto, una referencia de aguante y creación simultánea frente a la adversidad.
  González es paradigma de esas características generacionales: su poesía intimista y sencilla, sin cesiones a lo "oficialmente correcto" se junta con ese tono social tan marcado.
 

martes, 4 de junio de 2013

"Veneno" de Peer Meter y Barbara Yelin

  Un cómic de gran calidad. Tanto en el argumento como en las viñetas. Narra la historia de la envenenadora de Bremen, quien en 1831 llegó a envenenar a quince personas, entre los que estaban sus hijos y maridos...
   Parece que Meter está poco menos que especializado en tan abrupta temática, pues es el autor de Haarman, el carnicero de Hannover, o sea que trata de averiguar las disfunciones psíquicas que se dan en los asesinos múltiples que, al menos desde un punto de vista literario, son ciertamente interesantes. 
  La dibujante es Barbara Yelin, también con interesante carrera profesional. En Veneno sus viñetas son brillantes, muy clásicas, elaboradas con carboncillo, crean una atmósfera opresiva que viene muy a propósito al tema.

lunes, 3 de junio de 2013

Fragmento del quinto capítulo de mi novela: "Dulce et decorum est pro patria mori"


V KONRAD VON GAMPP


- ¡Venga, Curro! Tenemos que ir a Punta Umbría, han recogido un cadáver que puede ser interesante.
Chapurreando español con fuerte acento, Konrad Von Gampp, agente de la Abwehr destacado en Sevilla para el control de los buques por el Estrecho, se apresuró a subir a su coche, un Mercedes-Benz, mientras apremiaba a Francisco Soria, Curro, su chófer.
Von Gampp era fiel producto de su origen y su aspecto lo confirmaba: alto, distinguido, señorial, con un gesto de inasequible superioridad y desdén en su mirada... era el resultado de la más estricta endogamia entre las más puras y nobles familias prusianas; estaba hecho para mandar, para hacerse respetar, y eso no lo olvidaba jamás, por mucho que los nacionalsocialistas pretendieran unificar a todos bajo “un imperio, un pueblo, un líder”. Puede que fueran el mismo pueblo, pero su sangre era mucho más selecta que la de ese cabo ido a más.
- Sí, señor... pero tardaremos más de dos horas...
- Tú conduce.
En 1943 las carreteras en Andalucía eran pésimas incluso entre capitales; entre Sevilla y Huelva los socavones, barrizales y atascos provocados por carros de campesinos convertían la distancia en una verdadera odisea. Aun así, el Mercedes-Benz de Von Gampp, un I70W del 39 traído por barco desde Alemania, tenía suficiente solidez para hacer frente a los inconvenientes; no como esos malditos “coches del pueblo” de los que tanto alardeaba Hitler. En esa extraña afición por socializarlo todo, el Führer olvidaba que Alemania era un país de señores, él lo tenía claro y por supuesto, él se sabía un señor.
Konrad Von Gampp había nacido en 1895 en Berlín, en el seno de una acaudalada y prestigiosa familia. Dichos orígenes le libraban, por supuesto, de tener que demostrar pureza racial, pero incluso de tener que decantarse por un partido político, por una opción social. Los Von Gampp tenían muchos más derechos que obligaciones, sin embargo, Konrad pensó que no era mala elección el nacionalsocialismo, después de ver el respetuoso trato que deparaba a los “cascos de acero”, la rancia élite militar del pasado entre la que podía contar a varios de sus antecesores; aún así, le parecía nauseabundo el afán de Hitler de distribuirlo todo, de construir autopistas por doquier, de poner en entredicho algunos privilegios hasta entonces intocables de la aristocracia. Consideraba a Hitler y sus nazis unos subproductos de la dañina Revolución Industrial que convirtió a los sumisos siervos alemanes en orgullosos y reivindicativos obreros, capaces de organizarse para luchar contra sus superiores, los cuales, esto estaba fuera de toda duda, lo eran por decisión divina; ahora, estos proletarios engreídos se permitían desautorizar al mismísimo Dios en su Ordo Naturalis. ¡Cómo iba a entender un sujeto como Hitler, con la educación que había recibido, con sus desventuras juveniles como obrero de la construcción, la gloriosa sensación de saberse superior, de disfrutar de los mejores manjares servidos por no menos de cuatro sirvientes, de habitar nobles castillos cuyas gruesas paredes albergaron la verdadera historia de Alemania, de usar ropas hechas siempre a medida, de saborear los más selectos licores y tabacos, de regodearse en los asientos de cuero de los mejores coches conducidos siempre por un chófer... Hitler no podría entender que todo eso pertenecía a los Von Gampp por derecho natural... y sin embargo veía al líder de su nación con rudas ropas militares, frugal, abstemio, en uno de esos “coches del pueblo”. Decían que ese era el futuro, pero desde luego Konrad no se adaptaría jamás, ni daría a sus hijas, Else y Franziska, otra educación que no fuera señorial y distinguida. Y sin embargo, el año 33 optó por Hitler y su nacionalsocialismo, a regañadientes y sabiendo que en buena medida era una traición a sus mayores, pero teniéndolo como una obligación que de no haberlo hecho, le podía haber traído consecuencias funestas; buscó la mejor colocación posible en este “Nuevo orden” para un Von Gampp y, con desdén, aceptó el puesto que le ofrecían como jefe de la Abwehr en el sur de España. Aquella decisión no fue fácil, y la adaptación al caluroso y seco clima sevillano por parte de Frieda, su mujer, un verdadero dolor de cabeza.
Las relaciones de los Von Gampp en Andalucía no eran muchas, excluyendo las recepciones oficiales de los cónsules alemán e italiano y de las inacabables fiestas que daban las familias más adineradas de la capital del Guadalquivir, se sentían como verdaderos desterrados en un mundo zafio y vulgar, rodeados de “pequeños y malolientes españoles” que voceaban y haraganeaban todo el día, una “verdadera raza inferior”, en eso sí que comulgaban con el nacionalsocialismo. Aún así, Konrad, con su exquisito olfato había localizado algunas cosas que casaban con sus señoriales gustos: un catavino bien frío de jerez, la equitación en un clima más propicio que el suyo de origen, una cierta habilidad andaluza para el disfrute del ocio, y sobre todo las chicas andaluzas, morenas, vitales, casi animales, capaces de copular con un ardor desconocido en las prusianas. Para ello tenía a “su” María Teresa, una joven sevillana de veinte años, con los pechos pequeños como limones y unos pezones oscuros, casi negros que no se cansaba nunca de mordisquear. María Teresa era un volcán en la cama, pura lujuria animal, no se sometía como las otras; le gustaba ponerse encima y cabalgar mientras se pellizcaba los pezones... la primera vez, Konrad se quedó tan extasiado que no pudo ni protestar. La chica pertenecía a una familia de la burguesía sevillana empobrecida con la Guerra Civil, tanto que sus hijos habían tenido que buscarse la vida apresuradamente de la forma que pudieron; ella, que no tenía formación ni capacitación profesional y que aunque la hubiera tenido difícilmente habría podido trabajar en la España de los 40, tuvo que aprovechar la frescura de su cuerpo de 20 años... Von Gampp la agasajaba con ropas caras y regalos que luego sus padres vendían en el mercado negro para comprar comida. El alemán y la española pertenecían a dos mundos tan distintos que no parecían del mismo planeta, aun así, la brutal ansia sexual de la andaluza y la materialista generosidad del prusiano los hacían cómplices en esa Europa hecha añicos.

domingo, 2 de junio de 2013

La belleza del loco

  La belleza del loco, del enajenado, de aquél que no tiene nada que ver con la gobernanza de este mundo putrefacto. Ya sea vagabundo sin rumbo por las calles, recluido en grises centros carcelarios, o anegado en alcohol o drogas.
  A veces te comparo con Juan Ramón montado en su Platero, mientras los chicos gritan "el loco, el loco". Yo también soy/quiero ser un poco como ese enajenado, desecho en una sociedad cruel y utilitarista. Yo también soy/quiero ser un marginado, un ser sin sombra, sin destino, sin domicilio fijo... un hermano de los pájaros.

sábado, 1 de junio de 2013

Ahora leyendo (en poesía): "Pájaros perdidos", de Rabindranath Tagore.

  Poemario más de aforismos que de poemas en sí mismos, traducida a la par (ella en el ámbito lingüístico y él en el lírico) por Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, editado por la andaluza Editorial Renacimiento.
   Una suerte es haber tenido en nuestra lengua a los insignes Juan Ramón y Zenobia dedicados a traducir a Tagore, de hecho reputados críticos literarios, por supuesto no solo españoles, han alabado la cercanía en sensibilidad entre el poeta moguereño y el bengalí; Zenobia, por otra parte educada en Estados Unidos, aporta sus amplios conocimientos lingüísticos entre las lenguas de Shakespeare y Cervantes.
   Rabindranath Tagore es, al igual que nuestro Juan Ramón, un buscador de la belleza pura, de la simplicidad formal para encontrar la perfección poética; en este afán, los aforismos suponen una contracción, una minimización de los vocablos en aras de ese impulso.