sábado, 14 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Nosferatu, Phantom der Nacht"

 El género vampírico es uno de los más socorridos de los últimos tiempos, no hay más que ver la cantidad de películas, series, relatos, cómics, dibujos animados... que lo utilizan total o parcialmente, tanto que, desgraciadamente, lo han pervertido en muchos casos. Lo han pervertido por que todos los relatos de terror han de infundir eso... terror, para eso fueron escritos, han de mantener fidelidad a la finalidad social para la que fueron escritos... Sí, los cuentos de terror que se contaban a la luz de un hogar en cualquier punto de la Europa medieval y en tiempos posteriores tenían una finalidad social: enseñar a los niños y jóvenes que la vida no era una fiesta como todo infante cree sino un lugar proceloso, en el que esos peligros acechan en todo momento. Ahora bien, que me digan que peligros pueden intuir los adolescentes y jóvenes que se se atontan con la mediocre superproducción de "Crepúsculo"; todo porque a los jóvenes les parece muy "guay" el "look" pálido y retraído del vampiro o la "peluda" lozanía de los hombres lobo (de hecho no hay más que ver que más que actores, los protagonistas son puros modelos, guapos y guapas con muy poquito que ofrecer)... ¡En fin, qué le vamos a hacer! Afortunadamente no tiene nada que ver la versión que en 1979 rodó Werner Herzog basándose en la novela de Bram Stoker.
  No tiene nada que ver con esa pésima colección de películas porque es fiel a la obra de Stoker, apenas unos cambios: Londres como ciudad a la que llega desde la lejana Transilvania el pérfido vampiro es sustituida por la germánica Wismar; el vampiro no se convierte en un murciélago ávido de sangre humana sino que mantiene su fantasmagórica imagen; los personajes secudarios, Renfield y Mina Harker por ejemplo, ven cambiadas características que, en mi opinión, realzan la trama... y nada más, la fidelidad a esa obra cumbre de Stoker es máxima. En algunos casos Herzog mantiene una notable lealtad no solo a Stoker sino a su predecesor, Murnau, que nos lleva al cielo con una excelsa y, para su época, revolucionaria adaptación en la admiradísima Nosferatu, eine Symphonie des Grauens de 1922, como por ejemplo la vivienda elegida para Nosferatu, una vieja fábrica abandonada que acentúa la sensación de terror.
 En realidad esta película es ciertamente excelente, Werner Herzog es capaz de dar una versión que quedará para los anales de la cinematografía y que en absoluto desmejora la obra literaria como, por desgracia, estamos acostumbrados a que ocurra. Si en la película de Murnau se aprovecha la atmósfera opresiva que daba el llamado Surrealismo cinematográfico que dejó en aquella República de Weimar un puñado de excelentes películas, directores y actores, en la obra de Herzog también se respira esa opresión con una fotografía (dirigida por Jörg Schmidt-Reitmein) que recalca la incomprensión de Jonathan Harker ante la maldad arcaica de Nosferatu. El elenco actoral del film es extraordinario: un Klaus Kinski terrorífico lleva a cotas que solo Max Schreck había conseguido, algún maldiciente dirá que al físico de Kinski solo hacía falta ponerle los colmillos...; para Jonathan Harker, Herzog escogió a uno de los mejores actores germánicos (suizo en este caso) que ha dado el siglo XX, especializado en papeles complicados (pocos papeles más difíciles hay para un actor germanófono que Hitler), Bruno Ganz está sencillamente inconmensurable, como siempre; para el papel de Mina Harker, rebautizada aquí como Lucy, está Isabelle Adjani, que cumple plenamente con las expectativas de enamorada atemorizada por los cambios que observa en su enamorado. En definitiva, la película es francamente excelente, con un presupuesto, según dicen, muy bajo, el resultado es inolvidable.

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Cuál soy?

 De nuevo John Kenn (http://johnkenn.blogspot.com.es/)


martes, 3 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "El que abre el camino y otras 24 historias macabras", de Robert Bloch

 Para la mayor parte de los espectadores, el nombre del guionista, o peor aún, el autor de la obra sobre la que se ha adaptado el guión permanece totalmente desconocido. Es lamentable. Por muy importante que sea el director, que sin duda pone su buen hacer a la hora de conjuntar tantos esfuerzos en una película; o los actores encargados de encarnar los distintos personajes; el director de fotografía, con sus capacidades; o incluso el productor capaz de hacer números de magia con el dinero y su distribución; el guionista o el novelista que inspira el guión son fundamentales aunque desconocidos. Ese es el caso de Robert Bloch.
  Digo esto porque Robert Bloch es el autor de Psicosis, que Hitchcock convertiría en una de las películas de suspense más conocidas de la historia... ¿Quiénes de los que han visto la película conocerían su nombre? Gracias, de nuevo, a Valdemar, estos autores están siendo justamente reconocidos en nuestra lengua; muchos de ellos ni siquiera habían sido publicados y otros habían visto sus ediciones descatalogadas.
  Por lo poco que he leído, Bloch cultiva casi todos los subgéneros de la novela de ciencia ficción: es reconocido como parte del glorioso "Círculo de Lovecraft"; cultiva el terror psicológico y el suspense como en la ya citada Psicosis; también otros temas clásicos como el vampirismo y los fantasmas... Es, en general, uno de los escritores de temas fantásticos más dotados del pasado siglo, un verdadero genio.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "El Anticristo", de Joseph Roth

 Lo más notable de los grandes escritores es, posiblemente, cuán polifacéticos son. Joseph Roth es capaz de escribir una novela de corte historicista como La marcha Radetzky, una pequeña obra satírica como La leyenda del santo bebedor, una novela completa y barroca sobre un mundo desaparecido en Job, y un ensayo filosófico (aunque con tintes autobiográficos) como El Anticristo.
  Ignacio Vidal-Folch, en un extraordinariamente agudo prólogo, identifica a Roth como alguien que fue, paulatinamente, perdiéndolo todo. Perdió primero su cultura, la de los judíos del este de Europa; después su complejo país, Austria-Hungría; por arte de la mayor barbarie del siglo XX, el nazismo, perdió a su mujer, "eutanasiada" como tantos enfermos mentales que no cuadraban en ese "nuevo orden"; ya a mitad de siglo perdió, o más bien se perdió, en un mundo que ya no reconocía, con la ayuda del alcohol, hasta el final de su vida. Todas esas pérdidas influyeron, sin embargo, en un vivísimo sentido de la realidad que le rodeaba que lo mostraron como un excelente pensador, característica por otra parte inherente a todo buen escritor.

  En El Anticristo toda esa finura de pensamiento se revela casi profético, pues, habiendo sido escrito en 1934, conserva una modernidad rabiosa de pura atemporalidad. Es, no obstante, el pensamiento de un hombre herido, marginado, que sin duda cató las mieles del triunfo social para ser luego desposeído de ellas y lanzado a la exclusión (quizás en buena parte autoexclusión). Roth nos envuelve en un humanismo no exento de una visión paternalista de Dios todopoderoso para rechazar la brutalidad mecanicista y materialista del siglo en el que todos los adultos de hoy nacimos.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Trece para el diablo", compilado por Valdemar

 A este paso los señores de Valdemar van a tener que hacerme socio honorario... por lo mucho y bien que hablo de ellos y sus publicaciones... no es para menos, se lo merecen. Comienzo con una recopilación de trece (en realidad catorce) cuentos, relatos, poemas sobre el "príncipe de las tinieblas".
  Sin embargo, al leer estas compilaciones poco a poco voy repitiendo autores y relatos, y es que, si no he contado mal entre los anaqueles, tengo ya veintiún libros de esta editorial. Así, por ejemplo, el primer cuento de este tomo, El Diablo de Guy de Maupassant, un delicioso relato a medio camino entre el naturalismo, el relato picaresco y el cuento de terror, ya lo degusté en otro libro... no me quejo en cualquier caso.
   Además de De Maupassant, este tomo incluye a Alan Moore, Anatole France, Jacques Cazotte, Robertson Davies e incluso al propio Sigmund Freud entre otros. Como bien prologa Frank G. Rubio busca que "cada uno de los trabajos seleccionados recapitulara un aspecto definido y distinto del que ha sido calificado como el Señor de las Mil Máscaras"; y ciertamente lo logra, al retratar esas catorce veces a uno de los personajes literarios más interesantes: el diablo.

martes, 26 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Animales y más que animales", de Saki

 Gracias a las recopilaciones de la editorial Valdemar conocí a Saki, seudónimo literario de Hector Hugh Munro, británico (nacido en las colonias) y miembro de esas generaciones tan prolíficas nacidas en el siglo XIX.
  De lo poco leído hasta ahora deduzco un humor muy británico, a medio camino entre la ironía y el humor negro. Sin duda Saki fue un gran crítico de su sociedad, tan superficial, tan hipócrita, tan... "eduardiana" (qué diferente de nuestra sociedad: sincera, honesta, solidaria, sin mácula alguna...). Pues sí, ese era Saki, no estaba muy lejos del sarcasmo de Ambrose Bierce aunque con menos amargura. Es por ello para mí un misterio la razón por la que, a pesar de no tener obligación ninguna al haber pasado de los cuarenta años de edad, se alistó como simple soldado raso en el ejército de Su Majestad para recibir un tiro mortal en una fangosa trinchera francesa... ¿Suicidio encubierto?
  Si esa fuese la explicación también coincidiría con Bierce, el cual se unió al ejército de Pancho Villa con más de setenta años sin motivo aparente para desaparecer sin dejar rastro. Al margen de esas peripecias vitales (o mortales más bien) los cuentos de Saki muestran un agudo talento, ingeniosidad que lo sitúan cerca de los mejores escritores anglosajones del XIX.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Ayer, hoy y siempre.

 "¡Te has muerto de hambre, como yo voy a morir, como moriremos todos los españoles dignos! ¡Te habían cerrado todas las puertas, y te has vengado muriéndote de hambre! ¡Bien hecho! ¡Que caiga esa vergüenza sobre los cabrones de la Academia! ¡En España es un delito el talento!"

 Don Latino ante el cadáver de Max Estrella. Escena decimotercera de "Luces de Bohemia". Ramón María del Valle-Inclán. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "¿Quién anda ahí...? Los mejores relatos de fantasmas aparecidos en Valdemar".

 Felizmente, Valdemar lleva ya muchos años luchando contra el afán monopolizador de esa editorial capitaneada por el señor Lara, tanto que pueden editar recopilaciones como esta:
  Lo mejor de esas recopilaciones es descubrir a autores desconocidos para uno. Para alguien aficionado a la lectura de cuentos de terror, es una herramienta excepcional que permite adentrarse en lo oscuro como quien descubre un baúl lleno de ignotos tesoros en un desván. En esta en concreto otra ventaja, para mí, es que lo han sacado en edición de bolsillo, en una colección que llaman "El club Diógenes", lo cual abarata considerablemente el libro (esto es especialmente interesante, ya lo dije antes, para aquellos que compramos libros para leer, no para presumir ante otros).
  Como es habitual, los mejores autores en este subgénero narrativo son anglosajones del siglo XIX, pero en cualquier caso siempre descubro alguien que no conocía y me supone una ilusión casi tan grande como cuando leía embelesado a Verne, Kipling, Conrad o Stevenson a mis ya muy lejanos quince años.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Ahora leyendo: "Job", de Joseph Roth.

 Esta es, junto a La marcha de Radetzky, la obra fundamental de Joseph Roth, un escritor marcado por la desgracia, por la desaparición de su mundo y el alcoholismo.
  Precisamente de la desaparición de toda una sociedad, toda una cultura es sobre lo que trata esta novela. Aunque Roth no perteneció a ningún grupo ortodoxo judío, de hecho una cita suya revela su judaísmo como un hecho inopinado al cual nunca dio importancia, trata aquí las dificultades, las particularidades de una familia judía, la de Mendel Singer. 
 Roth se consideró a sí mismo como representante de la literatura alemana del exilio, el alemán fue su lengua creativa, sin embargo, unas absurdas leyes eugenésicas le impedían poseer una plena ciudadanía austriaca.
  Joseph Roth es uno de los autores más dotados del siglo XX, con una prosa fácil y rápida que atrapa por su sencillez y corrección. Otro relato conocido suyo es La leyenda del santo bebedor", un pequeño divertimento literario que pone en evidencia su talento.

martes, 12 de noviembre de 2013

Leído: "La tormenta de nieve", de Lev Tolstoi

 Pequeño relato, cortísimo en comparación con otras obras tolstoyanas, sobre una brutal tormenta de nieve que sufre el autor (y sus lacayos) en la estepa rusa.
  Un pequeño relato que no justifica que los señores de Acantilado lo presenten en un solo volumen, ya lo dije en otra entrada: quizá sea el excesivo coste de los libros y la reciente brutal subida del IVA, pero sería mucho más deseable que fuera presentado junto con otros relatos de Tolstoi. El relato en cuestión  fue escrito en plena juventud del genio ruso y, aunque hay quien quiera ver que en un maestro como Lev Nikolaievich Tolstoi todo es oro... me temo que no es así. Todos, incluido el gran Tolstoi uno de los grandes pensadores del cambio de siglo (obviamente del XIX al XX), escribieron relatos perfectamente olvidables... este es uno de ellos.
 La tormenta de nieve fue escrita en juventud del autor, mantiene como en toda su obra una facilidad de narración que le distingue del resto de los mortales, pero no es tan memorable como la contraportada nos dice. No lo es porque  no existe tal reflexión sobre la futilidad de la vida, la perenne cercanía de la muerte... no, eso lo intuimos los apasionados lectores de Tolstoi. Más de una vez he dicho que considero al ruso uno de mis padres espirituales, lo he leído prácticamente todo de él, suficiente para saber cómo presenta los temas, siempre lo hace de forma explícita, pedagógica, como un maestro que instruye a sus alumnos; Tolstoi nunca escribió de forma sutil, con indirectas. En este relato no se hace la más mínima referencia a esos pensamientos existenciales, somos nosotros que queremos ver más allá, que conocemos al autor y su pensamiento.