sábado, 3 de mayo de 2014

"El gato del rabino. 1. La bar-mitzva", por Joann Sfar

 De Joann Sfar, uno de los mejores historietistas europeos contemporáneos, ya hablé a cuenta de su cómic Chagall en Rusia, donde plasma el particular universo del pintor expresionista Marc Chagall, alguien que, probablemente, compartía muchos aspectos con el dibujante y escritor nacido en Niza. Ambos tienen un origen judío que los ha marcado en su producción artística, ambos se han alejado de dicho origen para buscar su originalidad en el mundo occidental, ambos quieren explicar y explicarse a través de sendos mundos.
 Ahora empiezo con una obra emblemática de Sfar que tiene unas ambiciones muy notables, pues pretende presentar la cosmovisión judía a través de un animal: el gato del rabino.
  Sfar es, para mí, el paradigma del buen creador de cómic: alguien que con un estilo particular no copiado de nadie es capaz de dibujar historias con argumento interesante que va más allá de la mera aventura para adolescentes. En esta primera entrega de El gato del rabino se utiliza a ese animal para enseñar las ya difuntas comunidades judías de Marruecos y Argelia, con sus costumbres, sus dificultades diarias al ser minoría, sus tradiciones atávicas y un tanto opresivas... El gato en cuestión se convierte en "medio humano" y desea acercarse a la religión de "sus mayores", al judaísmo; y, como se enseña en el judaísmo, que en ese sentido es menos autoritario que el cristianismo, comienza a discutir con su maestro sobre las principales creencias del mismo que atañen a todas las horas de la vida mundana del creyente.
  Una de las obras más interesantes que he leído en los últimos años, por cuanto trae a nuestra consciencia actual algo que, en caso de españoles y portugueses sobre todo, está en nuestra memoria histórica, y lo hace de un modo moderno y ameno.

miércoles, 30 de abril de 2014

Hayao Miyazaki

 No soy aficionado al llamado género Manga, pero he de reconocer que autores como Miyazaki llevan estos cómics a un nivel casi inalcanzable, tanto en la calidad gráfica como en los argumentos.
 Los no aficionados a los cómics pensarán que esas películas son tan infantiles como Heidi o Marco, al menos los dibujos son muy parecidos; pero se equivocan, las tramas de las películas de Miyazaki son mucho más complejas, tienen un trasfondo que un niño no comprende y son más interpretables. Sin embargo hay diferencias entre unos y otros: la más infantil Nicky, la aprendiz de bruja, frente a los manifiestos ecologistas de La princesa Mononoke o Nausicaa del Valle del Viento, la hermosa El viaje de Chihiro, la poderosa Ponyo en el acantilado, la más adulta y belicista El viento se levanta, la aventurera Porco rosso, o la nostálgica Mi vecino Totoro, por citar las más destacables.
  Los mundos de Miyazaki son intensos y particulares, con reminiscencias infantiles pero perfectamente aptas para el público adulto. Los dibujos son "muy japoneses", muy manga, que a la mayor parte del público occidental nos parece un poco chocante (aunque el público más joven lo acepta con normalidad). Es chocante, en mi opinión las imágenes de los protagonistas, especialmente femeninos, que son presentados como adolescentes quinceañeras con minifalda incluida, la típica "lolita", vaya. Es chocante porque los personajes femeninos no están creados desde una óptica machista y despectiva, sino que son papeles fuertes, importantes y decididos, véase por ejemplo la princesa Mononoke o Nausicaa.
  Será, por tanto, simple estética manga, tan diferente del cómic europeo y americano típico.
Lo que queda claro es que es un mundo típicamente japonés, con una temática y una forma de entender la vida muy diferente de la occidental, pero que a poco que se entre en contacto con ella es apasionante y lleva a muchos, sobre todo los más jóvenes, a interesarse de verdad por todo lo que se pueda sacar aquí de la cultura del país del sol naciente. Un ejemplo claro es la magnífica representación de un tsunami en Ponyo en el acantilado, algo que los de estas latitudes, afortunadamente, no conocemos, y tan solo podemos juzgar por las impactantes imágenes que quedaron grabadas en nuestras retinas del tsunami que asoló Fukushima recientemente.
    La última película de Miyazaki -quizá la última de verdad a juzgar por su edad- tiene, sin embargo un tono distinto: se trata de una película biográfica sobre el ingeniero aeronáutico que desarrolló el avión de combate conocido como Zero. Dicho avión supuso una formidable arma del Imperio japonés contra los pueblos aledaños en la Segunda Guerra Mundial. La vida de este ingeniero puede que fuera memorable, pero a mí, particularmente, me asqueó la loa a un personaje que, finalmente, puso su mente a la orden del militarismo e imperialismo nipón... no me parece un tema apropiado para una película que, al fin y al cabo, es considerado apropiado para niños 
 Al margen de esta última película, El viento se levanta, el resto de la obra de Miyazaki es verdaderamente inigualable, un mundo interior sin parangón.

"Aventura poética", Pedro Salinas

 Una excelente antología de Salinas, con todos sus poemarios representados.
  Otro digno integrante de esa sobresaliente generación de poetas, la mayor parte de ellos muy comprometidos política, social y culturalmente: la Generación del 27
  Salinas, no obstante, no se significó tanto como otros poetas de dicho grupo. Se dice que fue represaliado tras la Guerra Civil, pero lo cierto es que mantuvo su cátedra universitaria y publicó sin, aparentemente, grandes trabas los poemarios que iba escribiendo. A juzgar por la cantidad de los mismos, además de obras teatrales y ensayísticas, su fecundidad fue inmensa, eso sin contar con las traducciones, entre ellas las de varios volúmenes de En busca del tiempo perdido de Proust.

"El mar de oro", aventura de Corto Maltés, por Hugo Pratt

 Ya dije en otra entrada que Hugo Pratt ha sido uno de los ilustradores que más ha influido sobre los cómics de la actualidad. Sus dibujos son inconfundibles, sean de Corto Maltés o no; pero lo cierto es que como escritor es francamente mejorable. Lo cierto es que todos sus libros dan la impresión de estar  desaprovechados desde ese punto de vista... es el caso de El mar de oro.
  Sin duda Hugo  Pratt debió ser un gran lector de esos autores que todos leímos entre asombrados y hechizados en nuestra adolescencia: Robert Louis Stevenson, Julio Verne, Rudyard Kipling, Emilio Salgari, Joseph Conrad, Jack London, etcétera; demuestra conocerlos hasta el punto que muchas viñetas de Corto Maltés parecen una ensoñación de las novelas de esos autores, como un sueño recurrente y nostálgico. A la trama, sin embargo, le falta ilación, son como escenas inconexas que no acaban de encajar.
  Uno se imagina los espléndidos cómics que hubieran salido de la unión de los trabajos de Hugo Pratt como dibujante y otros escritores, algo que sí ocurre en autores como Jacques Tardi con fructíferas colaboraciones con notables escritores como Léo Malet.

martes, 29 de abril de 2014

Ahora leyendo: "Otra vuelta de tuerca", de Henry James

 Henry James es, hasta cierto punto, un hombre y escritor atípico: americano de nacimiento, dejará su país por Inglaterra, a la que se sentía culturalmente más unido; pero es desde el punto de vista del escritor cuando es más sui generis: por fechas y temática podría ser englobado en lo que los anglosajones llaman Literatura victoriana, aunque sus temas no son los típicos dickensianos -retratos sociales de la Revolución Industrial, principalmente- sino que  presentan rasgos psicológicos más propios de la literatura del siglo XX. 
  Ese marcado carácter psicológico de la narración se manifiesta expresamente en Otra vuelta de tuerca, que en realidad es una historia de fantasmas, pero que si se lee con suficiente atención deja dudas sobre si los fantasmas existen en realidad o solo en la cabeza de la institutriz. El desarrollo de la psique de las dos protagonistas principales, la institutriz y el ama de llaves, que discuten sobre la aparición de los fantasmas, sus orígenes, la necesidad o no de proteger a los dos niños de esas apariciones y la evolución de su pensamiento sobre el fenómeno es la característica más notable de la novela. 
  En la técnica literaria es donde esta novela y la práctica totalidad de la obra de Henry James es deudora de esa Literatura victoriana. Se trata de una prosa lenta, muy adjetivada, con descripciones muy profusas y detalladas.

"Las lecciones de la imaginación" por Javier Marías, publicado en El País el 27 de abril de 2014

 "Corto y pego" un artículo escrito por Javier Marías y aparecido en El País el 27 de abril pasado. Es un artículo verdaderamente clarividente sobre la situación de la literatura actualmente y sus, sin embargo, virtudes de ahora y siempre.
Enlace:  http://javiermariasblog.wordpress.com/

Ya pasó Sant Jordi, el Día del Libro, y de aquí a un mes empezará la Feria madrileña del mismo objeto, con las perspectivas más lúgubres en muchísimos años. No es sólo que las librerías estén ahogadas por la crisis y por la piratería en aumento. No es sólo que los editores busquen desesperadamente algún título que arrastre a las masas a comprarlo, y que a la mayoría ya les dé igual que se trate de una obra digna o de la enésima porquería más o menos sadomasoquista, cateta y machista con origen en Internet, donde habrá cosechado legiones de “seguidores” rudimentarios y descerebrados, de los que se limitan a pedir “más”: más “sexo fuerte”, más violencia, más torturas gratuitas, poco a poco –oh qué moderno– se vuelve a uno de los textos más soporíferos de la historia de la literatura: Las 120 jornadas de Sodoma, del Marqués de Sade, escrito en 1785, reiterativo catálogo de atrocidades que acaba por arrancar bostezos hasta a los más voluntariosos depravados. No es sólo que los autores anden preocupados y deprimidos, al ver cómo sus nuevas novelas se venden infinitamente menos que las anteriores (eso los que alguna vez han tenido un número apreciable de lectores) o nacen ya muertas, destinadas a ser devueltas a la distribuidora a las pocas semanas de aterrizar en los escaparates. La última vez que me pasé por una librería y eché un vistazo a las novedades, vi no pocas que superaban las seiscientas páginas y a las que, por su aspecto, o por la descripción leída en las reseñas que las ensalzaban, o por la mera conjunción de nombre, título, grosor y precio, uno no podía augurar más que una rápida caída en el vacío. “Ojalá me equivoque”, pensé con escasa fe. “Ojalá cada una de ellas sea un gran éxito; y sean leídas y discutidas por muchos y recomendadas por los únicos que hoy gozan de verdadera influencia, los lectores desconocidos”.
El íntimo convencimiento de que no será así en casi todos los casos me produjo melancolía. Precisamente porque también me dedico a escribirlos, sé cuánta tarea y esfuerzo hay detrás de cada libro, los largos meses o años empleados en sacarlo adelante; aunque sea malo, o esté hecho de cualquier manera, sólo llenar esa cantidad de páginas requiere un monumental trabajo. No soy de los que creen que fue mejor toda época pasada. Al contrario: estoy seguro de que nunca se han leído (ni comprado) tantos libros como en nuestros tiempos; de que siempre ha habido obras que han caído en el vacío; de que los grandes éxitos jamás habían alcanzado ventas tan superlativas como ahora. Sin embargo sí creo que la magnitud de la indiferencia nunca había sido tan mayúscula como la que aguarda a los libros condenados a ella desde el principio. Y la mayoría de éstos son –ay– los que se ha dado en llamar absurdamente “libros literarios”, es decir, los que tienen ambición y voluntad de estilo, los que no se ciñen a contar una historia más o menos interesante y santas pascuas. Los que tal vez –tal vez– hacen que la gente piense o se fije en el funcionamiento del mundo, los que en el espacio de unas cuantas horas –las que tardamos en leerlos– nos brindan entendimiento y conocimientos que quizá no adquiriríamos por nuestra cuenta ni en el transcurso de una vida completa.
Tengo la sensación de que nos vamos adentrando en una de esas épocas en las que se tiende a juzgar superfluo cuanto no trae provecho inmediato y tangible. Una época de elementalidad, en la que toda complejidad, toda indagación y toda agudeza del espíritu les parecen, a los políticos, de sobra o aun que estorban. Y como los políticos, incomprensiblemente, poseen mucho más peso del que debieran, detrás suele seguirlos la sociedad casi entera. Son tiempos en los que todo lo artístico y especulativo se considera prescindible, y no son raras las frases del tipo: “Miren, no estamos para refinamientos”, o “Hay cosas más importantes que el teatro, el cine y la música, que acostumbran a necesitar subvenciones”, o “Déjense de los recovecos del alma, que los cuerpos pasan hambre”. Quienes dicen estas cosas olvidan que la literatura y las artes ofrecen también, entre otras riquezas, lecciones para sobrellevar las adversidades, para no perder de vista a los semejantes, para saber cómo relacionarse con ellos en periodos de dificultades, a veces para vencer éstas. Que, cuanto más refinado y complejo el espíritu, cuanto más experimentado (y nada nos surte de experiencias, concentradas y bien explicadas, como las ficciones), de más recursos dispone para afrontar las desgracias y también las penurias. Que no es desdeñable verse reflejado y acompañado –verse “interpretado”– por quienes nos precedieron, aunque sean seres imaginarios, nacidos de las mentes más preclaras y expresivas que por el mundo han pasado. Casi todos los avatares posibles de una existencia están contenidos en las novelas; casi todos los sentimientos en las poesías; casi todos los pensamientos en la filosofía. Nuestros primitivistas políticos tachan de inútiles estos saberes, y hasta los destierran de la enseñanza. Y sin embargo constituyen el mejor aprendizaje de la vida, lo que nos permite “reconocer” a cada instante lo que nos está sucediendo y aquello por lo que atravesamos. Aunque sea no tener qué llevar a casa para alimentar a los hijos. También esa desesperación se entiende mejor si unos versos o un relato nos la han dado ya a conocer, y nos han preparado para ella. Sí, no se desprecie: sólo imaginativamente. O nada menos.
JAVIER MARÍAS

sábado, 26 de abril de 2014

"Kongo", escrito por Perrissin, dibujado por Tirabosco

 Kongo incluye dos grandes historias del paso de siglo XIX al XX: la vida de Joseph Conrad, el inigualable escritor de aventuras que todo adolescente herido por la lectura conoce junto a Verne, Kipling, Stevenson o Salgari; y la del brutal colonialismo europeo en África, en este caso el belga, con el codicioso rey Leopoldo II, que según la moderna historiografía sería responsable último de la muerte de más de 6 millones de congoleños, un asesino a la altura de Hitler o Stalin.
  Las ilustraciones de Tom Tirabosco son excelentes: dibujo realista y detallista que no deja un simple hueco en la viñeta, todo en blanco y negro con lápiz, demostrando un dominio de la técnica no muy habitual. La o las historias narradas por Christian Perrissin enganchan lo suficiente y son muestra clara de las inmensas posibilidades que tiene la novela gráfica para contar asuntos con empaque y profundidad y no simples historias para adolescentes como todavía creen algunos. La edición que Dibbuks ha presentado incluye tapa dura, papel de buena calidad y todo lo que hoy se considera que una novela gráfica para adultos debe tener.
 Volviendo a las historias narradas, el cómic nos trae la barbarie belga en el Congo, República Democrática del Congo como nombre oficial, uno de los países más pobres del planeta, con una tasa de analfabetismo altísima, tasas de mortalidad infantil inaceptables y una baja esperanza de vida media; sin embargo, los europeos somos tan estupendos que hemos sabido como quitarnos de encima la responsabilidad siempre: lo del Congo (la muerte de más de 8 millones de seres humanos y el saqueo inmisericorde de las riquezas de aquel país) fue algo personal, cosas del buen Leopoldo. Cierto es que cuando se cometieron la mayor parte de esas tropelías todo el territorio era posesión personal de Leopoldo II, pero también es cierto que la Bélgica metropolitana se enriqueció con la explotación del país africano, que la propia ciudad de Bruselas se vio engrandecida y adornada gracias a dicho saqueo. Hoy, por desgracia, sigue siendo un país atribulado, en el que la explotación de sus riquezas, fundamentalmente la de los diamantes, prima más que los derechos de sus habitantes.

miércoles, 23 de abril de 2014

Ahora leyendo: "El bosque animado", de Wenceslao Fernández Flórez

 Las distintas épocas son terribles para los escritores, especialmente los contemporáneos, y sobre todo para aquellos que se ven tentados de tomar partido en el mundo político; aunque les vaya bien en su tiempo serán severamente juzgados en los posteriores. Eso le pasó a Wenceslao Fernández Flórez. Este autor gallego se significó notablemente por el "bando nacional" en la sangrienta contienda que asoló este país el siglo pasado, ya en el franquismo, siguió contando en la "supuesta nómina de los afectos al régimen". Lo cierto es que, siendo ecuánime, Fernández Flórez fue bastante independiente: no tuvo reparos en criticar agriamente aquellos aspectos que no le gustaban de aquellos años, especialmente en el ámbito cultural; sin embargo, el sambenito de "escritor franquista" no se lo quita nadie. Algo injusto en verdad.
  Es injusto juzgar una obra literaria por las veleidades políticas de su autor. En este caso concreto parece que se significó por propia voluntad, pero son frecuentes los casos en los que para poder publicar o que las editoriales distribuyan oportunamente uno u otro libro, hayan tenido que tomar partido por una línea de pensamiento determinado, ejemplos a porrillo, incluidos algunos actuales.
 El bosque animado es la mejor obra de Fernández Flórez. Una novela que no tiene un hilo argumental bien definido, sino que desgrana las alegrías y tristezas de los habitantes de la fraga de Cecebre como un tótum revolútum en un conjunto dinámico, ensamblando las míseras existencias humanas como parte indisoluble del bosque.
  Está escrito con una sensibilidad inmensa, de alguien que adoraba a sus criaturas, como un demiurgo misericordioso que se apiadase de las imperfecciones de sus pequeños seres. Hay en la prosa de Wenceslao Fernández Flórez una reminiscencia de tiempos pasados con una escritura más lenta y adjetivada, aunque los protagonistas y sus vivencias sean radicalmente modernos.

sábado, 12 de abril de 2014

Ahora leyendo, en poesía, "Antología" de Rafael Cadenas

 No hay mucho publicado, al menos en España, de Rafael Cadenas, y eso que su nombre sonó el año pasado para el Premio Nobel de literatura. Una verdadera lástima nuestro afán de convertirnos cada día en más asnos -con perdón de tan nobles animales- y no querer ver y sentir lo que se escribe en nuestra gran lengua allende los mares.
  Cadenas es un poeta del sentimiento, alguien que muestra su corazón desnudo, sin artificio, despojando al ser humano de vanidades varias hasta exponerlo tal y como debería ser.
 

martes, 8 de abril de 2014

Ahora leyendo: "Cuentos" de León Tolstoi

 Es curioso cómo se da más importancia a las novelas que a los relatos o cuentos, pareciera como si fueran diferentes calidades.
 Sin embargo, a poco que discurramos, los cuentos son más interesantes que las novelas, tanto desde el punto de visto argumental como desde el estilístico. En esta tesitura está Tolstoi, cuyos cuentos poseen la genialidad de sus novelas, pero no la gravedad o ampulosidad de las mismas. "Guerra y paz" o "Ana Karenina" suponen un extraordinario fresco de la sociedad rusa de finales del XVIII, pero sus relatos son verdaderas joyas que alimentan con su extrema sencillez y a la vez su notable hondura.
  En esta recopilación de la desaparecida Editorial Libra se encuentra un selecto puñado de textos moralizantes, con esa búsqueda de la verdad tan característica de su autor que maravilla a todos aquellos que no nos conformamos con la mediocridad de esta vida. El primero de ellos "Iván el imbécil" tiene más agudeza descriptiva que la por todos admirada "Los hermanos Karamazov" de Dostoyevski. Al igual que en la novela, en el relato hay tres hermanos, prototipos de la división societaria: uno es un militar, otro un hombre de negocios y otro, Iván, un "imbécil". En apenas cuarenta páginas se nos muestra la sociedad que deviene de cada uno de ellos: brutal, autoritaria y sanguinaria la del militar; inhumana, desigual e injusta la del negociante; y la de Iván el imbécil, que sin embargo hace a sus hombres felices en su sencillez. La sociedad humana que genera Iván es la del trabajo honesta, la extrema igualdad entre sus miembros, la compasión y la sencillez, por no hablar de la huida del lujo y aun del dinero. Es en realidad, el paradigma de la sociedad anarquista, eso sí con un componente religioso muy acusado que devendría en lo que se ha llamado "anarquismo cristiano" que basa su cuerpo moral en que, al menos en tiempos del cristianismo primitivo, todos los creyentes se trataban entre sí como iguales; la única autoridad admisible era la de Jesús de Nazaret, siendo Éste Dios su autoridad era admisible, ergo la autoridad de un hombre sobre otro ha de tener un origen demoníaco.
  Estos principios tan esenciales para todo ser humano y otros muchos de similar calado están condensados bellamente en estas joyas tolstoyanas, verdaderas guías de vida.