martes, 5 de julio de 2016

Ahora leyendo: "La familia Karnowsky", por Israel Yehoshua Singer.

 Ahora toca otro Singer, esta vez el hermano mayor de Isaac Bashevis: Israel Yehoshua. Parece ser que la relación entre los hermanos era bastante cercana y que el menor (Isaac Bashevis) siempre tuvo como ejemplo a seguir al mayor (Israel Yehoshua); sea como fuere, el primero tuvo mayor repercusión popular, pues llegó a ser Premio Nobel de Literatura. De Israel Yehoshua Singer, la obra más conocida es Los hermanos Askenazi, novela que no encontré en las librerías a las que acudo, con lo que me conformé con la que pasa por ser su segunda obra: La familia Karnowsky.
  De momento no estoy notando gran diferencia con la prosa de Isaac Bashevis, tal vez, en La familia Karnowsky se nota una mayor simplicidad: no hay tanto adjetivo ni frases subordinadas. Por supuesto, la temática es exactamente la misma: familias judías de finales del XIX y principios del XX que se adaptan como pueden a la cambiante sociedad centroeuropea en tan agitado periodo para el continente. Ambos hermanos pertenecían a la burguesía judía que se había alejado de la tradición ortodoxa de su religión y habían secularizado sus vidas, manteniendo, eso sí, el yidis como lengua de expresión oral y escrita. Eso supone para mí, ya lo escribí antes, una gran virtud, pues supuso crear una literatura de máxima calidad en una lengua que, desgraciadamente, está en trance de desaparecer que tal vez ocurra en este mismo siglo. Eso, por no hablar del excelente relato de una parte de la sociedad europea, la de los judíos askenazíes, que fue borrada brutalmente del continente como siglos antes lo había sido la de los sefarditas.
  La familia Karnowsky narra las vidas de tres generaciones de dicha familia, en las que se aprecia la evolución que sufrió la población judía en Polonia y Alemania en aquellos tiempos. Desde las ganas de alejarse de la ortodoxia por parte del abuelo David e integrarse en un mundo secular moderno, al antisemitismo sufrido por su nieto Yegor, pasando por el triunfo social del padre Georg en la sociedad alemana de principios del siglo XX.

lunes, 4 de julio de 2016

Conclusiones tras leer "Galápagos", de Kurt Vonnegut.

  Segunda novela de Vonnegut que leo, conclusiones semejantes a la anterior. Si en Matadero cinco había mucho de autobiográfico como el joven soldado estadounidense combatiente en la Alemania nazi ya en retirada y el brutal bombardeo aliado de la ciudad de Dresde, en Galápagos todo es ficción, pura y dura ficción. Esa sea, probablemente, la diferencia más notable entre ambas novelas, pues la estructura (más bien "desestructura"), el tratamiento de los personajes y la forma general de contar la historia son comunes a ambos libros.
  Galápagos es, en efecto, una visión del pasado (presente para el escritor, 1986) desde un futuro distópico en el que la sociedad humana ha conseguido liberarse de todos sus enormes defectos, pero sobre todo del principal: ese gigantesco cerebro que solo le ha traído problemas; los humanos de un millón de años después son poco más que animales que tratan de satisfacer sus instintos primarios, que no razonan al estilo humano actual y que no se complican la vida con entelequias filosóficas. Además de eso, se narra con gran ironía el fin de la sociedad humana actual, muerta de éxito, y la vuelta, justo en el Archipiélago de Galápagos, a ser una especie más sencilla, más animalesca y menos complicada cerebralmente, todo es, por tanto, culpa de un cerebro demasiado desarrollado.
 La trama es, desde luego, muy original (rasgo que parece característico del escritor americano), pero en el ámbito de la estructura yo echo en falta algo más de estructura. La sucesión analepsis y prolepsis lleva a dar una imagen deslavazada del texto, por no hablar de la narración de varias historias de forma simultánea, que luego, eso sí, acaban por confluir. 

domingo, 3 de julio de 2016

En la muerte de Elie Wiesel.

 Casualidades de la vida, hace unas pocas semanas leí (como dejé constancia en este blog) la obra literaria más importante de Wiesel, La trilogía de la noche, hoy llega la noticia de su reciente fallecimiento.
Elie Wiesel. 30-sept.-1928 - 2-jul.-2016
  Comparado con la obra de otros supervivientes del Holocausto, la suya no me gustó mucho. Sobre todo comparada con la de Primo Levi, que destilaba una humanidad y un sencillez que chocaba frontalmente con la barbarie a la que él mismo y varios millones de seres humanos más habían sido arrojados. Sin embargo la vida personal de Levi tenía algo de sumisión que no acababa de gustarme. No era ya ese sentimiento de perdón que llenaba sus escritos, sino que no parecía haber resentimiento ni rencor hacia los asesinos, lo cual puede ser hermoso pero también antinatural. Wiesel no era así. De hecho, la controversia con el rumano partía de la base de su defensa a ultranza de las políticas de Israel, incluso de las más agresivas contra la población palestina... ¿reprobable? Tal vez, pero me parece perfectamente comprensible desde un punto de vista meramente humano que alguien que ha visto morir a millones de personas (entre ellas su padre y hermana) previa tortura, tenga un sentimiento de identidad colectiva fortísimo con su pueblo, Israel, hasta el extremo de caer en la injusticia objetiva.
 Elie Wiesel fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz de 1986, lo cual generó más polémica. En todo caso, esta es mi opinión, el simple hecho de narrar fríamente los hechos más brutales perpetrados en el siglo XX son suficiente gesto para promover la paz entre los hombres... eso sí, hay que tener la inteligencia emocional y la sensibilidad suficientes para  empatizar con toda aquella gente, cualidades que, mucho me temo, escasean en nuestra sociedad.

viernes, 1 de julio de 2016

Ahora leyendo: "Galápagos", por Kurt Vonnegut.

 Siempre me gustó pasar del dulce al salado, del frío al calor, tal vez porque así se siente más intensamente el frío, el calor, el sabor dulce o el sabor salado. Porque el cambio entre Elie Wiesel y Kurt Vonnegut no puede ser más extremo: de la crudeza realista del Holocausto en Wiesel a los relatos irónicos y descacharrantes de Vonnegut. Ahora comienzo con una obra del segundo: Galápagos.
  Incluso algo tan trágico, sin vuelta cómica como la guerra o un bombardeo sobre una ciudad como Dresde, repleta de civiles inocentes es tratado por Vonnegut con un humor que no resulta irreverente o insultante, sino que le da una visión sarcástica que permite ridiculizar el supuesto honor de la guerra como hizo en Matadero 5. Algo así es Galápagos, en este caso la ironía viene por el carácter estrambótico de los personajes: un playboy que despluma viejas, seis huérfanas de una tribu caníbal o una japonesa enferma por la radiactividad de las bombas de Hiroshima y Nagasaki que se embarcan en un crucero rumbo a las Islas Galápagos.
  Como no podía ser de otra manera, de Kurt Vonnegut lo que más me gusta es su desenfado, su modo alegre pero a la vez realista de ver la existencia. No, sus novelas no son "pastelotes" almibarados llenos de inefable buen humor (que, en realidad, suelen ser infumables panfletos para que los idiotas de turno -nosotros- entreguemos lo único que tenemos, la vida, para mejorar aún más las de los poderosos), las novelas de Vonnegut destilan misantropía y hartazgo vital, pero lo hacen con ese humor sarcástico que nos permite sobrellevar la pesada carga de la existencia.

jueves, 30 de junio de 2016

Conclusiones tras leer "La noche", por Elie Wiesel.

 En mi opinión, la mayor parte de las pequeñas recensiones que las editoriales colocan en sus contraportadas son pésimas, frecuentemente el esforzado trabajador de dicha "empresa cultural" se ha leído un par de decenas de hojas y cree que ya conoce el argumento principal; como consecuencia uno suele sorprenderse al leer completamente la novela (se sorprende de que se haya leído tan poco y de forma tan superficial ese libro y de que haya gente así que pueda tener un empleo remunerado). Sin embargo, otras veces la reseña de la contraportada es incluso mejor que la propia novela, o, al menos, promete delicias intelectuales que el texto defrauda. Este último es el caso de la edición de Austral de la novela de Wiesel.
Imagen tomada de Commons Wikimedia.
  Los de Austral ponen en la contraportada: "La noche es un relato goyesco situado en Auschwitz que trata la muerte de Dios en el alma de un niño". Francamente, me sedujo la frase. Ya dije que he leído todo lo que de calidad se ha escrito sobre el Holocausto en un plano autobiográfico, pero este nuevo enfoque lo superaba: la venganza de la víctima no en el verdugo físico, los nazis, sino en el gran verdugo espiritual, Dios. Tras leer esa reseña empecé a elucubrar una evolución psicológica en Wiesel que le llevara de ser un adolescente profundamente religioso a un joven (adulto ya por la barbarie) decididamente ateo, esperaba un verdadero juicio sumarísimo al sumo hacedor... pues no, no hay más que un par de airadas "impertinencias" ateas. En fin, estos de Planeta saben cómo atraer a quien quiere ser atraído.

miércoles, 29 de junio de 2016

sábado, 25 de junio de 2016

Ahora leyendo: "Trilogía de la noche", por Elie Wiesel.

 Después de Cortázar y sus imaginativos y sorprendentes cuentos (algunos un poco más flojos que otros, para ser totalmente honesto) vuelvo a unos terribles eventos narrados por multitud de escritores de los cuales, gracias a ellos, tengo un conocimiento francamente exhaustivo: el Holocausto. Había leído sobre Wiesel pero, no sé por qué, no lo conocía directamente; tal vez porque habiendo leído a Primo Levi, Imre Kertész, Ana Frank, Art Spiegelman o Jiri Weil parecía un tema ampliamente conocido, pero ahora pienso que nunca está suficientemente conocida la barbarie humana para que sirva como vacuna frente a su repetición... sea como fuere comienzo con otro de los clásicos sobre la Shoah, en la recopilación de sus tres novelas, claramente autobiográficas, en el título Trilogía de la noche, que incluye La noche, El alba y El día
   Apenas llevo leídas treinta páginas, pero me ha llamado poderosamente la atención la rapidísima (diría incluso apresurada) prosa de Wiesel: son todo frases cortas, sin apenas descripción ni florituras, como certeros disparos de fusil. Entiendo que es una estratagema estilística para conferir seriedad y sensación de brutalidad a hechos que en absoluto son  triviales, hechos que marcaron el siglo XX y, por ende, la existencia en sí misma de la humanidad, ya sin siglo concreto. Wiesel narra en primera persona, no oculta los nombres de sus familiares directos (varios de los cuales fueron asesinados a su llegada a los campos de exterminio), esto solo aporta crudeza a la narración, pues hay que ser muy estúpido o muy insensible para no conmoverse con un relato tan personal de un salvajismo que aniquiló a más de seis millones de seres humanos.
  Los de Austral (grupo Planeta) explican en su contraportada que la primera novela de la trilogía, La noche, es "un relato goyesco que trata la muerte de Dios en el alma de un niño". Esa es la gran virtud de repensar y replantear asesinatos masivos como el Holocausto, que, además de inmunizarnos, nos permite teorizar sobre la naturaleza del mal humano, la tendencia que todo hombre tiene hacia ese abismo y, por extensión, la posibilidad de escapatoria de allí para llevar una vida razonablemente honorable en los años que nos sea dado existir.

miércoles, 22 de junio de 2016

Ahora leyendo: "Final del juego", por Julio Cortázar.

 ¡Qué diferencia! Pasar de Walser a Cortázar es como pasar de un árido desierto a un florido y entrañable jardín. No está mal traída esa imagen de "árido desierto" para calificar la narrativa de Robert Walser, al menos para aquellos que somos capaces de adivinar la gran valía literaria del suizo y su afinadísima percepción de la realidad social humana. El argentino es, por el contrario, el chorro de agua fresca que te reconcilia con la vida, con su suave ironía, riéndose de las estupideces humanas... 
  Final del juego es una recopilación de relatos (verdadera esencia de Cortázar, que es mucho mejor cuentista que novelista, en realidad Rayuela es una excepción) en los que destripa hechos absolutamente cotidianos dotándoles de una trascendencia inusitada. En los dos primeros relatos, Continuidad de los parques y No se culpe a nadie retuerce la trama de una forma tan original, que hace que el resto de los escritores parezcan meros funcionarios cuadriculados. En Continuidad de los parques, Cortázar entrelaza la realidad con la ficción lectora, haciendo que los personajes cobren vida y actúen con el lector, algo que todos los que somos lectores empedernidos hemos sentido más de una vez: cuando la lectura se hace tan real que cuesta distinguir entre lo vivido y lo leído; pero Cortázar lo hace en apenas dos hojas, con una sencillez y de una manera tan directa que uno no puede releer el relato un par de veces más para gustar de nuevo la maestría del escritor. Esta forma de acabar de forma tan abrupta que deja al lector gratamente sobresaltado es muy frecuente en Poe, del cual el propio Cortázar se declaraba deudor.
  En No se culpe a nadie, un relato dramático de lucha contra la adversidad no es sino la dificultad que encuentra un hombre normal y corriente para ponerse un jersey (pulóver en la acepción rioplatense); así de sencillo... y así de complicado. Obviamente para leer y entender a Julio Cortázar (como a todos lo grandes escritores) hay que tener sensibilidad y leer entre líneas, pero cuando se consigue entender al argentino, uno no puede menos que reírse de la solemne bobería humana, de su pretenciosa aparatosidad que por desgracia nos contamina a todos. 
 Julio Cortázar ha estado presente en muy distintas épocas de mi vida. Ya escribí con anterioridad que no me gustó Rayuela, leyéndola como fuera, linealmente o como proponía el autor, pero los relatos, especialmente aquellos contenidos en Historias de cronopios y de famas me han salvado con frecuencia de la depresión recurrente que, de no haber sido por Cortázar y otros, habría acortado notablemente mi vida.

martes, 21 de junio de 2016

Conclusiones tras leer "Jakob von Gunten".

 Me temo que las conclusiones que voy a dar ahora son semejantes a las que di tras leer El paseo. Siento emociones contrapuestas: Walser fue un hombre de una sensibilidad (esa forma de inteligencia tan poco frecuente y tan denostada) extraordinaria, capaz de entender la realidad que nos rodea de un modo que casi toda la sociedad (compuesta en un 99,99 % por mastuerzos con retraso mental) ni en diez vidas seguidas sería capaz de conseguir; pero también Walser es, al menos cuando escribía Jakob von Gunten alguien que roza la enfermedad mental con ribetes obsesivos y seguro que más de un trastorno obsesivo compulsivo.
  Por otro lado, Jakob von Gunten es una novela hija de su tiempo. En ella se perciben los cambios propios del fin de ciclo social en que vivió Robert Walser: de la sociedad ultratradicionalista basada en jerarquías inamovibles y en protocolos obsoletos a otra más abierta, más igualitaria y menos rígida. Tal vez fue la Primera Guerra Mundial el hito que marcara definitivamente ese cambio en Europa.
 En conclusión, he disfrutado y sufrido a partes iguales con esta novela. He disfrutado con la ingenuidad con que describe la belleza más sencilla, aquella que no se compra con dinero, con títulos u otras vanidades humanas; pero también he sufrido ante la forma en que se muestra la corrupción humana, de una forma amoral, sin juzgar, aceptándola como algo natural y propio del hombre. En fin... dejo a Walser de lado y me sumerjo en la antítesis de su cosmovisión: Julio Cortázar.