Me temo que las conclusiones que voy a dar ahora son semejantes a las que di tras leer El paseo. Siento emociones contrapuestas: Walser fue un hombre de una sensibilidad (esa forma de inteligencia tan poco frecuente y tan denostada) extraordinaria, capaz de entender la realidad que nos rodea de un modo que casi toda la sociedad (compuesta en un 99,99 % por mastuerzos con retraso mental) ni en diez vidas seguidas sería capaz de conseguir; pero también Walser es, al menos cuando escribía Jakob von Gunten alguien que roza la enfermedad mental con ribetes obsesivos y seguro que más de un trastorno obsesivo compulsivo.
Por otro lado, Jakob von Gunten es una novela hija de su tiempo. En ella se perciben los cambios propios del fin de ciclo social en que vivió Robert Walser: de la sociedad ultratradicionalista basada en jerarquías inamovibles y en protocolos obsoletos a otra más abierta, más igualitaria y menos rígida. Tal vez fue la Primera Guerra Mundial el hito que marcara definitivamente ese cambio en Europa.
En conclusión, he disfrutado y sufrido a partes iguales con esta novela. He disfrutado con la ingenuidad con que describe la belleza más sencilla, aquella que no se compra con dinero, con títulos u otras vanidades humanas; pero también he sufrido ante la forma en que se muestra la corrupción humana, de una forma amoral, sin juzgar, aceptándola como algo natural y propio del hombre. En fin... dejo a Walser de lado y me sumerjo en la antítesis de su cosmovisión: Julio Cortázar.
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