martes, 17 de octubre de 2017

"Patterns" (patrones) por Grant Snider. De nuevo la soledad voluntaria... www.incidentalcomics.com.

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"Fresas", por Joseph Roth.

 Lo de este tío es digno de encomio. No he leído nada de Joseph Roth que no tuviera una calidad literaria muy pero que muy por encima de la media. Es una prosa rápida, moderna, periodística, con frases cortas, escasa pero ajustada adjetivación, sin circunloquios vanos... es fácil de leer, pero tiene condición excelsa a la que hacía referencia. Quizá lo peor (ahondando en los defectos propios de su profesión de periodista) sea que los relatos son demasiado cortos; este en concreto está inacabado, pero los que claramente han sido concluidos también se me acaban demasiado pronto, apenas tiene novelas, y se me antoja que algunos relatos podrían haberse convertido en excelentes composiciones extensas.
  Fresas es un relato muy "rothinesco": narra lo perdido con una nostalgia muy característica. En este caso es la infancia y juventud (ficticia, no la suya propia) en su Brody natal (o en una pequeña ciudad semejante por lo que hoy es el oeste de Ucrania o el sureste de Polonia). Por supuesto es una ciudad de mayoría judía (comunidad variada, desde los ultraortodoxos que viven acorde a la Torá y no a los tiempos que corren hasta los laicos de rabiosa modernidad -de su época- capitalista o comunista), con tipos peculiares que dan contexto de tragicomedia a la narración. Este aspecto tragicómico (característico de otros escritores judíos como Sholem Aleijem o Isaac Bashevis Singer) lo da tanto los personajes como las aventuras un tanto inverosímiles que experimentan. La vida es agridulce pero recordada con melancolía, con un tono de antigüedad propio de tiempos medievales.
  En realidad, este pequeño relato inconcluso de poco más de sesenta páginas no da para más. La información que dan los de Acantilado en la contraportada es muy amplia y adecuada. Esto es un merecido elogio de la editorial, el reproche principal, como ya he dicho, es que no debiera publicarse relatos tan breves de forma aislada, una compilación de varios de ellos sería más deseable... los intereses económicos de la editorial y los lectores van, en este caso, en sentido contrario.

domingo, 15 de octubre de 2017

"El desertor", por Siegfried Lenz.

 Supongo que serán un cúmulo de características personales las que hacen que un individuo sea lector: carácter introspectivo, incluso solitario; gusto por las actividades tranquilas, reposadas; predominio de los intereses intelectuales sobre los físicos; necesidad de huir intelectualmente de una realidad subyugante... todo eso y probablemente algo más nos convierte en lectores. A algunos lo hace contra viento y marea, pues nacemos en familias ágrafas (y nos desarrollamos en sociedades igualmente iletradas) y recibimos todo tipo de presiones para que abandonemos la lectura desde la más tierna edad. Pues bien, a menudo he pensado que ser lector es uno de los peores defectos que puede tener una persona para conseguir un cierto éxito social. Pensémoslo bien, ¿cuántos supuestos "triunfadores" de nuestra sociedad reconocen leer al menos más de tres horas al día y tener en la lectura su hábito favorito? Pocos, poquísimos, y, evidentemente, algunos que lo afirman lo hacen por pura afectación, por postureo pseudointelectual. No me cabe duda: leer perjudica la vida social... y, sin embargo, cuando uno encuentra novelas como El desertor se alegra de haber cambiado el viperino y cambiante mundo social por la soledad del "negro sobre blanco".
  Porque se podría decir que ésta es una novela global, su coyuntura espacio-temporal, aun siendo importante, no es determinante y podría ser extrapolada a cualquier lugar y época de la humanidad. Esa coyuntura espacio-temporal la sitúa en la Segunda Guerra Mundial, en Prusia Oriental, hoy Polonia, a finales del año 44, cuando el III Reich estaba ya en plena desbandada. Allí, un puñado de soldados nazis son literalmente cazados uno a uno por partisanos. El protagonista, Walter Proska, sufre una evolución psicológica tan profunda que se puede decir que muere y renace varias veces en pocos meses; finalmente, haciendo honor al título, acaba por abandonar el nacionalsocialismo por el comunismo. Pero esa sería la lectura superficial de la novela, en una lectura entre líneas se pone en solfa el funcionamiento de la sociedad humana y sus individuos en función de unos principios inamovibles... El desertor muestra la fragilidad humana que busca la supervivencia física por encima de todo compromiso político, social o nacional. Eso es lo que hace esta novela atemporal.
  Y, como debe ser, todo esto es narrado sutilmente, para que solo los buenos lectores sean capaces de comprenderlo plenamente. 
 Me congratulo enormemente de que este gran autor, Siegfried Lenz, esté siendo traducido a nuestra lengua. Ese trípode fabuloso formado por Günther Grass, Heinrich Böll y el propio Lenz y que los críticos alemanes llamaron "Trümmerliteratur" (literatura de escombros) por enfocar la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial desde un punto de vista crítico, sin tapujos ni cortapisas, desnudando las miserias morales del país, es lo más interesante que ese país haya hecho por la humanidad en siglos.

domingo, 8 de octubre de 2017

Cita de "Joyita", de Patrick Modiano.

 Con esa lluvia que llevaba cayendo desde por la mañana me entraban ganas de marcharme de aquella habitación y de aquella ciudad. En cuanto tuviera algo de dinero me iría al sur de Francia, e incluso mucho más allá, al Sur. Intentaba aferrarme a esa perspectiva y no ceder e irme a pique de una vez. Había que hacer el muerte, tener un poco más de paciencia.
              Fragmento de Joyita, de Patrick Modiano.

sábado, 7 de octubre de 2017

"Equatoria", nueva aventura de Corto Maltés, ideada y dibujada por Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.

 Sabido es que los grandes personajes sobreviven a sus creadores, y Corto Maltés no podía ser diferente. Lo importante, en todo caso, es que se mantengan las líneas maestras del mismo tanto en sus historias como en ellos mismos. Eso es, precisamente, lo que han conseguido Díaz Canales y Pellejero con Corto.
  De hecho, si no fuera porque todos sabemos que el genial italiano murió en el 95 y por los propios créditos bien podríamos pensar que esta nueva aventura hubiera sido creada por Pratt. Porque se parece incluso en sus defectos: siempre pensé que Hugo Pratt era mejor dibujante que escritor, que sus historias tenían puntos flojos, mientras que sus ilustraciones eran impecables; en Equatoria pasa algo semejante, el guión no es muy fuerte pero los dibujos son estupendos.
  En fin, en todo caso el nivel de este volumen es suficientemente alto y digno como para merecer su edición y llevar el nombre y la fama de Corto Maltés.

"Joyita", por Patrick Modiano.

 A medida que uno envejece va adquiriendo una cierta maestría en la discriminación de las formas de escribir de cada autor, supongo que será la experiencia de tantas décadas como lector. Lo cierto es que, modestia aparte, creo que podría determinar el autor con tan solo leer un par de párrafos. Eso ocurre con Modiano, un tío que tiene una prosa tan característica y un tipo de paisaje urbano y protagonistas que no es confundible con ningún otro autor contemporáneo.
  En Joyita todo ocurre en París, cómo no, y sus personajes son gente joven con apariencia de vidas rotas o, al menos, sin un futuro claro; su prosa, por otro lado, es rápida, periodística y poco complicada, con escasísima adjetivación y frases subordinadas.
 No sé qué tiene Modiano, pero reconozco que me engancha. Hay que reconocer que son lecturas sin complicaciones, sus novelas (más bien relatos) se leen en apenas un par de días y, desde luego, no son complejas ni tienen dobles lecturas. Con todo, hay algo extraordinariamente moderno en Modiano que enlaza con Kafka: esa supuesta deshumanización social que lleva a sus personajes a una alienación asumida con resignación, sin lucha pasional. El ensimismamiento de los personajes "modianescos" coincide con los de Gregorio Samsa o Josef K.
  Son, por tanto, vidas perdidas pero que siguen adelante en una suerte de marasmo sin fin, pero todo narrado sin dramas, con una normalidad aparente libre de cualquier arrebato pasional.

viernes, 29 de septiembre de 2017

"La nieve estaba sucia", por Georges Simenon.

 No me gusta la novela negra ni sus autores. De hecho, siempre me gustaron más las novelas y relatos de Conan Doyle que no tenían nada que ver con el detective literario por excelencia (obviamente, Sherlock Holmes); así que Georges Simenon y su Comisario Maigret no iban a ser diferentes. Pero en Simenon reconozco una maestría narrativa difícil de alcanzar, una capacidad de ir enlazando situaciones, de delinear personalidades que lo sitúan al nivel de los mejores prosistas. Por eso, aquellas novelas que no están protagonizadas por Maigret me estimulan tanto, ésta es una de ellas: La nieve estaba sucia.
  La nieve estaba sucia está ambientada en una ciudad europea (se presume francesa, pero no se aclara) bajo ocupación nazi. La extrema miseria material se une, como siempre, a la miseria moral. El personaje principal, Frank, un chico de dieciocho años hijo de la dueña de un burdel aprende a vivir bajo las condiciones más duras y repulsivas posibles, como consecuencia se convierte en un gánster, en un asesino presuntuoso, en un machista sin moral alguna. Lo mejor de la novela es lo extraordinariamente bien que está narrada la psicología del tipo, lo convierte en un tipo de carne y hueso, repulsivo, sí, pero perfectamente verosímil.
  Especialmente repugnante es el trato que el protagonista depara a alguna de las chicas que se prostituyen en el piso de su madre, que ven como su inocencia se rompe brutalmente en horas y son arrastradas al fango moral... un tipo como Frank se aprovecha de esos momentos de debilidad para explotarlas de la forma más ruin. En fin, una novela difícil, áspera, no para románticos enamoradizos... pero una novela que retrata como pocas veces se ha hecho el alma humana cuando la miseria se adueña de todo.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Recopilación de cuentos para adultos de Roald Dahl.

 Debido a la costumbre de las editoriales de categorizar a sus escritores y a la propia manía de poner etiquetas a todo es difícil no dejarse arrastrar por los prejuicios a la hora de leer a un escritor fuera de su categoría característica. Esto ocurre con Roald Dahl, un excepcional cuentista para niños (en mi opinión a la altura de los grandes de todos los tiempos: Perrault, los hermanos Grimm, Andersen...) al que cuesta leerlo en cuentos (relatos cortos con final sorprendente o mágico) para adultos. Tal vez sea por ello por lo que la editorial Anagrama haya iniciado el recopilatorio de cuentos de Dahl con una colección titulada El gran cambiazo, que son cuatro historias de tema sexual bastante explícito.
  En esos relatos contenidos en El gran cambiazo están las características típicas del autor británico de origen familiar noruego: humor negro y cruel, giros inesperados y desconcertantes, o incluso un gusto por lo macabro; sin embargo, estos relatos fueron escritos en los finales años 60 y primeros 70 y, mucho me temo, no han envejecido muy bien. Hoy, de hecho, alguien un tanto quisquilloso podría tacharlos de machistas y anticuados por cuanto están exclusivamente enfocados desde la óptica masculina (maridos que se intercambian las esposas, mujeres que son valoradas únicamente como trofeo sexual...) en fin, tal vez hoy estos cuentos no serían ni publicados.
 Con respecto a los cuentos contenidos en Historias extraordinarias, éstos son de temática más variada, aunque el humor negro y macabro forma parte de sus urdimbres más íntimas.
  Con todo, probablemente Dahl sea mucho mejor cuentista infantil que para adultos, pero, aún así, es un tipo de una originalidad tan característica que merece la pena leerlo aunque más de una vez uno acabe exclamando: "¡Por Dios, qué macabro!".

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"Barbagrís", por Brian Aldiss.

 Cosas de la vida: encargué este libro a través de la web Iberlibro unos pocos días antes de que su autor muriera repentinamente (aunque a gran edad); obviamente no pude prever su fallecimiento aunque su extrema ancianidad (92 años) la hiciera probable. No creo en premoniciones, conexiones telepáticas y demás zarandajas, pero no deja de ser una curiosa coincidencia.
 Barbagrís no es Heliconia. Es mucho más superficial en su estructura y los personajes están peor delineados; con todo, me parece una inteligente novela de ciencia ficción, aunque tal vez demasiado coyuntural.
  La acción transcurre en el año 2029 (aunque con numerosos flash-backs) en las cercanías de Londres. Un accidente no especificado, supuestamente nuclear y provocado por gobiernos incompetentes, en 1981 ha desatado el caos en todo el planeta y provocado la esterilización masiva del género humano. Para 2029, por tanto, ya son todos ancianos; el protagonista, Barbagrís es "un joven de cincuenta años". Él, su mujer y otros ancianos huyen del pequeño asentamiento a orillas del Támesis en el que viven.
  Aldiss publicó esta novela en 1964, en plena Guerra Fría, cuando una guerra nuclear no era ningún disparate; esto es quizás lo que la hace más coyuntural y provoque que haya envejecido mal.
 Aún así, la novela está escrita con audacia e interés. Al argumento superficial de tipo apocalíptico le subyace otro más profundo y atemporal sobre la búsqueda de la libertad individual frente a la tiranía de la colectividad.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Dulces sueños... 15 historias macabras", de Robert Bloch.

 Conocer plenamente a un autor es, probablemente, imposible, incluso conocerlo bien es difícil. Eso pasa con Robert Bloch, el cual pasó a la historia que conoce la generalidad de los individuos gracias a un clásico cinematográfico, Psicosis, del cual fue guionista. El prologuista de esta colección, Antonio José Navarro, se empeña, sin embargo, en demostrar que Bloch fue más que el autor de aquel éxito, es más, que aquello fue lo menos destacable; para los que estamos enganchados a relatos de terror, Bloch fue también uno de los elegidos que formaron aquel "Círculo de Lovecraft", y autor de un puñado de excelentes cuentos que fueron publicados a mediados del siglo XX en aquellas revistas para adolescentes llamadas "Pulp".
  Y de aquellos relatos fantásticos a medio camino entre lo terrorífico, lo gótico (en el sentido moderno, claro) y lo oscuro está esta colección con quince historias notables más parecidas a Stephen King que a H.P. Lovecraft. Son, cuentos ambientados en la época en que fueron escritos, con personajes sacados de la grisura de la América de los años 40 y 50 que sufren experiencias paranormales; todo escrito con una prosa rápida, periodística, sin grandes exhibiciones formales.
  Por todo ello digo que está mucho más cercano a King que a Lovecaft, y, para ser justo, a la versión más floja del primero.