sábado, 8 de noviembre de 2014

Corto Maltés en Siberia, por Hugo Pratt

 Una de las mejores historias de Corto, con todas sus características habituales: personaje principal chulesco pero interesante, violento pero cortés, rudo pero caballeresco; aventuras exóticas pero históricamente verosímiles; y, por encima de todo, unos excelentes dibujos, difícilmente igualables en calidad.
  En esta ocasión reaparece otro de los personajes más entrañables, alter ego de Corto, que refuerza su condición de personaje dulce dentro de su radical vida; este personaje es Rasputín, obviamente inspirado en el controvertido monje (se hacía pasar por tal aunque no lo era) de la última etapa zarista.
  Corto Maltés en Siberia es menos apreciado por los puristas del cómic de Pratt, pero, en mi opinión, es uno de los que tiene mejor desarrollado el argumento, hay algunos que son demasiado flojos.
 Por cierto, recientemente leí en la red de redes un artículo en el que se fichaba a Corto Maltés en la "otra acera", que era homosexual. Es notable que en los cómics para adultos (o al menos no estrictamente para niños) sea imprescindible dejar meridianamente clara la sexualidad del personaje principal, si no quedara claramente establecida, el personaje es sospechoso de ser homosexual. En realidad es una cuestión puramente machista, pues el lector se identifica habitualmente con dicho personaje (que suele ser aventurero, decidido y diferente), con lo cual también quieren ver (unos y otros) que su sexualidad se define clara y bizarramente (en el sentido de la RAE, valiente) en su propio lado. En mi opinión, es otra forma de sacar los pies del tiesto, de pedir demasiado a un cómic y su personaje. Todo cómic o novela gráfica no es sino una recreación de una vida de ficción que no tiene porqué costreñirse a las limitaciones de la vida real que todos tenemos... nada más, no se ha de buscar un referente moral en un personaje de cómic, si se hace es evidente muestra de no haber alcanzado la madurez que se espera en todo adulto. 

martes, 4 de noviembre de 2014

Nazerman versus Moonbloom

 Los dos personajes principales de Edward Lewis Wallant: Sol Nazerman y Norman Moonbloom. Semejanzas: ambos son judíos americanos, ambos son terribles solitarios, pero sobre todo ambos son tipos inadaptados, incapaces de afrontar con normalidad las vidas, terribles o no, que les han tocado en suerte.
 En el caso de Nazerman la "excusa" es sencilla: superviviente de un campo de concentración, ha sentido el horror en carne propia, ¡y tanto! Sobrevivió a las crueles torturas y muertes de la mujer y los hijos. De forma muy sutil, Wallant nos presenta al prestamista en su Alemania natal, antes de que llegara al poder la chusma nazi, en una idílica excursión campestre, todo sonrisas y parabienes. De pronto, la atroz infamia. Todo queda, pues, explicado: Nazerman es producto natural del nazismo, quedó psicológicamente destruido, vaciado de alma, limitado a ser un cuerpo que arrastre su desdicha por este insensible mundo.
 Pero, ¿y Moonbloom? Norman Moonbloom es un tipo hastiado de vivir, cansado de la gentuza con la que trata a diario (sus inquilinos principalmente pero tambien su hermano Irwin), agotado del supuesto fracaso en que se ha convertido su vida. Pero, ¿acaso tiene alguna tara física o psicológica como Nazerman? ¿Pasó por el infierno del lager? No, Norman Moonbloom es, en realidad, un niño bien que se queja por todo: un tipo de treinta y tres años que dedica su vida a tratar con desagradecidos que lo maltratan y manipulan, y lo peor de todo es que es perfectamente consciente; no tiene el coraje de tirar todo por la borda e iniciar una vida que le llene, con sus zozobras y pesares, pero con momentos de dicha. Norman Moonbloom es un acomodadizo que jamás saldrá de la inercia en la que le puso su familia, nunca levantará la voz al imbécil de su hermano ni a los aprovechados de los inquilinos, simplemente seguirá malgastando lo único que en verdad tiene, su vida, hasta que todo acabe.
 Y sin embargo, cuán parecidos son Nazerman Y Moonbloom. Sus gestos de hastío y cansancio vital son idénticos. Han llegado al mismo final con muy diferentes mimbres, son los perfectos perdedores grises de una gran ciudad que sigue adelante con machacona indiferencia. ¡Cuánta gente conozco en situaciones semejantes!
 Edward Lewis Wallant se nos revela como un escritor especialmente interesado en la psique humana, con una capacidad de mostrarlo casi semejante a Dostoyevski... ¡Mierda de aneurisma! 

domingo, 2 de noviembre de 2014

Ahora leyendo: "Los inquilinos de Moonbloom", por Edward Lewis Wallant

 El prestamista ha sido una de las mejores novelas que he leído en los últimos meses: personajes redondos con gran desarrollo de su psicología, trama sin bajones ni fisuras que cuenta la brutalidad del siglo XX, amenidad en la narración a la par que profundidad... Ahora estoy con otra novela de Wallant: Los inquilinos de Moonbloom.
  En el excelente y muy literario prólogo de Rodrigo Fresán, se trata de unir monstruo y criatura, autor y obra, en un análisis más freudiano que otra cosa. Tal vez trata de conocer a Wallant a través de Moonbloom y viceversa. Lo cierto es que coincido con Fresán en que Edward Lewis Wallant es uno de los mayores escritores americanos del pasado siglo que nos fue arrebatado por un temprano aneurisma, nos dejó huérfanos en cualquier caso de un escritor judío concienciado con el holocausto pero sin victimismo, de un americano con vocación universal, de un narrador capaz de asomarse al pozo sin fondo que es el alma humana... la élite de esta mediocre especie que llamamos humanidad.
  Norman Moonbloom es, tal vez al igual que Wallant y que la mayoría de sus lectores, un perdedor, pero un perdedor que se sabe superior a todos aquellos triunfadores, especialmente a su hermano. No es sino el casero (el encargado del verdadero casero que es su hermano) de unas depauperadas casas de apartamentos en Nueva York, un tipo cuya principal función en la vida es cobrar el alquiler a quienes le pondrán todo tipo de pegas y de quienes, a su vez, tratará de escurrir el bulto para no arreglar las terribles deficiencias de las viviendas. Una vida gris sin parangón. Pero una vida gris de alguien que analiza todas y cada una de las palabras de sus inquilinos, psicoanalizándoles en verdad, mientras los días pasan con rutinaria vulgaridad. Un antihéroe clásico.
 Lo más atractivo de Wallant, para mí, es su extraordinaria capacidad de hacer brillante lo opaco, de sacar oro de pura mierda. Sus personajes son perdedores absolutos, sin remisión alguna, pero también son aquellos que en realidad saben que no hay ganadores ni perdedores puesto que no hay carrera alguna que ganar o perder. Todo se reduce a una mera subsistencia en la que no queda otra cosa que ser muy conscientes de la nulidad de la vida y a la vez creer ser "hechos a la imagen y semejanza de un Dios".

miércoles, 29 de octubre de 2014

Ahora leyendo: "El sueño de un hombre ridículo. Bobok. La sumisa", por Fyodor Dostoyevski

 Leer a Dostoyevski es siempre bucear en lo más profundo del alma humana, encontrarse a uno mismo retratado "negro sobre blanco" con una verosimilitud que pocos han conseguido. Habitualmente el formato es el de una gran novela, en varios cientos de hojas, pero no siempre, aquí van tres breves relatos:
  El título del primer relato, El sueño de un hombre ridículo, es usado por contraposición, pues tal hombre tiene un sueño que no es sino un compendio de la humanidad, en el que el hombre primigenio, natural e inocente, es corrompido hasta llegar a nuestro estado -en esencia el concepto desarrollado por Rousseau-. Todo esto escrito con la sencilla genialidad de Dostoyevski, con esa introspección que parece imposible encontrar en un autor de mediados del siglo XIX. Los valores de lo que se ha dado en llamar el "existencialismo literario" están condensados en este relato: el libre albedrío, la idea del suicidio, la redención a través del sufrimiento, el feroz individualismo... todo en poco más de cuarenta páginas de un libro de bolsillo... ¡quién quiere más!
  Los de Alianza Editorial lo han bordado cuando prologan estos relatos con su última frase: "... todos giran en torno a dos de las preocupaciones mayores del autor, a saber: por un lado, la insensibilidad de la que el hombre es víctima a causa de su enajenación respecto a sus raíces, y por otro el sentido de su andadura sobre la tierra." Pues en eso precisamente estamos nosotros, en esa andadura sobre la tierra, y  alegra el paso el saberse acompañado en tan ardua tarea por un hermano de sufrimiento, por Fyodor Dostoyevski.

lunes, 27 de octubre de 2014

"Las célticas, Corto Maltés", de Hugo Pratt

 Ya he escrito antes de Pratt y de su creación por excelencia: Corto Maltés. Todas las enormes virtudes y los no pequeños defectos están en este tomo.
  Virtudes muchas, ya lo dije: extraordinarios e icónicos dibujos (en verdad uno de los personajes más famosos de cómic de todos los tiempos); argumentos sencillos pero bien hilados que enganchan al lector y hacen de Corto Maltés un personaje redondo; referencias literarias, culturales y sociales que dan empaque a la obra... En definitiva, una de las mejores creaciones del cómic europeo. Pero también defectos, sobre todo la escasa calidad literaria de los diálogos, que parecen demasiado artificiales y forzados. Lo escribí en otra entrada: Hugo Pratt fue mucho mejor dibujante que escritor. Su obra principal, Corto Maltés, adolece de laxitud en algunos momentos.
  La obra de Pratt recae en nuestro país en la editorial de cómics más potente: Norma Editorial, que, de forma recurrente, publica en una calidad bastante aceptable su obra. Hace años, ya bastantes, sacaron una colección en un formato muy grande y con gran calidad. No sé si fue un acierto o no, pero ahora han vuelto a reeditarlo  en un formato más pequeño pero igualmente con gran clase, toda vez que Corto Maltés está considerado como "cómic para adultos".

viernes, 17 de octubre de 2014

Ahora leyendo: "El santuario y otras historias de fantasmas", por E. F. Benson

 Otra impagable colección de relatos fantásticos editada por Valdemar, esta vez de un autor "menor" pero con suficiente talento como para echar unas cuantas horas con su obra: Edward Frederic Benson.
  Benson no es Poe, desde luego. Sus relatos pueden parecer un punto ingenuos comparados con los del americano; puede que tampoco tenga el talento de De Maupassant, Le Fanu, Dickens o Radcliffe, pero no deja de tener una prosa eficaz, cultivada sin caer en lo recargado, y unas historias sencillas pero eficaces. Son, simple y llanamente, relatos de fantasmas: narraciones en las que el personaje principal, un reputado y escéptico caballero, acaba por rendirse a la evidencia de que existen algunos fenómenos paranormales que solo pueden ser explicados mediante el concurso de fantasmas, espíritus o almas en pena.
  Es probable que muchos de estos autores hayan sido subidos al carro del éxito por "desaprensivos editores" que quieren vender libros al socaire del gusto por la "literatura victoriana", y es por ello por lo que, inconscientemente, los comparo con aquellos grandes genios, pero lo cierto es que, en mi opinión, los relatos de Benson bien merecen ser recogidos en este pequeño tomo que Valdemar nos presenta.

lunes, 13 de octubre de 2014

The Smiths - "Asleep"

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I'm tired and I
I want to go to bed

Sing me to sleep
Sing me to sleep
And then leave me alone
Don't try to wake me in the morning
'Cause I will be gone
Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I will feel so glad to go

Sing me to sleep
Sing me to sleep
I don't want to wake up
On my own anymore

Sing to me
Sing to me
I don't want to wake up
On my own anymore

Don't feel bad for me
I want you to know
Deep in the cell of my heart
I really want to go

There is another world
There is a better world
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well, there must be
Well...

Bye bye
Bye bye
Bye...

Ahora leyendo: "Relatos espeluznantes", de Arthur Conan Doyle

 Lástima que nadie lea este blog, porque si no los señores de Valdemar iban a tener que pasarme una pequeña gratificación por las flores que les lanzo... Sí, otra vez la editorial Valdemar, ahora con una recopilación de relatos fantásticos del escocés Conan Doyle.
  Me desharía en elogios a esta editorial: rescata autores que han sido injustamente olvidados, nos trae obras menores de escritores consagrados, mantiene los precios ajustados para aquellos de nosotros que queremos leer y no presumir de biblioteca... todo eso y mucho más, un verdadero lujo para un país como el nuestro tener a esta gente...
 En el caso de Arthur Conan Doyle, encontramos un montón de ediciones, buenas, regulares y pésimas, del archiconocido Sherlock Holmes y todo lo más de El mundo perdido, pero faltaban algunos relatos que entran dentro del "cajón de sastre" que algunos han llamado "literatura gótica" y que no es sino literatura fantástica, algo que cultivaron grandes autores como Dickens, Maupassant, Henry James o el propio Poe, algo muy del gusto de la sociedad victoriana.
 De los aquí presentados destaca mucho, pero mucho mucho, El parásito, una historia sobre hipnotismo (mesmerismo se llamaba en su época) que era muy del gusto de entonces. Los otros relatos si son bastante menores, pero dignos de echar unas pocas horas con ellos.

martes, 7 de octubre de 2014

Fiódor Dostoyevski


 Cuando reconozco a un hermano en mi prójimo, solo entonces soy hombre.

                        Fiódor Dostoyevski

Ahora leyendo: "El prestamista", de Edward Lewis Wallant

 Una de las mejores novelas que he leído en los últimos tiempos, tanto en el argumento: la vida anestesiada de un superviviente del Holocausto y su lucha por seguir vivo dejando de pensar y de sentir; como en la forma: una prosa suficientemente rápida para transmitir la feroz existencia en Nueva York como lenta para informar de los sentimientos de todos los concurrentes a la casa de empeños.
  Desgraciadamente, Edward Lewis Wallant falleció, según parece por un aneurisma, a la tempranísima edad de 36 años, lo cual nos privó de un inmenso talento literario. Wallant era, como tantos otros escritores norteamericanos, de origen judío y por tanto parte de uno de los mayores dramas colectivos que sufrió (se autoinfligió, en realidad) la humanidad en el pasado siglo, pero el enfoque que toma en El prestamista tan tremendo drama es muy particular: es el de aquél que aparentemente venció a la muerte y la barbarie, pero que está psicológicamente muerto.
 Sol Nazerman es un hombre de mediana edad que regenta una casa de empeños en el conocido como "Spanish Harlem", un depauperado barrio de Manhattan habitado por miles de latinos que tratan de subsistir un día más en su rudo ambiente. El contraste del hombre que lo ha perdido todo en los campos de concentración, sobre todo a su mujer e hijos, con la abigarrada humanidad que forma su clientela refuerza el contraste del que está muerto en vida con las brutales ansias por vivir de los otros.
 El retrato del prestamista y de otros personajes como Jesús Ortiz, su ayudante; la familia, encabezada por la hermana, que viven de su dinero; su amante, la también superviviente Tessie; el propietario de la tienda, Murillio; la bienintencionada y obtusa Marilyn Birchfield; y toda la caterva de chulos, putas, pederastas y delincuentes de poca monta componen un cuadro de una extraordinaria verosimilitud sin caer en ningún tipo de juicio de valor: no hay ni buenos ni malos, solo gente que vive y sufre.
 En el extraordinario prólogo de Eduardo Jordá, que también firma la traducción, presupone una búsqueda de la redención a través del sufrimiento, del dolor. No sería el primero que, contra toda lógica humana, siente una terrible culpa por el mero hecho de haber sobrevivido. Sin embargo, el prestamista decide cercenarse la capacidad de sentir y pensar, dejando simplemente pasar el tiempo. En un párrafo se condensa esta circunstancia, cuando Nazerman habla a su amante ante el cadáver de su padre: "Escúchame: olvídate de todo esto. No pienses, no sientas. Ve pasando a través de las cosas: es la única forma de vivir. Imagínate que eres una vaca encerrada con otro millón de vacas detrás de una cerca. No temas, no sufras. Muy pronto llegará el hacha. Y mientras tanto, come y descansa. ¡Y no prestes atención, no llores!"