Los dos personajes principales de Edward Lewis Wallant: Sol Nazerman y Norman Moonbloom. Semejanzas: ambos son judíos americanos, ambos son terribles solitarios, pero sobre todo ambos son tipos inadaptados, incapaces de afrontar con normalidad las vidas, terribles o no, que les han tocado en suerte.
En el caso de Nazerman la "excusa" es sencilla: superviviente de un campo de concentración, ha sentido el horror en carne propia, ¡y tanto! Sobrevivió a las crueles torturas y muertes de la mujer y los hijos. De forma muy sutil, Wallant nos presenta al prestamista en su Alemania natal, antes de que llegara al poder la chusma nazi, en una idílica excursión campestre, todo sonrisas y parabienes. De pronto, la atroz infamia. Todo queda, pues, explicado: Nazerman es producto natural del nazismo, quedó psicológicamente destruido, vaciado de alma, limitado a ser un cuerpo que arrastre su desdicha por este insensible mundo.
Pero, ¿y Moonbloom? Norman Moonbloom es un tipo hastiado de vivir, cansado de la gentuza con la que trata a diario (sus inquilinos principalmente pero tambien su hermano Irwin), agotado del supuesto fracaso en que se ha convertido su vida. Pero, ¿acaso tiene alguna tara física o psicológica como Nazerman? ¿Pasó por el infierno del lager? No, Norman Moonbloom es, en realidad, un niño bien que se queja por todo: un tipo de treinta y tres años que dedica su vida a tratar con desagradecidos que lo maltratan y manipulan, y lo peor de todo es que es perfectamente consciente; no tiene el coraje de tirar todo por la borda e iniciar una vida que le llene, con sus zozobras y pesares, pero con momentos de dicha. Norman Moonbloom es un acomodadizo que jamás saldrá de la inercia en la que le puso su familia, nunca levantará la voz al imbécil de su hermano ni a los aprovechados de los inquilinos, simplemente seguirá malgastando lo único que en verdad tiene, su vida, hasta que todo acabe.
Y sin embargo, cuán parecidos son Nazerman Y Moonbloom. Sus gestos de hastío y cansancio vital son idénticos. Han llegado al mismo final con muy diferentes mimbres, son los perfectos perdedores grises de una gran ciudad que sigue adelante con machacona indiferencia. ¡Cuánta gente conozco en situaciones semejantes!
Edward Lewis Wallant se nos revela como un escritor especialmente interesado en la psique humana, con una capacidad de mostrarlo casi semejante a Dostoyevski... ¡Mierda de aneurisma!
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