sábado, 20 de junio de 2015

Ahora leyendo: "La habitación del dragón volador y otros cuentos de terror y misterio", por Joseph Sheridan Le Fanu.

 Pese a lo que alguien desapercibido pueda pensar, no hay un salto tan grande (ni en la técnica narrativa ni en los temas tratados) entre Jane Austen y Joseph Sheridan Le Fanu. Ya lo dije en otra entrada: Sheridan Le Fanu es un escritor enmarcable en la mal llamada Literatura victoriana de la que Austen puede considerarse precursora. Más o menos, cuando muere ésta, nace aquél, pero no hay grandes cambios estilísticos. En los argumentos se descubre un regusto por la aburguesada vida sentimental de la mujer en las novelas de la inglesa, mientras que en las del irlandés prima lo oculto, lo fantástico y esotérico; otra cosa es que desde la Editorial Valdemar se venda a Sheridan Le Fanu con portadas terroríficas (góticas se denominan erróneamente ahora), pero, ya se sabe, la mercadotecnia se impone.
   La prosa del escritor irlandés es lenta, profusamente adjetivada, llena de meticulosas descripciones, es decir típicamente "victoriana". Él sí vivió en aquella supuestamente "heroica" época del Imperio británico, comandado por esa reina obesa llamada Victoria que llevó a su amado país a unas cotas de dominio mundial pocas veces alcanzadas. Época, por otra parte, terrible para el ciudadano de a pie, que apenas disfrutaba de los beneficios y comodidades que habrían de traer la Revolución industrial y que sí que se vería expuesto a la deshumanización del trabajo que conllevó.
  Parece ser que el bueno de Sheridan Le Fanu llevó la mayor parte del último tramo de su vida encerrado, dedicado a escribir y a investigar sobre el esoterismo y el mesmerismo. Este detalle, sin duda, le hace más atractivo a todos los posibles lectores que, admitámoslo de una vez, buscamos un alma gemela en el escritor al que leemos. Los taimados editores conocen bien esta debilidad nuestra y nos presentan a los autores como seres enfermizos dignos de compasión por alguien lo suficientemente empático como nosotros presumimos ser.

"Yo, René Tardi. Prisionero en Stalag IIB. 2 - Mi regreso a Francia", por Jacques Tardi.

 Segunda parte de las desventuras bélicas de René Tardi, padre del famoso dibujante francés. Ahora es el éxodo hacia el Oeste, todavía como prisioneros de guerra de los nazis, pero huyendo ya del imparable avance de los rusos.
  Al igual que en la primera parte, el hijo del prisionero es representado como un adolescente que le acompañará en las penalidades y que va descubriendo todo lo que, a través del diario de René, se va narrando.
 Desde el punto de vista del guión, la gran virtud está, en mi opinión, en la verosimilitud de los hechos narrados y la honradez y naturalidad con la que se hace. Nada de bravuconadas patrioteras o exageraciones a posteriori, todo se cuenta con el descarnado realismo de un simple diario. Precisamente es la absoluta normalidad de la barbarie lo que más sorprende, ese acostumbrarse a la inhumanidad de la guerra, la indiferencia con la que se percibe la muerte de cientos de miles.
 Con respecto a las viñetas, la gran calidad de Tardi facilita la transmisión de las ideas anteriormente expuestas. Los dibujos, mayoritariamente en blanco y negro, refuerzan la brutalidad de los hechos narrados, sin grandiosidades, dejando todo para que el lector (con cierta sensibilidad) se vea conmovido por la terrible sinrazón militar.
  Jacques Tardi habría acumulado multitud de merecidos premios si no fuera porque su honradez le ha llevado a rechazar sistemáticamente los honores que la belicista sociedad en que vivimos le ha otorgado a él, pacifista, antibelicista y antiautoritarista ejemplar; así, rechazó en 2013 la famosa "Legión de honor", una de las máximas distinciones de su país por pura coherencia personal.

domingo, 14 de junio de 2015

Septuagésima cuarta edición de la Feria del Libro de Madrid.

 Mucha gente... ¡pero mucha! Fui el último sábado y quizá eso lo explique. En cualquier caso mucho paseante con las manos en los bolsillos y pocos con bolsas de libros... como siempre.
  Aproveché para pasar por la caseta de Valdemar, allí estaba Alfredo Lara y llegaban Rafael Díaz Santander y Pilar Pedraza, que firmaba aquella tarde. También pasé por la de Acantilado y me llevé un par de novelas breves de Joseph Roth.
   Por cierto, tuve que fotografiar una bolsa de la feria porque en todo el recorrido no pude encontrar un solo cartel anunciador.

martes, 9 de junio de 2015

Ahora leyendo: "Sentido y sensibilidad", de Jane Austen.

 Cuando se habla de literatura "de evasión", normalmente se piensa en ciencia ficción, en narraciones inverosímiles ambientadas en planetas lejanos poblados por extrañas criaturas; para mí, sin embargo, leer a Austen, a Proust o a Thomas Hardy es evadirme de mis experiencias cotidianas. No es que uno esté rodeado de monstruos bicéfalos (aunque alguno rarito haya) más que de los burgueses protagonistas de los autores antes nombrados, no, lo que pasa es que el "tempo", el ritmo de narración de aquellos escritores es tan radicalmente distinto de la apresurada existencia que hoy llevamos que realmente me saca de mi rutina y me vuelve a un sentimiento de seguridad que no tenía desde mi infancia. Para evadirme, pues, elijo ahora Sentido y sensibilidad.
  Porque la velocidad a la que pasa la vida de Elinor y Marianne Dashwood es tan ridículamente lenta, que da la impresión de que no pasa nada de nada, esto, por cierto, es mucho más evidente en En busca del tiempo perdido de Proust, en el que uno pierde (maravillosa pérdida) meses en leer los recuerdos que al bueno de Marcel le asaltan al comer una magdalena mojada en té y que dan para, nada más y nada menos, que siete novelas.
 Sin duda las vidas que llevaron los autores fueron muy semejantes a las de sus protagonistas, de hecho algunos críticos literarios identifican a Marianne Dashwood (la de la sensibilidad, la impetuosa e irreflexiva) con la propia Austen; pero, sobre todo, el lento discurrir de los días que no han de aprovecharse de forma compulsiva hasta el último minuto como hoy, estúpidamente, tratamos de hacer, marca ese ritmo existencial que a mí me parece tan delicioso.
 Uno ha llevado una vida más bien arrastrada, tanto en lo físico como en lo anímico, buscando siempre la justificación última de cada acto y cada pensamiento, ansiando la perfección (absurda pretensión buscar perfección en algo humano) en todo lo que se emprendía. El único resultado posible: la frustración. Frustración por no conseguir las altas metas previstas, frustración por haber desperdiciado algún que otro minuto de mi existencia, frustración, al fin, por el inexorable paso del tiempo que nos va aniquilando poco a poco.
    Frente a tamaño desatino, la pausada y cómoda vida de los Dashwood se antoja deseable, más aun, superior a la que actualmente llevamos. Podremos reírnos de lo anticuado de sus formas de vida, pero, en realidad, me temo que son mucho más razonables que las nuestras.

domingo, 7 de junio de 2015

"Ötzi. Por un puñado de ámbar", por Mikel Begoña e Iñaket.

 Novela gráfica editada por Norma, es una interesante recreación de los últimos momentos de la vida de Ötzi, aquella momia encontrada en los Alpes; escrita por Mikel Begoña e ilustrada por Iñaket.
  Es una muestra de lo útil que puede ser el cómic en el desarrollo de historias que en narrativa podrían quedar un poco cortas. Mikel Begoña imagina una trama verosímil y brillante que nos retrotrae al período calcolítico, hace 5.000 años, los albores de la humanidad. Iñaket se encarga de las ilustraciones que son sencillas, muy coloristas que a mí, particularmente, me han recordado mucho a las viñetas de Joann Sfar.
  El cómic, como antes decía, se presenta como herramienta sencilla pero eficaz para idear esos mundos tan lejanos en el tiempo. En este, Begoña consigue crear un personaje redondo, que no es solo la archiconocida momia sino que tiene un pasado que es ligeramente esbozado en el argumento. Las ilustraciones son sobrias pero impactantes, con esos contrastes de color que recalcan la "ferocidad" de los últimos días de Ötzi.

La primera poesía que recuerdo.

  Los de mi generación fuimos suficientemente jóvenes para salvarnos de aprendernos de memoria la "Canción del pirata" de Espronceda, aquella del Con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín... Éramos, sin embargo, mayores para aprendernos algo de Gloria Fuertes: En Aravaca encontré una vaca, en Cercedilla encontré una ardilla, en Navalcarnero encontré un cordero... Y, por último, éramos impúberes, no iniciados en el amor gentil, con lo que Bécquer nos quedaba un poco lejos: Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró... Pensándolo bien, la primera poesía que recuerdo haber leído en el colegio, no creo que con más de cinco años de edad, fue la titulada "Apuntes" de Machado, al menos este fragmento:

 Sobre el olivar,
se vio la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.

Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.
La Virgen habló:
Déjala que beba,
San Cristobalón.

 Recuerdo especialmente la ilustración de aquel libro infantil: todo muy naif, con líneas claras y colores pastel... ¡Quién me iba a decir que cuarenta años después seguiría enamorado de la genial sencillez de Antonio Machado.

sábado, 6 de junio de 2015

Inciso cinematográfico: "Mandarinas", dirigida por Zaza Urushadze.

 Una coproducción georgiana-estonia del año 2013 que fue nominada para mejor película extranjera en los Oscar de 2014 y al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa del mismo año, y que está estos días en nuestros cines: "Mandariinid".
  Es una excelente película antibelicista ambientada en la Guerra de Abjasia de 1992. En aquella región oficialmente georgiana pero autónoma de facto (reconocida por Rusia y pocos más), se encuentran gentes de distinto origen, algunos más pragmáticos, otros más fanáticos en su identidad colectiva, pero todos maltratados por la sinrazón de la guerra. El título hace referencia al cultivo de tales cítricos que se da en aquel climáticamente afortunado territorio.
 La cinta está rodada en estonio y ruso, con subtítulos en la lengua no hablada en el momento. Incluso en eso me parece una película ejemplar, ya que muestra la convivencia, difícil, pero convivencia al fin entre culturas muy lejanas, algo que en la Europa de nuestros días estamos condenados a vivir de forma cotidiana.
 En la Guerra de Abjasia, esta región georgiana con lengua propia, cultura y religión distinta a la mayor parte de Georgia se levantó en armas por la independencia. Rusia, gran potencia local y carente de la más mínima honestidad política (reconocerá como independiente a Abjasia, pero jamás lo hará con Chechenia o Dagestán que están justo al otro lado de las montañas), tomará partido por los abjasios. Así las cosas, en una zona ya multicultural de por sí, se juntaron georgianos que luchaban por la integridad de su país; abjasios que ansiaban independizarse; chechenos y dagestaníes que, como mercenarios, luchaban a favor de los abjasios; rusos de incógito que asesoraban a los abjasios; y, para rematar el pastel, estonios. Los estonios, según se dice al principio de la cinta, llegaron al Cáucaso en el siglo XIX y no en tiempos de la URSS como cabría pensar. 
  Los bálticos formaron pequeños pueblos y se dedicaron a la agricultura principalmente, los que nos ocupan al cultivo de las mandarinas. Así, el principal protagonista, Ivo, se dedica junto con su compatriota Margus a esta labor agrícola cuando en una escaramuza entre georgianos y chechenos quedan uno de cada bando herido y, como buen samaritano, Ivo los acoge y cuida en su propia casa. La convivencia, inicialmente, no es fácil, pero ambos se dan poco a poco cuenta de lo mucho que les une y lo poco que les separa, demasiado poco para matarse el uno al otro. 
 Es una película sencilla en su realización: la fotografía destaca sobre todo lo demás, pero sin grandes alardes. Lo mejor, en mi opinión, es el profundo sentimiento de humanidad que inunda al espectador, que, sin que se caiga en lo "pastelote", recibe una oleada de reafirmación de la vida, la paz y la tolerancia a lo diferente que cala muy hondo, si se tiene sensibilidad, claro.
   Una gran película, en la que nada desentona, ni los actores, siempre correctos; ni la realización, sencilla pero efectiva; ni la producción, sin grandes desembolsos pero acertada.

jueves, 4 de junio de 2015

"Ici Même", por Jacques Tardi y Jean-Claude Forest.

 Otra novela gráfica incombustible de Tardi, esta vez con guión de Jean-Claude Forest, Ici Même.
  Forest fue uno de los más reconocidos guionistas o escritores de cómic de la gran potencia europea en este género, Francia-Bélgica; fue creador de personajes fantásticos como Barbarella, que fue llevada al cine con Jane Fonda como protagonista.
 Barbarella era lo que se llamó un cómic de fantasía y erótico, una mezcla un tanto peculiar pero que recibió mucha atención del público de los años cincuenta y sesenta del pasado siglo. No eran sino aventuras de ciencia ficción protagonizadas por rubias neumáticas vestidas, es un decir, con poco más que un top y un tanga.
 Ici Même no pertenece a tal subgénero, es bastante más maduro. Es, en mi opinión, una ácida sátira de la sociedad occidental, de su estúpida concepción de la propiedad y la estupidez que esta lleva hacer a los enfermos de materialismo. Digo "en mi opinión" porque el propio Forest, que prologa el volumen, advierte que no debe entenderse como una sátira, sino como simple humor... Parecerá pretencioso por mi parte, pero no estoy de acuerdo con el autor. Porque, y eso es lo más maravilloso de cualquier manifestación literaria, la interpretación que hace cada lector puede ser tan válida como la del propio autor; esto explica que haya tanta disparidad  de opiniones sobre cualquier obra literaria. Se ve más claro esta reflexión mía en poesía, donde el estado anímico del lector puede dar mil y una lecturas de cada poema, se pueden tener, por tanto, distintas interpretaciones de un mismo poema para un mismo lector según se esté en un estado anímico u otro.
    La historia de Ici Même es, simplificando, la vida de un tipo, un propietario de tierras, que es desheredado por su avarienta familia y que, gracias a la labor de un estrambótico abogado, consigue recuperar los muros de las propiedades en las que viven sus parientes. El resultado es que el protagonista vive encaramado a los muros como un gato y subsiste gracias a cobrar un canon cada vez que sus familiares quieren entrar o salir de sus propiedades. Una vida estúpida y sin sentido... tan parecida, por otro lado, a la de cualquiera de nosotros...
 Yo sí veo la sátira de una sociedad que desperdicia sus vidas, lo único que estamos seguros de tener, en empecinamientos sin sentido. El protagonista, por supuesto es un "memo" en el sentido más obvio, pero no se puede olvidar a todos los familiares que permiten que la absurda situación se prolongue indefinidamente en el tiempo, o la del abogado que es representado como un rico excéntrico y que, probablemente, sea el único que gane en esta situación (otra crítica a los "picapleitos" y, en general a la enorme cantidad de gente que vive de crear conflictos entre las personas: abogados, políticos, periodistas...). Es, por tanto, una crítica muy acerbada de esta humanidad aborregada y materialista a la que estamos tan orgullosos de pertenecer.
 Los dibujos, por su parte, tienen la calidad a la que Tardi nos tiene acostumbrados; esta vez en blanco y negro que, aunque quizás lo sea por razones editoriales, conjuga mejor con la estúpida existencia que llevan sus protagonistas. 

lunes, 1 de junio de 2015

Aceptar o no la mediocridad de la existencia, distintas formas de vivir... Oscar Wilde.

 "We all live in a gutter, but some of us are looking at the stars"
                                       Oscar Wilde

"He andado muchos caminos", Antonio Machado.

He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra…

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.