Segunda parte de las desventuras bélicas de René Tardi, padre del famoso dibujante francés. Ahora es el éxodo hacia el Oeste, todavía como prisioneros de guerra de los nazis, pero huyendo ya del imparable avance de los rusos.
Al igual que en la primera parte, el hijo del prisionero es representado como un adolescente que le acompañará en las penalidades y que va descubriendo todo lo que, a través del diario de René, se va narrando.
Desde el punto de vista del guión, la gran virtud está, en mi opinión, en la verosimilitud de los hechos narrados y la honradez y naturalidad con la que se hace. Nada de bravuconadas patrioteras o exageraciones a posteriori, todo se cuenta con el descarnado realismo de un simple diario. Precisamente es la absoluta normalidad de la barbarie lo que más sorprende, ese acostumbrarse a la inhumanidad de la guerra, la indiferencia con la que se percibe la muerte de cientos de miles.
Con respecto a las viñetas, la gran calidad de Tardi facilita la transmisión de las ideas anteriormente expuestas. Los dibujos, mayoritariamente en blanco y negro, refuerzan la brutalidad de los hechos narrados, sin grandiosidades, dejando todo para que el lector (con cierta sensibilidad) se vea conmovido por la terrible sinrazón militar.
Jacques Tardi habría acumulado multitud de merecidos premios si no fuera porque su honradez le ha llevado a rechazar sistemáticamente los honores que la belicista sociedad en que vivimos le ha otorgado a él, pacifista, antibelicista y antiautoritarista ejemplar; así, rechazó en 2013 la famosa "Legión de honor", una de las máximas distinciones de su país por pura coherencia personal.
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