Una coproducción georgiana-estonia del año 2013 que fue nominada para mejor película extranjera en los Oscar de 2014 y al Globo de Oro a la mejor película de habla no inglesa del mismo año, y que está estos días en nuestros cines: "Mandariinid".
Es una excelente película antibelicista ambientada en la Guerra de Abjasia de 1992. En aquella región oficialmente georgiana pero autónoma de facto (reconocida por Rusia y pocos más), se encuentran gentes de distinto origen, algunos más pragmáticos, otros más fanáticos en su identidad colectiva, pero todos maltratados por la sinrazón de la guerra. El título hace referencia al cultivo de tales cítricos que se da en aquel climáticamente afortunado territorio.
La cinta está rodada en estonio y ruso, con subtítulos en la lengua no hablada en el momento. Incluso en eso me parece una película ejemplar, ya que muestra la convivencia, difícil, pero convivencia al fin entre culturas muy lejanas, algo que en la Europa de nuestros días estamos condenados a vivir de forma cotidiana.
En la Guerra de Abjasia, esta región georgiana con lengua propia, cultura y religión distinta a la mayor parte de Georgia se levantó en armas por la independencia. Rusia, gran potencia local y carente de la más mínima honestidad política (reconocerá como independiente a Abjasia, pero jamás lo hará con Chechenia o Dagestán que están justo al otro lado de las montañas), tomará partido por los abjasios. Así las cosas, en una zona ya multicultural de por sí, se juntaron georgianos que luchaban por la integridad de su país; abjasios que ansiaban independizarse; chechenos y dagestaníes que, como mercenarios, luchaban a favor de los abjasios; rusos de incógito que asesoraban a los abjasios; y, para rematar el pastel, estonios. Los estonios, según se dice al principio de la cinta, llegaron al Cáucaso en el siglo XIX y no en tiempos de la URSS como cabría pensar.
Los bálticos formaron pequeños pueblos y se dedicaron a la agricultura principalmente, los que nos ocupan al cultivo de las mandarinas. Así, el principal protagonista, Ivo, se dedica junto con su compatriota Margus a esta labor agrícola cuando en una escaramuza entre georgianos y chechenos quedan uno de cada bando herido y, como buen samaritano, Ivo los acoge y cuida en su propia casa. La convivencia, inicialmente, no es fácil, pero ambos se dan poco a poco cuenta de lo mucho que les une y lo poco que les separa, demasiado poco para matarse el uno al otro.
Es una película sencilla en su realización: la fotografía destaca sobre todo lo demás, pero sin grandes alardes. Lo mejor, en mi opinión, es el profundo sentimiento de humanidad que inunda al espectador, que, sin que se caiga en lo "pastelote", recibe una oleada de reafirmación de la vida, la paz y la tolerancia a lo diferente que cala muy hondo, si se tiene sensibilidad, claro.
Una gran película, en la que nada desentona, ni los actores, siempre correctos; ni la realización, sencilla pero efectiva; ni la producción, sin grandes desembolsos pero acertada.
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