domingo, 2 de abril de 2017

"Nazarín", novela tolstoyana y quijotesca.

 En la entrada anterior afirmé que Nazarín es una novela tolstoyana desde el punto de vista temático, pues su personaje principal, Nazario Zaharín, es un místico al más puro estilo del ruso, alguien que busca en las Sagradas Escrituras la única verdad y salvación posible... pero en la lectura más honesta del Evangelio, libre de todas las zarandajas y perversiones que han corrompido a la Iglesia católica y otras tantas que solo buscan las glorias mundanas; es decir, que Nazario es seguidor de la humildad en su grado extremo, partidario de la búsqueda de la pobreza, del rechazo de todo lo material aunque esto llegue a suponer no tener un simple par de zapatos. Bien, después de leer esta novela breve sigo aseverando todo esto.
Galdós pintado por Sorolla. Imagen extraída de Commons Wikimedia
  Pero además afirmo que Nazarín es una novela quijotesca, o, al menos, sus personajes principales lo son. Tal vez el canario no busca el fin humorístico que perseguía Cervantes, pero desde luego los personajes son tan entrañables como los de la universal "primera novela" del castellano. Entre los muchos paralelismos es fácil atribuir el rol místico y un tanto alejado de la realidad de don Quijote a Nazario, así como la mundanidad práctica de Sancho a Ándara; pero además hay capítulos que sí tienen ese punto cómico cervantino, tal es, por ejemplo cuando Nazario, Ándara y Beatriz llegan a los dominios del soberbio Pedro de Belmonte, que acaba por confundir al cura manchego con un obispo armenio en peregrinación o a las mujeres antes citadas con santas féminas cuando son prostitutas del Madrid barriobajero (¿no recuerda esto a don Quijote en su primera salida, cuando llega a una venta y confunde a un par de rameras con damas de alta alcurnia?). Por otro lado, la propia peregrinación del cura de Miguelturra tiene mucho de quijotesco... es algo más que una simple coincidencia, Pérez Galdós trata de actualizar (si es que esto fuera necesario en la novela más atemporal de nuestra literatura) el Quijote dándole un enfoque más espiritual si cabe.

sábado, 1 de abril de 2017

Ahora leyendo: "Nazarín", de Benito Pérez Galdós.

 Habiendo tanta "literatura de consumo" como hay hoy en día, volver a Pérez Galdós es como volver al hogar. La prosa reposada, cercana (sobre todo, al menos para mí, en la ambientación espacial), con una descripción psicológica de los personajes que los llega a hacer entrañables, su coloquialismo que hace rabiosamente moderna una novela como esta escrita hace más de ciento veinte años... Aunque pueda parecer  ridículo, me enorgullezco de pertenecer a la misma cultura que este tipo; me humedece los ojos reconocer en la charla coloquial madrileña de algunos personajes de Nazarín la forma de hablar de mis abuelos Alfonso y Manolita, fallecidos hace más de veinte años... Sí, leer a Galdós es como volver a casa.
  Cuentan los críticos literarios que Valle-Inclán (buen amigo de Galdós) se mofaba con buen tono del canario llamándole "Benito el garbancero", por el notable dominio que tenía del habla popular (principalmente madrileña, léase para ejemplo Fortunata y Jacinta) y el abundante uso que hacía de ella en su obra. En efecto, Pérez Galdós es un maestro de la prosa sin afectación academicista, sin grandilocuencias ridículas tanto en las formas como en el fondo.
 El tema, la pureza religiosa y espiritual de un sacerdote católico, Nazario Zaharín, que se aleja de las corruptelas materialistas tan frecuentes en la práctica totalidad de aquellos que han optado por la "carrera religiosa", y que se centra en la humildad y sencillez como herramientas para alcanzar la salvación, es un tema típicamente tolstoyano. De hecho, algún que otro sesudo crítico literario recuerda que Galdós, como tantos otros escritores e intelectuales de la época, quedó muy impresionado por el discurso espiritual del "ruso inmortal". Nazarín es una novela muy madrileña en su ambientación, pero universal en el tema tratado, y el tipo de espiritualidad (la humildad por encima de todo, la búsqueda de la igualdad de todos los seres humanos, la pobreza voluntaria...) es característica de Lev Nikolaievich.
 Es, pues, una mezcla notable de ese casticismo galdosiano que, al menos a mí que nací y me crié en los "Madroñales del Oso", se hace muy entrañable, y la universalidad del estoicismo cristiano, algo que, por desgracia está de capa caída en esta sociedad tan superficial y materialista. Me voy a administrar una cura galdosiana frente a tales miserias humanas...

sábado, 25 de marzo de 2017

"Berlín, ciudad de piedras", por Jason Lutes

 Creo que pocos  episodios históricos son más rentables desde un punto de vista literario y artístico en general que la llegada del Tercer Reich y las convulsiones sociales y políticas que se produjeron en la Alemania de los años 20 y 30 del pasado siglo. El cómic de Jason Lutes (encuadernado de forma "aparentemente" lujosa para darle el prestigio adquirido con la nueva denominación, novela gráfica) se inspira en aquellas coordenadas espacio-temporales.
  Este es el primer tomo de una pretendida trilogía, pero lo cierto es que los dos primeros volúmenes llevan varios años en el mercado y el tercero no ha aparecido y no se le espera en breve; tal vez es una obra demasiado ambiciosa o no ha cosechado el éxito que se anhelaba, vaya usted a saber. 
 En el primer tomo se presenta a Martha Müller, estudiante de arte proveniente de Colonia y a Kurt Severing, periodista. Ambos tienen una visión certera de la situación del país (casi parecieran omniscientes) y sufren en sus carnes ser disidentes del nacionalsocialismo que día tras día se va imponiendo, ya sea la disidencia por cuestión racial o de pensamiento. El dibujo, en blanco y negro, es del clásico estilo de "línea clara", con algunas viñetas dedicadas a calles y plazas de Berlín de una calidad francamente alta.
  La trama tal vez sea un poco previsible, pero tiene suficiente mordiente para un cómic que, una vez más, demuestra que este subgénero literario es válido para temas serios e importantes.

Ahora leyendo: "El barco faro" de Siegfried Lenz.

 Lo primero que leo de Lenz. Según parece a este tipo se le incluye en la llamada "Literatura de escombros" alemana en la que destacan Günter Grass y Heinrich Böll, de estos sí he leído bastante. Lo de "literatura de escombros" hace referencia a que estos escritores estuvieron activos en la posguerra de mitad del siglo XX. Todos nacieron en torno a los años veinte, con lo que fueron movilizados por el Tercer Reich aunque fuera con extrema juventud. El proceso mental de asimilar la guerra, la derrota y práctica destrucción nacional, así como los horrores de los que sus compatriotas (y vaya usted a saber si ellos mismos) fueron autores, les lleva a un proceso intelectual que, puesto negro sobre blanco, generó una de las páginas más interesantes de la literatura europea del siglo XX.
  Y esa es, en mi opinión, una de las funciones más interesantes de la literatura: la de exorcizar los demonios que, con regularidad periódica, convierten a los seres humanos en una de las especies animales más abyectas. Si no fuera por la labor terapéutica de la lectura y la escritura, la humanidad no llegaría a comprender en su totalidad los horrores que comete con una frecuencia tan alta. En el caso que nos ocupa, Alemania no sería hoy una sociedad moderna y sana si no hubiese conseguido liberarse de la barbarie del nacionalsocialismo gracias a la catarsis social por vía literaria.
 Sea como fuere, Siegfried Lenz conforma un triunvirato destacado con Böll y Grass, ambos Premio Nobel de literatura. Lenz no fue premiado con tan alta distinción, pero sí fue un escritor ampliamente leído y admirado en Alemania.
  Por lo poco que he leído de momento, se observa una descripción psicológica de los personajes muy notable, algo que es característico de la literatura generada tras grandes derrotas militares (piénsese, por ejemplo, en la Generación del 98). En El barco faro, el personaje principal, Freytag, es un tipo pacifista que trata de sobrellevar una situación sobrevenida de gran peligrosidad de una forma tan moderada que es considerado un cobarde por el resto de la tripulación, incluido su propio hijo; tal vez esto sea una metáfora de todos los intelectuales alemanes de posguerra que fueron capaces de hablar sin medias tintas del profundo error que supuso el Tercer Reich, comenzando por los errores propios.

sábado, 18 de marzo de 2017

"El secreto del estrangulador", por Tardi y Siniac.

 Los franceses son muy aficionados a la narrativa policiaca o novela negra, no hay más que recordar a Georges Simenon, Léo Malet o Didier Daeninckx, y con ellos también el autor de este cómic, Pierre Siniac. Pero ahora pienso en que, en realidad, novela negra hay en todas las lenguas europeas, piénsese en Conan Doyle y Agatha Christie, la caterva de escandinavos recientes o incluso nuestros Vázquez Montalbán o Lorenzo Silva. En cualquier caso, los que usan la lengua de Molière tienen la fortuna de haber sido "pasados" al cómic por uno de los grandes dibujantes del continente: Jacques Tardi.
 La colaboración entre escritores de notable reputación y dibujantes de la calidad de Tardi produce novelas gráficas de una calidad inigualable, algo que se echa en falta cuando los dibujantes son también los escritores (como es el caso de los grandes Hugo Pratt o Vittorio Giardino). Parece ser que el tal Pierre Siniac tiene publicadas en el país vecino varias decenas de novelas policiacas y algún que otro premio para tal literatura. Y de Tardi... ¡qué decir! Uno de los artífices que han conseguido que el cómic de toda la vida así llamado (en España, las más de las veces, tebeo) renaciese como "novela gráfica", no porque cambiara el tipo de viñeta sino porque la temática se volvía mucho más adulta. En este caso es novela negra, como los de la serie del detective Nestor Burma; pero en otros es novela autobiográfica, como los cómics que Tardi dedica a su padre cuando éste fue prisionero de guerra de los nazis; o incluso de la Revolución Francesa. Jacques Tardi toca temas que décadas antes hubiera sido impensable que se pudieran tratar en un género tan inicialmente infantil o juvenil como el tebeo.
 Tardi dibuja principalmente en blanco y negro, lo cual refuerza la sordidez del ambiente en la novela policiaca y en la bélica. Por otra parte, no se limita a ser dibujante, en toda su obra transmite un profundo antibelicismo y una consciencia de pertenencia a la clase obrera que desdeña el poder político y social. En fin, uno de los grandes del cómic franco-belga.

Ahora leyendo: "La muñeca de nieve y otros cuentos", de Nathaniel Hawthorne.

 De la mal llamada "literatura victoriana" (mal llamada porque tal literatura sería achacable solo a lo escrito en el Reino Unido durante el reinado de dicha reina, no en Estados Unidos como es el caso), Hawthorne es de lo que más me gusta últimamente. Concita la prosa del americano la descripción minuciosa, la adjetivación profusa, pero también el gusto por lo oscuro, lo sobrenatural o, al menos, lo extraño. Este pequeño volumen editado por Acantilado así lo demuestra.
  El relato que da título al tomo muestra ese gusto vicioso por lo antinatural e ilógico que da ese toque picante a vidas que, sin ello, serían demasiado aburridas, demasiado previsibles. Pero además, el bueno de Nathaniel cumple con otra característica muy frecuente entre algunos victorianos, en este caso del otro lado del Atlántico: su defensa cerrada de los ciudadanos más desfavorecidos de la sociedad, los proletarios, los pobres de solemnidad, los desahuciados de esta insigne humanidad que son adornados con todos las virtudes habidas y por haber, mientras que los ricos y poderosos son mostrados en su inmensa bajeza moral. Me viene a la cabeza Dickens, por supuesto, que no tiene novela o relato en los que los protagonistas no sean desheredados que tratan de salir adelante contra viento y marea, mientras son explotados por los pudientes. Excepciones hay, claro, como la "pedorra" de George Eliot, capaz de escribir un tomo tan largo como tedioso como es Middlemarch en la que se regodea de la anodina vida de los de alta cuna como ella misma.
  Los cuentos de este tipo son pequeñas joyas que aguantan perfectamente el paso del tiempo, otra razón para no leer literatura contemporánea, sometida al mercadeo editorial que impide distinguir el grano de la paja.

domingo, 12 de marzo de 2017

"El principito", cómic de Joann Sfar basado en la obra de Saint-Exupéry.

 Me gusta mucho Sfar como dibujante. Tiene un estilo muy personal, con dibujos un tanto desastrados y colores nítidos (una interpretación propia del "cómic de línea clara"), pero sus personajes y paisajes, de tan cambiantes en la forma, tienen algo de onírico. Sin duda, Joan Sfar supone una nueva punta de lanza del incombustible cómic franco-belga junto con otros autores jóvenes como Benjamin Lacombe (más un ilustrador que dibujante de cómic) que se une a la de los inagotables veteranos como Jacques Tardi.
 De Sfar tengo sus cinco tomos de El gato del rabino y Chagall en Rusia. Es, aparentemente, un tipo muy interesante, que no duda en poner en tela de juicio (sin críticas rencorosas sino a la luz de su inteligencia) su cultura y educación judía en el mundo de hoy; esto lo convierte en alguien muy atractivo no solo como dibujante sino también como escritor e intelectual.
 Su adaptación de El principito, en cualquier caso, es extremadamente fiel a la novela de Antoine de Saint-Exupéry, no se toma libertad creativa alguna. De la obra de Saint-Exupéry, ¿qué decir? Por supuesto que es uno de los textos más malinterpretados de la historia, empezando por su clasificación como "literatura infantil o juvenil" cuando es claramente para adultos con criterio propio, hasta la superficial interpretación de los personajes principales y secundarios que son una feroz crítica del mundo hipócrita de lo establecido y de la estupidez humana.
  Claro que, tal vez, el hecho de que Saint-Exupéry fuera un noble que desde niño tuvo de todo, que luego casó con una millonaria y llevó una vida regalada dificulte el hecho de conceptuarle como un crítico inmisericorde de la sociedad. Y sin embargo, doy fe que el "niño bien" de Saint-Exupéry realizó una de las burlas más mordaces y atinadas de la tristemente simiesca (con el permiso de los inocentes simios) sociedad humana en su obra más conocida.

jueves, 16 de febrero de 2017

Publicado "Entre penumbras", de la Editorial Donbuk, con un relato mío.

 En la profunda desconfianza que desde mis, más o menos, quince años llevo instalado, todos parecen enemigos. En el convulso panorama editorial español, dominado por los gigantes de Planeta y Random House, en el que apenas subsisten otras pequeñas editoriales, surgieron hace ya alguna década las editoriales de "autopublicación" y, como siempre pasa en esta vida cainita, empezaron a pelearse entre ellas para ver cuál era autoedición (el escritor lo paga todo) y cuál edición compartida (el escritor paga parte, y el resto la editorial)... todo demasiado sutil para algo que es puro negocio. Hay quien dice que un método ladino para promover la autoedición y disfrazarla de edición compartida es convocar certámenes literarios y luego, publicando prácticamente a todos los presentados, decir que tu relato ha sido elegido... ¿será verdad o será pura inquina? No sé si la editorial Donbuk lleva a este extremo la lucha por la supervivencia, pero lo cierto es que aquí está el nuevo tomo:
  El relato mío que contiene este tomo es La maldición de Akenatón, un relato de terror basado ligeramente en el tipo de terror "lovecraftiano", en el que el miedo es descrito sin que los personajes puedan hacer nada para remediarlo: rápido y seco.
  Al margen de modelos de negocio editorial, es una satisfacción ("motivo de orgullo y satisfacción" que diría el ínclito) ver algo que uno ha escrito alcanzar el grado de lo impreso. Si fuese un tipo con más autoestima, como los ególatras de mis familiares, estaría orgullosísimo de haber sido elegido en un certamen de relatos... pero cada uno tiene su cruz.

martes, 14 de febrero de 2017

"Dream Song 14", by John Berryman.



Life, friends, is boring. We must not say so.
After all, the sky flashes, the great sea yearns,
we ourselves flash and yearn,
and moreover my mother told me as a boy
(repeatedly) ‘Ever to confess you’re bored
means you have no


Inner Resources.’ I conclude now I have no
inner resources, because I am heavy bored.
Peoples bore me,
literature bores me, especially great literature,
Henry bores me, with his plights & gripes
as bad as Achilles,


who loves people and valiant art, which bores me.
And the tranquil hills, & gin, look like a drag
and somehow a dog
has taken itself & its tail considerably away
into mountains or sea or sky, leaving
behind: me, wag.




La vida, amigos, es aburrida. No debemos decirlo.
Después de todo, el cielo destella, el inmenso mar suspira,
nosotros mismos destellamos y suspiramos,
y además mi madre me dijo cuando niño
(repetidamente) “Siempre confesar que estás aburrido
significa que no tienes


Recursos Internos.” Concluyo ahora que no tengo
recursos internos, porque estoy gravemente aburrido.
La gente me aburre,
la literatura me aburre, especialmente la gran literatura,
Henry me aburre, con sus problemas & quejas
tan mal como Aquiles,


que ama a la gente y el arte de vanguardia, que me aburre.
Y las colinas tranquilas, & la ginebra, parecen un lastre
y de algún modo un perro
se ha llevado a sí mismo & a su cola considerablemente lejos
dentro de las montañas o el mar o el cielo, dejando
atrás: a mí, el meneo.