sábado, 25 de marzo de 2017

Ahora leyendo: "El barco faro" de Siegfried Lenz.

 Lo primero que leo de Lenz. Según parece a este tipo se le incluye en la llamada "Literatura de escombros" alemana en la que destacan Günter Grass y Heinrich Böll, de estos sí he leído bastante. Lo de "literatura de escombros" hace referencia a que estos escritores estuvieron activos en la posguerra de mitad del siglo XX. Todos nacieron en torno a los años veinte, con lo que fueron movilizados por el Tercer Reich aunque fuera con extrema juventud. El proceso mental de asimilar la guerra, la derrota y práctica destrucción nacional, así como los horrores de los que sus compatriotas (y vaya usted a saber si ellos mismos) fueron autores, les lleva a un proceso intelectual que, puesto negro sobre blanco, generó una de las páginas más interesantes de la literatura europea del siglo XX.
  Y esa es, en mi opinión, una de las funciones más interesantes de la literatura: la de exorcizar los demonios que, con regularidad periódica, convierten a los seres humanos en una de las especies animales más abyectas. Si no fuera por la labor terapéutica de la lectura y la escritura, la humanidad no llegaría a comprender en su totalidad los horrores que comete con una frecuencia tan alta. En el caso que nos ocupa, Alemania no sería hoy una sociedad moderna y sana si no hubiese conseguido liberarse de la barbarie del nacionalsocialismo gracias a la catarsis social por vía literaria.
 Sea como fuere, Siegfried Lenz conforma un triunvirato destacado con Böll y Grass, ambos Premio Nobel de literatura. Lenz no fue premiado con tan alta distinción, pero sí fue un escritor ampliamente leído y admirado en Alemania.
  Por lo poco que he leído de momento, se observa una descripción psicológica de los personajes muy notable, algo que es característico de la literatura generada tras grandes derrotas militares (piénsese, por ejemplo, en la Generación del 98). En El barco faro, el personaje principal, Freytag, es un tipo pacifista que trata de sobrellevar una situación sobrevenida de gran peligrosidad de una forma tan moderada que es considerado un cobarde por el resto de la tripulación, incluido su propio hijo; tal vez esto sea una metáfora de todos los intelectuales alemanes de posguerra que fueron capaces de hablar sin medias tintas del profundo error que supuso el Tercer Reich, comenzando por los errores propios.

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