domingo, 7 de mayo de 2017

Feria del libro de Valladolid, 2017.

 Cincuenta años de ferias del libro en la ciudad del Pisuerga, ya recuperada la ubicación que todos los interesados prefieren: la Plaza Mayor.
Imagen tomada del sitio web ferialibrovalladolid.com
 

miércoles, 26 de abril de 2017

Ahora leyendo: "Lección de alemán", por Siegfried Lenz.

 Un verdadero descubrimiento este Lenz. Eso es lo malo (o bueno, según se mire) que tienen los premios: que proyectan al escritor premiado a todas las lenguas y países, mientras que los no premiados quedan en el ostracismo. Porque siendo Günter Grass y Heinrich Böll premios Nobel de literatura, uno se pregunta que habrá hecho o dejado de hacer este tipo para no conseguir tal galardón. Siegfried Lenz tiene una calidad literaria que, en algunos textos, supera claramente a los de sus compatriotas, especialmente en lo referente al aspecto formal, al dominio del lenguaje. Tras leer El barco faro, comienzo con esta.
  La prosa de Lenz es preciosista, con un afán por la descripción minuciosa y una lentitud en el tempo que parece más ruso que alemán. Tal vez los temas no están tan implicados en la sociedad alemana de posguerra ni en el escudriñamiento de la mente humana como los de Böll o Grass (sobre todo Böll), ese, tal vez, sea el único defecto que le pueda poner a este autor. En eso no encaja tan bien en la llamada "Literatura de escombros" que psicoanalizaba la culpa germánica por haberse dejado llevar por los cantos de sirena del nazismo.
 En Lección de alemán, Siegfried Lenz toma un hecho trivial, la redacción de una composición literaria de un joven en un centro penitenciario, para pintar un fresco de la sociedad del momento, con una transición suave y perfectamente engrasada, tanto que nos lleva de un lado para otro sin que el lector se llegue a dar cuenta.
  Una suerte descubrir autores como Lenz, un verdadero bálsamo tras la lectura de novelas actuales con un ritmo apresurado y periodístico.

miércoles, 19 de abril de 2017

"Huraños y esquivos", por Antonio Paniagua (ABC del 22 de enero de 2012).. y quién no...

 Ahora que el escritor ya no es un ser anónimo, sino un sujeto expuesto a todos tipo de exhibiciones impúdicas, sorprende que haya autores que hayan desarrollado una inequívoca vocación de permanecer invisibles. No debiera sorprender que el escritor escoja el silencio. Al fin y al cabo la soledad es elemento imprescindible de la escritura. Lo que tendría que causar estupor son los autores que buscan denodadamente el bullicio como si fuesen modelos que desfilan en la pasarela. J. D. Salinger, Thomas Pynchon o Cormac McCarthy apostaron por el anonimato, incluso la misantropía, haciendo que el aura de misterio acrecentase su espléndida obra.
 Hay muchas formas de desaparecer. Juan Rulfo escribió dos obras extraordinarias -'Pedro Páramo' y 'El llano en llamas'- y se refugió en el silencio. Nunca abandonó la pluma, pero no quiso entregar nada a la imprenta. Como si ya lo hubiera dicho todo. Desde que nació parecía predestinado a pasar desapercibido. Vino al mundo en Pulco, un pueblo que ni siquiera aparece en los mapas, y se crió en un orfanato. "El pánico que le tengo yo a la multitud, a la gente, es una cosa congénita", solía decir Rulfo.
 Uno de los más grandes escritores latinoamericanos, Juan Carlos Onetti, de carácter hosco y retraído, pasó los últimos años de su vida en la cama, alejado del mundo. Un amigo definió al escritor uruguayo como un "juntasilencios". En una ocasión dejó plantado en la Sorbona a unos cien estudiantes que se congregaron para rendirle homenaje. Sus enclaustramientos llegaron a ser proverbiales. Ejerció la presidencia del I Congreso Internacional de Escritores, celebrado en Gran Canaria, encerrado en su cuarto, del que solo salía para ir al bar a beber acompañado de su gran amigo Juan Rulfo. No acudió a la cena de honor que le organizaron para festejar la concesión del Premio Cervantes, que le dieron en 1980, a pesar de que era esperado por los Reyes.
 El paradigma de escritor furtivo es J. D. Salinger. El autor de 'El guardián entre el centeno' hizo de sus escapadas de su casa de New Hampshire todo un acontecimiento. Tanto es así que su presencia suscitaba tanta expectación como una aparición mariana. No se sabe muy bien por qué Salinger eligió la vida del ermitaño. Desde 1965 el prosista no entregó una sola línea a la imprenta. El escritor, que murió en 2009, se hizo querer tanto que cualquier cotilleo sobre su persona se elevaba a la categoría de noticia. Su hija Margaret le describió como un tirano y maltratador con extrañas manías, como la de beberse su propia orina para depurar su organismo. "No me extraña en absoluto que su mundo esté tan vacío de personas reales ni que sus personajes de ficción se suiciden tan a menudo", escribió Margaret Salinger en una biografía implacable que en España publicó Debate.

Entrevistas, pocas

 Comarc McCarthy tiene por norma conceder una entrevista cada diez años. Lo poco que se sabe de su persona procede una entrevista en 'The New York Times' y un perfil en 'Vanity Fair'. Su única concesión al espectáculo fue una aparición por sorpresa en el programa televisivo de Oprah Winfrey. La entrevista fue fiasco. Durante toda la conversación el escritor mantuvo un tono seco y cortante. Cuando terminó, los devotos de McCarthy, que son legión desde la publicación de 'Meridiano de sangre', seguían sin saber nada de él. Por no saber, nadie sabe dónde vive, si en El Paso, Knoxville, Galveston o Santa Fe. Lo único cierto es que su hogar está cerca de la frontera mexicana.
 Si McCarthy puede jactarse de ser esquivo con la prensa, Thomas Pynchon le aventaja: jamás ha concedido una entrevista. Por un tiempo se creyó que este eremita de la literatura era en realidad J. D. Salinger, pero los hechos se encargaron de refutarlo. Cuando le dieron el National Book Award envió a recogerlo a un cómico que dio las gracias por el galardón a Brezhnev, Kissinger y Truman Capote. Pynchon, sin embargo, se ha permitido algunas humoradas, como cuando prestó su voz para interpretar a su personaje en dos episodios de 'Los Simpsons'. Eso sí, el personaje de Pynchon se cuida de cubrir su rostro con una bolsa de papel.
 Como Rulfo, la española Carmen Laforet fue una escritora condenada al silencio, un silencio que se impuso ella misma. Siendo muy joven publicó, en 1944, 'Nada', un éxito que tuvo un efecto pernicioso: acreció su inseguridad patológica, circunstancia que le hizo rehuir el contacto social. Acabó sus días padeciendo una enfermedad degenerativa que devastó su memoria.
 Elfriede Jelinek hubiera querido que le tragase la tierra el día que le concedieron el Nobel de Literatura en 2004. La escritora austríaca no pudo recoger el galardón por su fobia social. Ante la ausencia de la homenajeada, la Academia sueca optó por exhibir un vídeo en el que se mostraba a Jelinek y algunas escenas cotidianas cerca de su domicilio en Viena.
 La norteamericana Joyce Carol Oates forma parte también de ese selecto club de escritores clandestinos. Es tan celosa de su intimidad que una de sus biografías se titula, no en balde, 'Escritora invisible'. Aunque desprecia las invitaciones que se le hacen y es alérgica a la vida mundana, no pasa desapercibida. Su grafomanía es tal que no hay año sin que publique uno o dos títulos.
 Don de DeLillo, que narrativamente sigue los pasos de Pynchon, escribió toda una novela sobre el síndrome de Salinger. En 'Mao II', de 1991, DeLillo aborda las tensiones entre el individuo y los colectivos que tratan de anular la personalidad en pro de un ideal superior. Todos estos escritores ocultos debe de haberse dado cuenta de que la estrategia de la distracción es la mejor manera para que cobre protagonismo lo verdaderamente relevante de un autor: su obra.

lunes, 17 de abril de 2017

Ahora leyendo: "Doctor sueño", por Stephen King.

 Supongo que a más gente le pasará como a mí con Stephen King, que tengo sentimientos contrariados: por un lado se le desprecia como a un autor de "best sellers" cuya mera firma en un texto lanza a éste al estrellato editorial; por otro lado, he de reconocer que, hoy por hoy, Stephen King es el mejor escritor de novelas de terror (más bien fantásticas) vivo. El verano pasado leí una recopilación de relatos sobre licantropía, El ciclo del hombre lobo, y me defraudó bastante. A pesar de todo me lanzo ahora a esta.
  Doctor sueño es, hasta cierto punto, una continuación de El resplandor, que casi todos asocian a la película homónima dirigida por Stanley Kubrick con Jack Nicholson como protagonista, aquella en que una pareja con un niño pequeño se hacen cargo de un hotel en las montañas de Colorado que queda deshabitado en invierno. Bueno, pues el protagonista principal de Doctor sueño es Dan Torrance, el niño de El resplandor. Ahora, ya convertido en adulto, sigue con las visiones telepáticas que le llevan a descubrir a una jovencita de Maine (estado natal de King, recurrente en sus novelas) con un poder mental aún superior al suyo y a un grupo de asesinos (vampiros iba a escribir) que recorren Estados Unidos en busca de gente como ellos dos para torturarlos y alimentarse de sus poderes. En fin, dicho así, muchos creerán que es el típico bodrio de ciencia ficción para adolescentes... nada más lejos de la realidad, quien haya leído a King sabrá que por sus profusas descripciones sociales y geográficas de su país, los lectores tipos son gente adulta con una visión relativamente internacionalista, no "ombliguista" de Estados Unidos (de hecho el escritor es un conocido activista político que lucha contra la América profunda que parece gobernar hoy aquel país).
  Al margen de temas políticos, la prosa de King es bastante potable para un "best seller" de talla mundial, vaya que si el común de los mortales leyese al menos a Stephen King no habría tanto analfabeto suelto con puesto de responsabilidad en nuestra querida y biempensante sociedad.

lunes, 10 de abril de 2017

"Carpe diem", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)


Ahora leyendo: "La raza", de Pío Baroja.

 La raza es, como todo el mundo sabe, la trilogía formada por La dama errante, La ciudad de la niebla y El árbol de la ciencia. De ellas, con gran diferencia, es la última la más leída y aclamada, de hecho, en mi juventud era "lectura obligatoria" en bachillerato. A mis ya lejanos catorce o quince años me entusiasmó El árbol de la ciencia, sentí cierta empatía con Andrés Hurtado y su afán por alejarse del mundanal ruido. Ahora retomo la novela pero con las dos anteriores, en una edición de Tusquets.
  Ya he leído La dama errante, y he de decir que me ha decepcionado bastante. Es una novela con un cierto apresuramiento y ligereza; es, en cierto modo, una novela de viajes, ya que narra la huida de Madrid del doctor Aracil y su hija María tras verse tangencialmente involucrados en un atentado terrorista (copia según el propio Baroja del atentado contra Alfonso XIII perpetrado por Mateo Morral) camino de Portugal. No creo haber sido injusto al describir como apresurada y ligera esta novela, sobre todo cuando es obra de Baroja, capaz de entretejer historias de una forma mucho más eficaz y espesa (la propia El árbol de la ciencia lo demuestra); hasta tal punto afirmo esto que estoy seguro de que si su autor no hubiese sido el célebre vasco probablemente no hubiera sido publicada ni conocida. Así son las cosas: "el mejor escribiente echa un borrón", y el mejor escritor escribe alguna novela olvidable.
  Con todo, Baroja está ahí con la profusa descripción psicológica de sus personajes, enlazando todo con una naturalidad pasmosa. Es decir: la calidad de la obra "barojiana" se aprecia en el fondo, pero en La dama errante no alcanza las altas cotas que se degusta en la última parte de la trilogía. En fin, seguimos para bingo...

jueves, 6 de abril de 2017

Ahora leyendo: "El honor perdido de Katharina Blum", por Heinrich Böll.

 He vuelto a Böll después de leer a Lenz, incluidos ambos junto con Grass y alguno más en la "Literatura de escombros" alemana. Al parecer la publicación de esta novela breve supuso un verdadero escándalo sobre todo por la denuncia contra la perversidad sin límites del tabloide alemán por excelencia: el "Bild" (antes conocido y nombrado en la novela como "Bild zeitung"). El tema de la novela es sencillo: la destrucción sistemática de una persona sencilla y trabajadora, Katharina Blum, con la única finalidad de alimentar el morbo y aumentar la tirada del tabloide. Es, no cabe duda, una crítica certera contra la falta de moralidad de este tipo de prensa rosa, pero también contra todos aquellos que se dejan llevar de prejuicios estúpidos y maledicencia sin límites, es decir, la práctica totalidad de la sociedad.
  Tal vez esta novela no provocaría hoy el escándalo que provocó en 1974 (hoy estamos acostumbrados a tragar tanta basura que no escandaliza nada de nada), pero que nadie dude de que los tabloides (y, en general, la información de bajísima calidad) marcan nuestras vidas de forma inexorable. Ejemplos de esto último hay miles, no solo en lo referido a sucesos particulares como narra esta novela, también los que tienen que ver con la toma de decisiones importantes que pueden llegar a modificar la política internacional de un determinado país. Pero que nadie se engañe, los culpables somos todos. La institucionalización de la mentira, del juicio apresurado cuando no del prejuicio, de la ausencia de espíritu crítico solo puede existir cuando yo me dejo engañar. Mentirosos, manipuladores y gentuza en general ha existido siempre, pero solo son peligrosos cuando son exitosos y capaces de modificar la opinión de masas.
  Por eso da tanto miedo cuando uno asiste a la maniquea división política de nuestra sociedad, viendo como todos y cada uno de los que me rodean se posicionan automáticamente en uno u otro bando y se tragan la basura que los medios de comunicación les venden. Así, no tienen necesidad de juzgar, ya se lo dan masticadito en su televisión, su periódico, su sitio de internet... están deseando que les den un motivo para darse de bofetadas. En realidad, a menudo me sorprendo de que no haya una guerra ya en marcha, porque la situación anímica de la sociedad es verdaderamente prebélica.

domingo, 2 de abril de 2017

Vigésimo quinta Feria del libro antiguo y de ocasión de Valladolid.

 Acompañando a la primavera ya está aquí la feria del libro antiguo, sigue con su localización habitual (Paseo central del Campo Grande), horarios y participantes de siempre. Para más información: http://alvacal.com/
Foto tomada por A.C.A.

"Nazarín", novela tolstoyana y quijotesca.

 En la entrada anterior afirmé que Nazarín es una novela tolstoyana desde el punto de vista temático, pues su personaje principal, Nazario Zaharín, es un místico al más puro estilo del ruso, alguien que busca en las Sagradas Escrituras la única verdad y salvación posible... pero en la lectura más honesta del Evangelio, libre de todas las zarandajas y perversiones que han corrompido a la Iglesia católica y otras tantas que solo buscan las glorias mundanas; es decir, que Nazario es seguidor de la humildad en su grado extremo, partidario de la búsqueda de la pobreza, del rechazo de todo lo material aunque esto llegue a suponer no tener un simple par de zapatos. Bien, después de leer esta novela breve sigo aseverando todo esto.
Galdós pintado por Sorolla. Imagen extraída de Commons Wikimedia
  Pero además afirmo que Nazarín es una novela quijotesca, o, al menos, sus personajes principales lo son. Tal vez el canario no busca el fin humorístico que perseguía Cervantes, pero desde luego los personajes son tan entrañables como los de la universal "primera novela" del castellano. Entre los muchos paralelismos es fácil atribuir el rol místico y un tanto alejado de la realidad de don Quijote a Nazario, así como la mundanidad práctica de Sancho a Ándara; pero además hay capítulos que sí tienen ese punto cómico cervantino, tal es, por ejemplo cuando Nazario, Ándara y Beatriz llegan a los dominios del soberbio Pedro de Belmonte, que acaba por confundir al cura manchego con un obispo armenio en peregrinación o a las mujeres antes citadas con santas féminas cuando son prostitutas del Madrid barriobajero (¿no recuerda esto a don Quijote en su primera salida, cuando llega a una venta y confunde a un par de rameras con damas de alta alcurnia?). Por otro lado, la propia peregrinación del cura de Miguelturra tiene mucho de quijotesco... es algo más que una simple coincidencia, Pérez Galdós trata de actualizar (si es que esto fuera necesario en la novela más atemporal de nuestra literatura) el Quijote dándole un enfoque más espiritual si cabe.

sábado, 1 de abril de 2017

Ahora leyendo: "Nazarín", de Benito Pérez Galdós.

 Habiendo tanta "literatura de consumo" como hay hoy en día, volver a Pérez Galdós es como volver al hogar. La prosa reposada, cercana (sobre todo, al menos para mí, en la ambientación espacial), con una descripción psicológica de los personajes que los llega a hacer entrañables, su coloquialismo que hace rabiosamente moderna una novela como esta escrita hace más de ciento veinte años... Aunque pueda parecer  ridículo, me enorgullezco de pertenecer a la misma cultura que este tipo; me humedece los ojos reconocer en la charla coloquial madrileña de algunos personajes de Nazarín la forma de hablar de mis abuelos Alfonso y Manolita, fallecidos hace más de veinte años... Sí, leer a Galdós es como volver a casa.
  Cuentan los críticos literarios que Valle-Inclán (buen amigo de Galdós) se mofaba con buen tono del canario llamándole "Benito el garbancero", por el notable dominio que tenía del habla popular (principalmente madrileña, léase para ejemplo Fortunata y Jacinta) y el abundante uso que hacía de ella en su obra. En efecto, Pérez Galdós es un maestro de la prosa sin afectación academicista, sin grandilocuencias ridículas tanto en las formas como en el fondo.
 El tema, la pureza religiosa y espiritual de un sacerdote católico, Nazario Zaharín, que se aleja de las corruptelas materialistas tan frecuentes en la práctica totalidad de aquellos que han optado por la "carrera religiosa", y que se centra en la humildad y sencillez como herramientas para alcanzar la salvación, es un tema típicamente tolstoyano. De hecho, algún que otro sesudo crítico literario recuerda que Galdós, como tantos otros escritores e intelectuales de la época, quedó muy impresionado por el discurso espiritual del "ruso inmortal". Nazarín es una novela muy madrileña en su ambientación, pero universal en el tema tratado, y el tipo de espiritualidad (la humildad por encima de todo, la búsqueda de la igualdad de todos los seres humanos, la pobreza voluntaria...) es característica de Lev Nikolaievich.
 Es, pues, una mezcla notable de ese casticismo galdosiano que, al menos a mí que nací y me crié en los "Madroñales del Oso", se hace muy entrañable, y la universalidad del estoicismo cristiano, algo que, por desgracia está de capa caída en esta sociedad tan superficial y materialista. Me voy a administrar una cura galdosiana frente a tales miserias humanas...