martes, 16 de julio de 2019

"Sitting On The Dock Of The Bay", Otis Redding.

Sittin' in the mornin' sun
I'll be sittin' when the evenin' comes
Watchin' the ships roll in
Then I watch 'em roll away again
 
I'm sittin' on the dock of the bay
Watchin' the tide, roll away
I'm sittin' on the dock of the bay
Wastin' time
 
I left my home in Georgia
And I headed for the Frisco Bay
'Cause I've got nothin' to live for
Looks like nothin's gonna come my way, so
 
I'm just come sittin' on the dock of the bay
Watchin' the tide roll away
I'm sittin' on the dock of the bay, wastin' time
 
Looks like nothin's gonna change
Everything seems to stay the same
I can't do what ten people tell me to do
So I guess I'll remain the same
 
I'm sittin' here restin' my bones
And this loneliness won't leave me alone
This two thousand miles I roamed 
 Just to make this dock my home
Now I'm just sittin' on the dock of the bay
 
Watchin' the tide roll away
Sittin' on the dock of the bay
I'm wastin' time

domingo, 14 de julio de 2019

"Confesión de un asesino", por Joseph Roth.

 Y vuelvo a Joseph Roth, uno de los más grandes narradores del siglo XX. La pequeña editorial Mármara describe esta novela como "novela rusa", entiendo que más que por la ambientación (que se da en París, aunque casi todos los personajes menos el que presenta al narrador son rusos) por la forma de narrar los hechos, al estilo que los grandes de la literatura de aquel país (Tolstoi, Dostoievsky, Goncharov, Chekhov...), con una narración en primera persona, en pasado y con una humildad y sobriedad notables. Con todo, la "austrohungaridad" (valga el palabro recién inventado) de Roth permanece presente: todos son individuos que han perdido su país, ahora no son austrohúngaros como el escritor, sino rusos blancos ya en tiempos soviéticos; todos recuerdan los tiempos pasados como mejores, más nobles y gloriosos; y todos se aprestan a ahogar sus penas en alcohol.
  La prosa relativamente rápida (periodística, diríamos hoy), con frases cortas y poco adjetivadas, aunque con notable calidad literaria son comunes a todas las novelas de Roth; también su brevedad. Sin embargo, esta obra, entregada al editor tres años antes de su muerte, tiene, en mi opinión, una enjundia menor que otras como Tarabas, Hotel Savoy o La cripta de los capuchinos.
 El propio Roth actúa como introductor del protagonista principal, Golubtschilk, que habrá de narrar en una noche su infancia, juventud y madurez, o, mejor dicho, su ingenuidad, su complicación y su perdición.
  Sigue siendo Roth, en todo caso, autor imprescindible para todos aquellos que quieran comprender la desintegración sociopolítica de Europa  central, oriental y de los Balcanes que tuvo lugar a raíz de la Primera Guerra Mundial; algo necesario para poder entender el devenir de aquellos países en los últimos cien años.

miércoles, 10 de julio de 2019

"La espuma de los días", de Boris Vian.

 Hace un par de meses leí Que se mueran los feos. No me gustó, ya lo escribí. No me gustó el humor surrealista un tanto simplón (aunque tal vez fuera cosa de la traducción, siempre compleja, pero que en ese tipo de humor se antoja casi imposible) ni el subgénero narrativo (novela negra); pero para no ser injusto con tan afamado autor me propuse a mí mismo la lectura de una segunda novela. Hela aquí:
  Y tampoco me está llenando... El humor surrealista quizá haya perdido bastante. Supongo que cuando se escribía así, en la primera mitad del siglo XX era algo novedoso y rompedor, pero hoy en día me parece facilón y un tanto cansino. Al no ser novela negra, sin embargo, me la estoy tragando un poco mejor. Narra la vida de un par de parejas jóvenes que, entre bromas, hacen planes de vida y comienzan una existencia en común. Cuando todo parece encarrilarse a Chloé le descubren un nenúfar en el pulmón (broma surrealista, ríase el que pueda, para encubrir la tuberculosis pulmonar). Por otro lado, se supone que los jóvenes son de situación económica desenvuelta, aunque ninguno trabaja, uno de ellos se considera coleccionista de Jean Sol Partre (broma peculiar con el nombre de Jean Paul Sartre, que fuera, según parece, gran amigo y promotor del propio Boris Vian); la pareja de Chloé, Colin, acaba por trabajar (por supuesto, trabajos disparatados como incubar armas de fuego o ser funcionario de la administración que da las malas noticias que ocurrirán al día siguiente) para comprar flores a su pareja enferma, hasta que se produce el fatal desenlace. A pesar del tono desenfado y burlesco, en la novela flota en todo momento la sensación de desastre inmediato, de terrible destino que hará despertar bruscamente a los jóvenes.
 Parece ser que esta novela fue promocionada activamente por tipos de gran influencia cultural y social del momento, como el propio Jean Paul Sartre y Raymond Queneau (fundador junto con Vian y otros del grupo OuLiPo), aunque no tuvo éxito masivo. El propio Boris Vian se convirtió en un autor de culto, algo que parece totalmente opuesto al triunfo en ventas, y, mucho me temo, no ha envejecido bien tras su muerte prematura. En todo caso son autores que han dejado un hito literario que los sitúa como referencia en la literatura en lengua francesa de mitad del siglo XX y que tienen como gran mérito haber indagado en todas las posibilidades de creación literaria posible (de hecho, el grupo OuLiPo se traduce al castellano por "taller de literatura potencial"). 
 He de reconocer que he leído más rápido esta novela; el último tercio me ha parecido interesante, disparatado pero interesante. Con todo, tal vez sea demasiado conservador en mis gustos literarios, porque creo que esta será la última novela que lea de Vian.

domingo, 7 de julio de 2019

"Library", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada del sitio www.incidentalcomics.com

"It Ain't Me, Babe", Bob Dylan.

Go 'way from my window
Leave at your own chosen speed
I'm not the one you want, babe
I'm not the one you need
You say you're lookin' for someone
Never weak but always strong
To protect you an' defend you
Whether you are right or wrong
Someone to open each and every door
But it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me, babe
It ain't me you're lookin' for, babe
 
Go lightly from the ledge, babe
Go lightly on the ground
I'm not the one you want, babe
I will only let you down
You say you're lookin' for someone
Who will promise never to part
Someone to close his eyes for you
Someone to close his heart
Someone who will die for you an' more
But it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me, babe
It ain't me you're lookin' for, babe
 
Go melt back into the night, babe
Everything inside is made of stone
There's nothing in here moving
An' anyway I'm not alone
You say you're looking for someone
Who'll pick you up each time you fall
To gather flowers constantly
An' to come each time you call
A lover for your life an' nothing more
But it ain't me, babe
No, no, no, it ain't me, babe
It ain't me you're lookin' for, babe

sábado, 6 de julio de 2019

"El napoleón de Notting Hill", por Gilbert Keith Chesterton.

 Poco a poco, Chesterton se va convirtiendo en uno de los autores más reseñados en este humilde blog, y lo es porque siempre que busco una lectura de calidad que tenga un componente humorístico importante pienso en él.  El napoleón de Notting Hill es Chesterton en estado puro: en la Inglaterra de 1984 (la novela fue escrita en 1904) la democracia ha sido sustituida por el despotismo; ahora gobierna un rey elegido siempre al azar cambiando también así la tradición monárquica británica. En ese contexto político es elegido rey un tal Auberon Quin, un hombre dedicado en cuerpo y alma a la buena vida y a la contemplación humorística de todos los hechos de la existencia, alguien que no se toma absolutamente nada en serio. Tanto es así que decide volver a una concepción cuasi medieval del reino, y propone que los barrios de Londres sean regidos por prebostes (también elegidos al azar) e incluso que los ciudadanos vistan colores determinados en función de que sean habitantes de uno u otro barrio. La mayor parte de los prebostes son tipos con tanto sentido de humor como el propio rey, pero uno de ellos, romántico arrebatado se tomará todo a la tremenda.
 Será concretamente el preboste de Notting Hill (barrio hoy mundialmente famoso por su abundante población de origen afrocaribeño que celebra un vistoso carnaval por sus calles), Adam Wayne, quien se tomará tan en serio su ridícula función de gobernador del barrio que hará que sus habitantes se levanten en armas contra los de los barrios vecinos cuando otros prebostes planean la construcción de una calle que atraviese de lado a lado el barrio en cuestión.
 Como siempre en Chesterton, el argumento en sí acaba siendo lo de menos. Lo de más es la pregunta que deja en el aire la novela: ¿qué es más importante en la vida, tomarse todo con humor o aplicar un romántico idealismo a todo? Por supuesto, no hay respuesta prefijada. Cada lector responderá en función de su cosmovisión. Algunos coincidirán con Auberon Quin en la necesidad de poner distancia con la cotidianeidad aplicando un sentido de humor con una deportividad que permita seguir adelante sin matar o morir por cualquier minucia; pero otros aplicarán un romanticismo pleno de ideales que nos eleven de una vida meramente animal.
  ¿Y Chesterton qué papel representaría, el humorista o el idealista? Bien, conociendo la biografía del inglés habría que admitir que precisamente esos dos aspectos son los más característicos de su existencia. No he encontrado novela de Chesterton que no tenga su característico humor inglés, sarcástico e irónico que pone en solfa todos y cada uno de los supuestos principios inamovibles de la vida humana; pero por otro lado sabemos que Chesterton, inicialmente ateo, buscó toda su vida una razón de índole cristiana para existir, convirtiéndose primero al anglicanismo y posteriormente al catolicismo. Los dogmas religiosos, ya se sabe,  no tienen ni pizca de humor, sí, por supuesto, de romanticismo ideológico, con lo que a veces cuesta imaginarse a este gigantón perdido en dudas morales cuando tenía un humor tan fino e irreverente.
 En todo caso, la lectura de Chesterton, si bien no da líneas que seguir, plantea dudas que en cualquier cabeza pensante promueven el pensamiento filosófico aplicado al día a día, algo que en estos tiempos tan mediocres que nos ha tocado vivir es absolutamente necesario. Sin embargo, hoy la mayoría de la población cree lo que algún patán anónimo vomita en su cuenta de twitter...

miércoles, 26 de junio de 2019

"Satán en Goray", de Isaac Bashevis Singer.

 No es lo primero que leo de este autor, y creo que la conclusión que tuve fue parecida a lo que estoy sintiendo ahora. Isaac Bashevis Singer vivió en un asentamiento judío (en yiddish, shtetl) de Leoncin (actual Polonia, entonces Imperio ruso) y a sus treinta años viaja y se radica definitivamente en Estados Unidos. Quizá ese cambio tan brusco provocó en el escritor una ruptura sin solución: de su lengua materna (yiddish) y su familia y educación judía ortodoxa al inglés y la vida moderna americana. Aparentemente,  su vida se modificó por completo y se adaptó a su nuevo país: su indumentaria, sus costumbres, incluso su vegetarianismo militante... se convirtió en un estadounidense al cien por cien. Pero su infancia y juventud fue otra cosa... y precisamente su obra como escritor es ese mundo, el de los judíos del Este y centro de Europa que fueron barridos de forma brutal con los pogromos zaristas primero y con el holocausto perpetrado por los nazis después.
  Satán en Goray fue una de sus primeras novelas. Escrita en yiddish, está ambientada en Europa oriental en el siglo XVII. Narra episodios de mesianismo entre los judíos, algo que parece que no fue tan inusual en aquellos tiempos en los que cuando un talmudista adquiría prestigio y seguidores podía llegar a suscitar tal admiración que sus fieles llegaban a creer que era el mesías. Todo esto, claro esta, llevaba al enfrentamiento sangriento entre distintas facciones de los judíos, que además tenían que soportar distintos pogromos antisemitas de los gentiles.
 Isaac Bashevis Singer es, en mi opinión, más descriptivo que narrativo, pues llega a ser extraordinariamente meticuloso en la descripción de los habitantes y sus formas de vida en esos asentamientos que proliferaron por aquella parte de Europa hasta mediado el siglo XX.
  Según yo lo veo, la labor de Bashevis Singer es más importante en esta descripción que en la narración de unos u otros hechos, toda vez que aquel mundo judío europeo desapareció de forma tan inhumana y no queda resto alguno que no sea el meramente arqueológico. Diríamos que el autor se comporta como un notario que da fe de la existencia de esa cultura tan diferenciada del resto de las europeas y nos recuerda la historia de violencia que tuvo lugar en este subcontinente, algo importante de recordar para que no vuelva a producirse nada semejante sobre ninguna otra minoría social.

viernes, 21 de junio de 2019

"Sin llegar nunca a la cumbre", por Paolo Cognetti.

 Cuarta novela que leo de Cognetti, y mucho me temo... que con ella llega la desilusión. Creo que es un defecto que tengo como lector: me entusiasmo fanáticamente con un autor cuando me deslumbran un par de novelas, de modo que consigo todo o casi todo lo que ha publicado hasta que indefectiblemente encuentro la novela que me decepciona. Las ocho montañas y El muchacho silvestre son grandes novelas, ya lo escribí; el paisaje alpino, la soledad, incluso la amistad son secundarios al crecimiento personal que se aprecia en ellas; son lo que algún crítico ha llamado "novelas de aprendizaje", es decir, relatos en los que el personaje madura y crece como individuo debido a las experiencias que sufre. Nueva York es una ventana sin cortinas también podría considerarse una novela de aprendizaje, en este caso de un joven que abandona su hogar y su país (hoy en día se utilizaría más la expresión "salir de su zona de confort") para vivir en esa Babilonia moderna que es Nueva York, y también tiene un cierto contenido filosófico sobre la existencia.
  Sin llegar nunca a la cumbre se queda, mucho me temo, en un simple libro de viajes. Concretamente en una corta expedición de senderismo que Cognetti realizó en el Himalaya con dos amigos, italianos como él. Por supuesto que no todo es una descripción monda y lironda de los paisajes del techo del mundo, también se discursea sobre la vida, lo importante de ella, las diferencias entre Oriente y Occidente, la amistad, la soledad, la superación de dificultades, etcétera; pero todo de un modo mucho más superficial, más vago y liviano que en las anteriores novelas de Cognetti. De nuevo, no quiero ser injusto, esta novela breve tiene interés: la prosa del italiano es cuidada y de calidad sin caer en la cursilería; sus temas son amenos, ni vulgares ni rebuscados; y, sobre todo, enlaza la observación de la belleza de la naturaleza con la contemplación ensimismada del pasar de la vida, algo en lo que coincide un servidor.
  Tal vez (prejuiciando de nuevo), lo que ocurra aquí sea algo muy frecuente en el mundo editorial, y es que cuando se descubre un filón como Paolo Cognetti (y este tipo lo es, sobre todo en su país) el mundo editorial trata de explotarlo de forma inmisericorde, publicando absolutamente todo lo que el autor haya escrito con tal de aprovechar el tirón, aunque haya bailes de calidad evidentes.

martes, 18 de junio de 2019

Conclusiones tras leer "Ve y pon un centinela".

 Sorpresa mayúscula, he de admitirlo. Tenía pocas esperanzas para esta novela... prejuicios, siempre prejuicios... Me paso la vida criticando a aquéllos que considero prejuiciosos o, al menos, apresurados en su juicio y yo mismo soy el primero en caer en el más frecuente defecto de la humanidad. Sin haber leído Matar a un ruiseñor, cuya adaptación cinematográfica me pareció hermosísima pero un tanto ingenua, consideré que esta "continuación" sería igualmente cándida y bienintencionada (buenista diríamos hoy). Pero no, Ve y pon un centinela no tiene nada de simple, de hecho es bastante más interesante de lo que prejuzgué.
Nelle Harper Lee. Imagen tomada del sitio coacheshotseat.com
  Ve y pon un centinela es una novela interesantísima en el ámbito de las relaciones sociales pero también en las de crecimiento personal y relación padre-hijo. El trasfondo social de la novela es el cambio sociocultural que se establecía a toda velocidad tras la Segunda Guerra Mundial en el profundo Sur de los Estados Unidos; pero en los últimos capítulos de la novela (atención, "spoiler") el enfrentamiento entre Jean Louise (Scout) y su padre (Atticus) permite la freudiana muerte del padre a manos del hijo para poder afrontar la madurez intelectual. Todo narrado con amenidad pero a la vez profundidad... una gran novela, la verdad. 
 Prometo leer en un futuro cercano Matar a un ruiseñor, aunque tras haber leído esta continuación tal vez me parezca un poco infantil... ¡Maldición, otra vez estoy prejuzgando!

domingo, 16 de junio de 2019

"Ve y pon un centinela", por Harper Lee.

 No he leído Matar a un ruiseñor, vaya por delante. Pero, obviamente, he visionado varias veces la versión cinematográfica dirigida en 1962 por Robert Mulligan con un Gregory Peck inconmensurable. Es ésta una película que gusta a casi todo el mundo, pues es moralista sin ser una moralina, sensible sin caer en sensiblera, elegante sin ser hortera... Es, en mi opinión, una de las grandes películas de aquella década y de los papeles más memorables de Peck. Por las reseñas que leí sobre Ve y pon un centinela supe que era una suerte de continuación, al menos en el sentido cronológico, pues la protagonista principal es la famosa Scout, ya adulta que vuelve a su Alabama profunda a recordar viejos tiempos y a visitar a su padre (el famoso Atticus Finch); también leí que esta novela tenía un tono más agrio, menos infantil y que hacía más hincapié en los defectos del carácter de los personajes (tanto a nivel individual como colectivo del sur de los Estados Unidos). Esto último, por cierto, tenía la pinta de ser el típico cebo (clickbait lo llaman en internet) para lectores actuales que podrían ver demasiado empalagosa una continuación de Matar a un ruiseñor en pleno siglo XXI.

  Habré leído una tercera parte de la novela y, aunque reconozco que no es el tipo de narrativa que leo habitualmente, no me está disgustando. Instintivamente me ha recordado a La conjura de los necios o La biblia de neón de Jonh Kennedy Toole, quizás más por el ambiente sureño que retrata, bien cargado de tradiciones centenarias, segregación racial cuando no abierto racismo, puritanismo religioso a tutiplén, todo macerado por un verano caluroso y húmedo a orillas de pantanos infestados de caimanes. Las novelas de Kennedy Toole eran más urbanas, pero todo lo demás persiste. En todo caso, la prosa de Harper Lee tiene una más que aceptable calidad (teniendo en cuenta que sólo escribió las dos novelas citadas), con un ritmo relativamente lento por las minuciosas descripciones, bastante alejado de la escritura periodística que dominó ya por completo el siglo XX.
  Lo otro, la mirada agria sobre el pasado y las relaciones interpersonales parecen, efectivamente, más la publicidad editorial que otra cosa. Ambas novelas (si me baso en la película) contienen  una humanidad desbordante (no siempre edificante) que proviene de que Harper Lee se fije mucho más en los pensamientos y sentimientos de los personajes que en otra cosa; el retrato del alma humana, con sus virtudes y sus defectos, es, sin duda, lo mejor de la novela.