sábado, 12 de junio de 2021

"El país del fin del mundo", por Terry Pratchett.

  Vigésima segunda novela del Mundodisco creado por Terry Pratchett. Esta vez le toca el turno al "arco argumental" de Rincewind, pues sus protagonistas son el propio mago y la dirección de la tronchante Universidad Invisible. Ahora la localización es Australia, o como dice el propio Pratchett, "un lugar muy australiano", un continente en el que nunca llueve, poblado por extraños canguros parlantes y serpientes venenosas que son devoradas por arañas (más venenosas si cabe); en este terrible lugar, denominado XXXX, aparece el caótico mago Rincewind tratando de llevar la desconocida lluvia a tan sedienta tierra. Por otro lado, el claustro de la Universidad Invisible aparece en una playa a través de un portal espacio-temporal, mientras tratan de ayudar al bibliotecario que, por una especie de catarro, estornuda cada poco tiempo, cambiando de su forma habitual, la de un orangután, a otras más extrañas aún como sillones, tumbonas y demás enseres, eso sí, siempre de color rojo.
 La parodia de Pratchett cae, además de en los estereotipos nacionales australianos, en los de los miembros del claustro universitario, tipos de gran cultura, gran erudición, gran vanidad, grandes barrigas, grandes ineptitudes... vamos, lo que cualquiera que haya tenido la desgracia de pasar por cualquier universidad ha podido constatar en sus propias carnes. Eso unido al entrañable Rincewind, un mago fracasado cuya máxima aspiración es sobrevivir en un mundo lleno de peligros (y, ahora, de arañas venenosas) aunque sea por unas horas más compone el core de la novela.
 Quizá sea más coyuntural que otras novelas del Mundodisco, sobre todo por las referencias a la cultura popular australiana que, muy probablemente estuvieron más cerca de la cultura británica siempre que de la hispánica o mediterránea. Entre las burlas está a iconos populares como Cocodrilo Dundee, Mad Max, Priscilla, reina del desierto, probablemente las tres películas australianas más conocidas fuera de aquel país, además de expresiones locales y comportamientos estereotipados. Con todo, la mofa de las vanidades académicas sobrepasa cualquier localización espacio-temporal.
 Y mientras tanto, la gigantesca tortuga estelar, la Gran A'Tuin sigue su recorrido por el Multiverso, portando los cuatro enormes elefantes sobre los que descansa el Mundodisco...

jueves, 10 de junio de 2021

"Por tierras de España", Antonio Machado.

  Viviendo en este país, entre su paisanaje, he pensado mil veces lo que dice Machado... Almas feas, raquíticas, mezquinas y rencorosas... No, no fue por estos campos el bíblico jardín.

El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta,
no fue por estos campos el bíblico jardín:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.


          Antonio Machado

martes, 8 de junio de 2021

Inciso cinematográfico: "The Whole Town's Talking", dirigida por John Ford en 1935.

  Hay películas que destacan por tener argumentos que atrapan, interesantes y con giros sorprendentes; otras por conectar con la realidad social de forma más o menos coyuntural; otras por tener una fotografía deslumbrante, que las convierte en obras de arte; y hay otras que son, simplemente, puras demostraciones de la valía del actor principal. The Whole Town's Talking encaja perfectamente en esa última categoría. El argumento, aun cuando tiene mordiente suficiente para mantener la atención del espectador, no es novedoso en absoluto, habiéndose empleado en mil ocasiones tanto en literatura como en cine y teatro. Se trata del parecido extraordinario entre dos individuos, sosias el uno del otro, pero claro, parecido físico, no de carácter; aquí son los dos extremos: uno es un criminal buscado por la policía, un matón brutal y sin escrúpulos capaz de la mayor fechoría; el otro es un anónimo oficinista carente del más mínimo carácter, un pusilánime que pide perdón incluso por existir, incapaz de matar una mosca. Y en la mezcla de ambas vidas está la razón de la película, no gran cosa...
Imagen tomada del sitio IMDb.com
 No gran cosa, si no fuera por Edward G. Robinson, que encarna a ambos, al criminal y brutal Mannion, y al pusilánime Jones. En 1935, Edward G. Robinson ya era un actor consagrado, de hecho había firmado alguna de sus mejores actuaciones, incluso la que lo llevó al estrellato y también a un cierto encasillamiento, Little Caesar, la película que consigue que cuando pensemos en un gánster pensemos en el bueno de Robinson, con el sombrero ladeado y su sempiterno puro. El encasillamiento sobrevino además por otras películas de los años 30, bastante peores que Little Caesar, que seguían aprovechando el físico (su expresión facial, más que otra cosa, no su estatura) de tipo sin escrúpulos capaz de vender a su abuelita por un plato de lentejas. En The Whole Town's Talking, que, por cierto, fue presentada en Reino Unido como Passport to Fame, de donde saldría la traducción literal de Pasaporte a la fama con la que se visionó aquí, Edward G. Robinson se duplica para mostrar ese estereotipo gansteril y el de un tipo sin coraje y sin apenas fuerzas para nada. Sus gestos más nimios, sus más leves cambios de entonación son recogidos por la cámara, dando verosimilitud por igual a ambos personajes. 
 Del resto del elenco actoral, la actriz coprotagonista, Jean Arthur, está, no a su altura, eso sería casi imposible, pero sí a muy buen nivel, representando a la compañera del oficinista Jones de la cual éste está secretamente enamorado. Del resto no destaca nadie, ni por bueno ni por malo, aunque Robinson deslumbra tanto que apenas queda sitio para nadie más.
Imagen tomada del sitio torontofilmsociety.com
 Y poco más que contar... Una película para lucimiento de actor, eso sí, ¡vaya actorazo! Cuentan los que lo conocieron que, a diferencia de los papeles de gánster y criminal que lo encumbraron, Edward G. Robinson (cuyo nombre real, por cierto, era Emanuel Goldenberg) era un tipo dulce y familiar en absoluto dado a gritos y exabruptos. En esta película tampoco aparece ese carácter personal, simplemente encarna a dos polos opuestos con la facilidad con la que un camaleón cambia de color.

domingo, 6 de junio de 2021

54ª edición de la Feria del Libro de Valladolid.

  Poco a poco (muy poco a poco, por interés evidente de líderes políticos y mediáticos) se van levantando las restricciones y vuelven, con control de aforo y demás, los eventos "culturales" del pasado, entre ellos la feria del libro. Entrecomillo culturales porque más que culturales son industriales, a saber, que es un negocio editorial más que otra cosa. Para muestra, un botón: Cuando pasaba por una caseta, un paseante preguntaba por un libro concreto a una librera, ésta, ni corta ni perezosa, le ha contestado: "no, aquí no **le** tenemos, **le** tenemos en la tienda". Sí, esto es Valladolid, el leísmo, desgraciadamente, campa por sus respetos; pero a mí se me ha revuelto algo por dentro, he estado a punto de pararme y responder, pero luego he pensado: ¡bah! Al fin y al cabo es una librera, tiene patente de corso para hablar como le salga del aparato genital femenino... Por eso digo lo de los eventos culturales que, en realidad, son eventos editoriales y de negocios. Porque si fueran los editores y libreros los que tienen que dar el nivel cultural... estamos apañados...

viernes, 4 de junio de 2021

"Éxodo".

   Después del Génesis, le toca el turno al Éxodo, segundo libro del Pentateuco. En realidad, tienen semejanzas y diferencias, pero, en mi opinión, les une la extrema ancianidad. Ancianidad en el sentido opuesto a modernidad, pero también a atemporalidad, pues narran hechos propios de una sociedad tribal, primitiva, agresiva (y agredida), que busca por todos los métodos posibles la supervivencia, métodos que frecuentemente incluyen los comportamientos más inmorales posibles.
 Igual que el nombre del primer libro del Pentateuco daba ya las claves de su argumento, el segundo es lo mismo. Narra el éxodo del pueblo de Israel tras escapar de la esclavitud de Egipto. Es un libro que presenta, una vez más un dios tribal (mi dios frente a los dioses de los otros, casi como si fueran equipos de fútbol). Un dios tribal que no duda en enviar plagas terribles (la muerte de los primogénitos, la peste, las úlceras...) contra tipos, los egipcios, que son presentados como si no fueran verdaderos humanos. Esto es quizás lo más difícil de tragar de todo el Antiguo Testamento en la actualidad: que sólo el "pueblo elegido", el pueblo de Israel tenga derecho a ser cuidado y mimado por Dios, los otros son como animales silvestres que, casualmente, viven junto a ellos. 
  En todo periodo tribal es necesaria la existencia de líderes fuertes, casi infalibles e inmisericordes, y en el Éxodo no podía ser menos, con un Moisés (al que, por otro lado, muchos de nosotros no podemos quitarle la cara de Charlton Heston, ¿por qué será?) que lidera a los israelitas bajo toda suerte de miserias y dificultades, pero, sobre todo, bajo una incredulidad terrible de sus seguidores, que siguen desobedeciéndole aun cuando el tipo ha separado las aguas del Mar Rojo para que huyeran de los egipcios o les ha conseguido que lloviera el maná del cielo; pues no, en cuanto el bueno de Moisés se daba la vuelta ya le habían esculpido un becerro de oro para adorar; en cuanto subía al monte para hablar con Dios, los israelitas ya se estaban quejando, "que sí hombre que sí, que el maná no está mal, pero ¿no tienen algo de pescado?", y así continuamente. Frente a ello, un Moisés impertérrito (demasiado parecido a Charlton Heston) los perdona (tras haberles echado una bronca de aquí te espero, eso sí) y vuelve a sacarles las castañas del fuego. He aquí una imagen del bueno de Moisés (la semejanza a Heston es, ya digo, pura casualidad).
Imagen tomada de Wikimedia Commons
 Pero lo más alucinante es que Moisés tiene un lugarteniente, sí, el bueno de Aarón, que por comparación con su jefe es un pusilánime de tomo y lomo. Es un tipo incapaz de dominar a su pueblo en cuanto Moisés se ausenta para ir al baño. El propio Moisés le reprende como a un niño, y Aarón, como un verdadero niño, sale con excusas infantiles. Así, por ejemplo, tras recibir Moisés las tablas de la ley y encontrarse, a la vuelta, que habían construido un becerro de oro, el patriarca le espeta: "Tú sabes que este pueblo es muy inclinado al mal", a lo que Aarón responde: "Me dijeron: haznos un Dios que vaya delante de nosotros, porque ese Moisés, que nos ha sacado de la tierra de Egipto, no sabemos qué ha sido de él. Yo les he dicho: El que tenga oro que se desprenda de él. Me lo han dado, lo eché al fuego y ha salido este becerro." Como se puede apreciar todo muy maduro y sensato. Pero aún hay más, ¿qué solución encuentra el gran Moisés a tamaño desatino? Pues que los levitas maten al menos a uno de cada familia israelita. Total, que, según el texto, "aquel día cayeron unos tres mil hombres del pueblo". Todo muy civilizado y moderno.
 Esto es el libro del Éxodo... A ver, no pongo en duda que las historias que narra tengan una fuerza literaria enorme: el pueblo esclavizado que es liderado por un tío que fue criado por los propios esclavistas pero que tiene una conexión con Dios que ríete tú de la telefonía 5G; este líder, melena y barbas patriarcales al viento, envía plagas al faraón que, erre que erre, pasa de los judíos; luego la salida de Egipto y la separación de las aguas del Mar Rojo para que los israelitas lo atraviesen a pie enjuto y, eso sí, cuando lleguen los egipcios, allá te van las aguas; luego la travesía del desierto, el hambre, la sed... y, finalmente, el maná; luego las tablas de la ley... Vamos que da para hacer un peliculón; a mí se me ocurriría, por ejemplo, que lo dirigiera un tal Cecil B. DeMille y que lo protagonizaran tal vez un tal Charlton Heston o un Yul Brynner, pero eso se me ocurre a mí, claro...
 Vale, todo perfecto, pero ¿desde el punto de vista de la fe? Pues, hombre, no mucho, la verdad. La historia es tremebunda, pero hay pocas cosas que uno pueda aplicar directamente al siglo XXI. Tal vez la incredulidad de la gente, que nunca llegará a confiar plenamente en Dios, incluso aunque le caiga el maná del cielo. Sobre todo es poco útil, porque, como decía antes, igual que en todo el Antiguo Testamento, presenta a un dios tribal (por eso, muy pequeño, válido sólo para unos cuantos elegidos) al que se usa como a un arma de destrucción masiva para conseguir escapar de unos (y caer bajo otros, los mesopotámicos), pero, en cualquier caso, no tiene nada que ver con el Dios del Nuevo Testamento, Dios para todo ser humano, paternal y misericordioso, que está muy por encima de las pequeñas miserias humanas, ya sean personales o colectivas.

miércoles, 2 de junio de 2021

"La zona muerta", por Stephen King.

  Otra de King, ésta publicada en 1979. Ahora se trata de un tema bastante caro a King: la capacidad de premonición, desarrollada tras un accidente automovilístico. Tal vez el genérico nombre del personaje principal (Johnny Smith) haga referencia a la hipotética capacidad de cualquiera (un "Juan Nadie") para prever situaciones futuras, algo que parece atraer sobremanera al autor. De hecho, la novela en cuestión tiene muchas conexiones con otras obras de King, tanto en los personajes secundarios, que son reutilizados, como en esa supuesta capacidad paranormal que da tanto juego a un escritor de ciencia ficción. Y, ya sea dicho de paso, aunque me repita como el ajo, escasean los autores de ciencia ficción como Stephen King, cuya prosa tiene una calidad francamente alta, con descripciones psicológicas excelsas que no desmerece en absoluto la narración de los hechos.
 Al leer la novela se podría llegar a entrever la posibilidad de crear una suerte de novela río, en la que hubiera una continuidad del personaje principal y variación de la temática y personajes secundarios, algo semejante al Sherlock Holmes de Conan Doyle; pero Stephen King no ha trabajado nunca así al parecer, aunque hay una adaptación cinematográfica en forma de serie en la que se presentan más casos en los que la clarividencia de Smith ayuda a solucionarlos. En todo caso, La zona muerta es una notable novela, no de las mejores de King, pero sí con calidad para convertirla en otro best seller del escritor de Maine, tan habituado ya que debe estar a suculentos cheques firmados por su editorial.
 Aspecto destacable es la implicación política del autor en la novela. Sabido es que King no reniega a meterse en el fango de la confrontación política, algo que, probablemente, le perjudique económicamente (quizá realmente esté tan por encima de preocupaciones económicas que no le importe). Lo cierto es que han sido bastantes las ocasiones en que ha declarado públicamente su apoyo al Partido Demócrata estadounidense y ha despotricado amargamente de algún que otro candidato republicano (de lo más conocido recientemente, de Donald Trump, al que acusó abiertamente de ser racista). Pues bien, la política está impresa en la novela en cuanto las dotes adivinatorias del personaje sirven para que éste sea capaz de ver en un candidato republicano al estado de New Hampshire la encarnación de Satán, un satán de andar por casa, eso sí, pero capaz de llevar a uno de los países más poderosos del planeta a una guerra que podría saltar fácilmente sus fronteras y generalizarse. Es sorprendente que la novela fuera publicada en 1979, pues la semejanza en los métodos populistas y el extraño atractivo para buena parte del electorado del personaje Greg Stillson es  muy semejante a lo que décadas después ocurrió con el propio Donald Trump. Tal vez el propio Stephen King tenga dotes adivinatorios.

 Otra novela más de King; otra lección de creación de personajes y su evolución en el tiempo; otra lección de pergeñar argumentos interesantes, atractivos y amenos, a medio camino entre la realidad más prosaica y la ciencia ficción más inverosímil; otra lección de gran literatura... aunque alguno no lo entienda...

domingo, 30 de mayo de 2021

"Commitment Phobia", by Grand Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

I Juan 2, 15-17. El amor al mundo y a Dios.

 15 No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. 16 Porque lo que hay en el mundo —la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la arrogancia del dinero—, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. 17 Y el mundo pasa, y su concupiscencia. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

martes, 25 de mayo de 2021

"La biblioteca del capitán Nemo", por Per Olov Enquist.

  Es curioso, de los tres libros que saqué de la biblioteca días atrás, de von Horváth, Söderberg y Enquist (las tres últimas reseñas de este blog) tenía sólo claro coger la novela de Enquist; no había leído nada suyo, pero sabía que el guion de la película de 1987 dirigida por Bille August, Pelle el conquistador fue adaptado por Enquist. Así, que esperaba mucho de la novela de Enquist y poco de las otras. Eso es lo genial de la lectura de autores no leídos anteriormente, que se descubren joyas como la novela de Ödon von Horváth, un verdadero estudio sobre la violencia humana y sus orígenes, narrada en una época crucial de Europa, pero aplicable a todo tiempo y lugar. También descubrí a Hjalmar Söderberg, con una novela más coyuntural pero bien pergeñada y, principalmente, con una capacidad de descripción psicológica de la evolución del protagonista francamente loable. ¿Y la novela de Enquist? Bueno, la verdad es que en un principio no conecté con ella, me parecía muy deslavazada, sin estructura, verdaderamente caótica, al menos en el prólogo, pero luego fui entrando, encajando con ella poco a poco.
 Al terminarla, reconozco que sí me ha gustado. Si el prólogo tenía tantas analepsis que hacía difícil entenderlo, luego ya sigue una línea temporal reconocible, aunque sigue pareciendo más un cuaderno de recuerdos tomados a vuelapluma  que una novela. Grosso modo, es la historia de dos niños que son intercambiados en la maternidad y, años después, restituidos a sus respectivas familias. Uno de ellos (no se dice su nombre) es el que narra en primera persona todos los acontecimientos desde que tiene uso de razón, es decir, desde que, siendo pequeño, lo apartan de su familia para llevarlo a otra. El chico digiere mal ese cambio, siente incluso que ha perdido en el mismo, pues, aparentemente, sus nuevos padres, sus verdaderos padres biológicos tienen una situación social más precaria y una salud (especialmente, una salud mental) mucho más enclenque. Inicialmente, a pesar de todo, la infancia es más o menos normal, para un chico de la Suecia rural de principios de siglo XX, pero luego todo empieza a torcerse.
 En la novela hay algo de metaliteratura, poco, pero algo hay. El propio título da pie a entenderlo así, además de que el chico tiene como amigo imaginario (benefactor, lo llama en la novela) al propio capitán Nemo, y se hace numerosas referencias a las novelas más conocidas de Stevenson, Verne y Conrad. 
 Abunda el humor, eso sí, muy escandinavo (humor negro, pero más sutil que el inglés), a juzgar por lo que voy encontrando en los escritores de aquella península europea que voy leyendo (Hamsun, Söderberg, el propio Enquist...). Bromas que, por ejemplo, mezclan las citas bíblicas con Winnie the Pooh. Y, en general, la narración casi indiferente de hechos terribles como son la propia confusión en el parto y el intercambio de las criaturas; las embolias de Alfild que la llevan a la locura y, finalmente, a la muerte; o el aborto y muerte de Eeva-Lisa. Todo ello contado con los ojos de un niño que no juzga ni valora, simplemente cuenta los hechos con esa mirada inocente, sin dramatismos.
 Eso es lo que aparentemente se narra en la novela, pero al final...
 Al final resulta que nada fue así. No  quiero destripar la novela por si alguien quiere leerla, pero diré que finalmente la novela es una historia de la locura. Locura que afecta a todos los personajes, pero principalmente al narrador, con sus personajes imaginarios, no sólo el capitán Nemo.
 Después de leerla me queda un regusto muy positivo, lo contrario que sentía cuando la empecé. Es una novela sui géneris, que no se parece a nada que haya leído, pero de una calidad muy alta.
 Al igual que con la novela de von Horváth, los párrafos están rotos en sus correspondientes oraciones, lo cual da una prosa rápida, sin concesiones a lo superfluo.
 Novela interesante por sus giros argumentales y por la capacidad de expresar sentimientos y pensamientos de un niño con sus capacidades mentales perturbadas, algo que, evidentemente, no es fácil, pero que Enquist consigue de forma magistral.

jueves, 20 de mayo de 2021

"Doctor Glas", por Hjalmar Söderberg.

  Novela breve introspectiva en la que un joven médico (quizás cuando fue escrita, principios del XX, ya se podía decir plena madurez) de treinta años reflexiona sobre la condición humana en general, aplicándosela a sí mismo y a sus conocidos, así como la validez moral del asesinato. Según parece, el relato causó revuelo en su Suecia natal por la aparente inmoralidad de considerar un asesinato como algo plausible cuando se pretende liberar a alguien del yugo de un matrimonio infeliz. Dicho escándalo también sirvió, supongo, para proyectar al tal Söderberg a los escaparates de las todas las librerías del país y traspasar sus fronteras poco después. A España, tristemente, llegó muy tarde, y, más tristemente aún, incluso hoy las versiones  disponibles no son traducidas directamente del sueco sino indirectamente del alemán o inglés.
 Inicialmente me ha recordado sobremanera a Casa de muñecas de Ibsen, al menos en la temática claro (toda vez que la obra del noruego es teatro y esto es narrativa), ya que, al igual que Ibsen, para contravenir la situación social predominante en toda Europa, en la que una mujer joven tenía que apechugar con el marido viejo que le había tocado en suerte. Aquí con una vuelta de tuerca más, puesto que se presenta a la mujer como una pobre víctima de las convenciones sociales, a aguantar el deseo sexual de su marido (para más señas, pastor protestante) e incluso le lleva (ciérrese los ojos de la mente aquí) a buscar un joven amante que le haga olvidar tan mal trago, ¡pobre mujer! En todo caso eso es en el primer tercio de la novela, pues luego todo se centra en el doctor Glas del título que queda obnubilado por la joven esposa y su terrible situación hasta el punto que comienza a discurrir cómo eliminar al viejo marido.
 Es por tanto un triángulo amoroso, cuadrado, si incluimos al amante de la tipa. Pero, por el lado del protagonista principal es todo reflexión en círculos, mucho pensar, poco actuar. Y del mucho pensar se acaba reblandeciendo todo, si no que se lo digan al bueno de Nietzsche. Glas comienza a fabular con administrar cianuro al viejo pastor para liberar así a la oprimida fémina (¡pobre mujer!); inicialmente para dejarle el camino expedito con su amante, pero poco a poco se va poniendo él mismo en tan cálido puesto. Lo cierto es que tanto lo piensa que finalmente lo ejecuta. El viejo pastor (tan viejo como cincuenta y ocho años) muere envenado, así, la viuda (¡pobre mujer!) queda libre de su opresión y el psicótico de Glas comienza a imaginarse en el lugar del muerto.
 Leído en 2021 (habiendo leído ya tantísimo, algunas cosas excelsas, otras pocas auténtica basura, y la mayor parte ni fu ni fa) no me ha producido tanto escándalo, tal vez porque la distancia de los ciento dieciséis años deja todo cloroformizado, pero entiendo que en 1905 la polémica estuviera servida.
 Y en buena medida, esa polémica debió llegar como consecuencia de una doble moral (más bien una moral a la carta) en la que el bueno del doctor Glas se permite aleccionar moralmente a aquellos clientes que acuden a su consulta para buscar la interrupción de un embarazo ( un aborto, caray, vamos a dejarnos de eufemismos) y, sin embargo, mata sin remordimiento a un tipo para liberar a su esposa (¡pobre mujer!) de una vida matrimonial insatisfactoria.
 Es probable que el propio escritor y, sobre todo, sus editores buscaran el escándalo con ahínco, como antes dije, para situar su novela en lugar de preferencia en los escaparates, con lo cual (como pasa siempre) esta discusión de si es moral o inmoral es, en realidad, totalmente artificial y buscada. 
 Escándalos, polémicas y revuelos al margen, la novela es bastante potable. Tiene una capacidad de descripción de la reflexión que no llega a la que consigue un tal Dostoyevski, pero no le queda muy a la zaga. Crea, por otro lado, personajes a los que no juzga en modo alguno sino que  deja que el lector empatice con uno u otro en función de su idiosincrasia. Quizá esa sea la estrategia de Söderberg, pergeñar una novela en la que el personaje principal juzga moralmente a todo el mundo pero actúa de forma inmoral, según la moralidad dominante del momento; todo ello crea un juego bastante interesante y que da para que el lector se interese y lo exteriorice con otros lectores.