Es curioso, de los tres libros que saqué de la biblioteca días atrás, de von Horváth, Söderberg y Enquist (las tres últimas reseñas de este blog) tenía sólo claro coger la novela de Enquist; no había leído nada suyo, pero sabía que el guion de la película de 1987 dirigida por Bille August, Pelle el conquistador fue adaptado por Enquist. Así, que esperaba mucho de la novela de Enquist y poco de las otras. Eso es lo genial de la lectura de autores no leídos anteriormente, que se descubren joyas como la novela de Ödon von Horváth, un verdadero estudio sobre la violencia humana y sus orígenes, narrada en una época crucial de Europa, pero aplicable a todo tiempo y lugar. También descubrí a Hjalmar Söderberg, con una novela más coyuntural pero bien pergeñada y, principalmente, con una capacidad de descripción psicológica de la evolución del protagonista francamente loable. ¿Y la novela de Enquist? Bueno, la verdad es que en un principio no conecté con ella, me parecía muy deslavazada, sin estructura, verdaderamente caótica, al menos en el prólogo, pero luego fui entrando, encajando con ella poco a poco.
Al terminarla, reconozco que sí me ha gustado. Si el prólogo tenía tantas analepsis que hacía difícil entenderlo, luego ya sigue una línea temporal reconocible, aunque sigue pareciendo más un cuaderno de recuerdos tomados a vuelapluma que una novela. Grosso modo, es la historia de dos niños que son intercambiados en la maternidad y, años después, restituidos a sus respectivas familias. Uno de ellos (no se dice su nombre) es el que narra en primera persona todos los acontecimientos desde que tiene uso de razón, es decir, desde que, siendo pequeño, lo apartan de su familia para llevarlo a otra. El chico digiere mal ese cambio, siente incluso que ha perdido en el mismo, pues, aparentemente, sus nuevos padres, sus verdaderos padres biológicos tienen una situación social más precaria y una salud (especialmente, una salud mental) mucho más enclenque. Inicialmente, a pesar de todo, la infancia es más o menos normal, para un chico de la Suecia rural de principios de siglo XX, pero luego todo empieza a torcerse.
En la novela hay algo de metaliteratura, poco, pero algo hay. El propio título da pie a entenderlo así, además de que el chico tiene como amigo imaginario (benefactor, lo llama en la novela) al propio capitán Nemo, y se hace numerosas referencias a las novelas más conocidas de Stevenson, Verne y Conrad.
Abunda el humor, eso sí, muy escandinavo (humor negro, pero más sutil que el inglés), a juzgar por lo que voy encontrando en los escritores de aquella península europea que voy leyendo (Hamsun, Söderberg, el propio Enquist...). Bromas que, por ejemplo, mezclan las citas bíblicas con Winnie the Pooh. Y, en general, la narración casi indiferente de hechos terribles como son la propia confusión en el parto y el intercambio de las criaturas; las embolias de Alfild que la llevan a la locura y, finalmente, a la muerte; o el aborto y muerte de Eeva-Lisa. Todo ello contado con los ojos de un niño que no juzga ni valora, simplemente cuenta los hechos con esa mirada inocente, sin dramatismos.
Eso es lo que aparentemente se narra en la novela, pero al final...
Al final resulta que nada fue así. No quiero destripar la novela por si alguien quiere leerla, pero diré que finalmente la novela es una historia de la locura. Locura que afecta a todos los personajes, pero principalmente al narrador, con sus personajes imaginarios, no sólo el capitán Nemo.
Después de leerla me queda un regusto muy positivo, lo contrario que sentía cuando la empecé. Es una novela sui géneris, que no se parece a nada que haya leído, pero de una calidad muy alta.
Al igual que con la novela de von Horváth, los párrafos están rotos en sus correspondientes oraciones, lo cual da una prosa rápida, sin concesiones a lo superfluo.
Novela interesante por sus giros argumentales y por la capacidad de expresar sentimientos y pensamientos de un niño con sus capacidades mentales perturbadas, algo que, evidentemente, no es fácil, pero que Enquist consigue de forma magistral.
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