lunes, 25 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "Smoke", de Wayne Wang

  Una de las mejores películas recientes que recuerdo (ya no tan reciente, de 1995), tal vez me gustó por el guión, que firmaron a medias Wayne Wang y Paul Auster; quizás por la sensibilidad mostrada, que tan infrecuente es en las películas de Hollywood, pero más habitual en el cine hecho en las costa Este (más europeo); o puede que me gustara por la excelente actuación de dos de mis actores contemporáneos preferidos, William Hurt y Harvey Keitel.
   Smoke cuenta la historia de varios personajes corrientes y molientes cuyo nexo de unión es la tienda de tabacos (no es exactamente un estanco que llamaríamos en España, ya que no se venden timbres o papeles oficiales), el hecho de que dicha tienda, y el hábito de fumar sean constantes en todos los personajes en la biempensante sociedad estadounidense ya supone una declaración de intenciones en sí mismo. Entre esos personajes está Auggie Wren -Harvey Keitel- como tendero que tiene una curiosa costumbre: fotografiar su tienda desde la esquina contraria, todos los días a la misma hora; Paul Benjamin, interpretado por Hurt, un escritor acuciado por la falta de ideas y por la muerte de su pareja, en realidad el álter ego de Paul Auster; así como otros secundarios que redondean la trama.
   El resultado es una película fresca, original, que no se pliega a las exigencias comerciales  habituales en el cine americano; una pequeña gran joya que se beneficia de la interacción de buenos escritores -en este caso Paul Auster- con directores de cine independiente como Wayne Wang.
 

domingo, 24 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Walden", de Henry David Thoreau

  Ya hablé de Thoreau en una entrada anterior, es uno de los autores filosóficos -sí, filosóficos, aunque nunca estudiara en prestigiosa universidad, fue filósofo pues trató de averiguar la esencia misma de la vida y las razones para afrontarla- que más ha marcado mi vida en los últimos tiempos. Había leído Desobediencia civil, con algunos párrafos que me quitaron la respiración y que tuve que anotar rápidamente para asimilar su sencillo pero a la vez profundo sentido. Ahora comienzo con Walden, en una cuidada y muy bien prologada versión de Cátedra, esta:
  El ensayo es epónimo del lago Walden, un lago de origen glaciar en el estado de Massachusetts, al que Thoreau se retiró para vivir una vida sencilla. Vivió allí más de dos años en una pequeña cabaña de madera sin ninguna comodidad en la que estuvo buscándose su propia comida y manteniéndose cual ermitaño. El resultado es una apología de la vida natural y sencilla, muy alejado del capitalismo que ya se imponía por aquella época -1854- y que ha conquistado a toda la humanidad con su consabido "tanto tienes, tanto eres".
   Thoreau demostró la necesidad de una simplificación en nuestra vida para poder encontrar lo que es verdaderamente esencial, y no desperdiciarla con aspectos secundarios e irrelevantes. En mi opinión, los postulados de Thoreau son siempre válidos, pero en épocas como la actual en la que nos atenaza el miedo a la crisis, a la pobreza, a la pérdida de un cierto estándar de vida, la vuelta a la esencia de las cosas nos permitirá liberarnos de toda esa morralla capitalista que solo consigue hacernos más infelices cuanto más cosas poseemos.

Parques para leer: "El Campo Grande"

  Este es, claramente, el parque de mi madurez. A menos de cinco minutos de mi casa y teniendo niños pequeños, el Campo Grande se ha convertido en mi segundo hogar y, espero, sea el segundo hogar de L y D. 
   El Campo Grande comparte muchas similitudes con El Retiro: ambos son los parques históricos de sus respectivas ciudades, verdaderos pulmones de Madrid y Valladolid; al lado de ambos parques he vivido y vivo yo, afortunado de mí... ¿afortunado? Relativamente, al menos en este último lo elegí conscientemente, quería vivir cerca del Campo Grande; y, por último, ambos son un tanto melancólicos, al menos esa es mi apreciación, quizás porque su forma actual es de tiempos del Romanticismo -aunque, por supuesto, existieran con mucha antelación-.
   En el Campo Grande he leído decenas de novelas e incontables poemas, generalmente mientras mis hijos jugaban en sus columpios -por cierto, de los mejores columpios que he conocido, tanto en mi infancia como en la actualidad-. La única pega que le pongo, y que en buena medida es debido no a un fallo del parque si no a la edad que uno va cumpliendo, es que es demasiado umbrío, demasiado húmedo; más de una vez, tras estar leyendo varias horas, he tratado de levantarme del banco y he notado que mi espalda decía que no. Por lo demás, es la mejor joya que tiene la ciudad de Valladolid.
 

sábado, 23 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Camino de perfección", de Pío Baroja

  Cada vez que releo a un autor de la Generación del 98 me siento como si volviese a una antigua casa que no visito desde mi juventud, reencuentro viejos personajes, formas acostumbradas, argumentos conocidos... Ahora vuelvo con el maestro donostiarra con su Camino de perfección.
   Camino de perfección es paradigma del cambio acaecido en este genial grupo de escritores: del Costumbrismo propio del siglo XIX al Modernismo que revitalizaría el albor del nuevo siglo; la descripción objetiva de paisajes y personajes pierde importancia en favor de la visión subjetiva de los protagonistas. La culminación de esta evolución en la obra barojiana sería en la archiconocida El árbol de la ciencia. Por otra parte, las características propias de la Generación del 98 se plasman claramente: la preocupación por la decadencia, no solo del país como Estado sino de la sociedad en su conjunto; la vuelta a la espiritualidad y el misticismo representados en la austeridad del paisaje castellano... De hecho, el personaje principal, Fernando Ossorio, es claramente un trasunto de España, un tipo abúlico que no es capaz de decantarse por nada y que gracias a viajes por la geografía española consigue reencontrarse en su más íntimo ser.
   Baroja, que murió a sus ochenta y tres años con perfecta lucidez mental, escribió Camino de perfección con tan solo veintiocho... un verdadero maestro. Maestro en verdad, la prosa, no solo de Baroja sino de todo los noventayochistas, es un ejemplo a seguir, por su claridad expositora, su escrupuloso respeto a las normas gramaticales y sintácticas -aspecto que, por desgracia, no se puede resaltar de muchos autores actuales, incluido alguno que fue reportero de televisión y ahora es Académico-, y por sus enormes personajes descritos con sencillez y gusto.

viernes, 22 de febrero de 2013

Bucle temporal

  En la conocida sala de espera, F se concentraba en la lectura mientras esperaba que llamaran a su mujer. Todo rutinario, todo esperable. De pronto, en una consulta cercana oyó mentar su propio nombre: "FLM", ¿estaría equivocado? "¡FLM!" Más fuerte resonó su nombre. No podía ser, sus apellidos eran infrecuentes, ¿cómo iba a haber otro tipo llamado igual? Resonó más fuerte aún la llamada: "¡FLM!" F no lo dudó más, se levantó, dio los cinco o seis pasos que le separaban de la enfermera y, cuando estaba a punto de preguntar, oyó una voz conocida: "sí, soy yo". Automáticamente, F se volvió hacia la voz... Lo que habría de ver le helaría el corazón: él mismo estaba allí, sentado, más envejecido, demacrado, calvo... pero era él. Solo pudo ser testigo de la breve conversación de su otro yo con la enfermera, "pase, ahora le damos los resultados de oncología". ¡No puede ser! ¿Estaré soñando? Fue a recepción, tembloroso, con la citación en la mano. "Perdone señorita, ¿dónde es esto?" La chica de recepción miraba con sobresalto al papel y al paciente. "Señor, esta cita suya es para dentro de cinco años... pero... no puede ser, en el ordenador me pone que ya ha entrado usted a consulta".
 

jueves, 21 de febrero de 2013

Parques "para leer": El Retiro

  Iniciando esta nueva sección, la de parques públicos que utilizo para perderme y leer, no podía por menos que comenzar por El Retiro; ya dije que, habiendo pasado mi infancia y juventud en la calle Ibiza de Madrid, El Retiro se constituyó como mi segundo hogar, el paisaje de mi niñez.
   Ya en mi juventud, cuando la lectura se había consolidado como un refugio a las asperezas de la vida y a las insatisfacciones de las relaciones humanas, El Retiro me vio leer libros enteros, hora tras hora, sentado en alguno de sus miles de bancos, fundiéndome yo mismo con aquel agraciado paisaje. Recuerdo haber leído allí Campos de Castilla de Antonio Machado o aquella antología poética que mencioné haber comprado en la Librería San Ginés... incluso recuerdo haber escrito pequeños relatos, ya perdidos, en aquellos incómodos bancos.
   No sé cuántas horas de mi vida "habré dejado" en El Retiro, primero con mi madre, cuando era un niño pequeño; luego con mi abuelo Alfonso, en caminatas matutinas que precedían a la comida dominical y que supusieron charlas interminables que jamás olvidaré; ya en mi juventud, en soledad, con mis fantasmas... El Retiro siempre estuvo ahí, y, por supuesto, también en una de mis actividades fundamentales, la lectura.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Enemigos" de Isaac Bashevis Singer

  Era esperable que me gustara Bashevis Singer: por ser un escritor judío europeo superviviente del Holocausto; por escribir en esa lengua que fue borrada de Europa, su territorio de origen, el yidish; por hacer referencia de la cultura askenazí, otra cultura con millones de practicantes que fue erradicada de esta Europa tan "políticamente correcta". Por cierto, como mero inciso, me parece sorprendente que las palabras yidish o idish o yidis  que, claro está, definen esa lengua judeo-alemana que se habló por millones en Europa y ahora se hace, en menor cuantía, en Israel, Estados Unidos, Argentina o Reino Unido, no estén reconocidas en el Diccionario de la Real Academia; esta falta de atención al vocablo que denomina una lengua supone que haya que tomarlo como extranjerismo y escribirlo en cursiva o con comillas; ¿acaso no hay más relación con el yidish, especialmente en países hispanohablantes como Argentina o Uruguay, que con el iroqués, que sí tiene término reconocido por la Real Academia? En fin, si algún sesudo académico leyese esto, espero que se muestre una mayor sensibilidad al respecto.
   De Bashevis Singer solo he leído una monumental recopilación de cuentos, muy originales y sorprendentes; ahora continúo con Enemigos, "una historia de amor", como reza el título, de dos supervivientes de la Shoah y residentes en Estados Unidos; por cierto, la versión es de RBA y la traducción a partir de la versión ya traducida previamente al inglés, es lamentable que, habiendo buenos traductores del yidish -esa lengua sin siquiera nombre en español- a la lengua española, se continúe con traducciones de traducciones...¡en fin, será cosa del negocio editorial!
  Otra cuestión interesante de Isaac Bashevis Singer es que habiendo tenido que superar el odio nazi y todas las adversidades de la marginación y el exterminio de aquellos oscuros años, fuera un notable activismo del vegetarianismo, incluso llegó a decir que: "En relación con los animales, toda la gente es nazi; para los animales, esto es un eterno Treblinka", sorprende tal afirmación -sobre todo porque equipara la vida de un ser humano a la de un animal-, en cualquier caso era uno de los pocos suficientemente libres para poderlo decir, cualquier otro hubiera sido tildado de frívolo o de antisemita.

martes, 19 de febrero de 2013

Inciso cinematográfico: "Tartufo", de F. W. Murnau

  Otra película de Murnau, basada en el clásico de Molière, Tartufo. En realidad es bastante literal: se mantienen los nombres principales, Tartufo, Orgón, Elmira; el argumento, la influencia de Tartufo sobre Orgón con la finalidad de hacerse con su fortuna y la desconfianza y final desenmascaramiento por parte de Elmira; así como las intenciones generales de Molière de denunciar la hipocresía de cierta parte de la sociedad de su momento y la sumisión de los ciudadanos a la religión y sus representantes. La adaptación "moderna" (todo lo moderna que puede ser una película de 1925) de Murnau consiste en que la historia es traída a través del cine ambulante por el nieto de un rico hacendado para que su abuelo sea consciente del abuso al que es sometido por parte de una criada.
   En mi opinión una obra de menor importancia que Fausto o El último -del que ya hablé en una entrada anterior-, pero en cualquier caso mantiene el encanto del cine mudo, las características propias de Murnau y su actor fetiche, Emil Jannings.
  La película sería la última que rodaría en Alemania, pues la siguiente, Fausto, la rodaría en Hollywood, donde residiría hasta su muerte.
 

lunes, 18 de febrero de 2013

Juanjo Millás

  Sigo con escritores contemporáneos, Juan José Millás. Recuerdo haber leído de este autor, entre libros míos o prestados: El desorden de tu nombre, La soledad era esto, El mundo, Laura y Julio y Los objetos nos llaman.
   De Millás me gusta su sencillez, su naturalidad; historias sin grandes complicaciones, sin altas pretensiones... pero novelas eficientes, con giros audaces en la trama... relatos que dejan un buen sabor de boca, que aúnan un uso correcto de la lengua con una imaginativa descripción de la cotidianeidad.
  Salvando las distancias me recuerda mucho a Saramago, aunque, a diferencia del portugués, su sintaxis sea mucho más "acorde a las normas"; me recuerda a Saramago en su afán de hacer de una pequeña historia sin muchas ínfulas una reflexión interesante sobre la existencia, sobre la identidad, gracias a una introspección psicológica por la que también me siento atraído.

sábado, 16 de febrero de 2013

Ahora leyendo: "Ochenta y seis cuentos", de Quim Monzó

  Lo primero que leo de Monzó, cosa extraña, porque es un tipo al que sigo en sus apariciones televisivas desde hace años y, recientemente y gracias a los avances en las redes de comunicación -léase youtube-, en años pasados cuando colaboraba en TV3.
   Reconozco que, desde la inveterada cuna de Felipe II donde ahora vivo o desde la capital imperial donde nací y crecí, tendemos a ver a los escritores catalanes desde dos puntos de vista estereotipados y contradictorios. Por un lado, la mayoría votante y pudiente los ve como un grupo de díscolos antipatriotas secesionistas que encima se empeñan en escribir en su "marginal dialecto"; por otro, la minoría sufriente y humillada, los vemos como una cuña que nos permitirá romper la caspa, el moho y la roña y abrir de una vez por todas este mentado país al siglo XXI (o al menos salir del XV en el que todavía nos tienen). Obviamente visiones manidas fuente más de los odios y amores que unos y otros profesan; los escritores catalanes, naturalmente, son como el resto (no del Estado -ni del "país más antiguo" como dicen-, sino del mundo), gente que se afana por mostrar su visión de la vida y luchar contra todo y contra todos por mantener su individualidad frente a esos estereotipos; de hecho, hay quien asegura, aunque esto me temo que no es demostrable empíricamente, que los escritores catalanes serían seres humanos corrientes y molientes, y que no han sido pagados como espías con el "oro de Moscú".
   En fin, que empiezó con Monzó, espero que el humor irónico que destila en cada aparición televisiva se encuentre también en sus escritos... realmente necesito reírme un poco de todo y de todos.