martes, 6 de agosto de 2013

Nomadismo y sedentarismo

  Según los doctos, el sedentarismo supuso un avance fundamental en el progreso de la sociedad humana. Se abandonaba la caza y recolección por la agricultura y ganadería; las viviendas mejoraban y permitían llegar a zonas con climas más adverso; la transmisión cultural también mejoraba... todo parece mejor con el sedentarismo, pero... ¿acaso no se perdió nada? Cuando el hombre primitivo se asentó resurgieron con más fuerza las viejas desigualdades, las jerarquías que le asimilaban al nivel de los otros animales; los maltratos entre unos y otros aumentaban, se cronificaban; algunas enfermedades, incluso, repuntaron al perder el nomadismo... pero sobre todo el hombre perdió libertad, capacidad de innovar y posibilidad de cambios. En otros tiempos la superación de alguna contrariedad se conseguía cambiando de situación; la búsqueda de nuevos lugares suponía, y a fecha de hoy también lo podría ser, un acicate, una posible sorpresa, una posibilidad por remota que sea. Estoy convencido de que la sensación de alienación que muchos sentimos en esta "inhumana sociedad" puede romperse con cambios de residencia; quizás incluso muchos suicidios podrían ser evitados si el desesperado valorara la posibilidad de abandonar la ciudad en la que vive cambiando así su fatal destino. Es posible que un porcentaje no pequeño de nuestro carácter, de nuestra personalidad esté ligado al lugar de residencia, de manera que mudándonos cambiamos no solo de residencia sino de vida e incluso de forma de ser, al menos en algún aspecto.
  Sin duda este moderno nomadismo podría ser calificado de huida hacia delante, de no afrontar los problemas sino huir de ellos, pero, en la irremisible temporalidad de nuestras vidas, ¿qué importancia tiene el vivir en uno u otro sitio? Total, todo será cambiar de residencia unas cuantas veces hasta cesar de existir.

lunes, 5 de agosto de 2013

Leído estas vacaciones: "El banquero anarquista", de Fernando Pessoa

  Cuando un gigante de la poesía, triplicado en sus heterónimos, como Fernando Pessoa escribe algo en narrativa, es natural que pase casi desapercibido. Ese podría ser el caso de El banquero anarquista, sin embargo la genialidad también alcanza a este relato.
   El relato es genial por ser original, ingenioso, por salirse de los temas trillados y de lo comercial. Pero sobre todo es genial, en mi opinión, por sacar unas conclusiones sobre la sociedad humana que son absolutamente irrefutables e indicar el profundo conocimiento del alma humana por parte del autor.
  El argumento es sencillo, dos conocidos hablan de un tema particular y curioso: uno de ellos, siendo un rico banquero, se declara anarquista. Lo mejor de todo es como describe la imposibilidad de éxito de todos los movimientos sociales que han buscado la igualdad entre los seres humanos -anarquismo, comunismo... incluso el cristianismo bien entendido-. Deja claro que el fin del hombre de imponerse al otro es consustancial a su ser; no puede evitarlo, el hombre explota a su semejante de forma tan natural como un gato caza a un ratón. No hay nada que hacer, como dice el texto, de forma natural se "engendra tiranía" entre los hombres. Triste fin el de la humanidad: ser tan animal como cualquier otro pero siendo consciente de su brutalidad.

domingo, 4 de agosto de 2013

Leído estas vacaciones: "Uno, ninguno y cien mil", de Luigi Pirandello

  Una curiosa mezcla entre novela autobiográfica y ensayo sobre la veracidad de nuestras más principales creencias.
  De Pirandello había leído Seis personajes en busca de autor, una ingeniosa fábula de inversión de roles entre autor y personajes, dándole la vuelta como a un calcetín a la creación en dramaturgia, un verdadero esfuerzo intelectual. Me pareció original, interesante, no me llegó a llenar completamente, pero, teniendo en cuenta que había sido escrita en 1921, se me antojó innovadora y notable.
   Con esta ya no me cabe duda: Luigi Pirandello era un verdadero buscador de la creación literaria, alguien que no se conformaba con escribir pasables novelas que le reportaran fama y el dinero suficiente como para vivir de ello -como, por otra parte, hacen la mayoría de los "escritores que publican" actualmente, favorecido por el lamentable y endogámico panorama editorial- no, Pirandello trató de ser original... un renovador.
  Uno, ninguno y cien mil cuenta la historia de un adinerado y joven caballero, heredero de una gran fortuna de origen financiero a quien todos toman por un pobre hombre (su mujer que lo trata como a un niño pequeño, sus apoderados del banco que lo estafan y manipulan; y los clientes que lo toman por un insensible usurero) que, sin embargo, reflexiona sobre las identidades: quién es él mismo, quién creen otros que es, quiénes cree él que son los otros, etc. Vitangelo, ese es su nombre aunque el se llama despreciativamente Moscarda, decide experimentar sobre su propia identidad tomando decisiones apresuradas y aparentemente irreflexivas sobre el banco y sus negocios sorprendiendo a propios y extraños. Como antes decía, un ensayo novelesco o una novela de ensayo.

sábado, 3 de agosto de 2013

Leído en estas vacaciones: "El condotiero", de Georges Perec

  Y con ésta novela termino de leer la obra completa del malogrado Perec. Antes leí: La vida, instrucciones de uso; La cámara oscura; El secuestro; Las cosas; El gabinete de un aficionado; ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?; Lo infraordinario; y Un hombre dormido. Traducidas al español tenemos esas nueve novelas de uno de los mayores genios literarios del siglo XX.
   Es su primera novela. Diferente y a la vez semejante a las otras. Diferente porque es una novela policíaca, que se inicia con un asesinato y continúa con su justificación y explicación; semejante en la capacidad del autor para enredar la trama, buscar referencias externas a la misma que la enriquezcan o compliquen, ramificar la psicología de los personajes hasta hacerlos verosímiles a la par que torturados... en definitiva, esta novela es el prólogo de uno de los autores más deliciosamente complejos que ha dado el viejo continente.
   Leer a Perec es ahondar en un misterio eterno solo revelado a los iniciados, como decantar un precioso licor que hubiese permanecido ignoto durante décadas, como sentir lo que un viejo maestro del Renacimiento hubiera querido transmitir en sus óleos y que permaneciera oculto por los siglos. En cada página de Perec hay una descripción, un giro del argumento o un guiño cultural que dejan tal sabor de boca que le hace lamentar a uno que el "maestro de la rue de Vilin" muriera con tan solo cuarenta y seis años.

viernes, 26 de julio de 2013

Ahora leyendo (en narrativa): "El crimen del padre Amaro", de José María Eça de Queiroz

  También es lo primero que leo de este autor, que pasa por ser uno de los mayores narradores "modernos" en lengua lusa.
   Cuentan que Eça de Queiroz fue un hombre afortunado. Diplomático, vivió en Francia e Inglaterra entre otros lugares y pudo retratar con fidelidad -quizá gracias a la comparación de destinos más benignos- a su Portugal natal, tan atrasado, tan tradicionalista, tan hipócrita, tan casposo... probablemente igual que el otro país con el que comparte la Península ibérica. En El crimen del padre Amaro retrata esa caterva de individuos de negro y alzacuellos que han pululado y todavía pululan por estos países, haciendo y deshaciendo a su antojo, manejando los dineros de la gente con la misma brutalidad con la que manejan sus conciencias, predicando una cosa en el púlpito y haciendo lo contrario en la calle, poniéndose como ejemplos a seguir y siendo lo peor de la sociedad humana... en fin, ¡qué no habremos visto!

  Ni que decir tiene que Eça de Queiroz fue maltratado por los poderes fácticos del país vecino, acusado de "traidor a la patria" y que sus libros fueron prohibidos hasta hace poco tiempo. Leerlo hoy debía ser un simple recordatorio de cómo fueron las cosas hace décadas -siglos parecería-, pero me temo que todavía sigue de actualidad.

martes, 23 de julio de 2013

Depresión acompañada

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Hay un momento en la vida de todo depresivo en el que ya sabes que no hay vuelta atrás. Un punto de no retorno: cuando las personas que comparten tu vida, aquellas que realmente te quieren, se cansan de sacarte a flote una y otra vez; puede ser tu pareja, tus amigos, tus hijos, tus padres... los mismos que se han apiadado -y a los que has explotado sintiéndote bien como víctima, haciéndote “el enfermito”- una y otra vez. Pero todo tiene un límite en la vida. Incluso ellos, que realmente te quieren, se cansan de la situación sin solución que recurrentemente les exige unas fuerzas de las que no están sobrados, al fin y al cabo ellos también tienen que vivir. Es, por tanto, un cansancio justificado y comprensible, pero deja al depresivo con la certeza de que está totalmente a merced de la tormenta interior que lo arrastra al fondo como si estuviera vestido con un traje de plomo, no hay nada que hacer, por mucho que trates de flotar la depresión te hundirá. No se está solo, pero llega un momento en el que te tienen que dejar hundir... he podido constatar personalmente en los que me rodean, agotados, asfixiados como están.
Convivir con un depresivo es algo que normalmente no es tenido en cuenta por la mayor parte de los psicólogos. Tan solo en el caso de niños y jóvenes, a los que no se suponen estrategias suficientes para luchar contra la depresión. En terapia antidepresiva, a la que llevo años infructuosamente adherido, no hay gran atención al “otro”, al que sufre la depresión de su pareja, de su amigo, de su familiar. Nadie parece entender el inmenso cansancio, frustración y agotamiento que los depresivos generamos en los que nos rodean. En algunos casos nos han elegido -parejas, amigos- en otros no -familiares- pero todos sufren el mismo tipo de estrés.
El enfermo depresivo -le voy a dar el sobrenombre de enfermedad, pues su cronicidad lo convierte en patología- es como un niño mimado que requiere a todas horas a su mamá. Desde fuera, o mejor dicho sin sensibilidad, pareciera que simplemente es eso, alguien que quiere atención en todo momento... y poco más. Por supuesto, los suicidios desmienten este extremo, además del grado extremo de frustración y sinvivir del que normalmente es consciente el propio enfermo. Por otra parte, llegado al punto de no retorno del que antes hablaba de cansancio del otro junto con la práctica ausencia de vida social hace que el depresivo acabe normalmente solo, ya no es por tanto posible “llamar la atención”.
Es frecuente que el depresivo, individuo dotado de una extremada sensibilidad, llegue a acusar a sus acompañantes de falta de la misma, de indiferencia, de pasividad... de dejarle hundirse, pero suele ocurrir que, cuando azota la galerna de la depresión, las escasas fuerzas y atenciones del enfermo están puestas en sí mismo y en su posible salvación – a veces no, a veces hay un gusto morboso en dejarse hundir- y los cuidados de los otros siempre saben a poco.
Los síntomas claros de la depresión -pensamiento negativo, insomnio, cansancio crónico, falta de contacto social, nula resiliencia, incluso molestias o dolores físicos- se acentúan cíclicamente como un recordatorio de tu personal arquitectura psíquica. Dichos síntomas afectan también al acompañante hasta el punto de hacer imposible una vida en familia o una amistad. Sería muy interesante que la psicología moderna tomara más en cuenta a los acompañantes del depresivo, que entraran a terapia, tanto solos como con el enfermo, para tratar de sobrellevar, me temo que no es posible la cura total, la enfermedad.

lunes, 22 de julio de 2013

Ahora leyendo (en poesía): Antología de Álvaro de Campos I

  Continúo con Álvaro de Campos editado por Ábada Editores. Por disponibilidad en la librería comencé por el tercer volumen que esta editorial dedicó a de Campos; puede que no sea relevante en los casos de Ricardo Reis o Alberto Caeiro, pero sí lo es en la obra de Álvaro de Campos, ya que sí hay evolución literaria en este heterónimo y, según parece, en Ábada han decidido seguir un orden cronológico.
   Según dije en otra entrada, Álvaro de Campos se inició, siempre sintiéndose deudo de Alberto Caeiro, por el decadentismo, pasando luego al futurismo para acabar en posiciones del nihilismo literario. En realidad en esta primera entrega he observado más influencia del futurismo que decadentismo, no he visto tanta evasión de la cotidianidad o vindicación del individualismo como alabanza de la modernidad y del maquinismo. Reconozco tener un poco de tirria al futurismo; no es que admire la poesía parnasiana y su bucólico reflejo pastoril... pero de ahí a buscar la belleza máxima en el funcionamiento de un motor de explosión... por no hablar de las veleidades fascistas de los futuristas encabezados por Marinetti.
  En contraposición a su citado maestro, Alberto Caeiro, de Campos se deja arrastrar por las modas literarias vigentes en Europa en su momento. Y pensar que todo esto cabía en una sola cabeza...
 

domingo, 21 de julio de 2013

Ahora leyendo (en narrativa): "Abril quebrado", de Ismail Kadaré

  Lo primero que leo de Kadaré. Otro balcánico, ¡buff qué obsesión! Esta vez un albanés. Me parece interesante reflexionar que siendo Albania un país tan pequeño, de un tamaño semejante a Galicia y con una población total como la ciudad de Madrid -aunque con los residentes fuera del país llegan a los cinco o seis millones-, probablemente no sabríamos nada de sus centenarias y particulares costumbres si no fuera por autores como Kadaré que las llevan a una verdadera universalidad.
  Porque, según queda meridianamente claro en la novela, el montañoso norte de Albania es un mundo aparte del resto de Europa. Allí prevalece un derecho consuetudinario sobre cualquier ley escrita, se llama Kanun, y rige las vidas de los montañeses con preceptos estrictos y, a mi modo de ver, alienantes. De hecho, el personaje principal, Gjorg, se ve forzado a asesinar a un hombre que previamente asesinó a su hermano, una forma de "lavar la sangre", pero con todos los detalles perfectamente prefijados: cuando ha de hacerlo, de que modo, qué ha de hacer después de matarlo... Es una suerte de destino del que no puede escapar.
  La trama, que no omite ningún detalle del Kanun que afecte al personaje, está narrada con suficiente amenidad para que no resulte asfixiante; en verdad, no es difícil identificarse con su angustia, ya que, a pesar de haber hecho todo "correctamente", sabe perfectamente que será asesinado cuando finalice un periodo de tregua que denominan besa.
  Es una novela muy original y que tiene, como antes dije, un valor testimonial de unas costumbres ancestrales de un pequeño rincón de Europa.
 

sábado, 20 de julio de 2013

Leído estas vacaciones (en narrativa): "Padres e hijos"de Iván Turgueniev

  Tenía muchas ganas de leer esta novela, entre otras cosas porque soy muy aficionado a la narrativa rusa con sus prolijas descripciones, tempo lento y personajes complejos y problemáticos... además, había leído en no sé que crítica presentar a Padres e hijos y a su propio autor como lecturas de referencia en el ámbito del nihilismo literario.
   Cuando hablo de literatura rusa no puedo evitar citar a uno de mis padres espirituales: León Tolstoi. No tanto en el ámbito literario, aunque disfruté enormemente (nunca mejor aplicado el adverbio dado las longitudes de las obras) con Guerra y paz o Anna Karénina; pero considero mejor filósofo que escritor al gran Tolstoi, he aprendido más cómo comportarme a diario con El reino de Dios está en vosotros o en La muerte de Ivan Illich, pero sobre todo creo haber aprendido a aprovechar la intensa formación católica que recibí en mi infancia, limpiándola de toda clase de mierdas sociales hasta llegar a la pureza del Evangelio (es decir eliminando lo superficial: los "vaticanos", curas pederastas, obispos ansiosos de poder...). 
  ¡Qué decir por otra parte de Fiodor Dostoievsky! Me cuesta mucho recordar otra novela con la que haya disfrutado tanto como con Crimen y castigo, por cierto menuda adaptación cinematográfica la de 1935 con el "todopoderoso" Peter Lorre... Por supuesto tampoco olvidaré los atormentados personajes de Los hermanos Karamazov.
  Citaré también a Goncharov y su emblemático Oblómov, personaje abúlico ídolo de las masas de desheredados enfermos de literatura entre los que me cuento.
  Bueno, ahora toca Turgueniev...
   Me ha pasado muchas veces: espero mucho de una determinada novela y luego cuando la leo, aunque no me acaba de disgustar, no me llena... y viceversa. Tal vez me ocurrió eso con Padres e hijos. En primer lugar, la extensión. Comparada con las de Tolstoi, es casi un relato, como mucho una novela breve. La ambientación de la novela sí es típicamente rusa, concretamente del medio rural. Los personajes, aun estando bien delineados, no tienen la intensidad psicológica de los de Dostoievsky. El argumento principal, el choque generacional; los argumentos secundarios, la evolución social de Rusia o la eliminación de los anacronismos sociales del zarismo son interesantes, pero no acaban de llenarme. ¿Y eso del nihilismo? En efecto, se presenta al personaje principal, Bazárov, como un nihilista convencido que desprecia todo como meras convenciones sociales carentes de sentido y se trata de mostrar al lector cuál ha de ser, supuestamente, la actitud vital de alguien que se tiene por tal; mi crítica en este punto es que todo es demasiado superficial, sí, el personaje es nihilista, pero parece más un chico joven que ha leído algo sobre el tema y le gusta la moda... algo impostado y falso.
  Aun así, no acabaré este texto sin recomendar la lectura de Padres e hijos. No es la mejor novela que he leído en los últimos meses, pero sí merece la pena... ¿he encontrado alguna que no mereciera la pena en absoluto?

viernes, 19 de julio de 2013

Leído en estas vacaciones (en poesía): "Antología poética de Blas de Otero"

  En una edición de Alianza, una antología bastante amplia que abarca desde sus poemas de juventud, casi adolescencia, hasta aquellos que quedaron inconclusos.
   Blas de Otero, un buscador. Esa sería la tarjeta de presentación ideal. Puede que no sea muy original tratándose de un poeta, pero quizá en él sea más evidente. Muchos de sus poemas aparentan una seguridad impostada, en una imagen sempiterna y tradicional de Dios, de la vida, de la muerte... pero en realidad la pregunta sin respuesta subyace en el interior. Blas de Otero fue incluido en esa "Poesía desarraigada", y en cierto modo participa de algunas de sus características: existencialismo, preocupación por el hombre, una visión desesperanzada de la vida... pero no llega al nihilismo militante de algunos de sus componentes. En él se aprecia una religiosidad muy convencional, profunda, pero también desesperada; es curioso, pero me ha recordado en algunas ocasiones a mi abuelo Alfonso (que no tenía nada de poeta, por cierto) en unas temibles charlas que tuvimos en mi adolescencia, de hecho, en mi opinión, la temática religiosa es más abundante que la social o la existencial.