sábado, 5 de julio de 2014

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 Echarle ganas. Armarme de energías, desafiar todo lo desafiable y salir a la calle vestido de optimismo con una sonrisa... y vivir... Y que un simple contratiempo, una mala cara, una respuesta injusta me recuerde que todo lo que puede salir mal saldrá, que solo soy un muñeco roto por dentro, que no soy capaz de nada... que no soy nada.

viernes, 4 de julio de 2014

Ahora leyendo: "El Golem", de Gustav Meyrink

 Una gran y extraña novela compuesta por capítulos aparentemente inconexos, solo sutilmente hilados por el personaje principal, Athanasius Pernath y por el ghetto judío de Praga, omnipresente. Multitud de personajes se atropellan unos a otros sin evidente relación. Es un texto difícil en el sentido kafkiano: la sensación opresiva de estar viviendo una pesadilla o un estado febril permanecen de principio a fin. Lo irreal predomina en los pensamientos del personaje principal al que, de forma velada, sus coetáneos tratan como loco.
  La archiconocida historia del Golem persiste también, pero no en el sentido clásico, el del rabino Löeb que crea un muñeco de barro para proteger al ghetto, sino como álter ego del personaje. El Golem es por tanto nuestro otro yo, el lado oscuro, el lobo estepario de Hesse, el Mr. Hyde de Stevenson... el lado salvaje que todos tenemos.
 El ghetto judío de Praga se convierte en un protagonista colectivo, de hecho se podría decir que es una novela coral. Su abigarrado y caótico urbanismo se impone en esa abrumadora realidad onírica y febril del relato: callejones oscuros, casuchas sin ventanas, laberintos sin sentido, pasadizos secretos... un submundo que ya no existe salvo en las kasbas de algunas ciudades magrebíes.
 Los personajes secundarios son más esbozados que definidos: irreales, absurdos, enfermizos... son los perfectos habitantes de la judería, como ella son grotescos y extraños. Sus vidas son obsesivas y sin sentido, dedican su existencia a ocupaciones estúpidas pero centenarias, tan centenarias como el propio ghetto.
  Es difícil no relacionar a Meyrink con Kafka, el epíteto kafkiano se aplica a la perfección a "El Golem". Dicen, yo hasta el momento no he leído más del autor, que Meyrink repitió una y otra vez el modelo en la estructura de sus novelas, al parecer por el éxito cosechado por esta. 
 El ocultismo, mejor dicho el esbozo del ocultismo, es otra característica de la novela, se citan someramente aspectos de la Cábala y del Tarot, pero sin llegar a profundizar en absoluto en ellos.
 La prosa, por otro lado, es rápida, poco profusa en adjetivos, de lectura rápida, que alivia ligeramente la opresiva sensación que deja la trama. Es una narración casi periodística, impropia de un texto de 1915.  
 Las semejanzas con Kafka son enormes: el tiempo que Athanasius Pernath pasa en la cárcel acusado del asesinato de Zottman es típicamente kafkiano, tanto como El proceso, ya que un aspecto surrealista inunda esos pasajes (la sinrazón del encarcelamiento, el absurdo comportamiento del juez de instrucción, los carceleros y los internos...). 
 Finalmente, la destrucción del ghetto judío de Praga que se muestra en la conclusión de la novela es el punto final al que Kafka se refirió en varias ocasiones, sobre todo cuando recuerda que los "judíos tienen más del antiguo ghetto que de las higiénicas avenidas modernas". La pregunta clave es: ¿hubo influencia de uno sobre otro? El Golem se publicó en 1915, el mismo año que La metamorfosis, pero, sin embargo, El proceso o El castillo fueron publicadas de forma póstuma el año 25 -aunque escritas una década antes-; Meyrink y Kafka no se conocieron -probablemente- con lo cual ¿pudieron relacionarse de forma epistolar o como escritor-lector? Tampoco parece probable. Lo interesante es, por tanto, que la sociedad angustiosa que muestran debió existir no solo en sus mentes, pues es harto improbable que dichas subjetividades se parecieran tanto. En este punto es curioso como la crítica tradicional ha descrito el mundo de ambos -sobre todo el de Kafka- como una intelectualización subjetiva, debida a la particular psicología del autor; a la luz de este razonamiento, es más probable que la sociedad centroeuropea del cambio de siglo fuera efectivamente deshumanizadora, absurda y opresiva, y que no solo estuviera en la cabeza de estos escritores. 

martes, 24 de junio de 2014

"Greguerías", de Ramón Gómez de la Serna

 Desde el colegio conocemos a Ramón Gómez de la Serna, tanto que no valoramos en gran medida su aporte literario fundamental -la greguería, invento suyo-, nos parece hoy demasiado simplona, creativa, talentosa sí, pero muy pueril. Sin embargo, buena parte de la poesía se basa precisamente en eso: en recuperar la imaginación infantil que nos permita, por ejemplo, ver en la luna "el ojo de buey del barco de la luna". La greguería es, en verdad, la poesía reducida a su mínima expresión, casi como un haiku, eso sí con el toque de humor infantil que engrandeció a Ramón. Eso es la greguería: una metáfora bañada en humorismo, un recordatorio de la simpleza y hermosura de la vida vista por los curiosos ojos de un niño, libres, todavía, del racionalismo que empaña la mirada de los adultos.
 Para muestra, un botón:

 El sostén es el antifaz de los senos.

 La timidez es como un traje mal hecho.

 No hay que suicidarse, porque merece la pena vivir aunque no sea más que para ver revolotear a las moscas

 El murciélago es un pájaro policía.

 Hacer símiles parece cosa de simios.

 Botella: sarcófago del vino.

 La S es el anzuelo del abecedario.

 El peine es pentagrama de ideas muertas.

 El sueño es un depósito de objetos extraviados.

 El ciclista y la bicicleta  enredados en la caída parecen un insecto boca arriba.

 El calzador es la cuchara de los zapatos.

 Un marinero es un colegial interno del ingenuo colegio del mar.

 El elefante es la enorme tetera del bosque.

 Justas medievales: dos picadores y ningún toro.
  Ya quisiéramos todos haber salvado esa ilusión infantil, ese afán de descubrir, de invertir significados, de jugar con las palabras y las imágenes...

lunes, 23 de junio de 2014

Ahora leyendo: "La araña y otros cuentos macabros y siniestros", de Hanns Heinz Ewers

 Otra vez gracias a las recopilaciones de Valdemar, conozco a un escritor de esa llamada "literatura gótica", es decir, la incluida en el Romanticismo literario con especial decantación hacia lo oscuro y fantástico.
  Ewers es, sin duda, un escritor menor de este subgénero, nada comparable a Poe, Mary Shelley, Guy de Maupassant o el más tardío Lovecraft. De esta compilación el mejor relato, con diferencia es el que da título: "La araña", a medias entre el terror y lo fantástico. El resto son aceptables relatos que seducen a todos los que gustamos del estilo literario, pero que, para ser sincero, tampoco son nada del otro mundo.
  El resto, lo de "autor maldito entre los malditos" ya es un adorno editorial que viene muy bien, ya sabemos, para vender libros.

sábado, 21 de junio de 2014

Individualismo enriquecedor frente a colectivización empobrecedora del pensamiento en Antonio Muñoz Molina y Enrique Vila-Matas

 Dos de los más preclaros escritores -e intelectuales- de la España que nos ha tocado vivir, Antonio Muñoz Molina y Enrique Vila-Matas, a vueltas con la singularidad del pensador, siempre a contracorriente de la masa; interpretación más política y social en el andaluz y más literaria en el catalán. Copio y pego:

 Recuérdalo tú (Antonio Muñoz Molina)

Durante el franquismo, en los últimos años, que son los que yo recuerdo, antifranquistas había muy pocos. Y demócratas menos aún. Yo, por ejemplo, y la gente con la que yo trataba, con la que reunía, junto a la que participaba en asambleas y reuniones más o menos conspiratorias: Éramos antifranquistas, pero no éramos demócratas. Creíamos que la República democrática alemana era democrática y que la república federal era neonazi, cosas así. Y que la revolución cultural de Mao era una especie de gran recreo antiautoritario colectivo. Cuando empezó a haber más antifranquistas fue después del franquismo. Cuántos más años pasan más antifranquistas vehementes aparecen. Dentro de poco habrá tantos que será posible evitar, retrospectivamente, que Franco se muera en la cama. Cualquier día casi podemos dar la vuelta a la batalla del Ebro. El número de antifranquistas no para de crecer, bastante más que el de demócratas.
Iba por la calle en Madrid en esta noche silenciosa y cálida, con su silencio de derrota deportiva, y pensaba que casi todas las ideas que me parecen fundamentales son minoritarias, o están en declive. o desacreditadas. Como soy demócrata -he ido aprendiendo- acepto la regla de las mayorías, a condición de que no desbarate el imperio de la ley. Como soy demócrata, vindico mi derecho a lo minoritario, a lo exiguo.


 Agitación en la red (Enrique Vila-Matas)

Dos prácticas ya habituales de Internet: el acoso masivo y las injerencias especialmente toscas en lo que se escribe. ¿Los acosadores? Colectivos de cuervos que censuran a aquellos que se distancian de lo que mastica el vulgo. Pensar por cuenta propia es perseguido. Se busca uniformidad y por eso, en medio de tanta gris disciplina, sonaron singulares las palabras de Raimon al recibir el premio de Honor de las Letras Catalanas: “Yo no soy de los míos, cuando los míos quieren que sea como ellos querrían y no como saben que soy”.
Fueron palabras que generaron agitación en la Red, y hubo más de un merluzo que no las entendió por “enrevesadas”. ¿Será que hay quien ya sólo alcanza a captar las simplonas sentencias de su tribu?
Es el nosotros ante el yo. No hay día en que no se extienda más la distancia entre colectividad y singularidad, entre masa y ser ciudadano. Nada nuevo bajo el sol, de acuerdo, pero pienso en buenos articulistas, por ejemplo, que han conocido injustos linchamientos en la Red; la forma innoble de acosarlos me ha remitido siempre a Robert Musil, Sobre la estupidez: “De modo especial, una cierta clase media-baja del espíritu y del alma pierde totalmente el pudor ante su necesidad de presumir tan pronto como ve que le está permitido —bajo la protección del partido, la nación, la secta o la corriente artística— decir nosotros en lugar de yo”.
¿Y qué decir del infinito número de presumidas injerencias en lo que se escribe? ¿Se imaginan a su escritor favorito —pongamos Montaigne— interrumpido y corregido por las opiniones de sus vecinos más rústicos? ¿Qué habría sido de sus Ensayos?
Antes los articulistas aún podían concentrarse en su trabajo, pero hoy van camino de convertirse en esclavos de una concepción distorsionada de la participación, pues tienen acceso a reacciones inmediatas de lo que han escrito: en general, comentarios que muerden y excitan el espíritu de confrontación.
De esto hablaba Sergi Pàmies —flamante y merecidísimo premio Vázquez Montalbán— en un ya antiguo artículo en el que decía que ese espíritu de confrontación provoca que a veces el opinador dedique más tiempo a leer, responder, contradecir, matizar y debatir que al trabajo, lo que le aleja de lo más importante: meditar sobre el próximo artículo y, sin saber nunca cómo será interpretado, mantener el placer de trabajar para una mayoría de lectores que, con buen criterio, no sienten la necesidad de comunicarse con el autor.
Estas palabras de Pàmies fueron glosadas en su momento por el veterano y gran articulista Josep María Espinàs, quien, tras explicar que no tenía ordenador y por tanto no estaba felizmente al corriente de las injerencias de los pesados, concluía impasible, con envidiable flema británico-catalana: “Sólo aspiro a seguir trabajando tranquilo. Por lo demás, siempre ha habido lectores que te aprueban y otros que te suspenden”.
Exacto, deberíamos desneurotizar el asunto y ser tan impasibles como Espinàs, me digo. Pero en ese momento todo vuelve a moverse y me agarro a la barandilla.

"El eternauta" por Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano

 Lo bueno de los cómics es que, tras varias décadas de estar disponibles sobre todo en los quioscos y más recientemente en librerías, ya tienen distintos estilos que son clasificables por épocas. Este es de los que podríamos denominar un "clásico entre los clásicos".
  El eternauta es el cómic argentino por excelencia -con permiso de Mafalda, que podríamos llamar "tira cómica"-. El argumento, ideado por Oesterheld, es típico de las preocupaciones de su época (fue escrito a partir de 1957) con el horror a la guerra nuclear y a la invasión de extraterrestres; los dibujos, obra de Solano, son de un "realismo clásico" de los cómics de su generación. Fue publicado en la Argentina en Hora Cero Semanal, una revista de la Editorial Frontera, especializada, al parecer, en novela gráfica. Como casi siempre ha sucedido con los cómics, una más que notable obra literaria fue relegada a "entretenimiento para chicos" en revistas marginales; pero, a la vez, también es a través de estos medios donde se ha permitido "pasar" verdadera información subversiva en tiempos convulsos.
  Precisamente tiempos convulsos vivió Hector Germán Oesterheld en su vida, tanto que fue finalmente asesinado por la dictadura militar contra la que se movilizó. Su obra literaria destila ese horror a los totalitarismos que masacraron al Cono Sur sudamericano en la segunda mitad del siglo XX.

Inciso cinematográfico: "Meteora", dirigida por Spiros Stathoulopoulos

 Recientemente estrenada en nuestros cines, Meteora fue nominada para el  premio al mejor largometraje en la Berlinale de 2012. Una bella película, un ejercicio de búsqueda de la excelencia estética.
  Meteora narra la historia de un amor prohibido entre un monje ortodoxo griego y una monja ortodoxa rusa. Es una película a ritmo de documental, con un ritmo lentísimo, tanto como el que se supone a la vida en un monasterio ortodoxo. Lo verdaderamente destacable es la fotografía: los bellísimos paisajes de los monasterios de Meteora en la Grecia central, encaramados en lo alto de inverosímiles peñascos que facilitaban el alejamiento del mundo de los que allí profesaban su fe. 
 Unos notables dibujos al estilo de los iconos ortodoxos -como el que se aprecia en el cartel promocional- aumentan la originalidad de la cinta.
  El resto de la película: las actuaciones, la dirección, el propio guión... no pasa de correcto. Es un film notable, pero no por su dirección, realización, elenco actoral, argumento... lo que hace le hace único es esa fotografía sin par. 

viernes, 13 de junio de 2014

Ahora leyendo: "Paisaje con reptiles", de Pilar Pedraza

 La excelente idea de recopilar cuentos o relatos en un mismo tomo, tarea frecuente en la editorial Valdemar, permite conocer a muchos autores que, de otra forma, permanecerían en la ignorancia de muchos de nosotros que ya no tenemos la vida social que antes y que nos permitía pasarnos información de unos a otros. Eso me pasó con Pilar Pedraza.
  Es difícil clasificar la narrativa de Pedraza, tal vez esa sea la seña de identidad de los buenos escritores, que tienen un estilo propio que nos impide categorizarlos, podría estar, en cualquier caso, entre el relato fantástico, la literatura gótica y la de terror,  siempre más cerca del primero.
  En esta novela breve, la autora nos traslada a una apartada isla tropical en la que se suceden hechos geológicos extraños -principalmente la aparición de una gran mancha oleosa en el mar- y las leyendas arcaicas que todavía tienen su reflejo en la actualidad. 
 Es un texto atrayente, que va enganchando lentamente, con una prosa sencilla, sin grandes alharacas pero suficientemente efectista.

"He visto ballenas", por Javier de Isusi

 Ya lo dije: una de las mejores aspectos de la novela gráfica (vulgo cómic) es la posibilidad de tratar temas muy complejos social o políticamente hablando, tanto que a las editoriales normales les cuesta horrores sacar narrativa "tradicional" sobre esos temas; sin embargo, por ser el cómic un "subgénero menor", sí permiten hacerlo. Es el caso de éste.
  Tocar un tema delicado no significa, no obstante, que se haga desde la prudente equidistancia o incluso desde una complacencia babosa, no, se pueden defender todas las posturas y, aún así, buscar líneas de encuentro. Eso es lo que me atrae de He visto ballenas, un relato del llamado "Conflicto vasco". De Isusi lo afronta desde las actuales reminiscencias de ETA, los presos; concretamente es la, a priori, inverosímil amistad entre un etarra y un miembro de los GAL. Inverosímil la amistad por la distancia ideológica (aquí se nota la falta de equidistancia, el etarra es presentado como un luchador por la libertad y el del GAL como un simple mercenario), pero sin embargo factible relación por ser ambos personajes en un trance de la vida semejante: encarcelados, arrepentidos -avergonzados incluso- de sus actividades criminales, descarrilados de la sociedad y de sí mismos en realidad. 
  El resultado es brillante. Consiste en una exteriorización del maremágnum de pensamientos que bullen en sus cabezas. Los personajes, en verdad, se juzgan a sí mismos y a sus sociedades con una dureza notable, sin nostalgias ni sentimentalismos y, sobre todo, quitándose poco a poco los prejuicios ideológicos, lo cual les permite ver al otro como un ser humano sin condicionamientos de guerra (amigo/enemigo). Una valiente apuesta con un gran desenlace, algo que, mucho me temo, no vaya a estar generalizado en aquellos que no permiten la resolución del Conflicto vasco sin que haya vencedores y vencidos.

jueves, 12 de junio de 2014

Inciso cinematográfico: "The Invisible Woman", dirigida por Ralph Fiennes

 Me resulta difícil permanecer indiferente a cualquier película basada en autores o temas literarios, pero cuando atañen a la llamada "Literatura victoriana" ya si que no dudo. Es el caso de The Invisible Woman, dirigida y protagonizada por Ralph Fiennes, basada en la novela de Claire Tomalin.
  Vaya por delante la admiración que siento por la gran producción que supone la película, ignoro cual fue su presupuesto que estimo alto, pues la fotografía, el atrezo y la caracterización de los personajes te mete directamente en la "época dickensiana" sacándote de la mezquindad de la época en que nos ha tocado vivir. Tal vez esa ambientación sea lo mejor. El argumento podría clasificarse de "metaliteratura", pues comenzando con la anodina vida marital de Charles Dickens con su pasiva e indiferente mujer, continúa con el enamoramiento de éste por la joven actriz Ellen Ternan, las reticencias de la joven por ser una simple querida del famoso autor, a la ruptura de la coyuntural pareja, todo aderezado con numerosas referencias a las principales obras del escritor. 
  La actriz principal, Felicity Jones, actúa con corrección sin llegar a emocionar. En realidad todos los papeles son fríos, preñados de la archiconocida flema británica elevada a la enésima potencia por referirse a la Era Victoriana. Ralph Fiennes está igualmente correcto, nada que ver con sus extraordinarios trabajos en Spider, El paciente inglés, La lista de Schindler o Cumbres borrascosas. También pasable está, aunque con su atractiva elegancia a la que estamos acostumbrados, Kristin Scott Thomas, en el papel de la madre de la protagonista, también actriz.
  En realidad la película no es una de las grandes obras del séptimo arte, es, ya dije, una excelente producción desde el punto de vista de la ambientación (mérito sin duda de la BBC); tiene un elenco sin tacha pero sin gloria; y un argumento interesante pero que no engancha, pues se podría haber incursionado más en la extraordinaria sensibilidad social que Dickens desarrolló en la totalidad de sus obras y que supusieron, en mi opinión, el encumbramiento del autor en aquella época y en posteriores. He de reconocer, no obstante, mi envidia por la frecuencia y calidad con la que los cineastas de la "pérfida Albión" recuperan a sus clásicos, ya quisiéramos que se produjera lo mismo en nuestro mentado país.