sábado, 24 de enero de 2015

Philip Larkin... y van tres... o cuatro.

 El poema This Be the Verse lo pongo en su lengua original porque la traducción de Damián Alou, excelente en otros poemas, cercena, en mi opinión, la dureza de Larkin, un "amante de los niños y las tradiciones".

This Be the Verse


They fuck you up, your mum and dad.
  They may not mean to, but they do.
They fill you with the faults they had
  And add some extra, just for you.

But they were fucked up in their turn
  By fools in old-style hats and coats,
Who half the time were soppy-stern
  And half at one another's throats.

Man hands on misery to man.
  It deepens like a coastal shelf.
Get out as early as you can,
  And don't have any kids yourself.


 Encantador, convencional, "buenista"... lo ideal para soltar en una reunión familiar. Apropiado para aquellos que no creen en la poesía que se lanza a la yugular sin contemplaciones.     

miércoles, 21 de enero de 2015

Poesía y narrativa

 Dos fases en mí como lector: la que necesita el pálpito fuerte y consciente, de sensibilidad exacerbada en lo breve, el lector de poesía; y la que necesita sumirse en una historia, de adormecida sensibilidad por lo lento y prolongado, el lector de narrativa. Incompatibles el uno y el otro, pero en el mismo ser, como Jekyll y Hyde, remando en distintas direcciones pero en la misma barca.

martes, 20 de enero de 2015

Philip Larkin, de nuevo

 Demoledor. Así es Larkin. Su poesía descarnada, de la vida más rutinaria, gris y mezquina (en realidad la de todos nosotros) es como un directo a la mandíbula para nuestra biempensante sociedad. Para muestra un botón:



Poesía de la partida

A veces oyes, de quinta mano,
como epitafio:
Lo mandó todo a la porra
y se largó,
y siempre la voz está segura
de que darás tu aprobación
a ese gesto audaz,
purificador, elemental.

Y tienen razón, creo.
Todos odiamos nuestro hogar
y tener que estar en él:
yo detesto mi habitación,
su basura tan bien escogida,
buenos libros, una buena cama,
y mi vida, en perfecto orden:
así que cuando oigo decir

Los dejó a todos plantados
me entra un cosquilleo, un entusiasmo,
igual que con Entonces ella se desabrochó el vestido,
o Chúpate esa, cabrón;
si él lo hizo, seguro que yo también puedo.
Y eso me ayuda a estar
sereno y laborioso.
Pero hoy mismo me largaría,

sí, me pavonearía por caminos llenos de nueces,
me inclinaría en el castillo de proa
con una incipiente barba de bondad,
si eso no fuera tan artificial,
un paso tan deliberado hacia atrás
para crear un objetivo:
libros; porcelana; una vida
reprensiblemente perfecta.


           
 Traducción de Poetry of departures por Damián Alou.   

miércoles, 7 de enero de 2015

Inciso cinematográfico: "All Quiet on the Western Front" (1930)

 Una excelente película bélica, de la única forma que entiendo que estas pueden ser: antibelicistas. Película basada en la novela homónima del alemán Erich Maria Remarque, veterano de la I Guerra Mundial, dirigida en 1930 por Lewis Milestone con un estilo realista, descarnado y brutal, merecedora de dos Oscars (a la mejor película y al mejor director).
  En español fue traducida, según parece, por "Sin novedad en el frente", aunque desconozco cuándo y en qué condiciones se pudo visionar en las salas de cine en un país tan profundamente militarista como el nuestro.
 All Quiet on the Western Front narra las brutalidades de la actividad más simiesca del hombre, la guerra, encarnada en un grupo de chicos alemanes de principios del siglo XX que, espoleados por un indigno maestro, se enrolan en aquella carnicería que luego fue llamada Gran Guerra. El realismo tan desprovisto de supuesta heroicidad, simplemente la muerte, la mutilación, el horror que se enseñorean de todo con la estúpida indiferencia cuando no connivencia de la población civil que envía a su juventud al matadero hace del film uno de los más preclaros alegatos antibelicistas.
   Con la finalidad de mostrarnos la sinrazón de la matanza, se suceden las muertes de los protagonistas con una normalidad apabullante, sin ninguna bravura, solo como estúpidos fines de pobres chicos engañados por los oligarcas que rigen los destinos de esas absurdas entidades llamadas países.
 Lo más terrible, en mi opinión, es que la novela de Remarque se publicó en 1929, un año antes de esta fabulosa adaptación, y, justo un decenio después, el mundo estaba enfangado de nuevo en otro conflicto bélico sin sentido, protagonizado, de nuevo, por los mismos países europeos. Es obvio que el ser humano es incapaz de aprender.
   Las últimas escenas de la película, a las cuales pertenece el fotograma sobre estas líneas, son la sobreimpresión de los protagonistas, todos ya muertos, sobre un interminable camposanto, todos dirigen una triste mirada de despedida al espectador para hacerle partícipe del destino final de todo combatiente. No es la única innovación cinematográfica del film (estamos hablando de 1930, no tan alejado de aquellas escenas del Nosferatu de Murnau -1922- en el que se veía aparecer y desaparecer al vampiro con sobreimpresiones), no en vano la película fue también nominada al Oscar por la mejor fotografía.
 Una excelente película que debería ser visionada con periodicidad para vacunarnos contra la barbarie de la guerra que todavía en 2015, lamentablemente, asola a nuestra miserable especie animal.

martes, 6 de enero de 2015

Ahora leyendo: "El idiota", de Fyódor Dostoyevski

 Cuando estoy con esta gente (Dostoyevski, Tolstoi, Proust...) entiendo por qué leer es mi refugio principal ante la mezquindad de la vida que nos ha tocado vivir; es como si todo se detuviese, como si no existiera nada fuera de las casi mil páginas que tengo delante. En verdad, la lectura de Dostoyevski me traslada una extraña tranquilidad basada en la atemporalidad absoluta del texto que disipa la ansiedad existencial que a todo ser racional acompaña.
  El idiota narra la vida del príncipe Myshkin, un dechado de virtudes humanas, si no fuera porque es considerado como tal idiota por el resto de sus coetáneos. Por encima de todas, la virtud principal del personaje es la humildad, pues siendo ejemplo a seguir para todos, se conduce con una modestia que lo engrandece más aún. Es probable que no haya muchas semejanzas entre las sociedades rusa y española, sobre todo si se piensa en la Rusia zarista y la España contemporánea, pero sí coinciden ambas en tener a la soberbia (primer pecado capital, recuerdo) como más frecuente defecto entre sus ciudadanos (increíblemente, en países como el nuestro, la soberbia es considerada una virtud, así, los ensoberbecidos y vanidosos llegan a las más altas cotas de la desnaturalizada sociedad).
  Así que, viendo las diferencias que pueden existir entre este y aquel país, esta y aquella sociedad, no se puede colegir otra cosa que no sea que el orgullo, la altivez, el engreimiento, la fatuidad son atributos esenciales de ese animal degenerado que es el hombre.
 En contraposición a sus contemporáneos, Myshkin es arquetipo de virtudes, un Jesucristo renacido entre lobos al igual que lo hiciera el primigenio. Sufrirá el desprecio de todos que, puestos en evidencia por la candidez del príncipe, no soportan su propia iniquidad. 
 Novela escrita en torno al año 1866, es difícil encontrar alguna diferencia importante con la sociedad de 2015. 

sábado, 20 de diciembre de 2014

"Deseos", de Larkin

Aparte de todo esto, el deseo de estar solo:
por mucho que el cielo se oscurezca con invitaciones
por mucho que sigamos las instrucciones impresas del sexo
por mucho que la familia se fotografíe bajo el asta de la bandera:
aparte de todo esto, el deseo de estar solo.

Por debajo de todo, un anhelo de olvido:
a pesar de las astutas tensiones del calendario,
el seguro de vida, los programados ritos de fertilidad,
la costosa aversión de los ojos a la muerte:
por debajo de todo, un anhelo de olvido.



Beyond all this, the wish to be alone / However the sky grows dark with invitation-cards / However we follow the printed directions of sex / However the family is photographed under the flagstaff / Beyond all this, the wish to be alone // Beneath it all, desire of oblivion runs: / Despite the artful tensions of the calendar, / The life insurance, the tabled fertility rites, / The costly aversion of the eyes from death / Beneath it all, desire of oblivion runs. 

jueves, 18 de diciembre de 2014

Ahora leyendo, en poesía: "Poesía reunida", de Philip Larkin

 Lumen edita una antología de Larkin, con poemas de sus principales poemarios: Engaños, Las bodas de pentecostés y Ventanas altas. Todo un lujo que, estando como están las cosas en el ámbito editorial español, se publiquen estos poemas tan marginales de público.
   La poesía de Larkin no es, desde luego, la mejor para esos días bajos de ánimo en los que todo parece quebrarse ante nuestros ojos... no, en esos días mejor no acordarse de este tipo, el efecto podría ser demoledor. Sin embargo, su sarcástica y experimentada cosmovisión es buena para evitar caer en  ilusorias esperanzas sobre una humanidad decente y una vida individual acorde... Larkin es el poeta de la desesperanza vestida de gris, de la desilusión sin fondo que rompe toda promesa de mejora en un mundo sin Dios ni futuro.
 A mí, particularmente, me estimula la rotundidad de sus afirmaciones, sus incontestables verdades que tan impropias parecen de cualquier poesía. Para todos nosotros que fuimos educados en esa poesía optimista, simplona de adolescente enamoriscado, Larkin es como un desentumecedor jarro de agua fría.
 

martes, 16 de diciembre de 2014

Ahora leyendo: "La pata de mono y otros cuentos macabros", por W. W. Jacobs

 Muchos relatos fantásticos no son fácilmente clasificables como de terror o de angustia. Los señores de Valdemar han tenido a bien denominar "cuentos macabros" a los de este inglés que forma así parte de la pléyade de escritores fomentados por la que se ha convertido en mi editorial favorita.
  Los escritores anglosajones del siglo XIX copan un género que, probablemente, nunca pasará de moda. Son autores de relatos impactantes, espectaculares, que nos estimulan, asustan y permiten sobrellevar la tediosa existencia que llevamos. Son como el picante en una buena comida: no nos alimenta, pero mejora cualquier plato.
 De Jacobs, como de otros tantos, no había leído nada hasta una recopilación de Valdemar, así que la editorial madrileña cumple con una de las más sagradas funciones editoriales: la difusión cultural.
  Esta claro que este autor no es Lovecraft, Poe, Stoker o Bierce, pero sí un escritor talentoso que merece ser degustado con esmero, si te gusta el género, claro. De lo leído por el momento me sorprende su modernidad estilística, pues, aun siendo un hombre a caballo de los dos siglos precedentes, su prosa es rápida y poco adjetivada, casi periodística, como estamos acostumbrados en nuestros días.

jueves, 11 de diciembre de 2014

Inciso cinematográfico: "Oliver Twist", dirigida por David Lean en 1948

 Adaptar cualquier obra literaria al cine es complicado: o se cae en el defecto de ser demasiado literal o en el de que el director (que suelen tener grandes egos) quiera dar una visión demasiado personal de la novela. En el caso del Oliver Twist de David Lean quizás se escore hacia el primer caso que es, en mi opinión, el menos dañino. Lo cierto es que David Lean es uno de los mejores directores cinematográficos que ha dado Reino Unido y que, precisamente, se destacó como fiel adaptador de grandes novelas inmortales: además de la que nos ocupa, también rodó una versión de Grandes esperanzas del mismo novelista; Lawrence de Arabia, basada en la vida, mitad de aventurero, mitad de militar imperialista británico de Thomas Edward Lawrence; o la inolvidable Doctor Zhivago de Boris Pasternak. Uno de los grandes, vaya.
  Con Oliver Twist hubiera sido fácil caer en la patraña sentimentaloide para que los dignos burgueses británicos se emocionaran en el cine al recordar la terrible vida que sufrió gran parte de la infancia y el conjunto de la sociedad en la época más brillante (según los nacionalistas británicos) de su país, la era victoriana; pero no, Lean es fiel al texto de Dickens sin buscar efectismos. El uso de la fotografía es clásico pero con interesantes avances, teniendo en cuenta que fue rodada en 1948. Así, los decorados de los barrios más degradados de Londres siempre están en tonos muy oscuros y con paredes de geometrías inverosímiles que recuerdan lejanamente la sensación opresiva del cine surrealista alemán y que contrastan vivamente con los grandes salones luminosos y lujosamente decorados de las mansiones de los ricos. Con respecto a los actores, los chicos, incluido el que interpreta a Oliver están perfectamente creíbles y dignos en su papel, el resto también, pero sobre todo destaca uno que, aunque controvertido, sigue encandilando al que esto escribe: Alec Guinness.
 El gran Alec Guinness, Sir Alec Guinnes, uno de los mejores actores que esa pequeña isla ha dado al mundo. Su papel en Oliver Twist es el de la imagen superior: el judío Fagin, perista y líder de los chiquillos que utiliza para robar a las damas y caballeros desapercibidos. El papel, lo estereotípico de judío que tiene, logró una denuncia de la Liga Antidifamación por antisemitismo manifiesto. Lo cierto es que en el texto de Dickens se pinta a Fagin como un "alegre vejete" y no se hace referencia a los tópicos antisemitas de siempre: enorme nariz ganchuda, larga barba desaseada y, sobre todo, desaforado amor por la riqueza, hasta llegar a la usura. Es probable que tanto en la concepción dickensiana como en la interpretación de Lean haya algo de antisemitismo, o, al menos, de seguir propalando viejos estereotipos, pero, al margen de esto, aun siendo importante sin duda, la actuación del inglés es espectacular. La de los maquilladores también lo fue, está claro, como ejemplo véase la secuencia siguiente:

  En cualquier caso, admitiendo que se perpetúan viejos mitos antisemitas, la película es una excelente adaptación de la novela de Dickens, una escapatoria fácil para aquéllos (me temo que son demasiados) que prefieren visionar la película a leer la novela, aunque pierdan mil detalles de tramas secundarias y descripciones de paisajes y personajes.