Dos fases en mí como lector: la que necesita el pálpito fuerte y consciente, de sensibilidad exacerbada en lo breve, el lector de poesía; y la que necesita sumirse en una historia, de adormecida sensibilidad por lo lento y prolongado, el lector de narrativa. Incompatibles el uno y el otro, pero en el mismo ser, como Jekyll y Hyde, remando en distintas direcciones pero en la misma barca.
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