Una excelente película bélica, de la única forma que entiendo que estas pueden ser: antibelicistas. Película basada en la novela homónima del alemán Erich Maria Remarque, veterano de la I Guerra Mundial, dirigida en 1930 por Lewis Milestone con un estilo realista, descarnado y brutal, merecedora de dos Oscars (a la mejor película y al mejor director).
En español fue traducida, según parece, por "Sin novedad en el frente", aunque desconozco cuándo y en qué condiciones se pudo visionar en las salas de cine en un país tan profundamente militarista como el nuestro.
All Quiet on the Western Front narra las brutalidades de la actividad más simiesca del hombre, la guerra, encarnada en un grupo de chicos alemanes de principios del siglo XX que, espoleados por un indigno maestro, se enrolan en aquella carnicería que luego fue llamada Gran Guerra. El realismo tan desprovisto de supuesta heroicidad, simplemente la muerte, la mutilación, el horror que se enseñorean de todo con la estúpida indiferencia cuando no connivencia de la población civil que envía a su juventud al matadero hace del film uno de los más preclaros alegatos antibelicistas.
Con la finalidad de mostrarnos la sinrazón de la matanza, se suceden las muertes de los protagonistas con una normalidad apabullante, sin ninguna bravura, solo como estúpidos fines de pobres chicos engañados por los oligarcas que rigen los destinos de esas absurdas entidades llamadas países.
Lo más terrible, en mi opinión, es que la novela de Remarque se publicó en 1929, un año antes de esta fabulosa adaptación, y, justo un decenio después, el mundo estaba enfangado de nuevo en otro conflicto bélico sin sentido, protagonizado, de nuevo, por los mismos países europeos. Es obvio que el ser humano es incapaz de aprender.
Las últimas escenas de la película, a las cuales pertenece el fotograma sobre estas líneas, son la sobreimpresión de los protagonistas, todos ya muertos, sobre un interminable camposanto, todos dirigen una triste mirada de despedida al espectador para hacerle partícipe del destino final de todo combatiente. No es la única innovación cinematográfica del film (estamos hablando de 1930, no tan alejado de aquellas escenas del Nosferatu de Murnau -1922- en el que se veía aparecer y desaparecer al vampiro con sobreimpresiones), no en vano la película fue también nominada al Oscar por la mejor fotografía.
Una excelente película que debería ser visionada con periodicidad para vacunarnos contra la barbarie de la guerra que todavía en 2015, lamentablemente, asola a nuestra miserable especie animal.
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