miércoles, 18 de marzo de 2015

Ahora leyendo: "Alas tenebrosas. 21 relatos de horror lovecraftiano"

 Semejante al volumen anterior de relatos apocalípticos: Valdemar edita en español un conjunto de relatos (curiosamente veintiuno en ambos casos) que han sido compilados en Estados Unidos por un estudioso, editor o escritor. El resultado es muy bueno, pues está asegurado la calidad de la antología. En este caso es uno de los mayores conocedores del tenebroso mundo literario y personal de Howard Phillips Lovecraft, S. T. Joshi, quien nos presenta a este veintena de escritores.
  Ya en el plano meramente material, Valdemar lo edita en cartoné, con buena calidad de papel y en formato relativamente grande (25 cm x 17 cm). Esto, que es una virtud de la encuadernación es, para un tipo tan raro como yo, un inconveniente; y es que prefiero los libros de tamaño bolsillo con tapa blanda, aunque aguanten peor el paso del tiempo, pero, como ya he dicho otras veces, compro libros para leer, no para presumir de ellos. El libro de bolsillo es la herramienta de supervivencia fundamental de mi vida, la tabla de náufrago a la que me he agarrado desde que tengo uso de memoria, un pequeño salvavidas, vaya.
 Al margen de lo material, lo que verdaderamente importa, los cuentos lovecraftianos son de autores ya reconocidos pero actuales, veintiún hombres y mujeres (y una conocida transexual) en plena producción literaria pero con un bagaje destacado. El resultado es óptimo, pues se consigue oxigenar la inmortal herencia del "solitario de Providence". Lo lovecraftiano de los relatos varía: en algunos casos es la continuación de un relato de Lovecraft, como en El otro modelo de Pickman de Caitlín R. Kiernan; en otros es el ambiente descrito, la llamada de dioses primitivos y brutales, como en Sueños del desierto, de Donald R. Burleson... En cualquier caso, se aprecia la huella del maestro en todos ellos.
   Tal vez la mayor aportación literaria de Lovecraft no haya sido el terror cósmico como subgénero narrativo, sino la enorme apertura mental que supuso la creación de un mundo de horror en el que el ser humano es absolutamente irrelevante, como una hormiga. De ahí el concepto de cosmicidad: en una cosmovisión atea, el ser humano es una casualidad muy reciente y prescindible, una minúscula mota de polvo en la inmensidad del Universo, o como lo diría el genio: "Todos mis relatos están basados en la premisa fundamental de que las leyes, intereses y emociones comunes a los humanos no poseen ninguna validez ni importancia en el vasto cosmos en su conjunto". En todas la narrativa de terror anterior, incluidas las de grandes como Poe, Mary Shelley, Bram Stoker o H. G. Wells, la amenaza contra la humanidad era muy clara y estaba orientada contra ella, aunque fuera un "efecto secundario" de la maldad humana (como en el afán de querer ser Dios, del Frankenstein de Mary Shelley, o algunos relatos de Poe); en el terror lovecraftiano no existe un mal propiamente dicho, tan solo dioses arcaicos,  civilizaciones remotas, criaturas brutales... y nosotros somos como hormigas que tienen la mala suerte de pasar por allí. La existencia de la humanidad es puesta en solfa siempre por Lovecraft, que se mofa cruelmente de la vanidad de esa pequeña criatura que cree haber sido creada "a imagen y semejanza de Dios".

lunes, 9 de marzo de 2015

"Agujero llamado Nevermore", antología poética de Leopoldo María Panero

 El más loco de los Panero... el más cuerdo de los poetas... un ser acuciado por la enfermedad mental y a la vez tocado por la genialidad creativa... todo excesivo... Leopoldo María Panero.
  Decía su hermano Juan Luis que Leopoldo había sido víctima de sí mismo, de la propia imagen de poeta maldito que se había creado... muy probable. Revisando esa cinta de culto, a medias documental a medias película, El desencanto, de Jaime Chávarri, se ve a una familia talentosa, todos, pero también perdidos en su propia grandeza, prematuramente echados a perder, desperdiciados antes de llegar. Quizá un "poema" que relata la agonía vital de Leopoldo sea este:

Elegía

Los osos de trapo. Los caza-mariposas. Los erizos en cajas de zapatos. Los amigos invitados a comer por primera vez. Cómo ha pasado el tiempo. La noche de Reyes. Expulsado fuera del colegio. No podrá ingresar en ninguna otra escuela. Me pregunto dónde estará aquel traje de Arlequín, que llevé a la fiesta de disfraces. Cómo ha pasado el tiempo.
Noemí. El mundo del espejo. La libertad. El otro Sol. El Oro. Más allá del mar, las Indias. El hombre llegará a la luna, pisará las inmensas praderas nevadas de Venus. Los verdes. Subir por el arco iris, conquistar Eldorado.
Destrucción. La emboscada, los disparos, la sangre. Los cuervos eridos bañados por la luz de los relámpagos. 
La noche sin fin.
 

domingo, 8 de marzo de 2015

IX Salón del Cómic y Manga de Castilla y León

 Otro año más, y ya van nueve, que se celebra el Salón del Cómic y Manga de Castilla y León, en realidad más manga que cómic, pero vaya, mientras siga celebrándose vamos bien.
  El hecho de que sea más de manga que de cómic lo impone el público asistente, principalmente chicos por debajo de los veinte años, así que tipos como yo no éramos sino "abueletes sospechosos". Las tiendas de cómics de Valladolid, principalmente Castilla Cómic y La parada de los cómics, que tienen un buen fondo de librería de cómics para adulto -Tardi, Giardino, Pratt, Altarriba y otros muchos-, habían llevado lo que les demanda el público más joven, como es normal.
 Al margen de eso, mucha gente (me pareció que mucha más que años anteriores), más  stands y mejor puestos, y merchandising  a tutiplén. La conclusión que he sacado este año es que este tema está en clara mejora, al menos vende lo suficiente como para subsistir a medio plazo, lo cual, teniendo en cuenta que esto es Valladolid y Castilla y León, no está nada mal.

jueves, 5 de marzo de 2015

"Why We Write", por Grant Snider.

 No es frecuente encontrar un ilustrador que aúne la calidad pictórica y  la literaria. En ese caso está Grant Snider, alguien que, sin duda, sufre en carne propia el prurito de la creación literaria que a muchos nos devora.
 www.incidentalcomics.com

Ahora leyendo: "Paisajes del Apocalipsis. Antología de relatos sobre el final de los tiempos"

 Otra antología de Valdemar, pero esta vez no compilada por ellos. Ahora se han "limitado" a editar en España este volumen que, parece, obtuvo gran éxito en su país, Estados Unidos.
  Son relatos post-apocalípticos de veintiún autores, algunos de tanto éxito mediático como George R. R. Martin, que fantasean sobre la vida (más bien supervivencia) tras un desastre planetario. Narraciones "muy americanas" que me recuerdan (prácticamente no he leído nada de narrativa americana contemporánea, con lo que no soy fiable) a Stephen King. Relatos sencillos, honestos, sin ampulosidad, de estilo periodístico y muy centrados geográfica y socialmente en aquel país.
  No son, por tanto, las historias de terror a las que nos tiene acostumbrados Valdemar, pero sí historias fantásticas (algunas, por desgracia, muy verosímiles). Como muy bien prologa quien fue, entiendo, el editor en Estados Unidos, John Joseph Adams: "¿Qué es lo que nos atrae de esos lúgubres paisajes, de las tierras yermas de la literatura post-apocalíptica?... suple nuestra afición por la aventura, por la emoción del descubrimiento y el deseo de una nueva frontera". Así pues, es como releer a Verne, tal vez ahora los "paisajes" no sean tan brillantes, tan naturales, tan extasiantes, sino más artificiales, degradados y deprimentes, pero al fin siguen siendo relatos de aventuras.

viernes, 27 de febrero de 2015

Antología poética de Jaime Gil de Biedma

 Lo bueno de las antologías, si están bien hechas, es poder percibir la evolución personal del poeta, desde los titubeos juveniles hasta los recuerdos de la vejez pasando por la rotundidad de la madurez. Eso es lo que se aprecia en esta antología publicada por Alianza editorial.
  Un poema para entender el sufrimiento del vencido y la arrogancia del vencedor:

Años triunfales

Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido,
un intratable pueblo de cabreros.

Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja, 
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.

Con luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva, bajo el viento.

Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
-viudas, hijas o esposas-
 en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
a los más insolentes de los vencedores.

 Desde esa arrogancia de los vencedores, antaño en una guerra civil, hogaño en una crisis económica, la visión se perturba sin duda, hasta dejarlos en meros animales de engorde.
       La poesía de la vejez también está presente en esta antología:

De senectute

No es el mío, este tiempo.

Y aunque tan mío sea ese latir de pájaros
afuera en el jardín,
su profusión en hojas pequeñas, removiéndome
igual que intimaciones,
no dice ya lo mismo.

Me despierto como quien oye una respiración
obscena. Es que amanece.

Amanece otro día en que no estaré invitado
ni a un momento feliz. Ni a un arrepentimiento
que, por no ser antiguo
-ah, Seigneur, donnez moi la force et le courage!-
invite de verdad a arrepentirme
con algún resto de sinceridad.
Ya nada temo más que mis cuidados.

De la vida me acuerdo, pero dónde está.   

jueves, 26 de febrero de 2015

"Yo, René Tardi. Prisionero de guerra en Stalag IIB", por Jacques Tardi.

 En mi opinión el mejor autor de cómics vivo: Jacques Tardi. En esta ocasión otra narración de guerra, desolación y muerte, esta vez encarnado en su padre, René Tardi.
  Al margen de la novela negra (las aventuras de Nestor Burma o de Adèle Blanc-Sec), la obra de Tardi está marcada por las guerras mundiales. Obviamente no en un sentido de apología bélica o de chovinismo nacionalista, sino en una clara denuncia de la animalidad de todo lo bélico. La I Guerra Mundial fue reflejada en La guerra de trincheras y ¡Puta guerra!, en las que se obvia la supuesta victoria francesa, pírrica victoria, y se centra en las desgracias del combatiente de a pie, del chico de veinte años que, sacado a empellones de su hogar, es llevado a una trinchera fangosa donde le matará el enemigo, la enfermedad o la propia desesperación. Son novelas gráficas muy difíciles de leer, si se tiene la inteligencia emocional suficiente, claro.
  En este volumen el autor narra en una suerte de extraña conversación con su padre (el dibujante se autoincluye en la viñeta en estado adolescente mientras el padre pasa todas las vicisitudes: lucha, miedo, cautiverio, torturas...), por tanto pasa a la II Guerra Mundial. De nuevo se denuncia la sinrazón de todo conflicto bélico, cómo la barbarie se adueña del corazón de los hombres hasta reducirlos a poco más que insectos...
 En cuanto a los dibujos en sí, siguen la línea maestra de Tardi: figuras poco detalladas en comparación con los fondos. En este caso las viñetas están solo en tonos grises, lo que refuerza la deshumanizada carnicería en que convierte a la humanidad cualquier guerra.

De cómo errar en la elección del título de un libro.

 Sigo con el pequeño volumen de relatos de José María Latorre, y creo que Valdemar se ha equivocado al titularlo La noche de Cagliostro y otros relatos de terror. En mi opinión el error es doble: por un lado no se trata de relatos de terror propiamente dicho, sino relatos fantásticos, fantasiosos, extraños si se quiere, pero no de terror. Es un tipo de narrativa muy frecuente desde lo que se llamó Romanticismo literario hasta nuestros días, están ambientados en épocas lejanas o cercanas, su trama es inusual, sugerente y novedosa; entran más en la categoría de cuentos que en la de relatos; pero no tienen por qué ser específicamente de terror. Este es el caso de este tomo de Latorre.
 Por otro lado, situar al llamado La noche de Cagliostro como referente de todos los demás es otro desatino, pues, aún siendo un aceptable cuento, carece de gran interés. Pero sobre todo es incorrecto porque otro relato, titulado Por amor a Antonella le supera ampliamente en originalidad y desarrollo. Con todo esto, creo que hubiera sido más apropiado titular el volumen como Por amor a Antonella y otros cuentos fantásticos, se acercaría más a la realidad.
 Por amor a Antonella tiene un desarrollo notable, mantiene la tensión hasta el final y está excelentemente documentado. Tal vel la conclusión es poco espectacular e incluso un tanto previsible, pero, desde luego, es lo mejor contenido en este pequeño libro editado por Valdemar. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

Danzas de la muerte

 Las Danzas de la muerte o Danzas macabras son una expresión artística medieval características de toda Europa (de toda la Europa cristiana, no hubo, se cree, en Al-Andalus).
  Como representación teatral consistía en la caracterización de actores como muerte, rey, autoridad eclesiástica y campesino; el actor disfrazado de muerte (usualmente como un esqueleto, la representación de la muerte con un hábito y una guadaña será más tardía) baila con los otros tres, llevándoselos y haciéndolos desaparecer. En definitiva, era una alegoría de la muerte que a todos alcanza, la universalidad de la muerte y su poder igualatorio. Según parece, la Danza de la muerte se representaba a las afueras de las iglesias o incluso en el atrio de las mismas.
  Los estudiosos creen que probablemente se originara en lo que hoy es Francia y, por el Camino de Santiago, llegara a los reinos cristianos peninsulares; lo cierto es que tales representaciones dramatúrgicas llamadas Danse macabre se conocieron en Cataluña con el nombre de Dansa de la mort, en Castilla Danza de la muerte, y en Galicia (perteneciente entonces al reino de León) como Dança macabra. En todas partes se representó, en Castilla hasta bien entrado el siglo XV. En la nación en la que se hablaba nuestra lengua tuvo también forma literaria, las famosas Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique, que también recogen el atemporal tema de la muerte que a todos nos aguarda y que reduce a polvo las vanidades humanas.
  También hay represenaciones pictóricas y escultóricas en iglesias francesas e italianas que tenían como se sabe función didáctica y apologética.
 Todo esto se incluye en el famoso principio medieval del Contemptus mundi (menosprecio del mundo) que llevaba al hombre medieval, enfangado en una corta vida de miseria y enfermedad, a buscar antes la vida del Más allá que la terrenal. En nuestra época, cegados como estamos con el capitalismo consumista, no llegamos a entender cuán cerca puede estar la temida parca de nuestra sombra; los hombres y mujeres medievales se nos antojan demasiado primitivos y tétricos, pero puede que tuviesen una visión más acertada de la sobrevalorada existencia.