Lo bueno de las antologías, si están bien hechas, es poder percibir la evolución personal del poeta, desde los titubeos juveniles hasta los recuerdos de la vejez pasando por la rotundidad de la madurez. Eso es lo que se aprecia en esta antología publicada por Alianza editorial.
Un poema para entender el sufrimiento del vencido y la arrogancia del vencedor:
Años triunfales
Media España ocupaba España entera
con la vulgaridad, con el desprecio
total de que es capaz, frente al vencido,
un intratable pueblo de cabreros.
Barcelona y Madrid eran algo humillado.
Como una casa sucia, donde la gente es vieja,
la ciudad parecía más oscura
y los Metros olían a miseria.
Con luz de atardecer, sobresaltada y triste,
se salía a las calles de un invierno
poblado de infelices gabardinas
a la deriva, bajo el viento.
Y pasaban figuras mal vestidas
de mujeres, cruzando como sombras,
solitarias mujeres adiestradas
-viudas, hijas o esposas-
en los modos peores de ganar la vida
y suplir a sus hombres. Por la noche,
las más hermosas sonreían
a los más insolentes de los vencedores.
Desde esa arrogancia de los vencedores, antaño en una guerra civil, hogaño en una crisis económica, la visión se perturba sin duda, hasta dejarlos en meros animales de engorde.
La poesía de la vejez también está presente en esta antología:
De senectute
No es el mío, este tiempo.
Y aunque tan mío sea ese latir de pájaros
afuera en el jardín,
su profusión en hojas pequeñas, removiéndome
igual que intimaciones,
no dice ya lo mismo.
Me despierto como quien oye una respiración
obscena. Es que amanece.
Amanece otro día en que no estaré invitado
ni a un momento feliz. Ni a un arrepentimiento
que, por no ser antiguo
-ah, Seigneur, donnez moi la force et le courage!-
invite de verdad a arrepentirme
con algún resto de sinceridad.
Ya nada temo más que mis cuidados.
De la vida me acuerdo, pero dónde está.
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