martes, 7 de junio de 2016

Conclusiones tras leer "Mendelssohn en el tejado", por Jiri Weil.

 Tras haber leído Mendelssohn en el tejado, no puedo dejar de calificar a Jiri Weil como uno de los más grandes escritores europeos sobre el Holocausto.
  Su prosa es rápida pero no en exceso, hay suficientes descripciones. Lo que más me ha llamado la atención es la sencillez con la que es narrado el horror, no hay dramatismo alguno, los asesinatos, torturas, degradaciones de todo tipo son contados con una normalidad que pasma, como si fueran hechos cotidianos sin maldad ni brutalidad. Pone en ese escribir plano, casi sin emociones la Operación Antropoide, en la que se eliminó al Protector del Reich de Bohemia y Moravia, uno de los máximos artífices de la Shoah, Reinhard Heydrich, así como los esfuerzos para sobrevivir de la población judía de Praga. 
  Es asombroso que alguien que sufrió la barbarie genocida de los nazis consiga enjugar los sentimientos para producir un texto tan aséptico, tan limpio. En realidad el producto final es el contrario en el lector: conmueve más cuando es narrado de forma tan sencilla (al menos, claro está, para los que tenemos sensibilidad suficiente).
 Un gran descubrimiento, en definitiva. Según los de Impedimenta, en breve sacarán la versión en español de Vida con estrella, una novela sobre las experiencias del propio Weil sobreviviendo en Praga bajo la dominación nazi; ansío poderla leer. 

sábado, 4 de junio de 2016

Ahora leyendo: "Mendelssohn en el tejado", por Jiri Weil.

 Inicio con este autor judío checo de la primera mitad del siglo XX, con una vida azarosa e interesante donde las haya. Weil nació en una pequeña ciudad cerca de Praga en 1900, estudiará letras en la universidad de aquella ciudad; a sus veinte años se convierte en un ferviente comunista y marcha a Moscú donde entrará en contacto con la élite intelectual rusa; sufrirá las purgas estalinistas por criticar el régimen soviético y probará la brutalidad del gulag en Kazajistán; en 1935 regresará a Praga ya bajo ocupación nazi, allí, debido a su alta preparación intelectual y cultural, será encargado de dirigir el Museo Judío, eso sí, con fecha de caducidad, cuando haya de ser deportado a un campo de exterminio; Weil no se amilana y finge un suicidio para evitar el "lager"; vivirá oculto en Praga durante toda la guerra, sobreviviendo, según parece, en un estado de salud lamentable; por último, en la Checoslovaquia comunista dirigirá de nuevo el Museo Judío de Praga y continuará escribiendo, todo hasta que muera de cáncer en 1959.
  Con una vida tan complicada pero llamativa, pudo haber sido un escritor mediocre, que duda cabe, pero al menos vivió experiencias que puestas negro sobre blanco pueden ser más que notables. Mendelssohn en el tejado narra las peripecias de un checo con aspiraciones a miembro de las SS, un tal Schlesinger, cuyo apellido podría ser judío aunque el es católico y poseedor del certificado ario que le exonera del campo de exterminio. Schlesinger es uno de los más bajos escalones de los ocupantes nazis en Praga, se encarga de tareas subalternas y engorrosas, pero tiene tal afán de convertirse en parte de los dominadores que cumple todas las órdenes con prontitud y miedo por fallar; dentro de estas órdenes está retirar la estatua de Mendelssohn (compositor, ya se sabe, de origen judío) del tejado del Rudolfinum (máxima sala de conciertos de música clásica) de Praga. La situación es tan hilarante que, no sabiendo quien es Mendelssohn, decide quitar la estatua que tenga la nariz más grande, siguiendo las instrucciones racistas que le dieron en su formación nazi sobre las razas superiores e inferiores. Cual será su pesar, cuando descubre que de todas las estatuas, la del apéndice nasal más grande no es sino la de Richard Wagner, gran referencia musical del Tercer Reich.
  Y, como decía un viejo concurso de la televisión pública, "hasta aquí puedo leer". De momento, el tipo de humor, un tanto absurdo pero muy sutil, es semejante al de Jaroslav Hasek y su soldado Svejk. En el prólogo firmado por Philip Roth, este se deshace en elogios hacia Weil, y lo compara con Isaac Bábel, tal vez porque ambos sufrieron las iras del sistema comunista en cuanto comenzaron a escribir de forma libre, saliéndose de la estrecha pauta que les habían marcado.

viernes, 3 de junio de 2016

Conclusiones tras leer "El desierto de los tártaros", de Dino Buzzati.

 Conclusión principal: menos mal que era una novela breve, si no no la termino. No quiero ser radical, esta novela está muy bien escrita desde el punto de vista estilístico, francamente correcto, pero... no me ha dicho nada de nada.
  Ya dije en la entrada anterior que este tipo era periodista de Il Corriere della Sera, y, desde luego, se nota. La novela muestra una maestría en la narración, la de alguien que domina a la perfección el arte descriptivo... pero a la novela le falta "alma". Da la impresión de que alguien le encargó una novela sin tema concreto, Buzzati tomó uno cualquiera y empezó a escribir... todo bien, salvo que El desierto de los tártaros aburre hasta a las ovejas. El mejor trasfondo que he conseguido encontrar de este texto es la analogía del destino en la Fortaleza Bastiani del protagonista, el teniente Drogo, con la vida en sí misma: la pérdida de la ilusión juvenil al devenir todo en tediosa rutina. Por lo demás, una novela totalmente olvidable.

miércoles, 1 de junio de 2016

Ahora leyendo: "El desierto de los tártaros", por Dino Buzzati.

 Según parece, Dino Buzzati (1906-1972) fue un autor de grandes ventas en Italia, siendo esta novela breve, El desierto de los tártaros, la más famosa. Se trata de una novela a medio camino entre el naturalismo y la ciencia ficción, o al menos así lo entiendo yo: se narra con objetividad los años de formación militar de un joven teniente, Giovanni Drogo, en una alejada fortaleza en el inicio de un desconocido desierto; por otro lado la incertidumbre de dicha fortaleza, en qué país está, en que período histórico, etcétera,  crea un suspense que podría llevar al texto a ser una novela de ciencia ficción.
  Aquí, la edita Alianza editorial, y mi ejemplar, modernamente adquirido, es de la tercera edición. 
 Tan solo llevo seis capítulos (de treinta) leídos, pero de momento no me está dando ni frío ni calor. Es una prosa ligera, de aspecto periodístico (el propio Buzzati fue periodista para Il Corriere della Sera durante la mayor parte de su vida profesional), con alguna descripción más lograda y detallada. Según los de Alianza editorial, la trama "se halla cargada de resonancia que la conectan con algunos de los más hondos problemas de la existencia, como la seguridad como valor contrapuesto a la liberad, la progresiva resignación ante el estrechamiento de las posibilidades, o la frustración de las expectativas de hechos excepcionales que cambien el sentido de la existencia". En fin, me parece un tanto pretencioso, pero esperemos a avanzar más en la historia.
  El miedo que me suscitan estos autores es que, a pesar del gran éxito que hayan conseguido a lo largo de las décadas, puede que no sean más que un mero éxito editorial, no verdaderamente literario. Me explico: he leído autores consagrados por público y crítica, con novelas que se citan en toda charla literaria que se precie de tener cierta altura, y que, en realidad, no son sino excelentes productos de marketing que no merecen tales flores. Un ejemplo claro es el de Salinger, que fue encumbrado por la industria editorial norteamericana con su El guardián entre el centeno, una obra perfectamente olvidable, pero que fue elevada a la más alta categoría por una industria ávida de vender productos. Con todo, Italia no es Estados Unidos, y mi experiencia como lector de textos de autores italianos es que es una situación bastante semejante a la española, con una industria potente capaz de vender bien verdaderos bodrios, pero no de forma tan exagerada como en el país americano. Veremos que tal avanza la novela.

domingo, 29 de mayo de 2016

Inciso cinematográfico: "Fúsi", dirigida por Dagur Kári.

 Es un gusto poder ver películas tan alejadas culturalmente de lo habitual por estos lares, en este caso es de la gélida Islandia, pero la historia que narra es bien cálida.
  La historia es la de Fúsi, un hombre en sus cuarenta y tantos que vive con su madre, nunca ha tenido una relación sentimental y recibe burlas y maltratos de sus compañeros por su carácter tímido y su físico extraordinariamente obeso. Fúsi es, en realidad, un alma cándida incapaz de hacer mal a nadie, que vive su anodina existencia sin cuestionarse nada; sin embargo, por ser tan diferente de "los normales" llega a ser considerado incluso un pervertido a ojos de los biempensantes. Un día, en una escuela de danza a donde es obligado a ir por su madre y el novio de esta, conoce a Sjöfn, una mujer con serios problemas psicológicos. El gigantesco Fúsi (el título en español es Fúsi, corazón gigante) se enamora de una forma pura, platónica de ella, pero la grave depresión por la que pasa Sjöfn le lleva a comportarse erráticamente ante nuestro pobre protagonista.
 Es, en realidad, una historia de amor complicada en unas vidas sosas y sin nada destacable; pero la simpleza, la ternura y la ingenuidad de Fúsi la hacen francamente conmovedora. Se trata de la lucha por sobrevivir de un sentimiento puro en una sociedad corrupta hasta la médula. Fúsi, que en verdad es un inadaptado social, es el más sano de todos, comparado con los compañeros de trabajo que le acosan y maltratan y todos los que se burlan de él por ser simplemente diferente. Nada nuevo bajo el sol (en la película más bien bajo la nieve), los de siempre (la mayoría) acosando y maltratando a los que no bailan al compás general.
  El actor que interpreta a Fúsi, un tal Gunnar Jónsson, encaja a la perfección con el papel. La fotografía de la película, muy sencilla, recalca con sus nieves y ventiscas el carácter pusilánime pero honrado del bueno de Fúsi. Una película, en definitiva, para abrir el corazón y dejarse de convencionalismos hipócritas y cínicos.

sábado, 28 de mayo de 2016

Conclusiones tras leer "Matadero Cinco".

 Pocas, pocas conclusiones. Al menos no muy diferentes de lo que escribí en la entrada anterior. Es, en mi opinión, un ejercicio de literatura aséptica, porque, a pesar de narrar el salvajismo humano en modo óptimo (cómo matar a más de 25.000 personas en apenas un par de noches), al contarse con las prolepsis y analepsis que da la abducción por los extraterrestres y su vida pasada y futura, todo parece más natural, menos terrible, como hechos acontecidos hace milenios que perdieron ya su importancia. Con todo, la incorporación de los alienígenas y demás no da un tono estrambótico o ridículo a la novela, tal vez porque la supina estupidez humana condensada aquí en el Bombardeo de Dresde de 1945 es tan ilógica que uno se cree a pies juntillas lo del planeta de Tralfamadore.
  O puede que uno ya esté mayor para sorprenderse con nada y no busque el adoctrinamiento espiritual, conmoverme emocionalmente o descubrir un gran tesoro literario... Lo cierto es que he acabado de leer esta novela con una sensación de indiferencia que empiezo a reconocer con bastante frecuencia en mi, otrora, prono a la emoción intelecto.

viernes, 27 de mayo de 2016

Ahora leyendo: "Matadero Cinco", por Kurt Vonnegut.

 Cambiando totalmente de tercio, comienzo con la que es la obra más aclamada del americano de origen alemán Kurt Vonnegut. Es un cambio absoluto con Walser, Vonnegut es un tipo mucho más irónico y sarcástico, hace de la escritura un ejercicio de burla de todos y de sí mismo.
  Matadero Cinco narra las terribles experiencias del propio autor en la Segunda Guerra Mundial. Según parece Vonnegut fue hecho prisionero por los nazis y llevado como prisionero a Dresde pocas semanas antes del bombardeo indiscriminado que sobre aquella ciudad perpetraron los aliados en febrero de 1945 (otro crimen de guerra -si no es un crimen toda guerra en sí- esta vez cometido por el otro bando). Pero que nadie espere tremendismos ni lágrimas, Vonnegut lo narra con una ironía que en absoluto aleja la impresión de la barbarie de todo aquello. Además, como trufa del pastel, lo entrelaza con una historia de abducción alienígena... Sí, el protagonista, Billy Pilgrim es supuestamente abducido por alienígenas del planeta Trafalmadore cuando ya han pasado décadas y ejerce como óptico en Estados Unidos. El efecto de tal abducción consiste en saltos hacia atrás y delante en el tiempo que le llevan a recordar los tiempos de la guerra y entrelazarlos con los del presente en América.
  El resultado es extraño pero brillante, otorga una originalidad y una rapidez al texto que lo hace francamente intrigante. La prosa de Vonnegut es rápida y fácil, sin finuras ni artificios, muy americana (de ahora), muy periodística.

¿Quién diablos es Robert Walser?

 Ni idea. Una especie de demente, hermoso poeta, observador minucioso, pobre de solemnidad, admirador de la belleza, vagabundo, pensador obsesivo, miniaturista, escritor compulsivo... ¡vete tú a saber!
  Tal vez fue un tipo insufrible acuciado siempre por su esquizofrenia, alguien que hizo la vida más desgraciada a aquellos con los que convivió (como cualquier otro ser humano). Pero a mí, que no lo conocí, que incluso ya llevaba más de dos decenios muerto cuando yo nací, me ha sobrecogido leer ese pequeño tesoro llamado El paseo. Que nadie se confunda, estoy seguro de que su prosa tan desestructurada, tan falta de la más mínima organización, con una puntuación tan peculiar podría hacer infumable una novela de más de quinientas páginas, algo así como el Ulysses de Joyce. Pero El paseo es un relato de apenas ochenta páginas que permite esta digresión formal. Es un relato, en cualquier caso, que puede dar origen tanto a Hermann Hesse como a Kafka, al menos en sus planteamientos: el obsesivo y absurdo surrealismo del checo estaría (que, sin embargo, lleva a convertir a un tipo que se convierte en insecto en el más cuerdo de todos y a los demás en locos de atar) estaría presente en Walser, y la búsqueda de la belleza del alemán (en buena medida escudriñando los paisajes suizos) también están en Walser.
 Es una literatura pura, de alguien que en absoluto está buscando ser escritor, publicar o ser leído. Esto le lleva a crear belleza absoluta sin grandilocuencia ni aparatosidad.
 En fin, profundizaré más en Robert Walser con la precaución de lo que puede suponer su tipo de narrativa en novela larga. 
 Por cierto, como recordatorio del tempus fugit, pongo la hórrida foto de su muerte, dando un paseo (como hacía con cotidianeidad) en un paisaje nevado, en los alrededores del sanatorio en el que estaba voluntariamente ingresado.
 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Ahora leyendo: "El paseo", de Robert Walser.

 Admito estar un poco perplejo con Robert Walser. Sabía, más por conjeturas de reseñas bibliográficas que por estudios serios, de su compleja vida rayana con la enfermedad mental y la pobreza material; también sabía de la defensa, un tanto ensimismada, que hacía de su prosa Enrique Vila-Matas (algo que me echaba hacia atrás a la hora de leer al suizo); y la hórrida fotografía de su muerte, desplomado en la nieve mientras daba un paseo... Sabía de su compleja lectura, pero algo me atraía hacia él. Así, comencé por El paseo, un corto relato editado por Siruela.
  Tengo sentimientos encontrados con este relato: por un lado me recuerda terriblemente al propio Vila-Matas, con su prosa lenta, erudita, pero al mismo tiempo enloquecida, sin fin predeterminado, sin avanzar en ningún sentido; pero, por otro lado, también me recuerda a la forma de escribir de Hermann Hesse, con ese estilo humanístico y a la vez teológico, como en El lobo estepario, donde el protagonista narra su desencaje en la sociedad y su afán de búsqueda. El paseo no cuenta nada en concreto. Tal vez es un conjunto de reflexiones en voz alta hechas por el propio Walser a cuenta de la irracionalidad de la existencia. Hay, eso sí, un fino sentido del humor, una ironía que deja al nivel del barro a todo convencionalismo en el que nos vemos (nunca mejor dicho) enfangados a diario.
  La demencia kafkiana (no porque la tuviera el autor, sino porque la mostraba en la sociedad) está presente también en Walser. De hecho hay semejanzas más con El castillo o El proceso que con La metamorfosis, la locura de la humanidad, perdida en rutinas sin sentido, deja claro en todas esas obras que el único cuerdo es aquel que precisamente destaca por no encajar en su sociedad.

martes, 24 de mayo de 2016

Ahora leyendo: "Sanguinarius. Trece historias de vampiros", recopilado por Valdemar.

 He defendido varias veces la labor divulgativa de algunas editoriales que compilan distintos textos sobre un determinado tema; la considero una labor divulgativa porque sirve para divulgar a los distintos autores que, según edad o conocimientos generales, pueden no ser conocidos por todo el público. Reconozco haberme enterado de la existencia de algunos escritores a través de estas compilaciones hechas en su mayoría (¡oh gloriosa bendición!) en ediciones de bolsillo. Ahora, sin embargo, no voy a hablar bien de esta.
  No hablaré bien de Sanguinarius porque los relatos contenidos son claramente menores en el subgénero del terror. El volumen se abre con El vampiro de Polidori, ese dilettante ayuda de cámara de Lord Byron (se insinúa que también de cama) y suicida a sus veintiséis años, que competía con su señor y con Mary Shelley en una suerte de certamen literario entre cuatro amigos que ganó de lejos la Shelley y su Frankenstein o el moderno Prometeo. Y eso que John William Polidori quedó segundo, porque el pijo de Lord Byron se retiró ante la predecible derrota. Bueno pues si el noble hubiera presentado su relato muy probablemente habría relegado al angloitaliano al tercer puesto, porque El vampiro, con el sobrenombre de La novia de las islas es un relato malo, pero malo malo. Vamos que, modestia aparte, un servidor cree haber escrito cosas mejores que este cuento fantástico. Es malo porque es previsible; los personajes son planos, sin detallar apenas; el léxico es vulgar... todo como sacado de un concurso literario para adolescentes.
  El segundo relato, El esqueleto del Conde o la amante vampiro de Elizabeth Caroline Grey, es igual de flojo: un montón de sitios comunes con muy poquito picante para ser un relato fantástico. Sé que esos dos relatos citados son únicos a su manera, el de Polidori por esa relación tan metaliteraria con Lord Byron, que fuera llevada a la gran pantalla por Gonzalo Suárez en Remando al viento; la segunda, según dicen, es la primera obra sobre vampiros escrita por una mujer... Todo ello perfecto, pero siguen siendo relatos flojos.
 En fin, continuaré leyendo el pequeño volumen por si encuentro una joya escondida, no sé, no sé...