Pocas, pocas conclusiones. Al menos no muy diferentes de lo que escribí en la entrada anterior. Es, en mi opinión, un ejercicio de literatura aséptica, porque, a pesar de narrar el salvajismo humano en modo óptimo (cómo matar a más de 25.000 personas en apenas un par de noches), al contarse con las prolepsis y analepsis que da la abducción por los extraterrestres y su vida pasada y futura, todo parece más natural, menos terrible, como hechos acontecidos hace milenios que perdieron ya su importancia. Con todo, la incorporación de los alienígenas y demás no da un tono estrambótico o ridículo a la novela, tal vez porque la supina estupidez humana condensada aquí en el Bombardeo de Dresde de 1945 es tan ilógica que uno se cree a pies juntillas lo del planeta de Tralfamadore.
O puede que uno ya esté mayor para sorprenderse con nada y no busque el adoctrinamiento espiritual, conmoverme emocionalmente o descubrir un gran tesoro literario... Lo cierto es que he acabado de leer esta novela con una sensación de indiferencia que empiezo a reconocer con bastante frecuencia en mi, otrora, prono a la emoción intelecto.
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