jueves, 7 de octubre de 2021

"Peñas arriba", José María de Pereda.

  Dicen que "en la variedad está el gusto". Pues yo estoy de acuerdo, especialmente en las lecturas. Porque después de haber leído a Terry Pratchett (nunca me cansaré de alabar su fina ironía que satiriza la mayor maldad y estupidez que hay sobre la faz de la Tierra, la soberbia humana) llegar a Pereda es como un bálsamo curativo que suaviza las asperezas de la vida. Me pasa más con Pérez Galdós que con Pereda, pero con el cántabro también me ocurre que siento volver a la esencia de la buena literatura, la que está hecha sin prisas, para degustar lentamente, olvidándose de las prisas cotidianas. Claro está que la prosa de José María de Pereda es una de las mejores de la literatura castellana: una prosa lenta, preñada de oraciones subordinadas, adjetivación abundantísima y circunloquios por doquier. Es la antítesis de la literatura actual, tan apresurada, tan periodística, tan poco descriptiva, tan... tan poca cosa comparada con Pereda. En el caso de Pérez Galdós, empatizo más si cabe por el registro que hace del habla popular madrileña, tan entrañable para mí por haberla vivido en las personas de mis abuelos (de hecho, hay fragmentos de Fortunata y Jacinta en los que uno cree estar escuchando a sus abuelos Alfonso y Manolita más que a personajes de ficción); en el caso de Pereda, por amor a su patria chica, los registros son de los que algún sesudo académico llegó a llamar "cántabro" o "español de cantabria", que tiene (más bien, tenía) incrustaciones del astur-leonés tanto en la fonética como el léxico.
 Y eso que, según otros ilustres y sesudos académicos, José María de Pereda debía tener una relación de amor y odio hacia la forma dialectal del español que se hablaba en las zonas más remotas de Cantabria, pues a la vez que se hacía eco de la misma en sus novelas, no temía denostarlas como impurezas a extinguir. Por cierto, hablando de impurezas, el bueno de don José María era leísta confeso y convicto, pero no sólo del llamado "leísmo de persona", sino también "de cosa", algo que chirría bastante cuando se lee su prosa tan depurada.
 Peñas arriba podría ponerse de ejemplo a seguir para prosa descriptiva, pues son tan exhaustivas las descripciones que hace del pueblo (Tablanca lo llama el autor, nombre ficticio) y del Valle del Nansa al que acude Marcelo (posible alter ego del autor) al requerimiento de su tío Celso, que la narración prácticamente queda anulada, en un segundo plano. Esas descripciones, tanto de paisajes como de personas, son tan minuciosas, ya digo, que uno se siente en mitad de la Montaña cántabra, parloteando en esa forma tan arcaica y hoy prácticamente extinta de español.
José María de Pereda. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 A un servidor le da por pensar lo diferentes que debieron ser las vidas de los antepasados de uno cuando, hace más de cien años, leían este tipo de literatura sin prisas ni agobios. Se me antoja que el ritmo de la lectura reflejaría esa vida más sencilla, más lenta, pero también más intensa y consciente que hace que nuestra vida actual, por comparación con aquella, parezca atropellada y atolondrada.
 La novela es, en cierto modo, un canto a aquella locución latina, Beatus ille, "dichoso aquel" que huye del mundanal ruido y se refugia en la paz y la serenidad del campo. En este caso, Pereda lo novela haciendo que Marcelo, un joven de origen cántabro pero madrileño de nacimiento y crianza, sienta rechazo cuando no miedo de esa vida demasiado asilvestrada y rústica, pero, a medida que avanza la novela, va entendiendo la filosofía inherente a esas vidas tan sencillas en el "solar de sus mayores" hasta el punto de acabar haciendo suya esas mismas vidas.
 Es un placer, como antes decía, leer a Pereda, detenerse en los más ínfimos detalles de descripción; leer centenares de páginas en las que, en realidad, apenas ocurre nada, sin embargo, valga el oxímoron, ocurre todo, ocurre la vida, eso sí, más sosegadamente.

lunes, 4 de octubre de 2021

Inciso cinematográfico: "Rope of Sand", dirigida en 1949 por William Dieterle.

  Está claro que no todas son Casablanca o El halcón maltés, pero la mayor parte de las películas de Hollywood de los años cuarenta y cincuenta tienen un halo mágico que las mantiene en un estado encomiable casi ochenta años después, ese el caso de Rope of Sand. La comparación con Casablanca no es desafortunada porque ambas comparten tres actores míticos de la película de 1942, a saber: Paul Henreid, Claude Rains y Peter Lorre; faltan, claro está, Bogart y Bergman; también coincide con la archiconocida película ambientada en Marruecos esa misma ambientación africana, aunque ahora se sitúa en Namibia y Sudáfrica. Además de los tres gigantes de la escena mencionados, está el héroe, esta vez no es un héroe-antihéroe como Bogart, sino uno de mirada clara, mandíbula potente y sonrisa inacabable: Burt Lancaster.
 El argumento es el siguiente: el guía Mike Davis (Lancaster) encuentra por casualidad al seguir a un díscolo cliente un afloramiento de diamantes, el descubrimiento es ilícito pues se encuentra en una zona restringida por la compañía minera que lo explota. El dueño de la compañía, Martingale (Rains), entrega a Davis al brutal jefe de seguridad, Vogel (Henreid), que lo apalea. Tiempo después, el guía vuelve a por los diamantes, y Martingale decide enredarle con una buscona para hacerse con ellos. Todo se complica cuando Vogel se encapricha de la chica y ambos se disputan su atención.
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
 Hay mucha diferencia de calidad en el elenco actoral: la chica (Corinne Calvet) no es más que una actriz guapa y joven, nada más; Lancaster está correcto como casi siempre pero no deja de ser un físico privilegiado; pero claro, luego está el triunvirato celestial al que antes hacía referencia y que también está en Casablanca, Paul Henreid era un actor capaz de ponerse en cualquier papel y hacerlo con verdadera verosimilitud (perogrullada dicho de un actor pero que no todos son capaces de hacerlo), Claude Rains es un mago capaz de convertir al villano más repugnante en alguien interesante y seductor, y Peter Lorre es la guinda de cualquier película que aporta variedad y gusto.
 Luego está el tema de la ambientación que, como dije, también es africano (aunque en realidad se rodó en Arizona) y que da esa imagen exótica de lejano país en el que todo puede ocurrir y las leyes y la moral son algo ajeno. Ese ambiente, para un europeo de la época o de la actualidad, tiene un atractivo morboso.
Imagen tomada del sitio www.dfordoom-movieramblings.blogspot.com
 Con todo, las películas envejecen, algunas mejor que otras, y, evidentemente, Casablanca envejeció regiamente para convertirse en uno de los grandes referentes cinematográficos de todos los tiempos, mientras que Rope of Sand se ha convertido en una ancianita respetable pero de segundo nivel. 

sábado, 2 de octubre de 2021

"El loco", "Platero y yo", Juan Ramón Jiménez.

  Vestido de luto, con mi barba nazarena y mi breve sombrero negro, debo cobrar un extraño aspecto cabalgando en la blandura gris de Platero. Cuando, yendo a las viñas, cruzo las últimas calles, blancas de cal con sol, los chiquillos gitanos, aceitosos y peludos, fuera de los harapos verdes, rojos y amarillos, las tensas barrigas tostadas, corren detrás de nosotros, chillando largamente:
-¡El loco! ¡El loco! ¡El loco!
...Delante está el campo, ya verde. Frente al cielo inmenso y puro, de un incendiado añil, mis ojos -¡tan lejos de mis oídos!- se abren noblemente, recibiendo en su calma esa placidez sin nombre, esa serenidad armoniosa y divina que vive en el sinfín del horizonte...
Y quedan, allá lejos, en las altas eras, unos agudos gritos, velados finalmente, entrecortados, jadeantes, aburridos:
- ¡El lo...co! ¡El lo...co!

lunes, 27 de septiembre de 2021

Libros proféticos del Antiguo Testamento. Profetas "mayores" ("Isaías", "Jeremías", "Ezequiel" y "Daniel").

  Los libros proféticos del Antiguo Testamento han sido clasificado tradicionalmente en mayores y menores, y, sorprendentemente, la razón para incluirlo en uno u otro grupo no está en la importancia de sus profecías o visiones, sino simple y llanamente en la extensión de los textos. Me ha sorprendido extraordinariamente (y defraudado, claro está) la simpleza extrema de esta clasificación. Teniendo en cuenta los miles de exégetas bíblicos que, a lo largo de la historia, han dedicado su vida (algún desaprensivo diría "desperdiciado su vida") a esclarecer el más mínimo versículo bíblico, dándole mil y una interpretaciones y contrargumentaciones hasta llegar a perder el sentido primero (y probablemente más razonable), que los dieciocho libros proféticos del canon bíblico puedan ser divididos en dos grupos tan sólo por su extensión me parece ridículo.
 Por cierto, no puedo dejar de notar que el exégeta que introduce estos libros en la versión de la Editorial San Pablo, edición de bolsillo de 1988 (tengo, obviamente, más ediciones en casa, pero por comodidad estoy usando ésa) llega a hacer una reivindicación tan ridícula de los profetas que, al menos desde una visión del siglo XXI, los inhabilita, al presentarlos poco menos que como zumbados que tienen "sueños o visiones", es decir, igual que un psicótico tiene alucinaciones y delirios. No sé, la viejísima tradición de decir que el Espíritu Santo habla por sus bocas resulta un tanto inverosímil hoy en día, pero lo de los "sueños o visiones"...
 En fin,  paso a comentar brevemente estos cuatro profetas mayores, que no están en orden con el resto de los libros proféticos del Antiguo Testamento y que, además, alguno de ellos ni siquiera se considera profético hoy en día. Veremos...
 Isaías: escrito en una época turbulenta de la antigüedad (¿hubo alguna que no lo fuera?), pues el Imperio asirio amenazaba Israel y Judá. Esto crea en el profeta la sensación de abandono divino. Con todo, Isaías da un mensaje esperanzado, realmente mesiánico en algunos momentos y en otro preocupantemente coyuntural. El mensaje principal es que hay que abordar las crisis desde la esperanza cifrada en la instauración del reino mesiánico en el que todos los fieles podrán vivir sin angustia alguna. Este mensaje es atemporal y perfectamente entendible para un cristiano del siglo XXI; pero, como decía antes, hay fragmentos en los que se hacen profecías "muy judías", en las que se busca (o así lo he entendido yo) la revancha del pueblo de Israel que acabará dominando el mundo (no he podido dejar de pensar en el sionismo internacional  de finales del XIX y principios del XX). Otro problema no resuelto con el libro de Isaías es su autoría, se consideran al menos tres autores: Isaías I, que abomina de la corrupción de Israel hasta el punto que justifica el ataque asirio por esta corrupción, y que también incluye la profecía del nacimiento de Cristo (por lo que se lee en Adviento);  Isaías II o Deuteroisaías, en el que se introduce el personaje central de Ciro, héroe de Israel; e Isaías III o Tritoisaías, que ejemplifica la gloriosa redención de Sión.
 Jeremías: otro profeta que vivió durante la dominación asiria, éste, de hecho, murió en el exilio, en Egipto. También anuncia la llegada del Mesías liberador que restaurará el trono de Israel, pero, al igual que en Isaías, se recuerda que la destrucción de Israel a manos de los mesopotámicos está justificada por el alejamiento de los israelitas de Dios. Esto es una muestra clara de ese sentimiento de culpa que la Biblia hebrea (y, por supuesto, la cristiana) imprime a sus creyentes: "si me pasa algo malo, seguro que ha sido por culpa mía", esto, desgraciadamente ha sido utilizado de forma torticera por miles, si no millones, de rabinos, curas, obispos y demás caterva de aprovechados para conseguir beneficios personales a costa de los apesadumbrados fieles. Vamos, que para que el señor obispo de Madrid, por ejemplo, disfrute de un espléndido ático de varios centenares de metros cuadrados en la mejor zona de la ciudad es necesario que los feligreses se expriman el bolsillo, y para eso nada mejor que meterles un poquito de sentimiento de culpa... Desgraciadamente, historias como esas (ésta tomada de la realidad de hace un par de décadas) han existido desde tiempos del profeta Jeremías, y existirán, mucho me temo, por siempre. Aprovechados y caraduras que viven de atormentar almas cándidas los ha habido siempre y siempre los habrá  en todas y cada una de las iglesias, instituciones pura y totalmente humanas.
 Ezequiel: es el profeta de la esperanza, sin embargo, según el exégeta de la Editorial San Pablo: "presenta ciertos rasgos de anormalidad", "reflejados en gestos estrambóticos y reacciones desconcertantes, que a veces rayan el el delirio". Lo cierto es que sus visiones sí parecen producto más de la enfermedad mental, como la de los híbridos entre hombres y toros que, muy probablemente, tengan que ver con los lamassus mesopotámicos. Ezequiel tiene también algunas de las profecías que son icónicas en el ámbito católico, como aquella de los "huesos secos" que tanto se usa como símbolo de resurrección a partir de un hálito de vida. Por lo demás, sigue profetizando la restauración del trono de Israel tras la llegada del Mesías.
 Daniel: uno de los libros más hermosos del Antiguo Testamento (para mí, personalmente, hasta el punto de hacerme elegir ese nombre para mi propio hijo), aunque hoy en día no se considera realmente profético sino apocalíptico (pues expresa su confianza en la salvación tras la Parusía, la segunda venida de Cristo). Pero, además, el libro de Daniel contiene algunos de los fragmentos más bellos que son verdaderos iconos veterotestamentarios que tuvieron en tiempos pretéritos gran difusión entre los artistas (principalmente escultores) del arte Paleocristiano. Por ejemplo: la historia en que Daniel es arrojado al foso de los leones por el rey Nabucodonosor al no querer abjurar de su fe, y como éstos lo respetan es algo que muchos niños cristianos teníamos en nuestra cabeza desde la catequesis de Primera Comunión; otra es la de los hebreos arrojados al horno por no querer apostatar y cómo no se queman; o la de la casta Susana, engañada por libidinosos viejos que tratan de acusarla a ella. Son historias bellísimas que tienen como mensaje último que aquél que confía en Dios no ha de temer nada en esta vida mundana de mero tránsito.

"El quinto elefante", por Terry Pratchett.

  Vigésimo cuarta entrega de la saga del Mundodisco. La tortuga cósmica Gran A'Tuin sigue surcando el Multiverso, con sus cuatro gigantescos elefantes sobre su concha, sobre los cuales descansa el Mundodisco, sorprendentemente diferente al planeta Tierra en su geografía y extraordinariamente semejante al mismo en la estupidez de sus habitantes. Precisamente, el título hace referencia al mito según el cual un quinto elefante descomunal salió despedido de la concha de la tortuga cósmica para caer, tras haber descrito una elegante órbita, en pleno Mundodisco, generando así tal movimiento tectónico que alteró la geografía del mismo para siempre.
 Esta vez, la burla de Pratchett se centra en las relaciones internacionales y diplomáticas. En esencia, los ciudadanos de Überwald (un oscuro país lleno de hombres lobo, vampiros y enanos que guarda una más que sospechosa semejanza con el estereotipo alemán) van a elegir un nuevo rey; desde Ankh-Morpork se envía una comitiva diplomática para asistir al evento, nadie mejor que Sam Vimes, jefe de la guardia y noble por vía conyugal. Para acompañarle los más cercanos a la idiosincrasia "überwaldiana" son, claro está, una mujer lobo, Angua; una enana, Jovial Culopequeño; y un troll, el sargento Detritus.
 Claro, en la pluma de Terry Pratchett, tamaña aventura es un cúmulo de despropósitos desternillantes, no tanto por lo cómico de las situaciones, sino por la soberbia parodia de la idiotez humana, en este caso de los empingorotados eventos de la alta sociedad. Porque, como el inglés deja claro, las relaciones internacionales o diplomáticas no son sino una extensión de las más normales relaciones humanas, eso sí, con frac o chaqué. Así, todas las imbecilidades de nuestros gobernantes a las que asistimos impotentes los abochornados ciudadanos de bien se parodian en esta novela. Desde ese empingorotado comportamiento al que antes hacía referencia, a la vanidad colectiva (en esencia igual que la individual pero mucho más peligrosa y más tendente a guerras y conflictos), pasando por el uso y abuso de todo tipo de estereotipos y prejuicios nacionales.
 Alguien con sentido de humor y fina inteligencia que leyera (y comprendiera plenamente) esta novela no podría sino hacer de esas relaciones internacionales algo más natural y menos soberbio. Un ejemplo genial del uso de la ironía por parte de Pratchett son todos las falsedades con las que esos señorones repiten protocolos centenarios que sirven para ocultar las verdaderas intenciones que los ha llevado hasta allí. Léase, por ejemplo, salutación al nuevo rey donde debiera decirse injerencia en el nuevo gobierno; afianzamiento de las relaciones comerciales donde se pretende explotar inhumanamente las riquezas del vecino; o defensa de las minorías del país vecino cuando, en realidad, se quiere subvertir el orden social de la zona en beneficio propio. Vamos, lo que lleva haciendo el ser humano desde que se bajó del árbol.
 La genialidad de Terry Pratchett da para que el tema principal arriba esbozado sea acompañado por temas secundarios como las relaciones entre jefes y subordinados (con el ascenso a capitán del sargento Colon y su atontamiento consecuente) o los celos (personificados en el capitán Zanahoria tras la partida a Überwald de su novia Angua, una mujer lobo en camino a su país de origen, repleto de jóvenes y atléticos individuos de su especie). Estos temas secundarios dan mayor empaque a la novela, haciéndola más memorable si cabe. Lo digo siempre que hago una recensión de las novelas de Pratchett: si los lectores inteligentes se deshicieran de sus prejuicios para entender las parodias sociales del autor inglés y luego se aplicara masivamente a nuestras vidas, otro gallo nos cantara.

En tiempos bíblicos ya se hablaba de los gobernantes, políticos, periodistas, líderes sociales... "Salmo 140".

 1 Al Director. Salmo de David.
2 Líbrame, Señor, del malvado, | guárdame del hombre violento:  
3 que planean maldades en su corazón | y todo el día provocan contiendas;  
4 afilan sus lenguas como serpientes, | con veneno de víboras en los labios. (Pausa)  
5 Defiéndeme, Señor, de la mano perversa; | guárdame de los hombres violentos, | que preparan zancadillas a mis pasos.  
6 Los soberbios me esconden trampas; | los perversos me tienden una red | y por el camino me colocan lazos. (Pausa)  
7 Pero yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios»; | Señor, atiende a mis gritos de socorro;  
8 Señor Dios, mi fuerte salvador, | que cubres mi cabeza el día de la batalla.  
9 Señor, no le concedas sus deseos al malvado, | no des éxito a sus proyectos. (Pausa)  
10 Levantan la cabeza los que me rodean, | la iniquidad de sus labios los cubra.  
11 Caigan sobre ellos carbones encendidos, | arrójalos en la fosa y no se levanten.  
12 No arraigue en la tierra el deslenguado, | el mal persiga al violento hasta desterrarlo.  
13 Yo sé que el Señor hace justicia al afligido | y defiende el derecho del pobre.  
14 Los justos alabarán tu nombre, | los honrados habitarán en tu presencia. 

miércoles, 22 de septiembre de 2021

"Arriva l'autunno"

 

Autunno (1563). Giuseppe Arcimboldo. Olio su tavola. Museo del Louvre (París).
Imagen tomada de Wikimedia Commons

miércoles, 15 de septiembre de 2021

"Yoga for Readers", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the web www.incidentalcomics.com

Inciso cinematográfico: "Les maudits", dirigida en 1947 por René Clément.

  Película extrañamente atractiva que ganó el Premio a la mejor película de aventura y crimen en el Festival de Cannes de 1947. Digo "extrañamente atractiva" tal vez porque los tiempos cambian y así hacen los gustos del público, pero también es extraña en el buen sentido ya que, habiendo sido rodada en 1947 y siendo perteneciente al género bélico, no tiene el más mínimo atisbo de patrioterismo o chovinismo. Es, obviamente, una película francesa rodada desde un punto de vista francés, pero se hace más hincapié en los personajes y sus personalidades que en las nacionalidades de los mismos. No hay propiamente dicho buenos y malos, héroes y malvados, hay un grupo humano heterogéneo a más no poder que trata de sobrevivir en un momento (el fin de la Segunda Guerra Mundial) en que todo parecía venirse abajo, incluso para los supuestos vencedores.
 El argumento es el siguiente: un submarino alemán huye de Europa, su tripulación incluye un jefe de la Gestapo, un general alemán, un industrial italiano y un periodista francés colaborador nazi. Conocen bien los derroteros (adversos para ellos) que está tomando la guerra; planean huir a Sudamérica y desde allí tratar de resucitar el Tercer Reich. Por un accidente sin importancia se ven obligados a buscar un médico, y a su paso por Royan, cerca de Burdeos, tres de ellos secuestran a un galeno. Este médico francés es el protagonista principal, si esto se puede llegar a decir de una película coral, pues a través de él vamos a saber de los distintos planes y suspicacias de los otros protagonistas. Lo cierto es que en el opresivo ambiente del submarino, las sospechas mutuas se desatan, desarrollándose un peligroso juego de desconfianzas que acabará con varios asesinatos y suicidios.
 Imagen tomada del sitio IMDb.com
 El argumento es francamente enrevesado, no es fácil prever que va a ocurrir, tanto que, quizá influido por la lengua francesa en la que está rodada, he pensado en una novela de Georges Simenon, el genio de habla francesa en cuestión de intriga y suspense. Pero, como antes decía, lo mejor es la ausencia de chovinismo alguno y el desarrollo muy redondo de los personajes, que evolucionan en su pensamiento, concretamente de una adhesión sin fisuras al nazismo a un desencanto y búsqueda de alternativa para sobrevivir. Todo muy sucio pero a la vez muy humano. En la película no se llega a hacer un juicio de valor sobre los comportamientos y razonamientos de los pro-nazis, algo que, supongo yo, pudo provocar algún problema para la exhibición de la cinta en la Francia triunfante (demolida hasta los cimientos, pero triunfante) de 1947.
 Entre el elenco actoral hay joyas extraordinarias como el polifacético Marcel Dalio, que tiene un pequeño papel pero que lo borda como siempre. Dalio era el nombre artístico de Israel Moshe Blauschild, como su nombre indica, de origen judío, que tuvo papeles secundarios en Casablanca, Pepe le Moko, Los caballeros las prefieren rubias o Las nieves del Kilimanjaro. Era lo que se dice un auténtico superviviente de la barbarie nazi que pudo vivir de lo que quería sin contar con padrinos o con un físico deslumbrante. También están actores alemanes que, a la vista está, conseguían trabajar en Francia haciendo de jerarcas nazis con un trabajo actoral francamente encomiable, así está Andreas von Halberstadt (el general alemán) o Jo Dest (el jefe de la Gestapo), ambos retratados en el fotograma debajo de estas líneas.
 Imagen tomada del sitio www.cageyfilms.com
 Es una pequeña joya que probablemente no sea del gusto de las masas, pero que incluye visos de una Europa convulsa pero que, al menos entre las élites, todavía conservaba algo de macedonia cultural y nacional. Lamentablemente y como es sabido, esa macedonia cultural y nacional desapareció en la segunda mitad de los años 40 y décadas siguientes en favor de estados monocolores en los que la más mínima diferencia lingüística y cultural era objeto de delación para su inmediata eliminación.

Libros sapienciales del Antiguo Testamento: "Job", "Salmos", "Proverbios", "Eclesiastés", "Cantar de los cantares", "Sabiduría" y "Sirácida".

  Estos siete libros contienen. como su nombre indica, la sabiduría antigua y religiosa condensada en máximas edificantes de diverso tipo. Tradicionalmente se los ha separado en tres grupos: Salmos, Proverbios, Cantar de los cantares y Sirácida serían atribuibles a Salomón; en ellos se trata de organizar al pueblo de Israel al modo egipcio y fenicio. Se trata de una sabiduría de orden práctico, aunque también moral pues su máxima aspiración es que el creyente discierna sobre el bien y el mal, lo bueno y lo malo. En todos los casos se recuerda que Dios creó el mundo con un orden establecido, así, el hombre que se adapta a ese orden es sabio y por tanto feliz, el hombre que no se adapta es necio e infeliz. Un segundo grupo de estos libros sapienciales, el conformado por Job y Eclesiastés da una versión más íntima y personal de la sabiduría. ¿Por qué existo? ¿Por qué sufro si soy justo? Estas magnas preguntas parecen ser las principales en estos dos libros, lo cual los hacen más cercanos, más humanos. Por último, tendremos el libro de Sabiduría, que presenta una sabiduría religiosa que acaba llegando a concluir que la sabiduría es, en verdad, el temor de Dios. Así que podemos ver que la sabiduría a la que hacen referencia los libros sapienciales en general no es la que hoy en día consideramos como el conocimiento extremo de una determinada materia científica, claro está, sino una "sabiduría de la vida" que tiene que ver directamente con el amor a Dios y Su voluntad.
 Job: Todo el mundo, incluso aquéllos con escasa cultura religiosa (cada vez, lamentablemente, más), conoce aunque sea de oídas el libro de Job; el famoso dicho popular "tener más paciencia que el santo Job" ayuda a su conocimiento, y, en verdad, no está desencaminado en absoluto. El mensaje principal de este libro se puede resumir en otro dicho popular, aquel que rezaba: "Dios aprieta, pero no ahoga". O dicho de una forma más elaborada: la fe es puesta a prueba cada día de nuestras vidas; la fidelidad a Dios es premiada, pues esta vida es temporal, lo importante es la Vida Eterna. Desde un punto de vista estilístico el libro tiene una gran belleza narrativa (cabría decir que es prosa poética) con algunas frases verdaderamente brillantes que resumen todo: "Desnudo salí del vientre de mi madre, desnudo allí regresaré. El Señor me lo había dado, el Señor me lo ha quitado; sea bendito el nombre del Señor". Job 1,21.
 Salmos: verdadera antología de poemas religiosos. Oraciones sencillas pero con fundamento, algunas de ellas bellísimas (en mi opinión, las llamadas de "religión personal"); otras siguen siendo de una temática muy veterotestamentaria, en el sentido de que presentan una religión tribal, de lucha contra el enemigo, son aquellos salmos que piden protección personal pero también la destrucción de los enemigos. Teóricamente fueron compuestos por el rey David, aunque esto es harto improbable, principalmente porque narran cosas que aún no existían en su reinado.
 Proverbios: Otro libro atribuido al rey Salomón. Se incluyen consejos aplicables a todo momento de la vida. Recuerda la necesidad de confiar en Dios, pero también cómo relacionarse con la familia, los amigos, la profesión, lo material... Como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta la minuciosidad de los proverbios, algunos son muy coyunturales, habiendo quedado totalmente obsoletos hasta llegar a ser del todo inmorales (véase, por ejemplo, el trato que se ha de deparar a los esclavos). Otros mantienen su vigencia, con algunos párrafos hermosos y memorables.
 Qohélet o Eclesiastés: Parece que ahora esté más de moda el primer nombre, de origen hebreo, que significa "discutir" o "argüir", aunque yo sigo prefiriendo el segundo, de origen griego, con el que lo conocí de niño. Es un libro sapiencial clásico, de una enorme belleza, que, en realidad, busca a Dios y a la Vida Eterna por vía de la negación de lo material hasta llegar a un verdadero nihilismo material. Para llegar a concluir que lo único que tiene sentido en la vida terrenal es la vida espiritual, denuesta de forma eficaz la vida terrena (las riquezas, los títulos, las vanidades humanas) con su volubilidad e inconsistencia. Está narrada como confesión personal, lo cual le da un grado de cercanía e intimidad que agradece cualquier alma atormentada (que es la de cualquiera que haya vivido en el mundo de los hombres con un poco de sensibilidad y espiritualidad). Es totalmente atemporal, por tanto, rabiosamente actual; lo entienden (y sienten) por igual un hombre del siglo XXI y uno de la época de Cristo.
 Cantar de los cantares: la excepción sorprendente no ya de los libros sapienciales, sino del Antiguo Testamento y aun de toda la Biblia. Es, ya se sabe, un poema amoroso-erótico. La explicación más plausible desde un punto de vista religioso es que las referencias constantes al esposo y a la amada, que son cambiados por Dios y el alma. La verdad es que, en algunos fragmentos, dicha asimilación está más que cogida por los pelos... Lo digo porque hay descripciones físicas de la amada en la que es poco menos que imposible traer a colación nada remotamente espiritual. Haciendo de abogado del Diablo, es evidente que este poema, aunque también atribuido a Salomón, es, en realidad, un poema persa, y, en el ámbito persa, y después árabe, eran muy frecuentes este tipo de poemas amorosos o eróticos.
 Sabiduría: También considerado de origen salomónico en un principio, hoy se piensa muy posterior. Esto es por razones obvias: fue escrito directamente en griego y tiene como finalidad prevenir al creyente del supuesto peligro del helenismo. El helenismo, ya sabemos fue un brutal dominio cultural que se inició con Alejandro Magno y que influyó a casi todo el mundo antiguo, también a los reinos de Israel y Judá. Hoy, al menos en el ámbito europeo, vemos esta época como una de las primeras típicamente europeas, cuyos posos llegan hasta nuestros días; pero para los líderes del pueblo de Israel de aquella época, el helenismo era terriblemente peligroso por su capacidad de seducir con una belleza estética y material que dichos líderes consideraban contraria a la pureza hebrea. En un sentido estructural tiene tres partes: en la primera se recuerda que la verdadera sabiduría viene de Dios; luego se afirma que la justicia de Dios es inmortal; para acabar rememorando los hechos más notables narrados en el Éxodo para aplicar sus consecuencias a nuestras vidas.
 Sirácida: El extraño nombre de este libro hace referencia a su supuesto autor, un tal Ben Sirá. El mensaje es, de nuevo, claro: la única sabiduría posible viene de Dios. Al igual que el anterior pone en solfa al helenismo, cultura que obligaba a los israelitas a hablar griego y a practicar el politeísmo griego. Se dan consejos varios de aplicación diaria: humildad, prudencia, valor de la mujer prudente y los buenos amigos...