viernes, 1 de abril de 2022

"Drácula desencadenado", de Brian Aldiss.

  Novela de ciencia ficción con rasgos metaliterarios publicada en 1991; obra menor, sin duda, del autor de la gran trilogía Heliconia. Como su título avanza: "va de vampiros"; pero, claro, para alguien como Aldiss, que disfrutaba jugando con las posibilidades del futuro y el pasado la cosa tenía que ser más compleja. Lo de "metaliteratura" viene porque, además de tomar prestado el personaje de Drácula, Aldiss introduce en su novela, como un personaje más, a Bram Stoker, su creador. En todo caso, reconozco que la calidad de esta novela es, como mucho, regular; tuve la suerte o la desgracia, no sé, de comenzar a leer al inglés por la que parece ser su obra cumbre, de una originalidad extraordinaria, sin casi defectos, que para mí es, ya lo dije, la trilogía de Heliconia. En esa trilogía, Brian Aldiss pergeña un mundo lejano poblado por extrañas criaturas, los "phagors", además de los humanos. El cuidado que puso el autor inglés en esas novelas le llevó incluso a detallar de forma minuciosa el clima del planeta en función de que orbitara más o menos cerca a dos soles. Esa evolución astronómica condiciona la vida de esas razas haciendo que una u otra domine alternativamente. Además, los personajes individuales van cambiando según pasan las generaciones. Todo ello crea tres novelas extraordinarias, la verdad.
 Drácula desencadenado no tiene esa calidad, lamentablemente. Vaya por delante que, parece ser, Aldiss repite personaje de una novela anterior, Frankenstein desencadenado (novela que yo no he leído), es Joe Bodenland, un científico metido a empresario que será el centro de la novela en cuestión junto con Stoker.
 El argumento, grosso modo, es el siguiente: el tal Bodenland, científico e inventor, ha desarrollado una máquina extraordinaria (una "eliminadora inercial") que pretende servir para eliminar los residuos tóxicos que genera la sociedad mandándolos a otra época. Sí, es, con otro nombre, una máquina del tiempo. Lo cierto es que, de forma accidental, descubren un tren fantasmal al que, gracias a la máquina de marras, consiguen subirse. El tren es, nada menos, que otra máquina del tiempo usada por no-muertos (voladores o vampiros) que lo usan para apoderarse de la humanidad, ¡ahí es nada! Bueno, pues con ese estrambótico principio comienza la novela. Claro, el bueno de Bodenland tiene que salvar a la humanidad sí o sí, y para ello se propone viajar en el tiempo a la Inglaterra victoriana en busca de Bram Stoker, que, en última instancia, le ayudará a derrotar a Drácula y sus esbirros.

 Ese es, por encima, el argumento. Sí, es un poco rarito, la verdad, y el resultado final no es muy positivo... No me ha gustado la novela porque las constantes analepsis (necesarias, si están dando saltos en el tiempo del presente a la época victoriana y al año 2599) y la flojedad del argumento dan una estructura deslavazada. Hay momentos, incluso, que resulta inverosímil de forma irrisoria, casi pueril, algo muy peligroso en la narrativa de ciencia ficción, que, en el peor de los casos, da la impresión de que lo hubiera escrito un adolescente. ¡Hombre, este no es el caso de Drácula desencadenado! Pero, en cualquier caso, es una novela floja, le falta cuerpo, volumen... algo que sobraba en la trilogía Heliconia.

martes, 29 de marzo de 2022

Inciso musical: "Spiegel im Spiegel", de Arvo Pärt.

  En la zafia época que nos ha tocado vivir, con pandemias aprovechadas por gobiernos para instaurar dictaduras de facto, guerras propias de otros siglos, corrupción política generalizada, abuso del poder en todos los estamentos sociales, materialismo deshumanizado e inmisericorde... poder sentir la música de Arvo Pärt, su extremada sensibilidad, su espiritualidad es una cura balsámica para la afligida alma.
Imagen tomada del sitio www.elmundo.es
 Dice el propio Pärt, que su música es como luz que atraviesa un prisma y se descompone en todo el espectro, pero es la palabra "tintinnabuli" la que más ha calado entre sus rendidos admiradores. En esa música "tintinabular" hay dos voces: la primera (en el caso de Spiegel im Spiegel, el piano) toca tres notas en arpegio, como una suerte de bajo continuo; la otra (viola o violín), sube y baja por la escala diatónica; todo ello con un tempo lento. El resultado es una obra sencilla (no en vano se clasifica como minimalista) pero de una belleza apabullante, conmovedora hasta la lágrima (para todos los que tenemos sensibilidad, claro).
Imagen tomada del sitio www.stretta-music.com
 La espiritualidad cristiana (en el caso del músico estonio, ortodoxa oriental) marca toda su obra, aportando la espiritualidad que combate al maldito materialismo que anega a nuestra sociedad. Escuchar Spiegel im Spiegel es sumergirse de lleno en la contemplación que sólo un eremita puede alcanzar; un ejercicio de meditación que cauteriza las heridas del alma.

lunes, 28 de marzo de 2022

"El libro de las tierras vírgenes", de Rudyard Kipling.

  Paradigma de la llamada "literatura juvenil de aventuras". Uno de los autores (junto con Verne, Salgari, Stevenson o Conrad) con la que varias generaciones de niños nos aficionamos a la lectura (y supongo que a la evasión intelectual, habida cuenta de que lo leíamos niños europeos de ciudad y, en su mayoría, son relatos y novelas ambientados en lugares exóticos y lejanos). ¡Qué decir de Kipling! Autor universalmente admirado, cuyas obras más famosas son La litera fantástica, El hombre que pudo reinar, Kim o El libro de la selva. Este último es el contenido en El libro de las tierras vírgenes, junto con otros relatos ambientados en otros parajes lejanos. No tengo muy claro por qué compré este libro cuando lo vi en el anaquel de la librería; supongo que por recuerdo de mi adolescencia (no creo poder decir añoranza), pero lo cierto es que aquí está. 
 El libro de la selva tuvo un éxito tremendo para varias generaciones, ya se sabe. La película de dibujos animados de la factoría Disney facilitó su llegada a los más pequeños que, andando el tiempo, podían leer la fuente original. Porque la prosa de Kipling es sencilla, rápida y sin complicaciones; los personajes están muy estereotipados, son héroes llenos de virtudes o antihéroes preñados de defectos; los protagonistas (por excelencia, Mowgli) son jóvenes en formación de sus caracteres; las relaciones que establecen son muy autoritarias, aunque se promueve la lealtad, la amistad y el sacrificio en aras de la comunidad; muchos personajes son animales que están revestidos de atributos humanos (piensan y hablan)... vamos que es la lectura ideal para un adolescente... Sin embargo, se puede hacer un análisis un poco más profundo de Kipling que evidencia una misantropía feroz: las sociedades animales tienen las virtudes de las que carecen las humanas, si se habla de éstas es con finalidad despectiva, y en algunos casos se explicita verbalmente, como cuando en La foca blanca (relato ambientado en Alaska y del cual son protagonistas focas, morsas y otros mamíferos marinos) dice: "Luchaban sobre los rompientes, luchaban en la arena y hasta sobre las desgastadas rocas de basalto donde tenían sus viveros: eran tan estúpidos y poco complacientes como si fueran hombres". Cabría preguntarse qué dañinas experiencias habría tenido Rudyard Kipling para abominar así de su propia especie.
 En otros relatos se aprecia una espiritualidad orientalizante, la propia de un occidental deslumbrado por la religiosidad de la India, algo no infrecuente en otros autores de la época, por ejemplo en Hermann Hesse. Esto es especialmente notable en El milagro de Purun Baghat, que narra la vida de un santón hindú, ejemplo de humildad y desapego terrenal.
 Todos los relatos son precedidos y seguidos por poemas un tanto anacrónicos e incluso simplones, si se me permite descalificarlos así, relacionados con el tema del texto. Me atrevo a decir que son simplones tanto en la forma, poemas regulares con rima consonante, como en el tema, un tanto infantiles. Claro está que la traducción (en mi opinión no existe, no puede existir, la buena traducción en poesía) puede tener mucho que ver. Por cierto, a cuenta de la traducción: la versión que Alianza editorial ha reeditado lleva la traducción del famoso Ramón Domènech Perés i Perés, ínclito traductor al castellano de las obras de Kipling y otros de los autores que citaba al comenzar esta entrada. El tal Perés, escritor catalán nacido en Cuba cuando la isla era española, es responsable de traducciones que todos tomaríamos hoy por canónicas más que nada porque con ellas hemos echado los dientes, pero en la actualidad no pueden ser más anacrónicas. En este sentido, leer constantemente los verbos pronominales en la forma antigua ("oyole", "despertose", "desperezose"...) acaba por agotar y dar sensación de estar leyendo un incunable.
 En fin, lectura juvenil sin duda, pero llena de eso que ahora se dice "valores" como la amistad sin fisuras y la colaboración desinteresadas; eso sí, como antes decía, pergeña un mundo jerarquizado e incluso autoritario, por lo que no es de extrañar que Kipling fuera autor de culto del Movimiento scout, que aunaba esa jerarquización cuasi militar con la admiración embelesada de la naturaleza.

lunes, 21 de marzo de 2022

"El esclavo", de Isaac Bashevis Singer.

  Una extraordinaria novela, con la excelsa calidad literaria con la que acostumbraba a escribir el Premio Nobel de literatura de 1978. Siempre suelo decir que leer a Singer es redescubrir una cultura europea que fue borrada del mapa (al menos del europeo, aunque subsista en Israel o en Estados Unidos) a golpe de asesinatos, pogromos y holocaustos. Me refiero, claro está, a la cultura judía asquenazí, que compartió suelo con las culturas rusa, polaca o alemana, que sufrió la intolerancia de lo peor de estas últimas (sus representantes políticos, sociales y militares) hasta dejar Europa central y del Este mucho más empobrecidas cultural y humanamente hablando. (Para ser honesto he de recordar que las culturas española y portuguesa habían hecho otro tanto en el siglo XV al extirpar de su seno a la cultura sefardí, quedando mucho más pobres y monocromáticas). Aunque, evidentemente, el asesinato de millones de seres humanos sea siempre mucho más traumático e inaceptable que la pérdida cultural que conlleva.
 Bien, aparte de la remembranza de aquella cultura, leer a Singer también es un ejercicio de pureza lectora, de rendición ante la erudición palmaria. La prosa de Isaac Bashevis Singer es esmerada, cuidada, lenta, adjetivada, pero no pesada ni rebuscada; es, en muchos aspectos, semejante a la de Charles Dickens, aunque la producción de ambos escritores esté separada por más de un siglo.
 Argumento: narra la vida de Jacob, un judío en la Polonia del siglo XVI; un hombre erudito de la altea de Josefov, estudioso de la Torá y el Talmud que pasa sus días en la estricta observancia de la ley mosaica. El pueblo de Josefov es arrasado por cosacos, la mayor parte de sus habitantes asesinados y el propio Jacob vendido como esclavo a un campesino, Jan Bzik, en la otra punta de Polonia. Allí comienza la segunda fase de la vida de Jacob: de ser un hombre cultivado y absorto en disquisiciones teológicas pasa a ser un mísero pastor sin sueldo ocupándose del ganado en una aldea de alta montaña. En la aldea se enamorará de la hija de su propietario, Wanda, la cual, a su vez, perderá el norte por el judío. Tras mucho resistirse por los prejuicios religiosos de un judío para los cristianos, acaba por rendirse a la atracción física de la campesina. Cuando esta nueva vida parece estable, se produce un nuevo vuelco en la vida de Jacob: unos judíos llegan a la aldea de alta montaña y lo compran pare reestablecerlo a su vida anterior, en un rico asentamiento judío en el que pueda volver a desempeñarse como teólogo y estudioso de los libros sagrados. Parece una vuelta a la vida a la que estaba predestinado, pero Jacob no puede olvidar a su campesina, intuyendo, además, que estará encinta de un hijo suyo. Ni corto ni perezoso, Jacob huye de esta vida acomodada pare volver a la aldea montañesa, allí se une a Wanda y ambos huyen hacia otro lugar de Polonia; entrarán en una aldea judía y tratarán de llevar una vida corriente, como una pareja judía, para lo que Wanda será rebautizada como Sara y fingirá ser sordomuda para disimular su desconocimiento de la lengua yidis. La fortuna no puede terminar de sonreír para la pareja y Sara (Wanda) muere en el parto, tras terribles dolores y habiendo hablado y gritado en polaco, dejando así en evidencia su origen gentil. Jacob, devastado, huye del pueblo y emigra a Tierra Santa, donde el hijo de Wanda, Benjamín, llegará a ser rabino. La novela termina con la vuelta de Jacob a tierras polacas veinte años más tarde, donde acabará muriendo y siendo enterrado junto a su amada Sara.
 Todos esos vaivenes tiene la novela, pero están tan bien narrados que no se hacen inverosímiles en absoluto, antes al contrario: se esperan esos bruscos giros argumentales como algo natural en la barbarie de la época. El preciosismo de la prosa de Singer engancha de una manera que sólo un lector acostumbrado al "caviar Beluga literario" puede comprender.

 Los personajes, con sus evoluciones, son absolutamente redondos, creíbles, tangibles casi. Me atrevo a decir que Isaac Bashevis Singer es uno de los mejores creadores de personajes precisamente por la minuciosa descripción que hace de su psique, de su personalidad, de sus vicisitudes vitales. Jacob en El esclavo no desmerece a Raskolnikoff en Crimen y castigo, las tribulaciones de ambos son sentidas por el lector como si él mismo las sufriera. Pero no ya los personajes principales, algunos secundarios que apenas son delineados por Singer contribuyen a dar empaque a la novela. A mí me ha entusiasmado el barquero del Vístula, una suerte de Diógenes de Sinope a orillas de dicho río, que, como si a la escuela cínica perteneciera afirma: "una cosa he aprendido en mi vida: no tomar afecto a nada. Tú posees una vaca o un caballo, y te conviertes en su esclavo. Te casas, y eres el esclavo de tu mujer, de tus bastardos y de su madre". Ese personaje da una nueva interpretación al título de la novela, aplicando ese término, "esclavo", no sólo a Jacob sino a todo el género humano, que, por vivir en el mundo, tiene que someterse a todas sus servidumbres.

domingo, 13 de marzo de 2022

"Education", by Gilbert Keith Chesterton.

 

Image taken from Wikimedia Commons


 Without education we are in a horrible and deadly danger of taking educated people seriously.
                                                              G. K. Chesterton

"El asombroso Mauricio y sus roedores sabios", de Terry Pratchett.

  Teóricamente, esta novela es la vigésimo octava entrega de la saga del Mundodisco, pero lo cierto es que no pertenece a ningún "hilo argumental" en los que se distribuyen todas. Así, en otras novelas, los personajes se repiten, teniendo aventuras nuevas aunque sus caracteres sean los mismos, claro. Hay varios hilos argumentales: de Rincewind y los magos, de la Muerte, de las Brujas, de la Guardia de la Ciudad... Sin embargo, en El asombroso Mauricio y sus roedores sabios no hay un solo personaje que se repita de los anteriores; de hecho, la única razón por la que se podría englobar dentro del Mundodisco es porque su acción transcurre en una localidad de Überwald (ese país un tanto tenebroso lleno de hombres-lobo, vampiros y demás criaturas peculiares y que, será casualidad, no sé, se parece mucho, pero mucho mucho a Alemania). Otra diferencia, esta vez menor, es que la novela está estructurada en doce capítulos bien definidos, la primera vez que aparece en el Mundodisco, en los que todo el texto se lee de corrido con breves pausas entre párrafos. Lo que sí es común a la saga del Mundodisco y a toda la narrativa de Terry Pratchett es la fina ironía que destila la novela y la sátira que recae sobre los personajes que, en realidad, son remedos de personajes reales de nuestra sociedad.
 El argumento es una vuelta de tuerca al cuento popular El flautista de Hamelín, pero pasado por el genio de Pratchett. Ahora el protagonista es Mauricio, un gato común y corriente si no fuera porque puede pensar y hablar como un humano (y con los humanos, claro). El minino en cuestión alcanzó tan humana propiedad por comer algo (en la novela se acaba sabiendo al final) junto a la basura de la Universidad Invisible; la basura de ese inefable centro de investigación sobre la magia no podía dejar de tener cualidades mágicas, al menos residuales, en cantidad suficiente como para dar inteligencia a un gato. Mauricio viaja con un grupo de ratas que tiene su misma habilidad y que la consiguió de la misma manera, así como con un chico no muy espabilado (en apariencia) que ejerce de flautista oficial del grupo. Como allí todo el mundo es inteligente (el humano, el que menos) están conchabados para ganarse la vida engañando a la gente: van de pueblo en pueblo, las ratas entran primero, crean toda clase de problemas y, cuando los vecinos están que no pueden más, aparece como quien no quiere la cosa Mauricio y su chico, ofreciéndose para deshacerse de las ratas por una módica tarifa. Pero ahora llegan al pueblo de Mal-Baden, donde hay un par de cazadores de ratas que parecen tener el asunto controlado, aunque la población es terriblemente pobre. Allí conocerán a Malicia, hija del alcalde, que tiene una imaginación desbordante fruto de haber leído multitud de cuentos infantiles, muchos de ellos escritas por las hermanas Grima (evidente remedo de los hermanos Grimm), abuela y tía abuela de la chica en cuestión.

 En la contraportada de la edición de Penguin Random House, su amigo y también escritor de fantasía Neil Gaiman dice que es la "obra maestra de Pratchett". Bueno, es evidente que la amistad de décadas que unió a Gaiman y Pratchett y de la cual nos beneficiamos sus lectores resta importancia a ese piropo. Porque, al menos para mí, esta novela es una de las más flojas de la serie del Mundodisco. A ver, no quiero ser injusto, es una apreciación personal, la novela tiene muchas virtudes "pratchettianas": esa ironía fina de la que hablaba antes, la sátira de la sociedad humana, la capacidad de dar la vuelta a algo tan conocido como un cuento de los hermanos Grimm y adaptarlo así al público adulto... pero le falta la complejidad que se aprecia en otras novelas. Aquí, por ejemplo, Pratchett no utiliza un recurso narrativo muy común que consiste en relatar dos historias, en un principio separadas, pero que a medida que avanza la novela se acaban por unir, como se entreteje un tejido. Eso aporta complejidad e interés a cualquier novela. En El asombroso Mauricio y sus roedores sabios es más lineal, incluso más previsible, si se me apura más infantil... Las descripciones psicológicas de los personajes de Pratchett suelen tener un filo cortante como una navaja, tanto que los chicos jóvenes no suelen entenderlo, aquí, sin embargo, es de un humor más blanco, menos punzante. Con todo, la magia de Terry Pratchett sigue haciendo de la lectura de sus novelas un placer terrenal que, francamente, no tiene parangón.

lunes, 7 de marzo de 2022

"First Lines", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 


Images taken from the website www.incidentalcomics.com

"La madre de los monstruos y otros cuentos de locura y muerte", por Guy de Maupassant.

  Pequeño tomo de cuentos con un punto de fantasía y de negrura que, caso de haber sido escritos por un anglosajón, se podían haber denominado "cuentos góticos". Pero Guy de Maupassant, evidentemente, era francés, y como tal fue juzgado y clasificado por la crítica literaria dominante como "naturalista". Digo esto porque uno ya está harto de esas etiquetas que se inventan sesudos señores sentados en polvorientos sillones académicos, gente que tiene una mente tan cuadriculada que sólo sabe imponer estructuras, etiquetas y cuadrículas a todo lo que los rodea. Así, si De Maupassant hubiera nacido en España sería un típico representante del "Romanticismo literario", al haberlo hecho en Francia es "naturalista", pero si lo hubiera hecho en Inglaterra sería un "escritor victoriano". Uno siente que toda esta gentuza académica de la que hablo no tienen verdadera capacidad de entender lo leen y únicamente quieren pasar a la Historia poniendo esas etiquetas y modificando normas al buen tuntún, muestra de su soberbia infinita.
 Al margen de esas etiquetas oficiales, los cuentos que ha recopilado Valdemar tienen, ciertamente, a la locura y a la muerte como temas principales, más bien como paisaje dominante que como personajes. La calidad literaria no es, evidentemente, la de El Horla, uno de los relatos de terror señeros de la literatura francesa y que marca un camino que hoy, más de ciento cuarenta años después, está ya muy trillado, pero que en su momento era novedoso: el miedo a lo desconocido, a la criatura en la oscuridad que nunca acaba de hacerse visible pero que lo ocupa todo, principalmente los pensamientos del acosado. Otra novela, ésta no de terror, que elevó a De Maupassant al Olimpo de los escritores franceses fue Bola de sebo, una extraordinaria narración sobre la hipocresía y maldad de la sociedad humana, de aquel tiempo y de siempre, pues narra cómo se aprovechan de una joven (Bola de sebo) unos típicos representantes de la sociedad en un viaje en diligencia; ya digo, mutatis mutandis, la misma hipocresía que nos enfanga hoy. Por cierto, recensiones de esas dos obras se encuentran en este humilde blog.
 Pero los relatos aquí contenidos tienen mucha menor calidad que El Horla o Bola de sebo. Con todo, se aprecia la prosa ágil y nerviosa, sin afectación alguna que dominan esas dos novelas, y ese miedo informe y difuso de la primera.
 Los cuentos aquí contenidos son, sobre todo, de locura. Sabiendo que el autor murió a los cuarenta y dos años en un sanatorio psiquiátrico tras haber intentado suicidarse un año antes degollándose con un cortaplumas, todo encaja. El pobre de De Maupassant debió seguir escribiendo cuando la locura (provocada por la sífilis, según parece) le asediaba; así concibió estos cuentos tan desasosegantes que, en verdad, debieron ser su propia vida. Se puede decir que son relatos de neurosis, de desequilibrios psicológicos, que hacen ver fantasmas en la cotidianeidad más soleada, que hacen de los días la continuación de noches "pesadillescas".

miércoles, 2 de marzo de 2022

Compilación de cuentos de Isaac Asimov, editados por Debolsillo.

  Para haber leído tanta narrativa de ciencia ficción y fantasía como un servidor ha leído a lo largo de más de cinco décadas de vida, reconozco haber leído muy poco de uno de sus grandes genios: Isaac Asimov. Bueno, para empezar he de corregirme y separar las dos narrativas que antes he mezclado en un cajón de sastre: una cosa es la narrativa de ciencia ficción y otra la de fantasía. En muchas librerías suele juntarse en los mismos anaqueles y, hay que apuntar, que algunos (muy pocos) escritores participan de los dos tipos; pero habitualmente lo son de un tipo o del otro. La expresión "ciencia ficción" es, en primer lugar, una mala traducción de la expresión anglosajona science fiction, que debiera traducirse por "ficción científica", y que ya, en sí misma, explica que narra sociedades imaginadas (ficticias) que tienen un nivel científico muy avanzado. Nada que ver, por tanto, con la narrativa fantástica que pergeña sociedades e individuos irreales y extraordinarios sin que aparezcan avances científicos por ningún lado. Narradores de ciencia ficción son, claro, Julio Verne, H.G. Wells, los hermanos Strugatski o Asimov; escritores de narrativa fantástica son Poe, Stoker, Tolkien o Pratchett. Luego está la diferencia un tanto torticera de la "ciencia ficción dura" o "blanda" que, en realidad, viene a decir que la primera es más o menos verosímil, mientras que la segunda no hay quien la entienda, vamos, dicho de otro modo, que la ciencia ficción dura es la escrita por gente con conocimientos científicos suficientes como para no hacer el ridículo y la otra es la de los demás...
 Isaac Asimov es, por tanto, uno de los referentes de esa "narrativa de ciencia ficción dura", con una creatividad extraordinaria pero que no está desencaminada de los avances científicos de su momento. Análogamente a Julio Verne, que anticipó inventos y descubrimientos por unas pocos decenios, Asimov pergeña sociedades en las que la informática y la robótica dominan la existencia humana (en algunos relatos, dominan "a" la existencia humana) con una verosimilitud indiscutible. De hecho, su famoso "Multivac", un potente ordenador que rige la vida de los hombres del futuro y que aparece en varios textos, tiene mucho que ver con la famosa internet que ha cambiado nuestras vidas en los últimos años. Fue, pues, un visionario del futuro en su momento, un soñador del futuro con los pies muy en la Tierra. Pero la prosa de Asimov no desmerece nada de sus argumentos: es una narrativa cuidadosa y pulcra, respetuosa con todas y cada una de las normas ortográficas y con un vocabulario rico y variado.
 Ya como preferencia personal, creo que el relato es el formato más adecuado para la ciencia ficción, mucho más que la novela. La extensión de un texto que se lee en menos de media hora permite combinar una creatividad tan imaginativa como la de la ficción científica con esa calidad literaria sin que se haga pesado o tedioso, mucho mejor que la novela que puede llegar a hacer demasiado engorrosa la descripción de los avances científicos en cuestión.
 De los distintos cuentos, algunos son extraordinarios, como Los buitres bondadosos, relato de extraterrestres pero narrado desde el otro lado, el de los alienígenas que invaden la Tierra y se encuentran con ese "primate grande" que no parece totalmente inteligente; en El niño feo se fantasea con un invento científico capaz de traer a distintos individuos del pasado al presente, entre ellos un niño neanderthal, generando todo tipo de reacciones, desde la repulsión hasta la conmiseración; Huésped es un inteligentísimo relato sobre criaturas extraterrestres mezcladas con los humanos, de una forma que nadie más lo ha imaginado: como responsables de su inteligencia; en Sufragio universal imagina una sociedad del futuro cercano en que los dirigentes de un país son elegidos concienzudamente por la famosa "Multivac" entre todos los ciudadanos de a pie... y así muchos más.

martes, 1 de marzo de 2022

Inciso teatral: "Muerte de un viajante", de Arthur Miller, dirigida por Rubén Szuchmacher, y protagonizada por Imanol Arias.

  Hay teatro clásico y teatro más o menos clásico... y, por supuesto, teatro que no es clásico en absoluto. Y ninguno es mejor que ninguno. Lo cierto es que cuesta no considerar Muerte de un viajante como teatro clásico hoy en día; pero no porque fuera escrito en 1949 y siga representándose en todo el mundo (occidental) todavía, sino porque los sentimientos que transmiten los actores son universales y eternos: las relaciones padre-hijo, el concepto de éxito o fracaso en la vida, la importancia misma de la vida humana. Eso lo podía tratar Sófocles o Arthur Miller... Otra cosa es que la acción se desarrolle en Nueva York en lugar de en Atenas, o que el protagonista lleve traje y corbata en lugar de toga; todo eso es secundario, evidentemente.
 El argumento de la tragedia es el siguiente: un viajante (también traducible por "vendedor", aunque en nuestros días se usaría más "comercial") de más de sesenta años regresa a su casa en Nueva York. Los negocios van mal, ya no consigue vender lo necesario para poder mantener con holgura a su familia. Ésta, la familia, se compone de su mujer, Linda, y sus dos hijos, Biff y Happy. La relación del viajante, de nombre Willy Loman, y sus hijos es muy difícil: Biff, claramente el favorito, no encuentra su camino en la vida a sus treinta y tantos años; Happy, más joven, sigue en puestos laborales de bajo nivel y "malgasta" su vida con mujerzuelas. La tensión entre los tres va in crescendo, especialmente con Biff, tan sólo la madre trata de reconducir la situación. La situación económica es tan desesperada que Willy decide suicidarse para que su familia pueda cobrar el seguro de vida.
 Eso es, en síntesis, el argumento, pero la grandeza de la obra de Miller está en retratar perfectamente la desconexión generacional que siempre ha existido y existirá, los malentendidos entre padres e hijos, el afán de aquéllos por inmiscuirse y gobernar la vida de éstos, y la incapacidad de los hijos en ver el amor paterno incluso en los momentos duros y las equivocaciones. Dicho de otro modo: Willy Loman es un hombre dedicado al trabajo para mantener a su familia que, agotado por la edad y la falta de perspectivas, no comprende la actitud de su hijo ante el trabajo y la sociedad; su hijo Biff no entiende la concepción materialista de su padre y su anhelo por que se convierta en "algo más" de lo que e él ha sido. Esto y otros temas, como la división de roles entre hombre y mujer que en 1949 estaban tan vigentes y que (aunque quizás tuviera sus ventajas) entre sus desventajas estaba que no se comprendían los unos y las otras y viceversa son la esencia de la obra.
 En tiempos recientes se ha interpretado la obra de Miller como una crítica mordaz al capitalismo más deshumanizado, que utiliza a los seres humanos como meras máquinas, desechándolas cuando ya no son rentables. Es una interpretación válida, pero tal vez un poco simplista y, sobre todo, demasiado coyuntural. El capitalismo va y viene, como el comunismo y otros sistemas económicos, pero el planteamiento del ser humano era el mismo siglos antes de que naciera Adam Smith. El uso (abuso, en realidad) del hombre por el hombre existe desde Adán y Eva (o desde que el primer australopithecus se bajó del árbol) y parece ser que, por desgracia, continuará así in saecula saeculorum. Otro tema ligado a éste es también eterno: el concepto de éxito o fracaso del ser humano, algo que marca a los monos con pantalones siempre y que no es, claro está, más que una entelequia que nos amarga la vida. Nadie tiene éxito o fracasa, esos son simples sentimientos imbuidos por concepciones utilitaristas y competitivas de la vida; lo sabemos todos, sin embargo nos sigue destruyendo hasta llevarnos al suicidio.
 Con respecto a la adaptación teatral dirigida por Rubén Szuchmacher, tengo la percepción de que ha sido muy fiel al texto de Arthur Miller, que apenas ha actualizado algunas expresiones de los actores (que, en realidad, ya se modificaron en la traducción) y poco más. Un gran acierto, pues como decía al principio Muerte de un viajante es un clásico y cuanto menos se cambie mejor, no es necesario para que sea entendido. La puesta en en escena es sencilla pero eficaz: una triple pared de ladrillo de color grisáceo con cuatro sillas y una proyección del skyline neoyorquino es todo lo que necesita la obra para transmitir la sensación opresiva que tenía la situación financiera de los Loman.
 Días antes de ir al Teatro Infanta Isabel, busqué en internet otras adaptaciones, y visioné la de Radio Televisión Española (que está disponible en YouTube, por cierto) de 1972, con José María Rodero en el papel de Willy Loman, Juan Diego como Biff y Jaime Blanch como Happy. Comparando las dos he de admitir que me gustó mucho más la versión de 1972. Entiendo que el cine y la televisión (aunque sea la versión de Estudio 1, ese teatro que hacía RTVE, que trataba de coger lo mejor de los dos mundos) tiene ventaja sobre el teatro, especialmente cuando hay analepsis (algo difícil de transmitir en teatro), pero me parecieron más verosímiles los actores. José María Rodero, por ejemplo, estaba extraordinario, mucho más que Imanol Arias, incluso el físico de Rodero (con esas ojeras suyas tan características) concordaba con el sentimiento de derrota de Willy Loman. En cuanto al resto de actores he de hacer la excepción de Linda, la mujer de Willy, madre de Biff y Happy, interpretada  en el Infanta Isabel por Cristina de Inza, que está inconmensurable, para mí la mejor del elenco. En fin, una adaptación a la que daría un siete y medio sobre diez, quizá me gustó menos porque la versión del 72 era de diez sobre diez.