miércoles, 15 de febrero de 2023

"Evangelios apócrifos", compilados y prologados por Pierre Crépon para la editorial EDAF.

  Compilación de los Evangelios apócrifos más conocidos. No están todos, ni todos están completos, pero los más importantes, bien completos o extractados, están.
 Esa manía que tienen las Iglesias de todo el mundo (la católica, todas las ortodoxas y todas las reformadas) de hacer las cosas de tapadillo, mientras organizan todo a su gusto y su manera lleva a hacer desconfiar a todos los fieles del más mínimo edicto, norma o consejo. De hecho, siempre he pensado que estas estructuras sociales exclusivamente humanas (las Iglesias, que no tienen ni una pizca divina y son tan relevantes para la Salvación como pertenecer a un club filatélico) promueven ese oscurantismo para parecer más importantes. ¡Que juegan a darse importancia jugando a ser inalcanzables, vamos! Así, desde hace veinte siglos, estos clubes privados que, mientras incumplen todos y cada uno de los principios morales, reparten bendiciones y bulas a todos los que les bailan el agua, no buscan sino fines terrenales. Dicho con los términos del Sermón de la montaña, que buscan el camino ancho en lugar del estrecho, buscan las glorias terrenales en lugar de la Salvación, adoran al dios Mammón en lugar de al Dios verdadero.
 Pues bien, siguiendo ese juego infantiloide de querer parecer importante, todas las Iglesias del mundo seleccionaron sus respectivos cánones bíblicos, pero luego no explicaron por qué lo habían hecho, en función de qué principios y valores. Así, los Evangelios ocultos (apócrifos) quedaron como malditos o, peor aún, como si pudieran aportar alguna información relevante que pudiera poner en peligro los pingües beneficios económicos que llevan acumulando en los últimos veinte siglos. Claro, los amigos de las conspiraciones creyeron que estos Evangelios apócrifos tenían esta información, si no era así, ¿por qué iban a ocultarlos con tanto celo la Iglesia? Respuesta cabal tras haber leído los Evangelios apócrifos: realmente no son importantes, no tienen por qué estar en el canon bíblico. Vamos a verlo uno a uno.
 Hay que reconocer que con el oscurantismo eclesial es fácil caer en esa idea de que "algo estarán ocultando estos curas para mantener su status quo", y algo hay de eso, de eso y de la pereza terrible que aplasta al noventa y nueve por ciento de los hombres y mujeres que deciden cerrar sus corazones y seguir fielmente las órdenes de sus superiores (esto es, hacer vida consagrada).
 El exégeta divide a los Evangelios apócrifos en sinópticos, siguen la misma estructura que los canónicos; sectarios, es decir, heréticos, pues rompen con una doctrina establecida; y Evangelios ficción, porque relatan  pasajes de los padres de Jesús, de Su infancia o de Su Pasión a partir de una pura ficción.
 Protoevangelio de Santiago: es un Evangelio ficción, concretamente de la infancia y los padres de Jesús. Fue escrito en el siglo II, se supone que por el apóstol Santiago, lo cual es inconsistente con la época de creación. Es un texto con valor literario, tradicional, folclórico y artístico innegable, pues aporta datos que forman parte de esa tradición que para algunas Iglesias como la Católica forma parte del cuerpo doctrinal; además tiene gran importancia por servir de base a muchas representaciones artísticas, sobre todo desde el Renacimiento. Así, presenta a Joaquín y a Ana, padres de la Virgen y les dota de personalidad y verosimilitud, eso sí, totalmente inventadas. Incluye el relato sobre el nacimiento de Jesús en una gruta y la famosa estrella que guía a los Magos y a los pastores, ¿cuántas representaciones pictóricas y escultóricas tenemos con estos motivos? Miles.
 Evangelio del Pseudo-Mateo: otro Evangelio ficción que incluye los pasajes en los que están el buey y la mula, además de la gruta y la estrella, todos ellos referentes de la tradición popular cristiana. Eso sí, inventados y sin verdadera importancia salvífica.
 Evangelio del Pseudo-Tomás: Evangelio de la infancia de Cristo (de los cinco a los doce años). Narra los milagros de Jesús en su infancia; salvo en el de los gorriones de barro a los que insufla vida, el resto de los milagros muestra a un niño cruel, envanecido y déspota, capaz incluso de quitar la vida a un chico que, corriendo, ha chocado con Él accidentalmente, diciéndole antes de matarlo: "no continuarás tu camino".
 Transitus Mariae: Evangelios apócrifos que narran la muerte y ascensión de María. Enorme importancia, dando imágenes que luego han sido plasmadas por artistas desde la más remota antigüedad. Son dos:
 Libro del Tránsito de la Santísima Virgen Madre de Dios: Escrito hacia el siglo II, tiene gran calidad literaria, con brillantes conversaciones de María, primero con el ángel que le anuncia su próxima muerte dándole una hoja de palmera, luego con los apóstoles, después con san Pedro y por último con Cristo en majestad.
 Libro árabe del Tránsito de la Bienaventurada Virgen María: Pequeño texto centrado en los milagros de la Virgen y su capacidad intercesora para con Dios. Es, por tanto, importantísimo para el culto mariano que tan relevante es en el catolicismo.
 Evangelio de José el carpintero: Vida y obra de José, narrado por Jesús. Propio de la tradición copta. Presenta a José como un honrado carpintero, casado, con cuatro hijos y dos hijas. Enviudó y fue casado con María (a los doce años de ésta). Cuando María tenía catorce años nace Jesús. José morirá a los ciento once años.
 Evangelios de la Pasión: como su nombre indica son Evangelios que, de forma totalmente inventada, recrean la Pasión de Cristo.
 Evangelio de Nicodemo: Escrito en los siglos IV o V. Narra dos hechos: la Pasión y el descenso a los Infiernos de Cristo. Mucho detalle, gran calidad literaria, se cree que el propio Dante se inspiró en este Evangelio para su Divina Comedia. En la primera parte se escenifica el juicio de Cristo por Pilatos. También se desvela aquí el nombre del buen ladrón, Dimas, que no había sido dado en los Evangelios canónicos. La segunda parte, la del descenso a los Infiernos es narrada por dos hombres resucitados, Carin y Leucio, que narran la alegría de los allí presentes, desde Adán a los patriarcas.
 Evangelio de Pedro: Escrito en el siglo II, supuestamente por el propio Pedro (imposible, obviamente). Escrito en versículos, con referencias a los milagros cristológicos durante la Pasión. Incurre en la herejía del docetismo, según la cual el cuerpo de Cristo no era real, sino una apariencia, una ilusión.
 Evangelios gnósticos: Evangelios "para iniciados", para aquellos que tienen un conocimiento especial. Son, en realidad, elucubraciones intelectualizadas que pretenden diferenciar a los fieles en dos grupos: los intelectualmente superiores y el resto. Esto, por supuesto, es totalmente anticristiano, pues todos somos hijos de Dios, el más importante don que tenemos es el de la fe, lo demás son pamplinas de unos tipos inseguros que tienen que darse importancia creando subgrupos para diferenciarse. El propio esoterismo, el ocultismo, lo gnóstico en definitiva es contrario al espíritu evangélico, según el cual la Verdad se ha revelado a todos los hombres, independientemente de su situación social, económica, intelectual, racial, política...
 Evangelio según Tomás: Del siglo II. Dividido en ciento catorce "logion" (palabras) de Cristo. Casi todos empiezan con "Jesús ha dicho". Son reflexiones de los Evangelios canónicos más o menos ortodoxas. Agradable de leer, pero no sirve para buscar la Vida, para buscar la Salvación como sí sirven los Evangelios canónicos.
 Evangelio de Verdad: Del siglo II, también gnóstico. No es más que una intelectualización forzada de los Evangelios canónicos, una verdadera entelequia sin sentido.
 Evangelio según Felipe: Del siglo II. Más "bonito" que el anterior. Son reflexiones de alguien que lee el Evangelio, pero no es un Evangelio.
 Conclusiones sobre los Evangelios apócrifos: No son obras relevantes. Si han tenido importancia es porque fueron ocultados (apócrifos) por la Iglesia y eso provocó un cierto morbo.
 Los "Evangelio ficción" tienen una importancia en el folclore y la tradición popular, lo cual se ha reflejado artísticamente. Esto es importante, sin duda, pero desde un puto de vista salvífico es irrelevante.
 Los Evangelios gnósticos son pura verborrea intelectualizada, alejan de la pura simplicidad del Evangelio. Compárese, por ejemplo, el Sermón de la montaña, sencillo y puro, verdadero camino de Salvación, con esta morralla seudo-intelectual. Los Evangelios gnósticos son la reacción de una supuesta élite intelectual cristiana que, en su inmensa soberbia, vanidad y engreimiento, creen "construir" otro Evangelio para diferenciarse de las "masas de borregos". En realidad los Evangelios gnósticos alejan de Dios.
 Creyendo que los Evangelios canónicos son Palabra de Dios, los Evangelios apócrifos son textos irrelevantes creados por hombres, quizá con buena voluntad, pero hombres al fin y al cabo. Es absolutamente correcto alejar estos textos del canon bíblico.

sábado, 11 de febrero de 2023

Inciso musical: concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, obras de Richard Strauss y de Ludwig van Beethoven.

 Suelo decir que en la confección de los conciertos se tiene en cuenta la calidad (mejor aún, la popularidad) de las obras a representar. Y es cierto, normalmente se hace un “bocadillo” con las obras más populares al principio y al final, y la menos conocida en el medio. Pero, claro, con el programa de hoy no se puede hablar de bocadillo, haciendo un símil con un menú, cabría decir que este concierto deja para el final un solomillo de dos kilos: la Séptima Sinfonía de Beethoven. Eso sí, las dos obras de Richard Strauss anteriores no son un vulgar aperitivo para abrir boca, son, en sí mismas, dos excelencias musicales, dos bellezas sin igual.

La primera, Muerte y transfiguración (Tod und Verklärung), es un poema sinfónico, aunque parece ser que compuesto al revés, en el sentido de que primero se compuso la música y después el poema. Supuestamente es la narración del proceso de muerte de un artista y su transfiguración en ideal artístico. Así, la verdad, suena un tanto ambiguo. Probablemente sería más fácilmente comprensible (al menos en el ámbito occidental) el tránsito de la muerte a la Vida Eterna, pero quizá los tiempos en los que fue compuesto y los posteriores no eran proclives a pensar en un plano religioso o espiritual. Yo quiero verlo así, me parece más lógico. Así pues, los acordes de Muerte y transfiguración conllevan un fuerte contraste que figuran, por un lado a la muerte reclamando el cuerpo ya caducado, y por otro las ganas de vivir, representadas sobre todo por recuerdos de la lozanía juvenil. La obra alcanza un clímax con la muerte física que es continuado por una dulce melodía que supone (supongo yo) la liberación del alma.

Después nos deleitamos con una suerte de divertimento en el que disfrutar de la excelencia de los solistas y el juego que generan sus instrumentos. Es el Dúo-concertino para clarinete y fagot TrV 293. El contraste entre la ligereza del clarinete y la profundidad del fagot crea un juego delicioso. Ambos instrumentos se entrelazan con una armonía bellísima, mientras la orquesta de cuerda y arpa, siguiendo el modelo del concerto grosso barroco, da una cobertura neoclásica impagable.

Y después del descanso, Beethoven. La Sinfonía nº 7 en La mayor, op. 92, hoy diríamos un bestseller desde su estreno. Sus cuatro movimientos son cuatro “joyas canónicas” de la música. El primero, Poco sostenuto – Vivace, es una alternancia en un patrón rítmico largo-breve-largo, que dan aspecto de danza popular, acabando con la explosión rotunda propia de Beethoven. El segundo movimiento, Allegretto,... ¡qué decir de ese movimiento! Es uno de los fragmentos musicales más rotundos, más intensos de toda la música clásica. Se quiere dar un sentido espiritual o intelectual al mismo, por contraste con las danzas del primer movimiento, tal vez... pero yo siempre lo he sentido (por su profundidad, por su intensidad) como un océano furibundo, como un profundo mar con inmensas olas que vapulean un barco a su merced. Los dos movimientos restantes vuelven al ambiente popular del primero, rematando con el último movimiento, Allegro con brio, con la rotundidad habitual del alemán.



Ha sido, pues, un concierto redondo, impactante. La calidad de Richard Strauss tiene calidad suficiente como para servir de prólogo a toda una Sinfonía de Beethoven. La Orquesta Sinfónica de Castilla y León, como siempre, supera las expectativas con facilidad; las dos solistas: Andrea Götsch (clarinete) y Sophie Dervaux (fagot) vierten su maestría en la obra de Strauss prona al virtuosismo. Otro concierto, uno más, que alcanza la excelencia musical en la capital del Pisuerga.

"Wish List", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"Naturaleza muerta con brida", de Zbigniew Herbert.

  Segundo libro de ensayos que leo del poeta e historiador polaco Zbigniew Herbert, esta vez centrado en la Historia y el arte de los Países Bajos, especialmente del siglo XVII.
 Ya dije antes que Herbert destacó "oficialmente" como poeta, pero sin duda fue un tipo enamorado de la belleza (conditio sine qua non para ser poeta), lo cual lo llevó a la admiración del arte, especialmente pictórico, pero sin  desmerecer el escultórico y el arquitectónico. En el otro tomo de la editorial Acantilado que leí, Un bárbaro en el jardín, se recrea en la cultura prehistórica, clásica, gótica y renacentista de Europa, desde la Cueva de Lascaux y su arte parietal, pasando por el clasicismo grecolatino de la Magna Grecia, las catedrales góticas francesas, hasta Piero della Francesca o Fra Angelico. Es por tanto una celebración de la sensibilidad artística de casi toda Europa.
 En Naturaleza muerta con brida, el autor polaco se limita más en el espacio y en el tiempo, reduciéndose a los Países Bajos y una de sus épocas de mayor esplendor, el siglo XVII, coincidiendo con la explosión del Barroco.
 Pero esta vez las digresiones de Herbert (no tan sesudas y formales como para ser verdaderos estudios sociológicos y artísticos, pero suficientemente profundas como para superar el mero comentario) no se centran tanto en el ámbito artístico, sino que buscan su sustento en el plano social, político y económico. Por mejor decir, el autor explica los gustos artísticos del Barroco neerlandés en un carácter propio de la ciudadanía de aquel país que deviene en una forma de gobierno y organización social singular. Singularidad, por cierto, que se habría de expandir a lo largo y ancho de Occidente en siglos posteriores. 
 Hablando en plata, Herbert recuerda que, en el siglo XVII, Países Bajos era una república burguesa, muy diferente de las monarquías que regían en la mayor parte de Europa. De hecho, aquel país surgió de su independencia de la casa de los Habsburgo (equivocadamente identificada históricamente -también en este libro- con la nación española), y nace, por contraposición a las monarquías absolutistas, como una república en la que una acomodada clase media era quien realmente mandaba, no reyes, nobles o la Iglesia, como desgraciadamente era el caso de nuestro país.
 Así, teniendo en cuenta que estamos tan lejos en el tiempo como hace cuatrocientos años, una suerte de democracia se abría paso en esa pequeña parte de Europa. Por supuesto no era una democracia perfecta, esto no existe, pero la estabilidad y bonanza económica que disfrutaban los Países Bajos no se conocería en el resto de Europa hasta bien entrado el siglo XX. Tanto es así, que hoy podríamos decir que vivimos más a la neerlandesa que a la española, si es que juzgamos por la historia vivida por ambos países.
 Y toda esta organización política, económica y social tuvo un reflejo evidente en el arte neerlandés. Si en la Europa monárquica (prácticamente todo el continente) los pintores dependían de las casas reales, de las familias nobles que ejercían mecenazgo o de la Iglesia, en los Países Bajos aquéllos pintaban para el embellecimiento de las casas de los burgueses. Así, mientras en casi toda Europa se pintaban escenas mitológicas y religiosas, en los Países Bajos se desarrolló una fértil creación de bodegones y naturalezas muertas, temas mucho más fáciles de encajar en el salón de cualquier casa, por no hablar de un tamaño mucho más reducido, claro.
 El ensayo que da nombre a esta colección es el de Naturaleza muerta con brida, obra de Johan van der Beeck, conocido como Torrentius. Esta pequeña obra es un óleo sobre tabla, redonda ésta, de apenas cincuenta centímetros de diámetro. No es en absoluto una obra señera de este periodo, ni de la pintura neerlandesa, ni siquiera del Rijksmuseum, donde actualmente se expone. Sin embargo, dice el polaco que fue siempre un punto de atracción de dicho museo en sus visitas. Así, a partir de esta pequeña obra, Herbert urde la ajetreada vida de van der Beeck, que acabará ajusticiado por hereje (contradiciendo así la supuesta imagen moderna y pacífica de aquel país y aquella sociedad) y la propia sensibilidad artística de los Países Bajos.
 Es, por tanto, un conjunto de ensayos que muestran una evidente admiración por el susodicho país, su organización social y su gusto artístico predominante, narrado con el primor y exquisitez propia de Zbigniew Herbert.

lunes, 6 de febrero de 2023

"El paciente inglés", de Michael Ondaatje.

  De nuevo la prolífica relación entre la literatura y el cine, pero en este caso, a diferencia de lo habitual, temo que la película es considerablemente mejor que la novela. Normalmente, si la novela está bien escrita, suele encontrarse muchos argumentos secundarios que no llegan a estar plasmados en el celuloide; los personajes están mejor delineados, siendo más redondos, más verosímiles en el papel; y el texto tiene más empaque, más profundidad que la cinta. Claro, por otro lado, la fuerza visual de muchas escenas cinematográficas superan en expresividad a la letra escrita, aquello de "vale más una imagen que mil palabras" (aunque, a decir verdad, nunca he estado muy seguro de esta frase popular, siempre pensé que no lo había dicho un buen lector con suficiente imaginación). Lo cierto es que en el caso de la novela de Ondaatje (escritor de origen neerlandés, nacido en Sri Lanka, criado en Inglaterra y residente en Canadá) la estructura está demasiado deslavazada, con tantas analepsis y saltos en el tiempo, que uno acaba por perder el hilo conductor. La adaptación cinematográfica de 1996, dirigida por Anthony Minghella y que obtuvo la friolera de nueve Oscars en 1997, también tiene muchos flashbacks, pero se entiende mejor. Por otro lado, el escritor se detiene con tanta minuciosidad en digresiones filosóficas de cada pequeño giro argumental que llega a ser hastioso.
 Y sí, también es importante la fuerza visual de las imágenes del film: los vuelos en biplano sobre el desierto, el detalle en las descripciones del arte renacentista toscano, amén de las excelentes actuaciones del elenco actoral (Oscar para Juliette Binoche como actriz secundaria y nominaciones para otros), la maravillosa banda sonora que acompaña todas las escenas memorables... Sí, aquí la magia del cine hace mucho, pero he de decir que si la novela no fuera tan anárquica en su planteamiento estructural luciría mucho más.
 La novela (y la película) alterna dos periodos espacio-temporales: el desierto del Sáhara durante el periodo de entreguerras y la Toscana en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial. En África se sitúa la acción de unos arqueólogos y el triángulo amoroso que acabará en desastre (la muerte de los tres); en Italia uno de esos arqueólogos y amantes, abrasado y moribundo debido a que su avión fue derribado, queda al cuidado de una enfermera, recibiendo la atención en un bombardeado convento cerca de Florencia. Entre esos dos presentes salta alternativamente la trama. Ondaatje usa una argucia literaria muy habitual: la de describir inicialmente a unos personajes, dejando a otro en el desconocimiento del lector, siendo los personajes conocidos los que habrán de darlo a conocer, obviamente, el personaje ignoto es el propio paciente inglés. Los personajes conocidos son Hana, la joven enfermera canadiense que abandona su unidad militar para cuidar al arqueólogo quemado; Caravaggio, un canadiense de origen italiano que, habiendo sido ladrón en su juventud, es reclutado por los aliados como espía; y Kip, un zapador de origen sij encargado de desminar esa parte de la Toscana. A esos tres personajes se unirá el paciente inglés (Ladislao de Almásy, conde húngaro) y Katharine Clifton (amante del húngaro). La relación entre esos personajes principales está mejor pergeñada, al menos es más clara, en la película que en el libro, en éste todo queda demasiado enmarañado con los circunloquios filosóficos y artísticos.
 En todo caso, leyéndose con calma, la novela tiene un pase. Es, en realidad, una historia de amor en unas condiciones políticas y sociales terribles (la guerra). Da un poco de pena porque creo que la película de Minghella es una de las mejores de todos los tiempos, aunando todas las características que han convertido al cine en el séptimo arte, mientras que la novela, si se pudiera reescribir también sería una gran obra.

lunes, 30 de enero de 2023

"Más vale trocar", Juan del Encina (1468 - 1529).

 Mas vale trocar
plazer por dolores
que estar sin amores.

Donde es gradecido
es dulce el morir;
bivir en olvido,
aquél no es bivir;
mejor es sufrir
passión y dolores
que estar sin amores.

Es vida perdida
bivir sin amar
y más es que vida
saberla emplear;
mejor es penar
sufriendo dolores
que estar sin amores.

La muerte es vitoria
do bive afición,
que espera aver gloria
quien sufre passión;
más vale presión
de tales dolores
que estar sin amores.

El ques más penado
más goza de amor,
quel mucho cuydado
le quita el temor;
assí ques mejor
amar con dolores
que estar sin amores.

No teme tormento
quien ama con fe,
si su pensamiento
sin causa no fue;
aviendo por qué
más valen dolores
que estar sin amores.


Amor que no pena
no pida plazer,
pues ya le condena
su poco querer;
mejor es perder
plazer por dolores
que estar sin amores.

"El hijo de la sierva", de August Strindberg.

  No me gustan las biografías, menos aún las autobiografías. Me parece que es difícil no caer en la autocomplacencia, la vanidad y la soberbia. Incluso aunque haya elementos autodestructivos (como hay en esta autobiografía novelada de Strindberg) siempre se encuentra una jactancia, una fatuidad morbosa. En El hijo de la sierva también hay vanagloria. Pero, además, es fácil encontrar que, en la mayor parte de los casos, lo narrado no es nada inusual ni extraordinario; ocurre en esta novela breve que los avatares por los que pasa el tal Johan, alter ego de Strindberg, no son especialmente anormales, obviamente sobre todo para un chico sueco de finales del XIX, pero tampoco lo son para un chico español de finales del XX, por ejemplo, como el que escribe. Son sentimientos frecuentes en niños y adolescentes: la incomprensión recibida de padres, hermanos y demás familia; la rudeza, por no decir crueldad del estamento académico y sus profesores (verdaderos ejemplos, pero, la mayoría de ellos, no a seguir, sino "malos ejemplos"); el despertar de las pasiones más animales y la propia sorpresa ante ellos; los sentimientos de culpa ante esas pasiones provocados por un sistema moral mojigato y restrictivo... En fin, que no es para tanto, todos los seres pensantes (aquí quizá está el quid, que el porcentaje de seres pensantes entre los humanos no creo que llegue ni a la mitad) hemos pasado por esas crisis y situaciones angustiosas, no es para tanto, pues.
 Pero, hete aquí que acababa de leer una novela de ciencia ficción de Brian Aldiss, y el contraste ha sido como el vegetariano estricto por más de treinta años que un día come un excelente solomillo. Esa es una de las más apasionantes características de la lectura: que pasas de un mundo a otro cerrando un libro y abriendo otro. Y lo seguiré haciendo mientras aliente: de una obra "clásica" de ciencia ficción, con su punto de irrealidad fantasiosa que permite a uno evadirse de la rutinaria realidad, a una novela juiciosa, reflexiva e instructiva que ayuda a comprender mejor los propios sentimientos... ¡Bendito vicio tenemos los lectores!
 Bien, el argumento principal de El hijo de la sierva es la vida de Johan, un chico de clase media en el Estocolmo de finales del XIX, desde su tierna infancia (o, mejor, desde que tiene uso de razón) hasta el acceso a la universidad. La relación con los padres es compleja no tanto por el autoritarismo sin razón aparente (que no sea la de todos los autoritarismos: evitar que el subyugado pregunte por qué ha de obedecer) del padre, o la constante manipulación mediante chantajes emocionales de la madre, sino por el diferente origen social de los mismos, siendo la madre de extracción humilde. Este hecho no es baladí, ya que la clase social está presente en toda la novela como tema principal. Por cierto, ahora que releo lo escrito, me reafirmo en lo de que las autobiografías no acaban por contar nada nuevo ni especial: que levante la mano aquél que no haya tenido un padre autoritario y una madre manipuladora... poquitos, poquitos...
 Bueno, pero lo de la clase social es notable en la novela, mucho más que en nuestra época. No hay que olvidar que, en Suecia, la distinción de clase se abolió oficialmente en 1865, época en la que transcurre la acción (aunque fuera escrita ya en la adultez del autor), de modo que estamos en una época en la que la sociedad se apresta a unos cambios de tal calado que no volverá a ser la misma. El hecho de que el joven Johan tenga progenitores de distinta clase social es, además, una circunstancia generadora de mil controversias, tanto en el ámbito familiar como escolar.
 Un tema que los de la editorial Montesinos ocultan al lector que lee la contraportada es la acusada espiritualidad del protagonista. Quizá para el lector de principios del siglo XXI, las crisis espirituales de un chico de quince años no son importantes, al menos no como lo fueron en el siglo XX y XIX. Un servidor, que tuvo una educación anacrónica como pocos, también pasó por esas crisis, en buena medida llevado artificialmente por la lectura de panfletos moralizantes, en parte debido a una natural tendencia hacia la espiritualidad. En el caso de la novela, la orientación que toma Johan es, como es frecuente en la Escandinavia de la época, hacia el pietismo, reacción frente a la religiosidad superficial de una sociedad hipócrita, buscando un revivificación de la fe sin la aparatosidad de la liturgia.
 Desde el punto de vista formal, la prosa de Strindberg, un autor que destacó principalmente por su dramaturgia, es lenta, rica en adjetivación y frases subordinadas, mucho más parecida a la mal llamada "literatura victoriana" que a, desde luego, la novela de ciencia ficción que leí con anterioridad. Ese contraste al que antes aludía es el gran placer de la lectura: varios mundos en un mismo formato, el de la palabra escrita.

miércoles, 25 de enero de 2023

"Criptozoico", de Brian Aldiss.

  Novela publicada en 1967 que tal vez haya envejecido demasiado, al menos ha envejecido sin llegar a convertirse en nada relevante. Quiero decir que siendo Criptozoico una novela de ciencia ficción sobre viajes en el tiempo, no ha alcanzado la categoría de "novela clásica y de referencia" que alcanzaron, por ejemplo, La máquina del tiempo de H.G. Wells o El mundo perdido de Conan Doyle. No, Criptozoico es "otra" novela más de ese argumento, no pasará a engrosar ese magro grupo de novelas elegidas para la posteridad. Y eso que he de reconocer la maestría de Aldiss para provocar un giro argumental el último capítulo del libro que deja una sonrisa y un regusto agradable en el lector.
 Argumento de esta novelilla: en un futuro distópico (2093) se ha avanzado tecnológicamente lo suficiente como para poder viajar en el tiempo, al menos hacia el pasado, a épocas tan remotas como el Jurásico. Los viajes en el tiempo son, en realidad, viajes mentales; se llevan a cabo tomando una droga que proyecta al individuo a esos pasados remotos sin peligro para su vida. Sólo los más ricos, claro, pueden hacerlo; sin embargo, algunos lo hacen por trabajo. Es el caso de Edward Bush, el protagonista, un pintor, un artista que es enviado a épocas prehistóricas para que componga obras que luego admirarán sus contemporáneos de finales del siglo XXI. A la vuelta de uno de esos viajes al pasado lo encontrará todo cambiado: su madre ha muerto, el gobierno de su país ha sido destituido por la fuerza imponiéndose una dictadura, y su trabajo para el Instituto Wenlock cambiará por completo: de ser un artista pasará a ser un espía y un asesino encargado de buscar a un tipo en el pasado y eliminarlo. Para esta infame tarea recibirá instrucción militar que lo alienará y trocará en un insensible matón. Aquí acaba el libro primero de la novela, que a mí me ha parecido razonablemente potable; la segunda parte, sin embargo, creo que disminuye mucho en calidad. Argumentalmente, esta segunda parte se ocupa de la búsqueda de un tal Silverstone, el individuo al que tiene que eliminar, y el descubrimiento de un hecho un tanto inverosímil: el tiempo se ha invertido, todo va al revés, de la muerte al nacimiento... Ya cuando todo está acabando, con un sentimiento por mi parte de hastío, el bueno de Aldiss es capaz de dar ese giro argumental del que hablaba antes: al fin todo queda reducido a que el tal Edward Bush está recluido en un sanatorio psiquiátrico, toda la novela (al menos el libro segundo) no es sino el producto de una mente desquiciada por el uso de la droga que permite los viajes mentales en el tiempo. Ya dije, el final apaña un poco la novela.
 No es una obra inmortal, ya dije, aunque tiene sus pequeños temas subyacentes al argumento, como la reflexión que hace Bush cuando está recibiendo la instrucción militar y es consciente de la alienación que está sufriendo al perder su individualidad en aras de una uniformidad marcial. Otra es freudiana, la muerte de la madre del protagonista y la búsqueda fatal de una mujer que sustituya a la progenitora.
 En fin, una obra menor de Aldiss, en absoluto al nivel de aquella trilogía que tanto me gustó, Heliconia.

jueves, 19 de enero de 2023

"Alone", by Edgar Allan Poe.

 From childhood's hour I have not been
As others were -I have not seen
As others saw -I could not bring
My passions from a common spring-
From the same source I have not taken
My sorrow -I could not awaken
My heart to joy at the same tone-
And all I lov'd -I lov'd alone-
Then -in my childhood- in the dawn
Of a most stormy life -was drawn
From ev'ry depth of good and ill
The mystery which binds me still-
From the torrent, or the fountain-
From the red cliff of the mountain-
From the sun that 'round me roll'd
In its autumn tint of gold-
From the lightning in the sky
As it pass'd me flying by-
From the thunder, and the storm-
And the cloud that took the form
(When the rest of heaven was blue)
Of a demon in my view-

Desde el tiempo de mi niñez, no he sido
como otros eran, no he visto
como otros veían, no pude sacar
mis pasiones desde una común primavera.
De la misma fuente no he tomado
mi pena; no se despertaría 
mi corazón a la alegría con el mismo tono;
y todo lo que quise, lo quise solo.
Entonces -en mi niñez- en el amanecer
de una muy tempestuosa vida, se sacó
desde cada profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio que todavía me ata:
desde el torrente o la fuente,
desde el rojo peñasco de la montaña,
desde el sol que alrededor de mí giraba
en su otoño teñido de oro,
desde el rayo en el cielo
que pasaba junto a mí volando,
desde el trueno y la tormenta,
y la nube que tomó la forma
(cuando el resto del cielo era azul)
de un demonio ante mi vista.

martes, 17 de enero de 2023

"Enredo en Willow Gables", de Philip Larkin.

  Novela de juventud (tan sólo veintiún añitos) de Philip Larkin, escrita cuando estudiaba en el Saint John's College de Oxford. Se nota que no había alcanzado la madurez prosística que luego demostraría en Una chica en invierno, por ejemplo, aunque las características de ese "viejo francotirador amargado" ya estaban presentes. Lo de "viejo francotirador amargado" me lo acabo de inventar, pero me parece que está muy bien traído y que define con precisión al inglés, en todos los sentidos: viejo porque no demuestra pasión ni ilusión juvenil nunca; francotirador porque atina casi siempre su disparo contra la hipocresía social; y amargado porque toda su obra destila un sabor a hiel que asusta. Suena todo negativo, pero no lo es tanto, de hecho, soy un gran admirador de la poesía de Larkin, la poesía de un tipo que no tiene la más mínima conmiseración con la estupidez humana, que apunta y dispara con una puntería asombrosa...
 Bueno, pero eso es en la poesía, donde muestra su sin par maestría, pero ¿y en prosa? En prosa Larkin pierde un tanto, no mucho, pues sus cualidades siguen presentes, pero, al hacerse más largo el texto, pierde la capacidad sorpresiva del poema. Me gustó mucho Una chica en invierno, es decir, me dolió mucho leerlo, pero es extraordinaria la capacidad del inglés para pintar con una verosimilitud casi especular las vidas rotas de un puñado de gentes normales y corrientes de una oscura ciudad norirlandesa. Enredo en Willow Gables ya muestra quién será Philip Larkin... decenios después...
 Por cierto, estas novelas breves están firmadas con el seudónimo "Brunette Coleman", un tanto vergonzante quizás que un tipo (en un futuro calvo, para más señas) firme como "Morena Coleman", pero bueno... Se supone que las escribió para divertimento propio y de un par de amiguetes de "college", con lo que tampoco era exigible mucha seriedad...
 Enredo en Willow Gables narra las peripecias de un grupo de adolescentes en un internado para estudiar lo que en nuestro país sería el Bachillerato, el nombre de Willow Gables (traducible por "aguilones o hastiales de sauce") es, claro, el de la institución en la que estudian y viven. Son andanzas y correrías sin gran trascendencia si no fuera por la edad que tienen las protagonistas, edad de formación del carácter y de autodescubrimiento. En su momento no parecen tan intrascendentes, sino que se rebelan contra esas terribles injusticias que, ya aprenderán con los años, vivirán una y otra vez hasta que mueran.
 La fruslería en cuestión es un billete de cinco libras que una de las alumnas recibe de un familiar. Las normas del internado son muy estrictas al respecto y no permiten que las alumnas tengan tanto dinero en efectivo, con lo que se lo requisan temporalmente. La chica, sublevada por lo que considera la mayor injusticia mundial, roba el billete con nocturnidad. La directora, de vuelta ya de estas cosas, recrimina a la alumna la actitud y ésta vuelve a entregar el billete, esta vez ya de forma definitiva para colaborar con la construcción de un futuro gimnasio. Pero hete aquí que, a la noche siguiente, el billete vuelve a desaparecer, ahora robado con la violencia de una palanca. La directora, ya enojada de veras, encierra a la alumna en cuestión en un cuarto sin acceso a las zonas comunes y la azota con la famosa vara de avellano aunque la azotada jure y perjure que esta vez no tuvo nada que ver con el robo.
 Mientras tanto, el resto de internas pierde el derecho a salir del centro, provocando el enfado general. A la par que sucede esto, la relación entre las chicas no es idílica: sigue habiendo jerarquías, no sólo por edad (aunque apenas se lleven entre ellas más de dos o tres años) sino también por carácter, las más enérgicas dominan a las más pacíficas, llegando a haber casos de abuso. Abuso sexual es precisamente, lo que se establece entre algunas cuando la gran villana de la narración, una tal Hilary Allen extorsiona a otra para tener relaciones sexuales so pena de chivarse a la directora. 
 Finalmente todo se resolverá con la confesión de la chica abusada y la comprobación de que la encerrada no pudo robar el billete por segunda vez.
 Ese es, groso modo, el argumento, pero el tema subyacente es una feroz crítica a ese sistema educativo ya felizmente desaparecido, al menos en Europa. Por extensión es una crítica a la sociedad (algo ya muy "larkiniano") y su apariencia de rectitud en medio de la podredumbre. De hecho, el rígido código de valores impuesto es, en realidad, un verdadero "anticódigo", pues se favorece la delación y la cobardía en lugar de la colaboración y la valentía, y el rencor en lugar de la amistad. Crea este sistema una sociedad terriblemente autoritaria y jerarquizada, nunca igualitaria, lo que favorece el abuso (sexual, físico o psicológico) como se muestra en la novela. Eso por no hablar de los castigos colectivos por una falta individual, lo que genera odio y resentimientos en el grupo.
 En fin, todo eso sucedía en ese internado femenino inglés a mediados de los años cuarenta del pasado siglo, pero desgraciadamente en el sur de Europa se han vivido casos semejantes hasta hace muy poquito tiempo. Tristemente, los individuos de esa sociedad no llegan nunca a ser plenamente adultos; la autoridad caprichosa y abusiva genera hombres y mujeres que no son capaces de afrontar la vida, pues siguen esperando siempre esa autoridad omnipotente que solucione todos los problemas.
 En fin, una novela juvenil de Larkin, como su poesía pero in extenso, más diluido en prosa.