Novela de juventud (tan sólo veintiún añitos) de Philip Larkin, escrita cuando estudiaba en el Saint John's College de Oxford. Se nota que no había alcanzado la madurez prosística que luego demostraría en Una chica en invierno, por ejemplo, aunque las características de ese "viejo francotirador amargado" ya estaban presentes. Lo de "viejo francotirador amargado" me lo acabo de inventar, pero me parece que está muy bien traído y que define con precisión al inglés, en todos los sentidos: viejo porque no demuestra pasión ni ilusión juvenil nunca; francotirador porque atina casi siempre su disparo contra la hipocresía social; y amargado porque toda su obra destila un sabor a hiel que asusta. Suena todo negativo, pero no lo es tanto, de hecho, soy un gran admirador de la poesía de Larkin, la poesía de un tipo que no tiene la más mínima conmiseración con la estupidez humana, que apunta y dispara con una puntería asombrosa...
Bueno, pero eso es en la poesía, donde muestra su sin par maestría, pero ¿y en prosa? En prosa Larkin pierde un tanto, no mucho, pues sus cualidades siguen presentes, pero, al hacerse más largo el texto, pierde la capacidad sorpresiva del poema. Me gustó mucho Una chica en invierno, es decir, me dolió mucho leerlo, pero es extraordinaria la capacidad del inglés para pintar con una verosimilitud casi especular las vidas rotas de un puñado de gentes normales y corrientes de una oscura ciudad norirlandesa. Enredo en Willow Gables ya muestra quién será Philip Larkin... decenios después...
Por cierto, estas novelas breves están firmadas con el seudónimo "Brunette Coleman", un tanto vergonzante quizás que un tipo (en un futuro calvo, para más señas) firme como "Morena Coleman", pero bueno... Se supone que las escribió para divertimento propio y de un par de amiguetes de "college", con lo que tampoco era exigible mucha seriedad...
Enredo en Willow Gables narra las peripecias de un grupo de adolescentes en un internado para estudiar lo que en nuestro país sería el Bachillerato, el nombre de Willow Gables (traducible por "aguilones o hastiales de sauce") es, claro, el de la institución en la que estudian y viven. Son andanzas y correrías sin gran trascendencia si no fuera por la edad que tienen las protagonistas, edad de formación del carácter y de autodescubrimiento. En su momento no parecen tan intrascendentes, sino que se rebelan contra esas terribles injusticias que, ya aprenderán con los años, vivirán una y otra vez hasta que mueran.
La fruslería en cuestión es un billete de cinco libras que una de las alumnas recibe de un familiar. Las normas del internado son muy estrictas al respecto y no permiten que las alumnas tengan tanto dinero en efectivo, con lo que se lo requisan temporalmente. La chica, sublevada por lo que considera la mayor injusticia mundial, roba el billete con nocturnidad. La directora, de vuelta ya de estas cosas, recrimina a la alumna la actitud y ésta vuelve a entregar el billete, esta vez ya de forma definitiva para colaborar con la construcción de un futuro gimnasio. Pero hete aquí que, a la noche siguiente, el billete vuelve a desaparecer, ahora robado con la violencia de una palanca. La directora, ya enojada de veras, encierra a la alumna en cuestión en un cuarto sin acceso a las zonas comunes y la azota con la famosa vara de avellano aunque la azotada jure y perjure que esta vez no tuvo nada que ver con el robo.
Mientras tanto, el resto de internas pierde el derecho a salir del centro, provocando el enfado general. A la par que sucede esto, la relación entre las chicas no es idílica: sigue habiendo jerarquías, no sólo por edad (aunque apenas se lleven entre ellas más de dos o tres años) sino también por carácter, las más enérgicas dominan a las más pacíficas, llegando a haber casos de abuso. Abuso sexual es precisamente, lo que se establece entre algunas cuando la gran villana de la narración, una tal Hilary Allen extorsiona a otra para tener relaciones sexuales so pena de chivarse a la directora.
Finalmente todo se resolverá con la confesión de la chica abusada y la comprobación de que la encerrada no pudo robar el billete por segunda vez.
Ese es, groso modo, el argumento, pero el tema subyacente es una feroz crítica a ese sistema educativo ya felizmente desaparecido, al menos en Europa. Por extensión es una crítica a la sociedad (algo ya muy "larkiniano") y su apariencia de rectitud en medio de la podredumbre. De hecho, el rígido código de valores impuesto es, en realidad, un verdadero "anticódigo", pues se favorece la delación y la cobardía en lugar de la colaboración y la valentía, y el rencor en lugar de la amistad. Crea este sistema una sociedad terriblemente autoritaria y jerarquizada, nunca igualitaria, lo que favorece el abuso (sexual, físico o psicológico) como se muestra en la novela. Eso por no hablar de los castigos colectivos por una falta individual, lo que genera odio y resentimientos en el grupo.
En fin, todo eso sucedía en ese internado femenino inglés a mediados de los años cuarenta del pasado siglo, pero desgraciadamente en el sur de Europa se han vivido casos semejantes hasta hace muy poquito tiempo. Tristemente, los individuos de esa sociedad no llegan nunca a ser plenamente adultos; la autoridad caprichosa y abusiva genera hombres y mujeres que no son capaces de afrontar la vida, pues siguen esperando siempre esa autoridad omnipotente que solucione todos los problemas.
En fin, una novela juvenil de Larkin, como su poesía pero in extenso, más diluido en prosa.
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