viernes, 1 de febrero de 2013

Librerías de mi infancia: La casa del libro (antes Espasa Calpe y antes otra vez Casa del libro)

  No me refiero ni a la editorial Espasa Calpe ni a la empresa La casa del libro, me refiero a la librería que subsiste bajo esos nombres comerciales en el número 29 de la Gran Vía madrileña, este edificio:
   Digo eso porque no quiero hacer propaganda alguna de editoriales (solo defiendo las pequeñas que luchan contra viento y marea contra el dominio de las multinacionales españolas) ni de grandes empresas que esclavizan trabajadores y venden best seller
  Lo cierto es que aquel edificio alberga la que es, a mi entender, la mejor librería de Madrid; una librería con un fondo editorial inmenso, un personal entendido y colaborador y una presentación en estanterías suficientemente bien planificada.
  Habré pasado no horas, días enteros buscando entre sus estanterías. Recuerdo días de lluvia que alejándome del inconveniente meteorológico y de la áspera Gran Vía, sentía lo que para mí, todavía a fecha de hoy sigue siendo una librería: un refugio.

jueves, 31 de enero de 2013

Ahora leyendo: "Vida y destino" de Vasili Grossman

  Me adentro en otra de las grandes obras del siglo XX: Vida y sentido de Grossman. 
   Siempre me atrajo Vasili Grossman, por ser un escritor ruso, ya conté de mi predilección por Tolstoi, Dostoievsky o Goncharov; por ser de origen judío, será casualidad, pero creo que los escritores europeos de origen judío (no necesariamente practicantes de esa fe) como Primo Levi, Stefan Zweig, Joseph Roth, Sholem Aleijem y tantos otros tienen una visión más interesante y plural de este atormentado continente; y por haber sido escritor en una época especialmente dura para Europa, los años 30, 40 y 50 del pasado siglo. Sin embargo tenía mis reticencias, sobre todo porque había leído que Grossman era un furibundo comunista, cosa que, a mi entender, lo desacreditaba como intelectual, no el ser comunista, sino el tener una fe política que le apartase de la necesaria objetividad que todo pensador ha de cultivar.
   Vasili Grossman nació en Berdíchev, hoy Ucrania y en su época parte del Imperio ruso. Berdíchev es una localidad especialmente interesante para entender la historia de Europa en el siglo pasado, era una especie de Toledo del Este, es decir, una pequeña ciudad en la que la población judía era mayoritaria sobre la cristiana. Allí nacieron o vivieron, además de Grossman, personajes fundamentales que continuaron su labor intelectual en otros horizontes más benignos: Sholem Aleijem, el autor del inolvidable Tevye el lechero que luego sería pasado a la gran pantalla como El violinista en el tejadoJoseph Conrad, sí, el mismo Joseph Conrad de maravillosas novelas de aventuras como Lord Jim o Nostromo, aunque hay que puntualizar que Conrad no era judío sino perteneciente a una familia noble polaca; Der Nister, del que ya hablé en otras entradas, autor de La familia Mashber o Sobre una tierra ardiente; y multitud de escritores, actores y directores del Teatro Yiddish. Tristemente, toda esa población y cultura judías fueron borradas por una de las mayores lacras de la humanidad, el antisemitismo, primero de la Rusia zarista, luego de la Rusia comunista (sí, existió antisemitismo en la Unión Soviética, aunque oficialmente no hubiese discriminación, la población seguía creyendo en los viejos estereotipos antijudíos) y posteriormente con el holocausto perpetrado por los nazis.
  Grossman no fue practicante del judaísmo, al parecer tampoco su familia (de hecho el llamarse Vasili y no Abraham, Moisés, Yehuda, Jacob... nos indica que su familia no mantenía las tradiciones), no, Grossman no tenía fe judía, como dije antes, tenía fe comunista; en otras novelas suyas, los personajes están tremendamente estereotipados, los comunistas buenos, los otros malos... por eso siempre tuve prevención hacia él. Pero a diferencia de anteriores novelas, en Vida y destino se rompe ese adoctrinamiento, hasta tal punto que Grossman sufrió todo tipo de maltrato por el régimen soviético y la obra en cuestión tuvo que ser sacada clandestinamente del país y publicada en Europa occidental. 

lunes, 28 de enero de 2013

Otra rareza mía: caminar solo

  Desde mi juventud tuve propensión a pasar por ciclos depresivos, mi baja autoestima, mi pesimismo natural me conducían a ellos con relativa frecuencia; desde mi madurez he tenido problemas lumbares con cierta periodicidad; para ambos problemas encontré una medida paliativa: caminar.
  Pero me refiero a caminar durante dos o tres horas, a paso medio... así consigo conjurar esos dos males que, por cierto, algunos psicólogos dicen estar unidos (el depresivo toma posturas que facilitarían los dolores de columna).
    Lo cierto es que caminar por la ciudad me saca del pozo de la depresión en la que caigo con frecuencia, diferente del estado anímico bajo (bajo para casi todos los demás) en el que me encuentro relativamente a gusto conmigo mismo. 
  En esas caminatas voy descubriendo distintas caras de la ciudad, de su paisaje y su paisanaje, me siento (una vez más) como un alienígena que hubiera aterrizado en este atormentado planeta y mirara con desconfianza y curiosidad a sus habitantes. Caminar lo relativiza todo, incluida la propia vida, que queda minimizada en el contacto impersonal con otros cientos de humanos con los que apenas cruzo una mirada. Habitualmente llevo una pequeña libreta en el bolsillo, además, por supuesto del libro que esté leyendo, con lo que hago frecuentes paradas para leer y escribir (sensaciones, pensamientos, dibujar bocetos de calles...); es, por tanto, una actividad completa para mi personalidad, se complementan lo físico y lo intelectual de forma natural.

domingo, 27 de enero de 2013

Ahora leyendo: "Para leer al anochecer" de Charles Dickens

  Ya hablé en otra entrada de la llamada "literatura victoriana", término solo válido en ámbito anglosajón, pero que delimita bastante bien, no solo en el plano temporal, sino también en sus características. Hablé de George Eliot, Conan Doyle, H.G. Wells, Rudyard Kipling, las hermanas Brönte, pero sobre todo hablé de Dickens. Ahora comienzo con esta:
   Dicen los biólogos que ningún ser vive aislado, sino formando parte de un todo dinámico que llaman ecosistema. Análogamente se puede afirmar que ningún estilo literario vive aislado o surge de la nada, siempre existe algún precedente, algún origen, alguna influencia. Hablé en otra entrada de un autor de literatura fantástica, del llamado "horror cósmico", H.P. Lovecraft; pues bien, siempre se pone a Edgar Allan Poe como influencia básica, pues sus relatos oscuros son claro origen de la literatura "lovecraftiana", pero también lo pudo ser Dickens.
    Charles Dickens siempre será recordado por sus "intensas" novelas sobre la desigualdad sociedad victoriana, su realismo social es característico, pero también es autor de novelas breves (para la longitud de las novelas "dickensianas" mejor llamar relatos) sobre temas fantasmagóricos y misteriosos. Como antes dije, todo está relacionado, Dickens y Poe fueron contemporáneos, aunque con un océano por medio, y ambos bien pudieron influir a un lector empedernido como fue Howard Phillips Lovecraft.

sábado, 26 de enero de 2013

"Firmin" de Sam Savage

  Leí hace un par de años Firmin, de Sam Savage, del cual no había oído nada de nada, por lo visto se trata de un profesor universitario estadounidense con un físico semejante a Walt Whitman. Lo leí con prevención porque me parecía que era más un fenómeno editorial que literario -ya comenté las diferencias entre ambos-, sobre todo porque en España lo había lanzado el todopoderoso Grupo Planeta, a través de su Editorial Booket. 
   Nadie en la literatura en castellano como Planeta para lanzar productos y vender humo... sin embargo, Firmin es uno de los mejores relatos -según las nuevas normas, novela breve- que he leído en los últimos tiempos. Firmin es una rata, esa realidad es incontrovertible, pero Firmin tiene un afán de conocimiento muy superior a casi todos los humanos. Es una rata, sí, pero se alimenta, físicamente, de literatura; vive en una librería de viejo de Boston, su afición por los libros (gastronómica pero metafóricamente intelectual) le supone la marginación por parte de sus iguales, que son vistos por Firmin como seres primarios.
  En mi opinión, el éxito de público de Firmin se debe a que el lector se identifica plenamente con el personaje. Todos somos Firmin... todos somos "el diferente" de la sociedad que vive de sus lecturas en lugar de su propia vida, se siente rechazado y a su vez rechaza al resto... Por otra parte, la cantidad de citas y referencias literarias es enorme en toda la novela, de manera que los lectores "de verdad" reciben innumerables guiños a lo largo de toda la obra.

Librerías de mi infancia: Librería San Ginés, Madrid

  Probablemente muchos turistas la conocerán al estar en una zona tan turística, mucho más desde que se peatonalizó la calle Arenal: la Librería San Ginés.
   Para muchos madrileños, especialmente los de cierta edad, será más conocida por estar al lado de la Chocolatería San Ginés, donde, hasta hace no muchos años por lo menos, era tradición tomar chocolate con churros el día de Año Nuevo. Esto es, el pasadizo de San Ginés, que comunica Mayor con Arenal, a menos de cien metros de la Puerta del Sol.
  La Librería San Ginés es un monumento arquitectónico de Madrid, no sé si está catalogado como tal ni me importa, yo así lo considero. Son tres pequeñas casetas adosadas a una pared lateral de la iglesia de San Ginés, donde, según reza una placa en su fachada, fue bautizado Quevedo.
  En mis catorce o quince años encontré otro de los hábitos que, pasados los cuarenta, todavía cultivo: dar largos paseos solitarios por la ciudad. Siempre que iba hacia el centro, me acercaba a esta librería; un día concreto recuerdo comprar una antología poética en edición barata que me ha acompañado desde entonces, esta:
   Esa misma, alguna edición más antigua. No es una gran antología, pero durante aquellos años de mi adolescencia la leí de arriba a abajo, viajó conmigo a Denia y Jávea y habitó en algún bolsillo en aquellas caminatas por la ciudad.

viernes, 25 de enero de 2013

Inciso cinematográfico: Alemania, año cero

  Acabo de visionar Alemania, año cero de Roberto Rosellini... estoy impactado. Había oído hablar de la película, por supuesto sé quién era Rosellini y el neorrealismo, pero aún así, la cinta (si se tiene sensibilidad, claro) quita el aliento.
   Es, en mi opinión, una película profundamente antibelicista, lo que ocurre es que estamos acostumbrados a que estas nos narren las barbaridades ocurridas en la guerra, nunca en la posguerra; pues bien, Alemania, año cero trata precisamente de eso, de la destrucción de una sociedad, en este caso la alemana, por la guerra, una sociedad que queda sumida en la miseria material, pero sobre todo en la miseria moral, un país que se ve impelido a salir adelante de cualquier modo, sacrificando lo que sea, y uno de las primeras bajas es la moralidad.
  El personaje principal, Edmund, es un chico de 13 años que trata de sacar a su familia de la pobreza extrema en la que vive; su padre, inválido no puede buscar trabajo; su hermano mayor vive escondido, temeroso de ser enviado a prisión; su hermana es empujada a prostituirse para conseguir un puñado de patatas... En esta situación terrible, aparece un antiguo profesor de Edmund que sobrevive con el trapicheo y que tiene tratos con chicos -se insinúa que es un pederasta-; este antiguo profesor ejerce influencia intelectual sobre Edmund y un día, de forma casi accidental, le dice que no se debe frenar la muerte de los enfermos y  débiles -clara herencia de la teoría eugenésica nazi-. Finalmente, Edmund acaba por envenenar a su padre, lo cual sume  al resto de la familia en la desesperación, el propio chico, acaba suicidándose.
   Narrado con la fría objetividad del neorrealismo, el tema deja el alma en vilo para cualquiera con un poco de inteligencia y sentido común. Los actores no parecen estar especialmente dotados, pero supongo que en aquella época, 1948, no debía ser fácil encontrar grandes estrellas en Alemania, aún así, cumplen con su papel con suficiente verosimilitud. Los paisajes urbanos de un Berlín en ruinas acaba por dar un toque de dureza en una película que todo el mundo debiera ver, especialmente para abominar, una vez más, de la más animalesca de las actividades humanas: la guerra.

Ahora leyendo: Alberto Caeiro II (Pessoa)

  Continúo con Caeiro, con la traducción de Barja e Inarejos para Abada Editores.
   Este tomo incluye los Poemas inconjuntos,  veremos qué tal; el primer tomo era El guardador del rebaño y El pastor enamorado, ya puse algún fragmento en otra entrada, Caeiro es aquí el cantor de la hermosura natural, de la belleza de lo sencillo, alejado de todo principio o canon estético, lo bello por lo bello.
  Resulta difícil entender la creatividad de Pessoa para desarrollar varias personalidades  casi opuestas, con sus características plenamente definidas, que llegan incluso a presentarse los unos a los otros (a Caeiro lo prologa Ricardo Reis); cada uno de los heterónimos tiene suficiente calidad como para ser un fenómeno literario per se, no digamos la genialidad polifacética de su creador.
  Es lamentable que leer poesía esté incluso mal visto en nuestra época. Leer narrativa, por el contrario, no; de hecho mucha gente presume de leer novela y en apenas un par de conversaciones se comprueba que es falso, sin embargo, nadie se avergüenza de afirmar que no lee poesía, ¿acaso es vergonzante leerla? Los males de la sociedad actual, en mi opinión, son la deshumanización, la inmoralidad, el cinismo... contra todos esos defectos lucha la poesía, que es humanidad profunda, recta moral, honestidad... y sobre todo sensibilidad. Si formáramos una sociedad interesada en poesía tendríamos menos problemas, al menos estaríamos más predispuestos a solucionarlos, más sensibles para reconocer al otro y sus problemas... en definitiva, una sociedad mejor. Lamentablemente, los sistemas educativos desprecian el aprendizaje en poesía, si acaso enseñan los rudimentos, las rimas consonantes, asonantes... cuando lo que debieran enseñar es a "sentir la poesía".

Otro lugar de refugio: los museos

  Lo recuerdo desde pequeño, los museos ejercían una fuerte atracción sobre mí; en alguna excursión con el colegio, supongo que al Museo de Ciencias Naturales de Madrid, conseguía aislarme de mis miedos y terrores, me dejaba llevar por el aire de quietud, de atemporalidad que todavía me provoca la sala de un museo... es una sensación que, felizmente, no me ha abandonado todavía.
   Los otros lugares en los que consigo sentir esa protección frente a los miedos irracionales, ya lo dije, son las bibliotecas y las salas de conciertos (preferiblemente salas de cámara), supongo que lo que tienen en común con los museos es la tranquilidad, la paz que irradian... son tres ambientes semejantes en cuanto a la actitud que el público ha de tomar: autocontrol, respeto al otro y silencio. Lo he pensado detenidamente en otras ocasiones, el ruido, las aglomeraciones, las prisas, las voces... me provocan rechazo desde bien pequeño, me hacen sentirme inseguro, incómodo, es como si no fueran conmigo, como si yo perteneciese a otra especie animal, una que necesitase la tranquilidad y el silencio para poder vivir... Supongo que podría adaptarme relativamente bien a una sociedad nórdica, porque desde luego, esta mediterránea que me ha visto crecer es, precisamente, una de las peores para alguien que busque tranquilidad...

 

jueves, 24 de enero de 2013

Un capricho, leyendo: "Lovecraft, desde el más allá" (novela gráfica)

  Ya dije en una entrada anterior que me gustan las novelas gráficas, especialmente aquellas para adultos, no eróticas ni nada por el estilo si no las que están basadas en obras literarias "serias"; ahora leo Lovecraft, desde el más allá de Ediciones La Cúpula.
  Es fantástico que haya editoriales que apuesten seriamente por este género (o subgénero o como lo quieran llamar) que está claramente en expansión; en este caso es una editorial veterana (son los del Víbora y Makoki) que siguen "reinventándose" y mejorando el ya buen nivel nacional. El autor de este cómic es Erik Kriek, un reconocido historietista holandés.
  Hay obras literarias que son más propicias para "ser pasadas" a cómic, desde luego las de Lovecraft son de las mejores, pero realmente se puede con todas, de hecho, hoy me he enterado de que hay varios tomos de En busca del tiempo perdido de Proust ya en novela gráfica... ¡Vamos como para meterse a leerlas en la cama con un par de meses por delante!