lunes, 13 de mayo de 2013

"El arte de volar", de Antonio Altarriba

  Otra novela gráfica, premiada en 2010, que indaga en las grandezas/miserias de la vida. Para ser justo es necesario, como el prólogo de la obra lo recuerda, valorar a sus dos autores: el escritor, Antonio Altarriba, y el ilustrador, Kim.
 Digo que este cómic es grande como la vida, pues narra la vida del padre del autor, sus luchas, sus desilusiones, sus éxitos, sus fracasos... Para todos aquellos prejuiciosos que relegan la novela gráfica a "asuntos juveniles" o de poca importancia, se sorprenderán con la honda humanidad de El arte de volar. Un gran cómic.

jueves, 9 de mayo de 2013

Fragmento del tercer capítulo de mi novela: "Dulce et decorum est pro patria mori"

 
III CHARLES CHOLMONDELEY


Como todos los días desde que fue movilizado, Charles Cholmondeley hizo la litera de su catre en la sede del MI6 en Hanslope Park, dio un beso a la foto de su mujer, Emma, y sus hijos Alastair, Julian y Emma; sabía que estaban mejor en Essex que en Londres, allí eran menos probables los bombardeos que asolaban la capital noche tras noche; aún así, no podía evitar la añoranza de su vida anterior, con ellos, en aquella agencia de seguros, que, si no era el trabajo de sus sueños, al menos les daba para ir tirando. La guerra había acabado con todo: él movilizado por la RAF, había sido destinado a Buckinghamshire, nada más y nada menos que al MI6, ¿qué sabía un vendedor de seguros de inteligencia y espionaje? Supo que algún familiar había hablado en su favor para que no fuera al frente, tendría más probabilidad de sobrevivir aquí. La vida no era complicada en Hanslope Park, le habían nombrado alférez gracias a sus estudios y tenía cometidos más rutinarios que otra cosa, se trataba de ir dejando pasar los días... sin embargo no dejaba de pensar en Emma y los chicos; a la pequeña Emma la había dejado con tan solo un mes de vida, ¿qué había sido de ellos? Los chicos, Alastair y Julian ya estaban hechos unos mozos, pero necesitarían a su padre cerca aunque fuera como un vago modelo... y qué decir de su Emma, además de su mujer, fue siempre su confidente, su consejera en los malos momentos, ahora que más la necesitaba no la tenía... Al menos estaban con sus padres en aquella granja de Essex... no era un mal lugar para aislarse del mundo y olvidar esa maldita guerra... ¡Maldita guerra! Cada vez que oía las sirenas de alarma o escuchaba en la BBC los destrozos nocturnos que jornada tras jornada asolaban Londres, se le hacía un nudo en el estómago.
Charles Cholmondeley era un hombre pacífico, sin grandes expectativas, solo quería criar a sus hijos en Londres, ese mismo Londres que estaba siendo martirizado en aquel tiempo; su devoción, además de su familia, era su pequeño jardín que cuidaba con esmero todos los domingos, los viejos amigos del cercano pub, un buen libro -especialmente de Chesterton-... en definitiva, una vida tranquila, sin problemas, en la que el lento fluir de los días permitiera ver crecer a sus hijos a la vez que a sus tulipanes...
Pero llegó la guerra que todo lo destruye, destruye las vidas de millones de chicos jóvenes; destruye familias, las mella, las separa; destruye ciudades, acabando con edificios y monumentos que fueron la obra de miles de hombres; destruye las sociedades y países, los humillan, los sumen en la desesperación y el resentimiento, asegurando así la existencia de guerras futuras. La guerra, la más primitiva, la más animalesca de las actividades humanas hacía que los estamentos más brutales e irreflexivos de la sociedad, los militares y los grandes empresarios que se lucraban con ella, se hicieran con el control de los países, relegando a los pacíficos ciudadanos a un papel pasivo, de mera carne de cañón. La guerra explotaba un instinto presente ya en el hombre de las cavernas: el nacionalismo, esa identidad colectiva que diferencia entre el “nosotros y ellos”, haciendo innecesaria cualquier explicación para acabar con el otro, por el mero hecho de ser diferente.
Charles Cholmondeley y su familia también fueron barridos por la guerra, separados, maltratados... él lo entendía, al fin y al cabo era un adulto, pero temía por el efecto en sus hijos, especialmente en los chicos, que ya tenían edad para darse cuenta del horror que se plasmaba en sus caras, algo que no comprendían, necesitaban que sus padres les protegieran, que les dieran seguridad ante las zozobras que supone el despertar a la vida, pero cómo iba a ser así, si ellos mismos estaban aterrados...

martes, 7 de mayo de 2013

Inciso cinematográfico: "My joy" de Sergei Loznitsa

  Hace unas semanas visioné En la niebla, del mismo director; me gustó mucho, me recordó, como ya dije, las películas de Tarkovski, con sus guiones largos, sin apenas acción; largas escenas rodadas en medios naturales; mucha steady-cam... Ahora acabo de ver My joy.
   Me ha gustado menos, la verdad. Supongo que, siendo positivos, indica que el director va mejorando sus películas. La visioné en versión original, ruso, subtitulada en inglés -si no no hubiera entendido ni media-. La cinta dura más de dos horas, y se hace ciertamente dura; las características apreciables en En la niebla se dan también aquí, pero todo es más difuso, menos claro. Al igual que en la otra obra de Loznitsa, los personajes se entregan a vivir con un punto de ensimismamiento y resignación que a un ignorante como yo le parece muy ruso; como en la otra película, todo acaba crudamente y de forma violenta.
  En fin, una película muy interesante para los cinéfilos que creen que en la vida más allá de Hollywood y el "American Way of Life". Por cierto, supongo que esta película no sería muy bien acogida por las autoridades locales, pues denuncia un grado de corrupción y brutalidad policial verdaderamente apabullante.

domingo, 5 de mayo de 2013

Ahroa leyendo también: "Ego & Hubris", de Harvey Pekar

  He leído, todo en e-book, lo más celebrado de Pekar: American Splendor, ahora leo Ego & Hubris, obra menor, pero en el mismo estilo costumbrista y descorazonador.
  Ya hablé de esa artificial clasificación de la novela gráfica en autores europeos y americanos. En esa clasificación no caben autores británicos de la factoría Marvel, como Alan Moore; creadores como Art Spiegelman que siendo americano, aunque circunstancialmente nacido en Suecia, reviven el terrible pasado del Holocausto; o escritores que no crean superhéroes sino vidas normales -mediocres incluso- como el americano Pekar. Pero en fin, siempre habrá escritores fracasados, léase críticos, que tienen que dar su versión de la realidad literaria y elevarla a la categoría de dogma.
  Leer a Harvey Pekar es un ejercicio de cotidianeidad. Los personajes son como él mismo: tipos vulgares hasta la náusea que arrastran sus corrientes vidas por una ciudad tan poco atractiva como Cleveland -tan diferente de la cosmopolita Nueva York de los cómics de Marvel-. Al menos así era en American Splendor, en Ego y arrogancia -su título en castellano- el protagonista vive en Brooklyn... ahí acaba toda diferencia, por lo demás, el personaje es un álter ego de Pekar, con sus inseguridades, sus fracasos sociales, su inadaptación...
 

sábado, 4 de mayo de 2013

De nuevo Grant Snider

  Otra vez Grant Snider. Quien no trata de buscarse la vida en el arduo mundo de la creación literaria no sabe cuán brillantemente dolorosas son sus viñetas. 

  El enlace está en el propio blog, pero por si no se encuentra:
 http://www.incidentalcomics.com/

miércoles, 1 de mayo de 2013

Inciso cinematográfico: "Arrugas", de Paco Roca

  Paradigma del interesantísimo futuro que tiene la llamada novela gráfica o cómic. Esta vez no he leído el cómic, he visto la adaptación cinematográfica hecha en 2011. 
   Obviamente, la novela gráfica se podrá clasificar, (espero que en un futuro, cuando se superen los prejuicios que se tienen contra los cómics se haga) como cualquier otro subgénero narrativo: realista, naturalista, ciencia ficción... en el caso de Arrugas, se debate entre costumbrista y realista.
  Arrugas es una verdadera obra maestra, un finísimo retrato de nuestra sociedad, del envejecimiento irremediable, de la futilidad de nuestras vidas... Tan extraordinariamente verosimil es que, con un poco de sensibilidad, claro, se hace difícil de ver, toca nuestras abotargadas conciencias con una crudeza brutal. El mejor film de animación que he visto en muchos años. 

martes, 30 de abril de 2013

Amália Rodrigues

  Letras que emocionan, una voz bella como pocas... esencia de vivir...
Não é desgraça ser pobre,
não é desgraça ser louca:
desgraça é trazer o fado
no coração e na boca.

Nesta vida desvairada,
ser feliz é coisa pouca.
Se as loucas não sentem nada,
não é desgraça ser louca.

Ao nascer trouxe uma estrela;
nela o destino traçado.
Não foi desgraça trazé-la:
desgraça é trazer o fado.

Desgraça é andar a gente
de tanto cantar, já rouca,
e o fado, teimosamente,
no coração e na boca.
 

lunes, 29 de abril de 2013

Fragmento del segundo capítulo de mi novela: "Dulce et decorum est pro patria mori"

 
II GRACE BANFIELD

«¿Qué será de mi William? ¿Sabrá sobreponerse a las dificultades de la vida en Londres? Todavía me parece verlo, tan rubito, tan indeciso, cogido de la mano de sus hermanos... ya entonces parecía muy frágil para este perro mundo. ¡En fin, mejor que se haya ido! Aquí solo le esperaba maltrato y problemas.»
«¡Qué desgracia el vivir, Señor! No ha tenido una nada más que problemas. ¡Con lo prometedor que era todo a mis veinte años! Con Desmond, tan buen chico, serio, trabajador... hasta que el maldito vino lo echó a perder, le agrió el carácter y empezó a pegarme... Ahora no es más que una carga, no trabajará jamás, solo se emborracha día tras día en esa maldita taberna. Que Dios me perdone, pero ya podía llevárselo algún día de estos.»
«Hasta nuestro barrio de Butetown se ha deteriorado. Antes éramos todos gente obrera, sencilla, sí, pero todos galeses, el extranjero era el de fuera de Cardiff... ahora con todos esos griegos borrachines y pendencieros, y peor aún los musulmanes, que las chicas jóvenes ya no pueden andar tranquilas por la calle. ¿Qué ha pasado con nuestro Cardiff?»
«Tengo que dejar de pensar estas cosas, Desmond y los chicos están a punto de llegar... Tengo que sobreponerme, dejar de pensar en William, seguro que está mejor que nosotros, al menos ha tenido la valentía de salir de este agujero. ¡De buena gana me habría ido con él! Pero que habría sido de las vidas de Mary Grace y de Desmond Junior, demasiados problemas tienen por sí solos, si no estuviera yo aquí, Dios sabe dónde acabarían.»
«¡Vaya por Dios! No queda vino, ya veremos que dice Desmond. ¡Qué habré hecho yo en la otra vida para merecer este castigo!»

- ¿Eres tú, Mary Grace?
- No, soy la reina de Inglaterra, ¿tú qué crees?
- Vete a la bodega a por una botella de tinto, si no, tu padre se va a poner hecho una fiera...
- ¡Que vaya él, no te digo! A ver si echas a la calle a ese borrachuzo, para lo que sirve...
- A veces me pregunto de dónde sacas tan mala uva.
- ¿De dónde? ¡Tú sabrás mamá! ¿A lo mejor es porque recuerdo al borracho de mi padre pegarme desde que tengo uso de razón?
- Todos tenemos problemas, hija, pero no entiendo tanta agresividad como tenéis tu hermano y tú.
- ¡Ah, claro! Se me olvidaba que no tenemos comparación con el hijo pródigo, ¡el gran William!
- ¡No digas tonterías! Os he querido por igual a los tres.
- ¡Venga ya! Si solo tenías mimos para él...
- Bueno, bueno, vamos a dejar ya eso... Vete a por vino, por favor, toma dos libras...
- ¡Bah! Déjame que ya tengo dinero yo, ¡mira que fajo!
- ¡Dios mío, Mary Grace! ¿Cómo tienes tanto dinero?
- Una que sabe ganarlo...
- ¿Quién te lo ha dado? ¿Ese viejo verde con el que se te ve pasear?
- Ese viejo verde como dices tú me cuida como nadie lo ha hecho...
- Pero si podría ser tu padre... ¿Es que no te das cuenta de lo que quiere?
- No soy tonta, madre... Una tiene un cuerpo bonito y ha de aprovecharlo... ya acabaré fea y gorda como tú.
- ¡Desvergonzada! Acabarás siendo una vulgar prostituta...
- ¿Y qué esperabas? Con la esmerada educación que me distéis.
- ¡Quítate de mi vista! ¡Por Dios, qué familia me ha tocado en suerte!
- ¡Adiós, vieja, ahí te quedas!

domingo, 28 de abril de 2013

El lado bueno del pesimismo

  Soy pesimista. Todos aquellos que han tenido la suerte o desgracia de conocerme lo saben. Me recuerdo desde mi adolescencia temiendo siempre lo peor; y sin embargo, a mis más de cuarenta años, todavía en proceso de auto-aceptación, asumo ese pesimismo como algo natural, algo consustancial a mí mismo... y sobre todo, asómbrense amigos pesimistas con careta de optimistas -ya se sabe, dime de qué presumes...-, sobre todo, digo, algo que tiene su vertiente positiva, de preparación ante la posibilidad cierta del fracaso.
  Vaya por adelantado que en esto tan extraño de la creación literaria, el pesimismo es, en mi opinión, una condición sine qua non para entrever mundos o vidas distintas a las reales. Por tanto la escritura, que tanto tiene de introversión, necesita un cierto desencanto de la cotidianeidad, un afán de buscar algo que sabemos que no pasará... es posible que la creatividad sea la escapatoria natural del pesimista...
  Pero todo lo anterior es pura racionalización,  por tanto discutible, seguro que más de uno está negando la mayor del párrafo anterior... perfectamente respetable. Sea como fuere, el pesimismo forma parte de mi ser -como en tantísimos otros-, me acompañará hasta que exhale el último suspiro, igual que mi estatura, mi aspecto físico, mis distintas tendencias de comportamiento, mis supuestas virtudes y presuntos defectos... forma parte de mí y todo lo que sea tratar de suplantarlo sería en vano, supondría, ya dije antes, ponerse una falsa careta de optimista -como hacen tantos millones de seres humanos, como, quizá, el que esto lee ahora- con la seguro fracasada intención de "caer" mejor a los demás... No, soy pesimista y no lo intentaré cambiar.

viernes, 26 de abril de 2013

Ahora leyendo: "Heliconia primavera", de Brian Aldiss

  Por alguna extraña razón de mi mente enfermiza, recuerdo perfectamente -como fotogramas de una película- escenas de mi vida sin verdadera importancia, momentos triviales en lugares corrientes. Le he dado miles de vueltas a estos recuerdos, de hecho no puedo parar la cabeza en esos casos, es uno de mis defectos intelectuales. Pues bien, uno de esos "fotogramas" soy yo en el piso sótano de la Casa del Libro de Madrid en la Gran Vía, tengo catorce o quince años, estoy solo y hojeando un libro en inglés de un autor de ciencia ficción, ese libro es este:
   No lo compré, ignoro por qué ya que tanto me interesaba. Hasta ahí toda la historia, mucho más tarde me enteré de quien era Brian Aldiss y de su obra, entre ella la trilogía de Heliconia. Ahora, en un ejercicio de memoria o de nostalgia lo busco por internet -quien nos habría decir en aquellos años 80 que se podría comprar libros así-... ¿me estaré haciendo viejo?