sábado, 24 de agosto de 2013

Inciso cinematográfico: "The Haunting in Connecticut"

  Película clásica de terror, o al menos así la calificaría yo. Se trata de una familia, con un chico adolescente tratando un cáncer, que, por razones médicas, alquila una vieja casa en el estado de Connecticut. La casa (¡oh, sorpresa!) está encantada, o maldita, o... en muy malas condiciones, vaya (pero no en lo referente a pintura o fontanería). La casa fue una funeral  house que dicen al otro lado del Atlántico, donde se preparan los cadáveres para ser velados y se celebran funerales y demás ritos; lo malo es que el propietario de la casa no era precisamente respetuoso con los finados, sino que trataba de "manipular" sus espíritus en connivencia con un chico que ejercía como medium.
   El resultado nos lo podemos suponer: la casa tenía más habitantes que la playa de Levante de Benidorm un domingo de agosto, todos aterrorizando a los pocos vivos que trataban de sobrellevar sus complicadas vidas (léase cáncer) y deseosos de ser liberados de su eterno castigo.
  Con respecto a las formas, estas son muy pero que muy clásicas del horror psicológico: sombras que se mueven en penumbra, banda sonora que acompaña al susto padre, absoluta incompetencia para sobrevivir de los protagonistas (uno se pasa toda la película diciendo: "pero no entres ahí, hombre...") y unos efectos especiales decentes pero sin deslumbrar. Destacaré al único actor realmente conocido internacionalmente (los otros son los típicos chicos, guapos y guapas, grandes promesas cinematográficas, especialmente para sus papás), se trata de Elías Koteas, este "pavo":
   No es que sea un actor maravilloso, pero sí lo suficiente como para marcar enormes diferencias con el resto del elenco, siendo el suyo un papel secundario.
  En definitiva, una aceptable película para ver en total oscuridad y, si es posible, con alguna corriente de aire en la casa que permita que se muevan los visillos o se cierre repentinamente alguna puerta... si no es así, puede ser ciertamente mediocre.

jueves, 15 de agosto de 2013

Ahora leyendo: "Felices pesadillas", recogidos por Valdemar

  No soy muy asiduo de recopilaciones literarias de ningún tipo, tiendo más a leer la obra del autor en cuestión, pero reconozco que, una vez más, he de plegarme -inclinarme humildemente, más bien- ante el excelente trabajo editorial de Valdemar.
   Y es que esta compilación es excelente, se encuentran los mejores relatos de terror ya previamente seleccionados por Valdemar en casi veinte años. Lovecraft, Poe, Dickens, Kipling, Bierce, Machen, Balzac... y así hasta cuarenta autores, la mayoría del ámbito anglosajón, pero no solo; la mayoría ya fallecidos, pero no todos... En definitiva, un verdadero compendio de lo mejorcito en relatos de terror.

miércoles, 14 de agosto de 2013

"Cleveland" por Harvey Pekar

  Otra entrega de ese enorme mito contracultural que es Harvey Pekar, ahora referido a la ambientación natural de toda la serie de American Splendor, la ciudad en la que nacería, viviría y moriría: Cleveland.
   Lo más llamativo de todo es que Pekar comienza su historia con un inusual "Yeah, I've had plenty of good days..." en un tipo que se caracterizó por su amargura y resentimiento contra todo y contra todos, y precisamente esos días buenos se refieren a su ciudad, a la que retrata en unas pocas páginas detrás como "a few years later, that's how I viewed Cleveland: rotten". A pesar de ese natural resentimiento de Pekar, no creo que sea muy desafortunado decir que Cleveland es desde los años 60 una ciudad en decadencia, de ser una de las grandes potencias industriales del Medio oeste a convertirse en un pozo sin fondo. En el siglo XXI tenemos otro ejemplo que ha seguido el mismo camino: Detroit.
  Muchos lectores españoles y europeos en general no conocerán esas circunstancias, y, probablemente, a la mayoría se la traiga floja, pero lo cierto es que no viene mal echar un vistazo al vecino de vez en cuando para ver cómo le van las cosas, no por envidia sino por prevenir y saber lo que nos va a llegar, recordemos el viejo dicho: "cuando las barbas de tu vecino veas cortar...". Y es que la tan cacareada recesión mundial que, aparentemente, unos pocos jalean y disfrutan, convertirá a nuestra satisfecha de sí misma Europa (y más claramente a su península más sur-occidental) en un gigantesco Cleveland -o Detroit, sí así se ve más claro- quién sabe si por unas cuantas décadas o unas cuantas generaciones...
  Al margen de actualidades socio-económicas, Cleveland reúne todas las buenas características del American Splendor que tanto han marcado a los cómics underground y los han alejado de aquellos de la factoría Marvel, a saber: realismo descarnado, personajes verosímiles, historias cotidianas... 

domingo, 11 de agosto de 2013

Ahora leyendo: "El monje", de Matthew Gregory Lewis

  Una de las novelas ejemplo de literatura gótica. Esa denominación, ya se sabe, no es ortodoxa; los sesudos generadores de farragosas teorías literarias no aceptan la clasificación de obras literarias tan solo por su temática o ambientación, y, sobre todo, no permiten englobar distintas obras pertenecientes a periodos tan alejados -realmente podríamos llamar novelas góticas a las que Poe escribiría a principios del XIX y a algunas de nuestro siglo XXI-. No, Matthew Gregory Lewis recae, tanto por la época de su existencia como por las características de su obra en el Romanticismo.
   El monje cosechó un enorme éxito de público en vida de Lewis, no así de crítica, que no veía con buenos ojos tanta descripción de las "perversiones" humanas en un miembro de la Iglesia. Teniendo en cuenta que la novela se ambienta en la España del XVIII, en ambientes castizos y "típicamente" católicos, fue visto  por algunos patrioteros de este mentado país como una novela antiespañola y anticatólica... lo de siempre... los "onanistas de la españolidad". Lo cierto es que la novela es extraordinaria, está escrita con una maestría sorprendente para alguien con menos de veinte años; la descripción del "descenso a los infiernos" del monje Ambrosio son verdaderamente espectaculares. Los grandes del Romanticismo inglés: Byron, Shelley o Polidori (todos juntos en comandita al ser tan amiguitos) destacaron esta novela como fuente de inspiración. 

viernes, 9 de agosto de 2013

Inciso cinematográfico: "Tiempo de gitanos" de Emir (o Nemanja, no sé muy bien) Kusturica

  Una película tan inclasificable como su autor. Algunos dirán que es realista por la triste existencia que viven todavía hoy los individuos de etnia gitana en este continente tan orgulloso de sí mismo que llamamos Europa; otros lo clasificarán de surrealista, por las disparatadas aventuras y desventuras en que se ven envueltos sus protagonistas; por último alguien lo englobará en el llamado realismo mágico en el que entraría literatura hoy tan reputada como la de García Márquez, Rulfo o Borges; y otros lo categorizarán de la única forma posible: Kusturica.
   Es, en definitiva, tan disparatada de argumento, tan frenética en su ritmo, no sabría decir si tan humorista o seria como toda la filmografía de Kusturica, que sin duda mereció el Premio del Festival Cannes al mejor director el año 1989. El propio director serbo-bosnio define su estilo como una mezcla de Tarkovsky y Vittorio de Sica... no sé, pero yo sí veo algún rasgo de humor negro de eso que se llamó Neorrealismo italiano. Sea como fuere esta película es, por extensión toda la filmografía de Kusturica, un soplo de aire fresco que contrarresta el mohoso, apergaminado y ultracomercial cine de Hollywood que nos domina en la actualidad.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Ahora leyendo: "Aire de Dylan", de Enrique Vila-Matas

  Enrique Vila-Matas o como gastar una vida completa (¿malgastar?) en dar demasiadas vueltas a todo lo que pensamos. Lo más terrible de este escritor, por cierto quizás el más dotado y talentoso de los escritores en español que aún se arrastran por el planeta, es lo mucho que nos parecemos a él (no en el talento, que más quisiéramos, sino en esa actitud malsana de pensar más que vivir).
   Para muchos leer a Vila-Matas es una suerte de rito iniciático que nos adentra en una secta exclusiva y minoritaria, la de aquellos que no compran best sellers sino novelas que todos consideran demasiado densas, demasiado intelectualizadas y con escaso argumento que no sea el de la descripción psicológica de los protagonistas. Ya lo dije antes, la capacidad de escritura de este hombre supera, en mi opinión, a todos los demás, pero la sensación que queda tras leer sus novelas es la de asistir a un maremágnum intelectual que le debe atribular más que enriquecer, algo semejante a lo que pasa con Perec o con Bolaño, además, por supuesto, de su admiradísimo Joyce.
   Aire de Dylan, sin embargo, si tuvo una gran acogida de público, no tanto de la crítica oficial, a la que el autor denigra frecuentemente no sin cierta razón. Conociendo, como conoce todo aquel que guste de la literatura en español en estos penosos tiempos, la "vida y milagros de Vila-Matas" es evidente el paralelismo que existe entre los protagonistas, sobre todo Vilnius Lancastre y su difunto padre, con el autor: su afán de intelectualizar todo, de mezclar ensayo y novela, de hurgar hasta lo más profundo en eso que se ha dado en llamar metaliteratura... en realidad supongo que convivir con Enrique Vila-Matas debe estar equiparado a una de las siete plagas bíblicas... ¿sabrá disfrutar de la vida este hombre? Lo peor de todo, como decía antes, es lo mucho que nos parecemos, en lo malo no en lo bueno, a él. Aquellos que hemos sido heridos por la literatura nos debatimos en círculos concéntricos sustituyendo el vivir por el pensar... ¡lástima que no tengamos su descomunal talento!

martes, 6 de agosto de 2013

Nomadismo y sedentarismo

  Según los doctos, el sedentarismo supuso un avance fundamental en el progreso de la sociedad humana. Se abandonaba la caza y recolección por la agricultura y ganadería; las viviendas mejoraban y permitían llegar a zonas con climas más adverso; la transmisión cultural también mejoraba... todo parece mejor con el sedentarismo, pero... ¿acaso no se perdió nada? Cuando el hombre primitivo se asentó resurgieron con más fuerza las viejas desigualdades, las jerarquías que le asimilaban al nivel de los otros animales; los maltratos entre unos y otros aumentaban, se cronificaban; algunas enfermedades, incluso, repuntaron al perder el nomadismo... pero sobre todo el hombre perdió libertad, capacidad de innovar y posibilidad de cambios. En otros tiempos la superación de alguna contrariedad se conseguía cambiando de situación; la búsqueda de nuevos lugares suponía, y a fecha de hoy también lo podría ser, un acicate, una posible sorpresa, una posibilidad por remota que sea. Estoy convencido de que la sensación de alienación que muchos sentimos en esta "inhumana sociedad" puede romperse con cambios de residencia; quizás incluso muchos suicidios podrían ser evitados si el desesperado valorara la posibilidad de abandonar la ciudad en la que vive cambiando así su fatal destino. Es posible que un porcentaje no pequeño de nuestro carácter, de nuestra personalidad esté ligado al lugar de residencia, de manera que mudándonos cambiamos no solo de residencia sino de vida e incluso de forma de ser, al menos en algún aspecto.
  Sin duda este moderno nomadismo podría ser calificado de huida hacia delante, de no afrontar los problemas sino huir de ellos, pero, en la irremisible temporalidad de nuestras vidas, ¿qué importancia tiene el vivir en uno u otro sitio? Total, todo será cambiar de residencia unas cuantas veces hasta cesar de existir.

lunes, 5 de agosto de 2013

Leído estas vacaciones: "El banquero anarquista", de Fernando Pessoa

  Cuando un gigante de la poesía, triplicado en sus heterónimos, como Fernando Pessoa escribe algo en narrativa, es natural que pase casi desapercibido. Ese podría ser el caso de El banquero anarquista, sin embargo la genialidad también alcanza a este relato.
   El relato es genial por ser original, ingenioso, por salirse de los temas trillados y de lo comercial. Pero sobre todo es genial, en mi opinión, por sacar unas conclusiones sobre la sociedad humana que son absolutamente irrefutables e indicar el profundo conocimiento del alma humana por parte del autor.
  El argumento es sencillo, dos conocidos hablan de un tema particular y curioso: uno de ellos, siendo un rico banquero, se declara anarquista. Lo mejor de todo es como describe la imposibilidad de éxito de todos los movimientos sociales que han buscado la igualdad entre los seres humanos -anarquismo, comunismo... incluso el cristianismo bien entendido-. Deja claro que el fin del hombre de imponerse al otro es consustancial a su ser; no puede evitarlo, el hombre explota a su semejante de forma tan natural como un gato caza a un ratón. No hay nada que hacer, como dice el texto, de forma natural se "engendra tiranía" entre los hombres. Triste fin el de la humanidad: ser tan animal como cualquier otro pero siendo consciente de su brutalidad.

domingo, 4 de agosto de 2013

Leído estas vacaciones: "Uno, ninguno y cien mil", de Luigi Pirandello

  Una curiosa mezcla entre novela autobiográfica y ensayo sobre la veracidad de nuestras más principales creencias.
  De Pirandello había leído Seis personajes en busca de autor, una ingeniosa fábula de inversión de roles entre autor y personajes, dándole la vuelta como a un calcetín a la creación en dramaturgia, un verdadero esfuerzo intelectual. Me pareció original, interesante, no me llegó a llenar completamente, pero, teniendo en cuenta que había sido escrita en 1921, se me antojó innovadora y notable.
   Con esta ya no me cabe duda: Luigi Pirandello era un verdadero buscador de la creación literaria, alguien que no se conformaba con escribir pasables novelas que le reportaran fama y el dinero suficiente como para vivir de ello -como, por otra parte, hacen la mayoría de los "escritores que publican" actualmente, favorecido por el lamentable y endogámico panorama editorial- no, Pirandello trató de ser original... un renovador.
  Uno, ninguno y cien mil cuenta la historia de un adinerado y joven caballero, heredero de una gran fortuna de origen financiero a quien todos toman por un pobre hombre (su mujer que lo trata como a un niño pequeño, sus apoderados del banco que lo estafan y manipulan; y los clientes que lo toman por un insensible usurero) que, sin embargo, reflexiona sobre las identidades: quién es él mismo, quién creen otros que es, quiénes cree él que son los otros, etc. Vitangelo, ese es su nombre aunque el se llama despreciativamente Moscarda, decide experimentar sobre su propia identidad tomando decisiones apresuradas y aparentemente irreflexivas sobre el banco y sus negocios sorprendiendo a propios y extraños. Como antes decía, un ensayo novelesco o una novela de ensayo.

sábado, 3 de agosto de 2013

Leído en estas vacaciones: "El condotiero", de Georges Perec

  Y con ésta novela termino de leer la obra completa del malogrado Perec. Antes leí: La vida, instrucciones de uso; La cámara oscura; El secuestro; Las cosas; El gabinete de un aficionado; ¿Qué pequeño ciclomotor de manillar cromado en el fondo del patio?; Lo infraordinario; y Un hombre dormido. Traducidas al español tenemos esas nueve novelas de uno de los mayores genios literarios del siglo XX.
   Es su primera novela. Diferente y a la vez semejante a las otras. Diferente porque es una novela policíaca, que se inicia con un asesinato y continúa con su justificación y explicación; semejante en la capacidad del autor para enredar la trama, buscar referencias externas a la misma que la enriquezcan o compliquen, ramificar la psicología de los personajes hasta hacerlos verosímiles a la par que torturados... en definitiva, esta novela es el prólogo de uno de los autores más deliciosamente complejos que ha dado el viejo continente.
   Leer a Perec es ahondar en un misterio eterno solo revelado a los iniciados, como decantar un precioso licor que hubiese permanecido ignoto durante décadas, como sentir lo que un viejo maestro del Renacimiento hubiera querido transmitir en sus óleos y que permaneciera oculto por los siglos. En cada página de Perec hay una descripción, un giro del argumento o un guiño cultural que dejan tal sabor de boca que le hace lamentar a uno que el "maestro de la rue de Vilin" muriera con tan solo cuarenta y seis años.