Película clásica de terror, o al menos así la calificaría yo. Se trata de una familia, con un chico adolescente tratando un cáncer, que, por razones médicas, alquila una vieja casa en el estado de Connecticut. La casa (¡oh, sorpresa!) está encantada, o maldita, o... en muy malas condiciones, vaya (pero no en lo referente a pintura o fontanería). La casa fue una funeral house que dicen al otro lado del Atlántico, donde se preparan los cadáveres para ser velados y se celebran funerales y demás ritos; lo malo es que el propietario de la casa no era precisamente respetuoso con los finados, sino que trataba de "manipular" sus espíritus en connivencia con un chico que ejercía como medium.
El resultado nos lo podemos suponer: la casa tenía más habitantes que la playa de Levante de Benidorm un domingo de agosto, todos aterrorizando a los pocos vivos que trataban de sobrellevar sus complicadas vidas (léase cáncer) y deseosos de ser liberados de su eterno castigo.
Con respecto a las formas, estas son muy pero que muy clásicas del horror psicológico: sombras que se mueven en penumbra, banda sonora que acompaña al susto padre, absoluta incompetencia para sobrevivir de los protagonistas (uno se pasa toda la película diciendo: "pero no entres ahí, hombre...") y unos efectos especiales decentes pero sin deslumbrar. Destacaré al único actor realmente conocido internacionalmente (los otros son los típicos chicos, guapos y guapas, grandes promesas cinematográficas, especialmente para sus papás), se trata de Elías Koteas, este "pavo":
No es que sea un actor maravilloso, pero sí lo suficiente como para marcar enormes diferencias con el resto del elenco, siendo el suyo un papel secundario.
En definitiva, una aceptable película para ver en total oscuridad y, si es posible, con alguna corriente de aire en la casa que permita que se muevan los visillos o se cierre repentinamente alguna puerta... si no es así, puede ser ciertamente mediocre.
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