Una película tan inclasificable como su autor. Algunos dirán que es realista por la triste existencia que viven todavía hoy los individuos de etnia gitana en este continente tan orgulloso de sí mismo que llamamos Europa; otros lo clasificarán de surrealista, por las disparatadas aventuras y desventuras en que se ven envueltos sus protagonistas; por último alguien lo englobará en el llamado realismo mágico en el que entraría literatura hoy tan reputada como la de García Márquez, Rulfo o Borges; y otros lo categorizarán de la única forma posible: Kusturica.
Es, en definitiva, tan disparatada de argumento, tan frenética en su ritmo, no sabría decir si tan humorista o seria como toda la filmografía de Kusturica, que sin duda mereció el Premio del Festival Cannes al mejor director el año 1989. El propio director serbo-bosnio define su estilo como una mezcla de Tarkovsky y Vittorio de Sica... no sé, pero yo sí veo algún rasgo de humor negro de eso que se llamó Neorrealismo italiano. Sea como fuere esta película es, por extensión toda la filmografía de Kusturica, un soplo de aire fresco que contrarresta el mohoso, apergaminado y ultracomercial cine de Hollywood que nos domina en la actualidad.
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