sábado, 4 de julio de 2015

"yo, asesino", por Antonio Altarriba y Keko.

 Probablemente el mejor guionista de cómic español de nuestros días, Antonio Altarriba, presta su negra historia a Keko, un ilustrador experto en el blanco y negro y el oscurantismo... ¡vaya, que esto no es, precisamente, Tintín!
   Altarriba fantasea con un argumento tan antiguo como la humanidad: el asesinato cometido sin pasión, sin interés, solo por el "placer de matar". Porque parece que los homicidios pasionales o interesados son muy animalescos, igual que un león mata a otro para usurpar su puesto en la manada, por ejemplo, así el ser humano se mata desde tiempos inmemoriales, parece que no es, por tanto, nada que se salga de la norma evolutiva; sin embargo, el asesinato aparentemente sin sentido, en el que no hay relación entre víctima y verdugo (algo que, pocas veces, pero ha ocurrido) es exclusivamente humano.
  El cómic es doblemente desasosegante pues el personaje, Enrique Rodríguez, tiene, gracias a Keko, el físico de Altarriba y también, al menos en parte, oficio semejante a su autor como catedrático en la Universidad del País Vasco, con lo que, a partir de ahora no podré dejar de sentir cierto escalofrío cuando lo vea en alguna feria del libro o charla literaria...
 Esta novela gráfica fue honrada en Francia con el Gran Premio de la crítica ACDB de 2015. Sin duda su originalidad permite vislumbrar nuevos horizontes para el cómic de adultos; precisamente Altarriba es el autor de otro del que ya hablé aquí: El arte de volar, una historia gris (en el sentido de apegado a lo terrenal) que llega a ser  angustioso por la verosimilitud que tiene con la vida real.

miércoles, 1 de julio de 2015

Ahora leyendo: "El profeta mudo", por Joseph Roth.

 De nuevo Roth, de nuevo una historia de perdedores del período de entreguerras en aquel país finiquitado llamado Austria-Hungría.
  Las novelas buenas tienen argumentos que enganchan y apasionan; personajes redondos con muchos matices; y situaciones verosímiles. Todo eso lo tienen la mayor parte de los relatos de Roth, pero, además, algunos son verdaderos frescos de la situación política y socioeconómica de períodos concretos de la historia de este continente.
 Hablando de la faceta literaria de ser testigo de las peripecias humanas, me viene a la memoria una trilogía de novelas que marcó mi juventud y que, en mi opinión, no ha recibido en nuestro país la justa atención que merece. Hablo de Los gozos y las sombras de Torrente Ballester, un detallado retrato de las circunstancias sociales, políticas y económicas que acabarían llevando a nuestra tierra a la Guerra Civil: una sociedad cuasi feudal que desaparecía (encarnada en el boticario, doña Mariana y en el personaje principal, Carlos Deza), otra con tintes fascistoides que acabaría por gobernar cuarenta años (representada por Cayetano Salgado), la contraria que se debatía entre el comunismo y el anarquismo (principalmente, Aldán y sus adláteres). La trilogía de Torrente Ballester es, por sí sola, una lección de historia.
  Análogamente, los personajes de El profeta mudo se debaten, en una convulsa época para Europa central, entre el comunismo más visceral, el nacionalismo descarnado y la arrolladora llegada de los fascismos. Es, como algún historiador denominó al siglo XX, la "era de las ideologías". En ese contexto siempre queda algún personaje más escéptico, descreído de cualquier pasión humana, que habitualmente puede ser identificado con el autor y con el que muchos lectores (al menos el que esto escribe) simpatizan fácilmente.

Sobre la presunta inferioridad literaria de la ciencia ficción.

 También en el ámbito cultural, la independencia de criterio diferencia al sabio que marca su propio camino del papanatas que solo quiere formar parte del rebaño, ser uno más y recibir la mísera escudilla con bazofia al final del día. En literatura, bien es sabido, también existe la famosa "casta" de la que tanto se habla estos días, es decir, gente biempensante que reparte carnés de creador literario serio. Tal canalla se suele esconder en mullidos sillones de reales academias, pero también bajo más humildes cátedras y "titulillos" varios (vanitas vanitatis et omnia vanitas), eso sí, su pomposidad y afectación es común. Así, uno de los subgéneros que desde siempre sufrió el sambenito de "literatura de segunda" fue la ciencia ficción. Bien, no soy un erudito en la materia, pero sí tengo conocimientos necesarios como para afirmar (como era de esperar, por otra parte) que en la ciencia ficción hay literatura tan excelente como aquella que puebla justamente el Parnaso de los grandes, pero también hay verdadera basura, tengo el honor y la desgracia, respectivamente, de haber catado ambos. Además en defensa de la ciencia ficción, diré que en muchas ocasiones, esta ha sido un recurso utilizado para decir cosas que de otra manera nunca se hubiera podido decir, especialmente en situaciones históricas de falta de libertad; el hecho, precisamente de que la ciencia ficción sea poco apreciada hace que el censor no se cebe en ella. Hace poco leí un prólogo escrito por Úrsula K. Le Guin, gran representante moderna de este subgénero pero que también cultiva la poesía y la narrativa infantil. Lo que la autora ponía en negro sobre blanco me parece lo suficientemente conciso y apropiado como para ponerlo a continuación:

 La ciencia ficción se presta a subvertir cualquier statu quo mediante la imaginación. Burócratas y políticos, que no pueden permitirse cultivar la imaginación, tienden a asumir que todo son pistolas de rayos y tonterías graciosas para los críos.

                                     Úrsula K. Le Guin

martes, 23 de junio de 2015

Ahora leyendo: "Picnic extraterrestre", por los hermanos Strugatski.

 Picnic extraterrestre es una potente novela breve de ciencia ficción, muy conocida y admirada por los expertos, pero totalmente ignorada por los principiantes en el subgénero que se limitan a George R. R. Martin, Stephen King y compañía.
  Reconozco que yo llegué a esta novela a través de la obra más conocida de ese cineasta de culto soviético que fue Andréi Tarkovski: Stalker, una adaptación, por lo que puedo colegir hasta el momento bastante libre, que ha sido elogiada e imitada hasta la infinitud, no solo por su trama sino por la peculiar forma de hacer cine de Tarkovski, con su abundancia de planos-secuencia, la ausencia de banda sonora o la cantidad de minutos en los que no hay diálogo alguno.
 Además de esa adaptación cinematográfica, la novela fue clara fuente de inspiración para un videojuego de la década pasada que causó furor, sobre todo en Europa, también denominado Stalker. En este caso las anomalías a los que los "stalkers" tenían que enfrentarse habían sido producidas por el accidente del reactor número cuatro de la Central Nuclear de Chernóbil. Así, la empresa ucraniana que desarrolló el videojuego juntaba dos grandes influencias: el holocausto nuclear y la desasosegante novela de los Strugatski. También reconozco que un servidor, que no es muy propenso a los videojuegos, se enganchó, sin embargo, a este Stalker. Shadow of Chernobyl que desarrolló la empresa GSC. El videojuego en cuestión (no soy experto pero tengo sentido común) era de una calidad excepcional, aunque supongo que el hecho de ser de origen ucraniano y no estadounidense frenó su éxito mundial.
   Volviendo a la novela, los hermanos Arkady y Borís Strugatski recrearon un ambiente en parte típico de la Guerra Fría aunque no tuviera nada que ver con ella. La trama es la siguiente: en un país no concretado (se insinúa varias veces Canadá) han llegado extraterrestres, pero su civilización es tan superior a la nuestra que directamente nos ignoran, dejan un montón de basura a su partida, de ahí el aparentemente extraño título, y es que los extraterrestres se comportan como turistas indiferentes ante la miseria humana, y nosotros somos como ratoncillos que buscamos entre la basura que dejan, así de tremendo. Los humanos de la región crean un Instituto de Culturas Extraterrestres que en realidad no hace sino dar palos de ciego, un territorio pequeño queda perimetrado como "la Zona" y es allí donde aparecen cientos de artefactos de los extraterrestres. Se desarrolla un mercado negro y los stalkers arriesgan sus vidas para conseguir basura espacial y revenderla.
 Es improbable que los hermanos Strugatski hubieran leído a Lovecraft cuando publicaron, en 1971, esta soberbia novela, sin embargo hay muchos puntos en común entre los soviéticos y el americano. Ambos describen mundos en los que criaturas muy superiores a nosotros cambian radicalmente nuestras vidas, pero no adrede: en Picnic extraterrestre los humanos somos como pobres insectos que descubren ignorantes a unos seres que ni siquiera se han preocupado por ellos; en los relatos de Lovecraft, los Grandes Antiguos y los Dioses Primordiales tienen planes en los que la humanidad es totalmente ignorada, no contamos para nada.
   Igual que hablaba antes del videojuego inspirado en esta novela y su menor éxito por ser ucraniano, es indiscutible que si este "par de frikis" (a la fotografía me remito) que eran los Strugatski hubieran sido norteamericanos o europeos habrían tenido mucho más éxito que siendo soviéticos. Eso sí, en el ámbito soviético y del Pacto de Varsovia sí fueron muy leídos y admirados. Ahora Gigamesh, esa fantástica librería barcelonesa con aspiraciones a mucho más, entre ellas a editorial, nos facilita a los lectores en español una excelente traducción.

sábado, 20 de junio de 2015

Ahora leyendo: "La habitación del dragón volador y otros cuentos de terror y misterio", por Joseph Sheridan Le Fanu.

 Pese a lo que alguien desapercibido pueda pensar, no hay un salto tan grande (ni en la técnica narrativa ni en los temas tratados) entre Jane Austen y Joseph Sheridan Le Fanu. Ya lo dije en otra entrada: Sheridan Le Fanu es un escritor enmarcable en la mal llamada Literatura victoriana de la que Austen puede considerarse precursora. Más o menos, cuando muere ésta, nace aquél, pero no hay grandes cambios estilísticos. En los argumentos se descubre un regusto por la aburguesada vida sentimental de la mujer en las novelas de la inglesa, mientras que en las del irlandés prima lo oculto, lo fantástico y esotérico; otra cosa es que desde la Editorial Valdemar se venda a Sheridan Le Fanu con portadas terroríficas (góticas se denominan erróneamente ahora), pero, ya se sabe, la mercadotecnia se impone.
   La prosa del escritor irlandés es lenta, profusamente adjetivada, llena de meticulosas descripciones, es decir típicamente "victoriana". Él sí vivió en aquella supuestamente "heroica" época del Imperio británico, comandado por esa reina obesa llamada Victoria que llevó a su amado país a unas cotas de dominio mundial pocas veces alcanzadas. Época, por otra parte, terrible para el ciudadano de a pie, que apenas disfrutaba de los beneficios y comodidades que habrían de traer la Revolución industrial y que sí que se vería expuesto a la deshumanización del trabajo que conllevó.
  Parece ser que el bueno de Sheridan Le Fanu llevó la mayor parte del último tramo de su vida encerrado, dedicado a escribir y a investigar sobre el esoterismo y el mesmerismo. Este detalle, sin duda, le hace más atractivo a todos los posibles lectores que, admitámoslo de una vez, buscamos un alma gemela en el escritor al que leemos. Los taimados editores conocen bien esta debilidad nuestra y nos presentan a los autores como seres enfermizos dignos de compasión por alguien lo suficientemente empático como nosotros presumimos ser.

"Yo, René Tardi. Prisionero en Stalag IIB. 2 - Mi regreso a Francia", por Jacques Tardi.

 Segunda parte de las desventuras bélicas de René Tardi, padre del famoso dibujante francés. Ahora es el éxodo hacia el Oeste, todavía como prisioneros de guerra de los nazis, pero huyendo ya del imparable avance de los rusos.
  Al igual que en la primera parte, el hijo del prisionero es representado como un adolescente que le acompañará en las penalidades y que va descubriendo todo lo que, a través del diario de René, se va narrando.
 Desde el punto de vista del guión, la gran virtud está, en mi opinión, en la verosimilitud de los hechos narrados y la honradez y naturalidad con la que se hace. Nada de bravuconadas patrioteras o exageraciones a posteriori, todo se cuenta con el descarnado realismo de un simple diario. Precisamente es la absoluta normalidad de la barbarie lo que más sorprende, ese acostumbrarse a la inhumanidad de la guerra, la indiferencia con la que se percibe la muerte de cientos de miles.
 Con respecto a las viñetas, la gran calidad de Tardi facilita la transmisión de las ideas anteriormente expuestas. Los dibujos, mayoritariamente en blanco y negro, refuerzan la brutalidad de los hechos narrados, sin grandiosidades, dejando todo para que el lector (con cierta sensibilidad) se vea conmovido por la terrible sinrazón militar.
  Jacques Tardi habría acumulado multitud de merecidos premios si no fuera porque su honradez le ha llevado a rechazar sistemáticamente los honores que la belicista sociedad en que vivimos le ha otorgado a él, pacifista, antibelicista y antiautoritarista ejemplar; así, rechazó en 2013 la famosa "Legión de honor", una de las máximas distinciones de su país por pura coherencia personal.

domingo, 14 de junio de 2015

Septuagésima cuarta edición de la Feria del Libro de Madrid.

 Mucha gente... ¡pero mucha! Fui el último sábado y quizá eso lo explique. En cualquier caso mucho paseante con las manos en los bolsillos y pocos con bolsas de libros... como siempre.
  Aproveché para pasar por la caseta de Valdemar, allí estaba Alfredo Lara y llegaban Rafael Díaz Santander y Pilar Pedraza, que firmaba aquella tarde. También pasé por la de Acantilado y me llevé un par de novelas breves de Joseph Roth.
   Por cierto, tuve que fotografiar una bolsa de la feria porque en todo el recorrido no pude encontrar un solo cartel anunciador.

martes, 9 de junio de 2015

Ahora leyendo: "Sentido y sensibilidad", de Jane Austen.

 Cuando se habla de literatura "de evasión", normalmente se piensa en ciencia ficción, en narraciones inverosímiles ambientadas en planetas lejanos poblados por extrañas criaturas; para mí, sin embargo, leer a Austen, a Proust o a Thomas Hardy es evadirme de mis experiencias cotidianas. No es que uno esté rodeado de monstruos bicéfalos (aunque alguno rarito haya) más que de los burgueses protagonistas de los autores antes nombrados, no, lo que pasa es que el "tempo", el ritmo de narración de aquellos escritores es tan radicalmente distinto de la apresurada existencia que hoy llevamos que realmente me saca de mi rutina y me vuelve a un sentimiento de seguridad que no tenía desde mi infancia. Para evadirme, pues, elijo ahora Sentido y sensibilidad.
  Porque la velocidad a la que pasa la vida de Elinor y Marianne Dashwood es tan ridículamente lenta, que da la impresión de que no pasa nada de nada, esto, por cierto, es mucho más evidente en En busca del tiempo perdido de Proust, en el que uno pierde (maravillosa pérdida) meses en leer los recuerdos que al bueno de Marcel le asaltan al comer una magdalena mojada en té y que dan para, nada más y nada menos, que siete novelas.
 Sin duda las vidas que llevaron los autores fueron muy semejantes a las de sus protagonistas, de hecho algunos críticos literarios identifican a Marianne Dashwood (la de la sensibilidad, la impetuosa e irreflexiva) con la propia Austen; pero, sobre todo, el lento discurrir de los días que no han de aprovecharse de forma compulsiva hasta el último minuto como hoy, estúpidamente, tratamos de hacer, marca ese ritmo existencial que a mí me parece tan delicioso.
 Uno ha llevado una vida más bien arrastrada, tanto en lo físico como en lo anímico, buscando siempre la justificación última de cada acto y cada pensamiento, ansiando la perfección (absurda pretensión buscar perfección en algo humano) en todo lo que se emprendía. El único resultado posible: la frustración. Frustración por no conseguir las altas metas previstas, frustración por haber desperdiciado algún que otro minuto de mi existencia, frustración, al fin, por el inexorable paso del tiempo que nos va aniquilando poco a poco.
    Frente a tamaño desatino, la pausada y cómoda vida de los Dashwood se antoja deseable, más aun, superior a la que actualmente llevamos. Podremos reírnos de lo anticuado de sus formas de vida, pero, en realidad, me temo que son mucho más razonables que las nuestras.

domingo, 7 de junio de 2015

"Ötzi. Por un puñado de ámbar", por Mikel Begoña e Iñaket.

 Novela gráfica editada por Norma, es una interesante recreación de los últimos momentos de la vida de Ötzi, aquella momia encontrada en los Alpes; escrita por Mikel Begoña e ilustrada por Iñaket.
  Es una muestra de lo útil que puede ser el cómic en el desarrollo de historias que en narrativa podrían quedar un poco cortas. Mikel Begoña imagina una trama verosímil y brillante que nos retrotrae al período calcolítico, hace 5.000 años, los albores de la humanidad. Iñaket se encarga de las ilustraciones que son sencillas, muy coloristas que a mí, particularmente, me han recordado mucho a las viñetas de Joann Sfar.
  El cómic, como antes decía, se presenta como herramienta sencilla pero eficaz para idear esos mundos tan lejanos en el tiempo. En este, Begoña consigue crear un personaje redondo, que no es solo la archiconocida momia sino que tiene un pasado que es ligeramente esbozado en el argumento. Las ilustraciones son sobrias pero impactantes, con esos contrastes de color que recalcan la "ferocidad" de los últimos días de Ötzi.

La primera poesía que recuerdo.

  Los de mi generación fuimos suficientemente jóvenes para salvarnos de aprendernos de memoria la "Canción del pirata" de Espronceda, aquella del Con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, no corta el mar, sino vuela, un velero bergantín... Éramos, sin embargo, mayores para aprendernos algo de Gloria Fuertes: En Aravaca encontré una vaca, en Cercedilla encontré una ardilla, en Navalcarnero encontré un cordero... Y, por último, éramos impúberes, no iniciados en el amor gentil, con lo que Bécquer nos quedaba un poco lejos: Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró... Pensándolo bien, la primera poesía que recuerdo haber leído en el colegio, no creo que con más de cinco años de edad, fue la titulada "Apuntes" de Machado, al menos este fragmento:

 Sobre el olivar,
se vio la lechuza
volar y volar.
Campo, campo, campo.
Entre los olivos,
los cortijos blancos.
Y la encina negra,
a medio camino
de Úbeda a Baeza.

Por un ventanal,
entró la lechuza
en la catedral.
San Cristobalón
la quiso espantar,
al ver que bebía
del velón de aceite
de Santa María.
La Virgen habló:
Déjala que beba,
San Cristobalón.

 Recuerdo especialmente la ilustración de aquel libro infantil: todo muy naif, con líneas claras y colores pastel... ¡Quién me iba a decir que cuarenta años después seguiría enamorado de la genial sencillez de Antonio Machado.