domingo, 24 de septiembre de 2017

Recopilación de cuentos para adultos de Roald Dahl.

 Debido a la costumbre de las editoriales de categorizar a sus escritores y a la propia manía de poner etiquetas a todo es difícil no dejarse arrastrar por los prejuicios a la hora de leer a un escritor fuera de su categoría característica. Esto ocurre con Roald Dahl, un excepcional cuentista para niños (en mi opinión a la altura de los grandes de todos los tiempos: Perrault, los hermanos Grimm, Andersen...) al que cuesta leerlo en cuentos (relatos cortos con final sorprendente o mágico) para adultos. Tal vez sea por ello por lo que la editorial Anagrama haya iniciado el recopilatorio de cuentos de Dahl con una colección titulada El gran cambiazo, que son cuatro historias de tema sexual bastante explícito.
  En esos relatos contenidos en El gran cambiazo están las características típicas del autor británico de origen familiar noruego: humor negro y cruel, giros inesperados y desconcertantes, o incluso un gusto por lo macabro; sin embargo, estos relatos fueron escritos en los finales años 60 y primeros 70 y, mucho me temo, no han envejecido muy bien. Hoy, de hecho, alguien un tanto quisquilloso podría tacharlos de machistas y anticuados por cuanto están exclusivamente enfocados desde la óptica masculina (maridos que se intercambian las esposas, mujeres que son valoradas únicamente como trofeo sexual...) en fin, tal vez hoy estos cuentos no serían ni publicados.
 Con respecto a los cuentos contenidos en Historias extraordinarias, éstos son de temática más variada, aunque el humor negro y macabro forma parte de sus urdimbres más íntimas.
  Con todo, probablemente Dahl sea mucho mejor cuentista infantil que para adultos, pero, aún así, es un tipo de una originalidad tan característica que merece la pena leerlo aunque más de una vez uno acabe exclamando: "¡Por Dios, qué macabro!".

miércoles, 13 de septiembre de 2017

"Barbagrís", por Brian Aldiss.

 Cosas de la vida: encargué este libro a través de la web Iberlibro unos pocos días antes de que su autor muriera repentinamente (aunque a gran edad); obviamente no pude prever su fallecimiento aunque su extrema ancianidad (92 años) la hiciera probable. No creo en premoniciones, conexiones telepáticas y demás zarandajas, pero no deja de ser una curiosa coincidencia.
 Barbagrís no es Heliconia. Es mucho más superficial en su estructura y los personajes están peor delineados; con todo, me parece una inteligente novela de ciencia ficción, aunque tal vez demasiado coyuntural.
  La acción transcurre en el año 2029 (aunque con numerosos flash-backs) en las cercanías de Londres. Un accidente no especificado, supuestamente nuclear y provocado por gobiernos incompetentes, en 1981 ha desatado el caos en todo el planeta y provocado la esterilización masiva del género humano. Para 2029, por tanto, ya son todos ancianos; el protagonista, Barbagrís es "un joven de cincuenta años". Él, su mujer y otros ancianos huyen del pequeño asentamiento a orillas del Támesis en el que viven.
  Aldiss publicó esta novela en 1964, en plena Guerra Fría, cuando una guerra nuclear no era ningún disparate; esto es quizás lo que la hace más coyuntural y provoque que haya envejecido mal.
 Aún así, la novela está escrita con audacia e interés. Al argumento superficial de tipo apocalíptico le subyace otro más profundo y atemporal sobre la búsqueda de la libertad individual frente a la tiranía de la colectividad.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

"Dulces sueños... 15 historias macabras", de Robert Bloch.

 Conocer plenamente a un autor es, probablemente, imposible, incluso conocerlo bien es difícil. Eso pasa con Robert Bloch, el cual pasó a la historia que conoce la generalidad de los individuos gracias a un clásico cinematográfico, Psicosis, del cual fue guionista. El prologuista de esta colección, Antonio José Navarro, se empeña, sin embargo, en demostrar que Bloch fue más que el autor de aquel éxito, es más, que aquello fue lo menos destacable; para los que estamos enganchados a relatos de terror, Bloch fue también uno de los elegidos que formaron aquel "Círculo de Lovecraft", y autor de un puñado de excelentes cuentos que fueron publicados a mediados del siglo XX en aquellas revistas para adolescentes llamadas "Pulp".
  Y de aquellos relatos fantásticos a medio camino entre lo terrorífico, lo gótico (en el sentido moderno, claro) y lo oscuro está esta colección con quince historias notables más parecidas a Stephen King que a H.P. Lovecraft. Son, cuentos ambientados en la época en que fueron escritos, con personajes sacados de la grisura de la América de los años 40 y 50 que sufren experiencias paranormales; todo escrito con una prosa rápida, periodística, sin grandes exhibiciones formales.
  Por todo ello digo que está mucho más cercano a King que a Lovecaft, y, para ser justo, a la versión más floja del primero.

domingo, 3 de septiembre de 2017

"Writer's Block" (el bloqueo del escritor), por Grant Snider (www.incidentalcomics.com)

Imagen tomada de la web www.incidentalcomics.com

"El reloj"

 Me comprometo, hombre desconocido, a mantener tu reloj en buen estado, a ponerlo en hora y funcionamiento con regularidad, a limpiarlo incluso de cuando en cuando. Sé, hombre desconocido, que tus hijos lo abandonaron sobre un contenedor de papel poco después de tu muerte. Ellos, hombre desconocido, hartos de tu mal carácter, lo hubieran tirado o incluso destruido con saña; pero les pudo el remordimiento ante tu reciente muerte, y lo dejaron a la vista para que algún paseante lo recogiera. Y así fue, hombre desconocido, como encontré tu reloj. Lo limpié, le quité algo que lo personalizaba y lo puse en orden para volver a funcionar. El reloj, hombre desconocido, volvió a su antiguo tic-tac, cuando tu corazón ya no lo hacía más.

sábado, 2 de septiembre de 2017

"La máquina del tiempo y otros relatos", por H. G. Wells.

 No tengo duda alguna de que la literatura que más me llena en los últimos años es la mal llamada "literatura victoriana", especialmente relatos de temática fantástica. Porque fue en aquel prolífico periodo (siglo XIX y principio del XX) cuando el todavía Imperio Británico generó una pléyade de escritores de una calidad no alcanzada todavía. Herbert George Wells no puede ser, en puridad, considerado un escritor victoriano, toda vez que la mayor parte de su obra fue escrita en el siglo XX, ya fallecida dicha monarca y entrado Reino Unido en un decaimiento político y social en el que todavía hoy siguen ahondando; en todo caso, la prosa de Dickens, las hermanas Brönte, George Eliot, Thomas Hardy o Henry James dejaron una impronta indeleble en la de Wells, con las modificaciones lógicas del paso de varias décadas. Por otra parte, el gusto por lo fantástico se inicia en el Romanticismo literario (nombre correcto para la literatura victoriana) y fueron los anteriormente citados los que comenzaron una extraordinaria tradición que se mantiene en la narrativa anglosajona hasta nuestros días.
 De hecho, Wells pasó a la historia por un excelente puñado de relatos fantásticos entre los que se encuentra La máquina del tiempo; otros son La isla del Dr. Moreau, El hombre invisible o La guerra de los mundos
 Tal vez me guste tanto este estilo porque se aúnan la calidad literaria más preciosista (descripciones cuidadas, léxico amplio, alejamiento de la prosa facilona y periodística) con temas que enganchan y entusiasman. Es, probablemente, la lectura ideal para la primera juventud, cuando se forja definitivamente un lector. Wells, junto con Verne, Kipling, Conrad, Stevenson y otros tantos escritores de lo que en mi época llamábamos "libros de aventuras" fueron los que me han facilitado la supervivencia en un mundo que es mucho más sórdido y vulgar de los que se pueden leer en sus obras. 
 No es sorprendente que los relatos de Wells hayan sido llevadas al cine con mayor o menor éxito. La máquina del tiempo también fue adaptada, aunque con notables modificaciones, tales que apenas se reconoce en la adaptación de 1979 que fue titulada "Time after Time".
  En el relato de Wells, tras la llegada a un futuro lejano, el Planeta Tierra está dominado por dos formas de vida totalmente opuestas derivadas de los humanos: los eloi, seres que viven en la superficie, son vegetarianos y aparentemente estúpidos; y los morlock, que viven en las profundidades, son carnívoros y agresivos. El protagonista explica su teoría según la cual los eloi derivan de las clases aristocráticas de la sociedad humana y los morlock del proletariado. Es, por tanto, una fantasía con carácter social y filosófico, pues denuncia la brutal sociedad de su época en la que la divergencia social era tan marcada que difícilmente podía hablarse de una sola sociedad. Esto, según algunos, explica el posicionamiento ideológico de Wells que buscaba en el comunismo la superación de toda animalidad humana.

sábado, 19 de agosto de 2017

"Machado" por Julio Llamazares (cuando la política lo mancha todo...), extraído de El País del 19 de agosto de 2017.

 El artículo 155 de la Constitución Española es Machado. Cuando alguien se atreve a decir que Machado, el exilado de todas las patrias que yace en Collioure, donde falleció, arropado por la bandera francesa, era españolista (y anticatalán de paso) es cuando el Gobierno español debe intervenir e inhabilitar al que lo ha afirmado no porque sea independentista sino por imbécil. Porque un imbécil no puede ostentar ningún cargo público, ni siquiera el de historiador de guardia de un Ayuntamiento.
 Se empieza asesinando a ancianos y se termina por no ir a los oficios religiosos, proclamó el inglés Thomas de Quincey refiriéndose a la estupidez humana, y uno piensa en cuánta razón tenía viendo las consecuencias de una política de demonización de lo opuesto que ya había comprobado hace unos años cuando en San Sebastián se propuso quitarle a Cervantes la plaza que tiene en la ciudad por lo mismo por lo que ahora se sugiere que se le quite su calle a Machado en Sabadell: por españolista. Y aún es peor lo de Goya o de Quevedo, a los que, además de españoles, se les tacha de “franquistas”. Puestos a descalificar, se les podría acusar de participar en el fusilamiento del presidente Companys, puesto que al parecer vale todo ya.
 En el verano de 2015 recorrí parte de Cataluña siguiendo los pasos en la ficción de Don Quijote camino de Barcelona, inspirados en los del propio Cervantes, que en varias ocasiones visitó la Ciudad Condal en sus viajes al Mediterráneo. Aparte de un total desconocimiento de ello por parte de los catalanes con los que hablé, percibí en muchos de ellos cierta reticencia hacia el escritor y su personaje, tenidos por españoles, no sé si también por españolistas (supongo que como yo). Una persona llegó a decirme: “Aquí somos más de Tirant lo Blanc”, mostrándome así su distanciamiento de un escritor que curiosamente fue el principal difusor de un libro cuyo protagonista, por cierto, nunca pisó Cataluña. Que Cervantes dedicara a Barcelona los mayores elogios a una ciudad que se le conocen (“Flor de las bellas ciudades del mundo, albergue de los extranjeros, patria de los valientes…”) no le salva de ser español y anticatalanista y quién sabe si franquista también. Lo del pobre Machado, no obstante, supera todas las expectativas. Que alguien sugiera solo quitarle la calle que tiene en Sabadell solo se justificaría si, a cambio, se sustituye por otra a Thomas de Quincey con sus palabras llenas de sabiduría: “Una vez que uno comienza a deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en su momento”.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Inciso cinematográfico: "The Ottoman Lieutenant", dirigida por Joseph Ruben.

 Llamaba el director Fernando Trueba a una premiada cinta sobre la Guerra de Irak una "peliculita de tiros"... probablemente quería decir que aquellas películas bélicas que no son evidentemente antibelicistas solo sirven como eso, como "peliculitas de tiros". Eso es, me temo, lo máximo que se puede decir de El teniente otomano.
Imagen tomada del sitio metacritic.com
  No quiero ser injusto: la película está rodada hasta con cierto preciosismo. La dirección de fotografía es espectacular, aprovechando las bellezas naturales de Anatolia. El reparto es aceptable, destacando, aunque sea un secundario, el impagable Ben Kingsley; los otros (Michiel Huisman, Josh Hartnett y Hera Hilmar) están aceptables. Pero lo reprobable es el argumento: está ambientada en los albores de la Primera Guerra Mundial (en un evidente error de asesoramiento así la llaman aunque, obviamente, fue conocida como Gran Guerra hasta que llegara la Segunda, -difícilmente la iban a llamar Primera si no había habido más-); pero eso (y otros pequeños fallos como la belleza del teniente turco, que no usa gorro militar alguno para que no le estropee su hermoso peinado) es lo de menos, la película es una coproducción turco-americana y con eso está todo dicho. La visión proturca es tan marcada que parece una caricatura: los armenios (que como ya se sabe fueron masacrados por los otomanos en uno de los primeros genocidios del nefasto siglo XX) son representados como meros terroristas y ladrones de ganado; los rusos como simples borrachos pendencieros; y, por supuesto, los turcos como civilizados hombres de honor. Todas las masacres de armenios son justificadas como las consecuencias de la guerra, como si la guerra fuera algo inevitable de lo que nadie tiene culpa, algo así como un huracán o un terremoto.
 Al margen de ese argumento, también está el aparentemente imposible romance entre una adinerada señorita americana y un rudo pero elegante militar turco. Es lo de menos, esta sí que es una verdadera "peliculita de tiros" para la gloria de Erdogan, sus secuaces y su reinterpretación de la historia.

miércoles, 9 de agosto de 2017

"Beatus ille...", Horacio.


Beatus ille qui procul negotiis,
ut prisca gens mortalium
paterna rura bobus exercet suis,
solutus omni faenore,
neque excitatur classico miles truci
neque horret iratum mare,
forumque vitat et superba civium
potentiorum limina.


 Dichoso aquél que lejos de los negocios,
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con sus propios bueyes,
libre de toda deuda,
y no se despierta, como el soldado, al oír la sanguinaria trompeta de guerra,
ni se asusta ante las iras del mar,
manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios
de los ciudadanos poderosos.

Horacio. Epodos 2,1.

viernes, 4 de agosto de 2017

"Colorado Kid", por Stephen King (o la destructiva exigencia editorial).

 Casi todos los escritores honestos (aunque tal vez tiene más de suicida que de honesto hacerlo) han criticado más de una vez la voracidad del mundo editorial que exige al autor una producción fija semejante a la de una fábrica en serie, cuando la creatividad literaria no se rige por estos parámetros economicistas. Esto es, en mi opinión, lo que explica la bajísima calidad de Colorado Kid, de Stephen King.
  Que King es uno de los mejores escritores vivos de terror y suspense no lo niega nadie; tampoco que muchas de sus novelas son ya verdaderos clásicos del género. Pero ésta en concreto es francamente pésima. Da la impresión de que ni siquiera es una novela, sino una historia abortada por el escritor que hubiera tenido que ser reconvertida para ser publicada por exigencias de su editorial... ya se sabe: cuando un escritor vende y genera tan pingües beneficios como King todo es publicable, aunque sea bazofia. Esta tiranía es especialmente cruel con escritores tan talentosos y prolíficos como el de Maine por cuanto daña su excelente reputación creativa.
  De lo mejor de Stephen King (algo muy caro a los lectores de novelas de terror y suspense) es la capacidad de generar finales sorprendentes con giros argumentales insospechados, y de eso es precisamente de lo que carece esta novela, de un buen final... en realidad por no tener no tiene ni final propiamente dicho. En fin, como antes dije, más que una novela un aborto desechado.