El artículo 155 de la Constitución Española es Machado.
Cuando alguien se atreve a decir que Machado, el exilado de todas las
patrias que yace en Collioure, donde falleció, arropado por la bandera
francesa, era españolista (y anticatalán de paso) es cuando el Gobierno
español debe intervenir e inhabilitar al que lo ha afirmado no porque
sea independentista sino por imbécil. Porque un imbécil no puede
ostentar ningún cargo público, ni siquiera el de historiador de guardia
de un Ayuntamiento.
Se
empieza asesinando a ancianos y se termina por no ir a los oficios
religiosos, proclamó el inglés Thomas de Quincey refiriéndose a la
estupidez humana, y uno piensa en cuánta razón tenía viendo las
consecuencias de una política de demonización de lo opuesto que ya había
comprobado hace unos años cuando en San Sebastián se propuso quitarle a
Cervantes la plaza que tiene en la ciudad por lo mismo por lo que ahora
se sugiere que se le quite su calle a Machado en Sabadell: por
españolista. Y aún es peor lo de Goya o de Quevedo, a los que, además de
españoles, se les tacha de “franquistas”. Puestos a descalificar, se
les podría acusar de participar en el fusilamiento del presidente
Companys, puesto que al parecer vale todo ya.
En el verano de 2015 recorrí parte de Cataluña siguiendo los
pasos en la ficción de Don Quijote camino de Barcelona, inspirados en
los del propio Cervantes, que en varias ocasiones visitó la Ciudad
Condal en sus viajes al Mediterráneo. Aparte de un total desconocimiento
de ello por parte de los catalanes con los que hablé, percibí en muchos
de ellos cierta reticencia hacia el escritor y su personaje, tenidos
por españoles, no sé si también por españolistas (supongo que como yo).
Una persona llegó a decirme: “Aquí somos más de Tirant lo Blanc”,
mostrándome así su distanciamiento de un escritor que curiosamente fue
el principal difusor de un libro cuyo protagonista, por cierto, nunca
pisó Cataluña. Que Cervantes dedicara a Barcelona los mayores elogios a
una ciudad que se le conocen (“Flor de las bellas ciudades del mundo,
albergue de los extranjeros, patria de los valientes…”) no le salva de
ser español y anticatalanista y quién sabe si franquista también. Lo del
pobre Machado, no obstante, supera todas las expectativas. Que alguien
sugiera solo quitarle la calle que tiene en Sabadell solo se
justificaría si, a cambio, se sustituye por otra a Thomas de Quincey con
sus palabras llenas de sabiduría: “Una vez que uno comienza a
deslizarse cuesta abajo ya no sabe dónde podrá detenerse. La ruina de
muchos comenzó con un pequeño asesinato al que no dieron importancia en
su momento”.
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