miércoles, 16 de septiembre de 2020

"El cosmos largo", por Terry Pratchett y Stephen Baxter.

  Que un tipo de la producción literaria de Terry Pratchett tenga colaboraciones con otro autor de renombre del mismo tipo de narrativa de ciencia ficción es un verdadero lujo. Es un verdadero lujo porque los cuarenta y un volúmenes que forman la saga del Mundodisco ya  suponen una creatividad y un talento que muy pocos autores tienen (sobre todo teniendo en cuenta que no hay repeticiones, algo, desgraciadamente, más usual de lo que se supone entre autores de gran éxito); pero, además, es un lujo porque la yuxtaposición de dos talentos parecidos, pero diferentes no sirve sino para que se complementen y generen obras que dejan a sus lectores boquiabiertos y expectantes. Lamentablemente, Pratchett murió a la tempranísima edad de 66 años, plena madurez creativa para muchos escritores, lo cual nos dejó un poco huérfanos a todos sus admiradores. En todo caso, lo escrito, escrito queda, para disfrute de generaciones actuales y venideras.
 La colaboración de Pratchett en este caso es con Stephen Baxter, un renombrado autor de esa llamada "ciencia ficción dura" que tanto gusta a los aficionados, tanto por ser más verosímil como por tener menos errores de bulto en los aspectos científicos. El propio Baxter es matemático e ingeniero, lo cual no merma su capacidad de imaginación de mundos futuros o presentes con diferencias patentes con el actual. 
 Bien, pues Pratchett y Baxter firmaron cinco excelentes libros en común, en la llamada La tierra larga. Éste que leo es la quinta entrega, El cosmos largo.
 Es la quinta novela, sí, el fin de la saga. Cometí el error de empezar por el final. En todo caso, los autores dan la suficiente información sobre la saga en todas las novelas como para que el lector no se quede en ascuas o perdido por cosas que no ha leído antes, además, las novelas son suficientemente independientes como para ser leídas en distinto orden del publicado.
 La tierra larga juega con modificaciones de la dualidad espacio temporal, pero de una manera original, pues no se trata del futuro o del pasado, ni siquiera de lejanos planetas o galaxias, sino de la misma Tierra, que resulta que existe en cantidades casi infinitas. Son mundos idénticos al conocido pero con una diferencia sustancial: no hay seres humanos en ellos. Varían en su geografía, clima, flora y fauna, pero no dejan de ser otra versión de la Tierra, que, al estar libre de humanos, supone una potencialidad sin fin. La tecnología permite que el paso entre planetas sea extraordinariamente sencillo y barato, con una pequeña caja (cruzadora, la llaman) o en dirigibles. Cuando se simultanean un conjunto de desastres, algunos naturales (una erupción volcánica masiva en Yellowstone que aboca el planeta a un invierno permanente) y otros provocados por los propios humanos (estallido de bombas nucleares), la gran mayoría de los siete mil millones de humanos decide abandonar la "Tierra Datum"(nombre que dan al planeta original), pero, al ser tan grande el número de planetas, la mayoría viven aislados, en una suerte de paraíso natural, cazando y recolectando para comer. 
 Ese es el principio básico de la saga, pues el desarrollo se basa en las vivencias de los personajes principales (Joshua Valienté y Lobsang entre otros) que colonizan planetas como si de un capítulo del Génesis se tratara.
 Las aventuras de los personajes, como se puede imaginar, son sorprendentes pero razonablemente verosímiles, y cada libro supone una vuelta de tuerca más en la colonización de los distintos planetas espejo de la Tierra. En la quinta entrega, El cosmos largo, a la situación ya contada se une otra nueva: la recepción de un mensaje desconocido desde alguno de esos planetas, un mensaje enigmático y sugerente: "uníos a nosotros".
 Obviamente, yo no lo narro como Pratchett, pero incluso leyendo esta pobre descripción mía se tiene la sensación de que con el torrente imaginativo de Pratchett y Baxter las posibilidades narrativas son tan infinitas como los millones de planetas Tierra en paralelo. Es un ejemplo para aquellos bobos que piensan que ya está todo escrito y poco queda esperar. Tristemente, como dije antes, Pratchett nos dejó demasiado pronto, ¡quién sabe la cantidad de argumentos y personajes que poblaban esa cabeza y que nos hemos perdido para siempre!

lunes, 14 de septiembre de 2020

"Não tenhas nada nas mãos…", Ricardo Reis (Fernando Pessoa).

 Não tenhas nada nas mãos

Nem uma memória na alma,

Que quando te puserem

Nas mãos o óbolo último,

Ao abrirem-te as mãos

Nada te cairá.

Que trono te querem dar

Que Átropos to não tire?

Que louros que não fanem

Nos arbítrios de Minos?

Que horas que te não tornem

Da estatura da sombra

Que serás quando fores

Na noite e ao fim da estrada.

Colhe as flores mas larga-as,

Das mãos mal as olhaste.

Senta-te ao sol. Abdica

E sê rei de ti próprio.



No tengas nada en las manos

ni una memoria en el alma,


que cuando un día en tus manos

pongan el óbolo último,


cuando las manos te abran

nada te caiga de ellas.


¿Qué trono te quieren dar

que Atropos no te quite?


¿Qué laurel que no se mustie

en los arbitrios de Minos?


¿Qué horas que no te conviertan

en la estatura de sombra


que serás cuando de noche,

estés al fin del camino?


Coge las flores, mas déjalas

caer, apenas miradas.


Al sol siéntate. Y abdica

para ser rey de ti mismo.

viernes, 11 de septiembre de 2020

"Ha llegado el águila", por Jack Higgins.

  Tengo claro que las bibliotecas públicas son los centros culturales más importantes que tiene cualquier población; mucho más que los teatros, auditorios y cines. Desgraciadamente, la mayor parte de mis conciudadanos tiene la opinión contraria. Desgraciadamente, o no... En fin, al margen de la estulticia generalizada de la sociedad, una biblioteca pública bien surtida es una bendición del cielo, un refugio ante la mediocridad, un oasis en el desierto... Los cines, teatros y auditorios son necesarios, nuestra vida (al menos, la mía) sería más pobre y gris sin ellos, pero las bibliotecas son el oxígeno que respiro. Suelto esta cursilada para decir que, además de ser imprescindibles, las bibliotecas públicas permiten leer libros que, bien porque están descatalogados y no se encuentren de segunda mano, bien porque no interese comprarlos, se encuentran allí con total normalidad, esperando ser rescatados del estante. Este último caso es el de la novela que leo ahora: una novela fuera de mi, digamos, "tipo habitual de lectura" y que, aun en edición de bolsillo, no compraría; no tanto por los quince o veinte euros que me iba a costar sino porque no me parece que fuera a tener calidad suficiente como para formar parte de mi biblioteca personal (uno todavía tiene la estúpida pretensión de formar una biblioteca contundente -voy por los mil quinientos ejemplares- que legar a mis hijos). Bueno, es esta novela:


 Encontré la versión cinematográfica en los "océanos internáuticos" y decidí visionarla, ya lo comenté en el blog. Es una película muy efectista, entretenida, con un elenco actoral de lo más granado de entonces y una dirección y fotografía al nivel de lo demás. Todo lo necesario para pasar un par de horas entretenidas... eso sí, si no se cae en la trampa del belicismo... Es decir, si no pensamos que es ficción (es ficción la historia que se cuenta del secuestro de Churchill en pleno Norfolk, no la Segunda Guerra Mundial, claro), tanta ficción como El señor de los anillos, aunque no salgan hobbits, enanos, orcos o dragones. Sólo así, fui capaz de ver la película, y sólo así soy capaz de leer la novela.

 Y aquí recupero lo que decía al principio: no me gastaría los quince o veinte euros que me pedirían los de Grijalbo Mondadori (grupo Penguin Random House) porque no quiero guardar el libro ni que forme parte de mi biblioteca, pero ¿leerlo? Sí, leerlo sí, ¿por qué no? Desde luego no es mi lectura habitual, pero, hasta lo que he leído, la novela está bien pergeñada, los personajes son redondos y sin incongruencias, y la calidad prosística más que aceptable (frases relativamente cortas, predomina la narración sobre la descripción, no muy adjetivada... lo que algunos llaman estilo periodístico, pero sin errores claros). 

 Esta novela fue un superventas en su época (allá por 1975), quizás una época en la que se habían enfriado ya la indignación popular (nunca suficiente, si lo fuera no habría guerras) de la Segunda Guerra Mundial, y la gente buscaba algo que enganchara para leer sin hacerse preguntas morales.


 Con respecto a la película, como suele pasar, la novela es mucho más completa, con más argumentos secundarios que quizá en una cinta de hora y media no da tiempo a introducir, pero que da empaque y solidez a la trama principal, la hace más creíble. Es una más que aceptable novela; entiendo que tuviera éxito en su momento. En realidad, entiendo que tengan éxito las mal llamadas novelas históricas, pues suponen una digresión sobre la historia "oficial" que alguien intenta siempre que traguemos, historia oficial que va cambiando más o menos intensamente hasta caer en un revisionismo que viene a ser un "tú cállate que no tienes ni idea de lo que pasó hace cien años, yo te lo cuento". Pues eso, la mal llamada novela histórica incluye ficción sin pretender elevar a la categoría de dogma lo que cuenta (a diferencia de lo que han pretendido, pretenden y pretenderán hacer los políticos de toda época). Es lo bueno de la literatura, que leas lo que leas siempre puedes pensar que es una historia que se ha inventado un fulano sin ansias de llegar a ser ideólogo, sólo escritor.

miércoles, 2 de septiembre de 2020

"Reading Window", by Grant Snider. (www.incidentalcomics.com).

 

Image from www.incidentalcomics.com

"El lunes empieza el sábado", por Arkadi y Boris Strugatski.

  Tercera novela de los hermanos Strugatski que leo, tras Picnic extraterrestre y Mil millones de años hasta el fin del mundo. La novela actual es mucho más parecida a ésta que a aquélla; sobre todo por el humor surrealista que destila de principio a fin. El protagonista es un programador, Alexandr Priválov, que recoge en su coche a dos autoestopistas en la península de Karelia que resultan ser científicos buscando precisamente un programador. El tipo se queda en una casa que resulta que no es una casa sino un museo, en el que hay un sofá que en realidad es una traductor simultáneo (funcionario, claro), allí trabaja con compañeros que están autorizados a trabajar a título póstumo, fantasmas de todo tipo (entre ellos, Merlín) que también son funcionarios, claro... En fin, una fauna absolutamente inverosímil, tan inverosímiles como eran los hermanos Strugatski.

 Por supuesto, es humor, humor surrealista. Todo es imposible... o no. Creo haber dicho en otra entrada que los Strugatski me parecen una mezcla entre Kafka y los Hermanos Marx. De los Marx tienen ese humor surrealista, absurdo y sorprendente; pero de Kafka tienen esa sensación desasosegante de una sociedad supercontrolada, con delatores por todas partes en la que cualquiera puede pasar de la libertad al presidio de un día para otro sin motivo real. Es, claro está, la sociedad en la que se criaron, la sociedad soviética. 
 Porque en los desatinos de la novela siempre está presente una actividad laboral extenuante y sin sentido, muy semejante a la de Kafka en El proceso o El castillo. El propio título es, según parece, un chiste de la época soviética referida a los horarios laborales. Toda la novela gira en torno al trabajo de Priválov, de sus horarios, sus jefes, los controles de unos sobre otros, los informes inacabables e ilegibles que todos emiten sobre sus compañeros, el autoritarismo ridículo... en fin, el mundo del trabajo... soviético o de cualquier otra época y lugar...
 En buena medida, los Strugatski se burlan de su sociedad y su estúpido concepto del orden, lo cual hace verdaderamente asombroso que no fueran purgados sino todo lo contrario: fueron auténticos superventas del Báltico al Pacífico y, con el paso de los años, también fuera de su país.
 Otro aspecto que se repite en las novelas de Arkadi y Boris son las citas literarias, directas e indirectas. Directamente se cita a Asimov o a Bradbury, dos gigantes de la narrativa de ciencia ficción; pero las citas indirectas son mucho más abundantes, pues buena parte de los personajes, o características de ellos, provienen de otros escritores anteriores. La metaliteratura, pues, es habitual en este par de hermanos, lo cual supone todo un guiño para el lector avezado en este tipo de narrativa.
 Y, por supuesto, es lo que llaman "ciencia ficción dura", es decir, los autores tienen suficientes conocimientos científicos como para hacer verosímil la narración con todo tipo de detalles y argumentación cuidada.
 Pero, vamos, que también es una novela disparatada, alegre y despreocupada. En ese sentido es muy diferente a Picnic extraterrestre, que tenía un trasfondo más oscuro con el argumento principal de un accidente nuclear. Es una novela que necesita una cierta introducción para los noveles, algo que les ponga en antecedentes sobre la época en la que escribieron este par de hermanos, su idiosincrasia política y socioeconómica, si no no se entiende bien el texto.

Salmo 73. El enigma de la felicidad de los malvados.

 1 Salmo de Asaf.  ¡Qué bueno es Dios para el justo, | Dios para los limpios de corazón!  2 Pero yo por poco doy un mal paso, | casi resbalaron mis pisadas:  3 porque envidiaba a los perversos, | viendo prosperar a los malvados.  4 Para ellos no hay sinsabores, | están sanos y orondos;  5 no pasan las fatigas humanas, | ni sufren como los demás.  6 Por eso su collar es el orgullo, | y los cubre un vestido de violencia;  7 de las carnes les rezuma la maldad, | el corazón les rebosa de malas ideas.  8 Insultan y hablan mal, | y desde lo alto amenazan con la opresión.  9 Su boca se atreve con el cielo. | Y su lengua recorre la tierra.  10 Por eso se sientan en lo alto | y las aguas no los alcanzan.  11 Ellos dicen: «¿Es que Dios lo va a saber, | se va a enterar el Altísimo?».  12 Así son los malvados: | siempre seguros, acumulan riquezas.  13 Y dije: ¿para qué he limpiado yo mi corazón | y he lavado en la inocencia mis manos?  14 ¿Para qué aguanto yo todo el día | y me corrijo cada mañana?  15 Si yo dijera: «Voy a hablar con ellos», | renegaría de la estirpe de tus hijos.  16 Meditaba yo para entenderlo, | porque me resultaba muy difícil.  17 Hasta que entré en el santuario de Dios, | y comprendí el destino de ellos.  18 Es verdad: los pones en el resbaladero, | los precipitas en la ruina.  19 En un momento causan horror, | y acaban consumidos de espanto.  20 Como un sueño al despertar, Señor, | al despertarte desprecias sus sombras.  21 Cuando mi corazón se agriaba | y me punzaba mi interior,  22 yo era un necio y un ignorante, | yo era un animal ante ti.  23 Pero yo siempre estaré contigo, | tú agarrarás mi mano derecha;  24 me guías según tus planes, | y después me recibirás en la gloria.  25 ¿No te tengo a ti en el cielo? | Y contigo, ¿qué me importa la tierra?  26 Se consumen mi corazón y mi carne; | pero Dios es la roca de mi corazón y mi lote perpetuo.  27 Sí: los que se alejan de ti se pierden; | tú destruyes a los que te son infieles.  28 Para mí lo bueno es estar junto a Dios, | hacer del Señor Dios mi refugio, | y contar todas tus acciones | en las puertas de Sión. 

lunes, 31 de agosto de 2020

Conclusiones tras leer "La bendición de la tierra", de Knut Hamsun.

  A veces se confunde uno cuando lee a un autor. Las referencias a las que se acude no son siempre las mejores; frecuentemente las editoriales han tergiversado todo, especialmente si el autor ha pasado a mejor vida hace décadas y, por alguna razón, es o ha sido controvertido. Esto me pasó con Hamsun, y lo siento....

Knut Hamsun. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
 El caso es que empecé leyendo Pan, concretamente en julio de 2013. Esta novela, aun siendo de una temática bastante semejante a la que acabo de leer no acabó de penetrar en mí. Tal vez no estaba en el estado anímico apropiado o no supe interpretarla, no lo recuerdo. Después leí Hambre, en enero de 2014. De ésta sí guardo claro recuerdo. Me trajo a la memoria las inquietantes novelas kafkianas, sobre todo El castillo o El proceso, en la de Hamsun, el personaje está abocado a la pobreza más extrema sin que haga lo más mínimo por evitarlo, tomando siempre decisiones equivocadas y dañinas para su vida. Ya en septiembre del año pasado leí El círculo se ha cerrado, que, claramente, tiene que ver con las experiencias del propio autor en América, pero que también tiene una relación clara con Kafka o con el Bartleby de Melville, sobre todo por la atonía general del protagonista. En noviembre de 2019 leí Misterios, otra novela muy kafkiana (si no fuera porque la escribió cuando Franz Kafka todavía era un niño y no había escrito nada) que me atrajo pero a la vez me dejó un poso de desasosiego. Y ahora acabo de leer La bendición de la tierra, y lo tengo claro... con diferencia la mejor novela del noruego.
 La bendición de la tierra es un canto a la tierra, a la tradición rural y al esfuerzo diario que acaba llenando una vida completa. Los personajes que se pliegan a la exigencia del cultivo de la tierra son retratados como verdaderos gigantes capaces de crear un país y una cultura, mientras que aquellos que rehuyen del llamado del terruño y apuestan por el comercio y la vida moderna, son tratados como veleidosos y débiles, incapaces de generar otra cosa que no sean vaivenes anímicos y desastres económicos. La naturalidad con la que se narran cerca de setenta años de una población septentrional de Noruega, desde que llega el primer colono como se suele decir "con una mano delante y otra detrás", hasta que se forma una pequeña pero próspera ciudad son contados por Hamsun de una forma que uno lo vive plenamente; su sencilla y humilde genialidad es equivalente a esos esforzados hombres que sin alharacas ni altisonancias, pero acaban por pergeñar un retrato de una fuerza inigualable.
 Si en las otras cuatro novelas no era capaz de comprender plenamente el carácter de Hamsun, en esta última sí que se transparenta como el cristal. Todo, incluidas las declaraciones más controvertidas del Premio Nobel de 1920. De ellas, la más sonada fue la que le llevó a sentir cierta sintonía con el régimen nazi y abominaba de la cultura estadounidense que, poco a poco, inundaba toda Europa. El propio Hamsun vivió en su juventud en América y sabía de lo que hablaba. Probablemente lo que quería transmitir era su profundo rechazo al mundo del comercio internacional, de la compra-venta por millones (de lo que sea, dólares, coronas noruegas, ahora euros...) de empresas, terrenos o almas humanas y de la aculturización de su país como del resto; la defensa era de la tradición, ligada a lo rural, del esfuerzo agotador cotidiano que apenas rinde beneficio a corto plazo pero que crea sociedades firmes y estables en el largo término; defensa cerrada de la cultura nacional frente a la internacionalización que lamina las diferencias entre territorios. Todo, tal vez, demasiado ingenuo, nos pueda parecer hoy, pero hemos de recordar que esta novela se publicó en 1917, y ¡anda que no ha cambiado el mundo en cien años! 
 En un momento de la narración, el autor equivale el comercio (que es presentado como un mundo inestable y traicionero) con el mundo "del yanqui y del judío". Hoy esa afirmación hubiera bastado para evitar la publicación de la novela y su autor hubiera sido enviado al ostracismo más absoluto. Pero Hamsun está haciendo un canto a lo tradicional, al cultivo de la tierra, al trabajo diario sin aspiraciones grandilocuentes que se lleva produciendo desde el Neolítico; frente a eso está el dinero fácil y rápido de las grandes inversiones internacionales, que igual que llega rápido se va rápido, dejando vidas arruinadas y alejadas de la cultura tradicional.
 Probablemente, en la mente de Hamsun (y de otros muchos millones de individuos del centro y norte de Europa), el ascenso del nacionalsocialismo fue visto como una defensa cerrada de la cultura europea, especialmente de esas regiones, frente a la imparable fuerza de lo americano, de la cultura de usar y tirar, del desprecio a las tradiciones nacionales; una suerte de espiritualismo germánico frente a mercantilismo judio-americano. En fin, ya sabemos cómo acabó todo. Hoy juzgaríamos al noruego como poco como ingenuo e ignorante, más que como mal intencionado, o, al menos, creeríamos que su juicio era superficial y equivocado.
 Esto es lo maravilloso de la literatura: la apertura mental que permite, que nos aleja del juicio superficial (del prejuicio, en verdad). Sería interesante saber qué hubiera pensado Hamsun si hubiera podido leer a los Bashevis Singer, judíos orgullosos de serlo, escritores en judeo-alemán que, precisamente, defendían la tradición nacional frente a la internacionalización americana (aunque vivían en Estados Unidos), eso sí, la tradición askenazí que se había forjado durante siglos en el centro y este de Europa. Me apuesto una peseta a que se hubiera establecido una extraordinaria relación de amistad entre el noruego y los judíos... ¡Vivir para leer!

jueves, 27 de agosto de 2020

"La bendición de la tierra", de Knut Hamsun.

   Quinta novela del Premio Nobel de 1920 que leo. El mismo estilo realista que en las anteriores; rápida prosa, poco adjetivada, descripciones sencillas pero bien pergeñadas, pocos diálogos... Tal vez, el mayor cambio venga del tipo de personajes (en eso coincido con la contraportada de la edición de Bruguera que dice: "es una respuesta a quienes censuraban a Hamsun por retratar personajes moralmente perdidos o pusilánimes"). En El círculo se ha cerrado, por ejemplo, el personaje principal, Brodersen, es un tipo que no hace nada por sobrevivir, simplemente se deja ayudar por sus coetáneos y la suerte que lo mantiene alentando. Ahora, los personajes son fuertes, decididos, tesoneros, aunque tercos y poco sensibles. En La bendición de la tierra, tanto Isak como Inger, personajes centrales, forman una pareja cuasi pétrea de lo inasequibles al desaliento como son. Contra viento y marea, sin ayuda alguna, construyen su hogar en la dura tierra noruega y, año tras año, van prosperando lentamente sin descansar un solo día. La descripción efectiva de Hamsun, parca en adjetivos pero  muy certera y la propia dureza de lo narrado, crea la sensación de estar leyendo un pasaje del Génesis, una historia veterotestamentaria que hace de Isak e Inger dos personajes arquetípicos no muy alejados de Adán y Eva.

 Hamsun narra con una naturalidad pasmosa. Es la forma ideal para este argumento: nada es forzado, los personajes aceptan lo que les venga con una resignación/indiferencia absolutas. No hay nada extraño. En este sentido, he de recordar que en la entrada anterior sobre El círculo se ha cerrado reseñaba que la puntuación de la novela era verdaderamente caótica, no tan grave como para no llegar a comprender el texto, pero sí para tener que releer más de una vez párrafos enteros. Esto no ocurre en La bendición de la tierra, lo cual me induce a pensar que lo que noté anteriormente no era sino un caso (demasiado frecuente, me temo) de mala traducción. Temo que la editorial Debolsillo (Grupo Penguin Random House) no cuide como debiera las traducciones de autores no tan leídos hoy en día. Desgraciadamente esto es un hecho bastante habitual: la traducción es, a menudo, despreciada como algo secundario, hasta el punto de crear verdaderos problemas al lector y, por supuesto, disminuir considerablemente la calidad literaria del autor. La edición de Bruguera de La bendición de la tierra no tiene este problema, y sin embargo se admite que la traducción no es directa del noruego al español, sino que lo es desde el inglés. Knut Hamsun es un Premio Nobel y estoy seguro de que existen excelentes traductores de aquella lengua nórdica a la nuestra, sin embargo hemos de contentarnos con segundas o terceras traducciones cuando no con pésimas traducciones directas. ¡Es un escándalo!
 En fin, no queda más que resignarse y tragarse lo que hay, pensando que algunos errores de puntuación o incluso modificaciones del texto se puedan deber a malas traducciones. Es eso o aprender decenas de lenguas extranjeras... 

martes, 25 de agosto de 2020

Inciso cinematográfico: "The Eagle Has Landed", dirigida por John Sturges en 1976.

  Siempre digo que las únicas películas bélicas que me gustan son las explícitamente antibelicistas. The Eagle Has Landed no lo es. Sin embargo, tampoco es una patraña militarista para animar a los incautos jóvenes a alistarse y morir por un trapo de colores (sean cuales sean los colores). Es, en realidad, una película espectacular, "hollywoodiense" aunque sea británica, con presupuesto elevado y con un elenco actoral de lo más granado (para esas lides, nunca mejor dicho) de ambos lados del Atlántico.¡Vaya, que no es muy militarista para ser bélica! Tal vez sea porque, rodada en 1976, fresco todavía el desastre de la Guerra de Vietnam, las "únicas" guerras estaban lejos de Occidente y de sus tropas (al menos, nominalmente) como en Eritrea, Guatemala o Rodesia; esto por un lado, por otro, la Segunda Guerra Mundial quedaba ya treinta años atrás y sus barbaries ya empezaban a, si no olvidarse, al menos, enfriarse. Vamos que en 1976, sobre todo en Reino Unido, había cabida para una película como esta, que sin ser verdaderamente militarista, se recreara de un modo un tanto infantil en el honor militar, la belleza de los uniformes (sobre todo de algunos actores uniformados...) y la audacia de la inteligencia militar (oxímoron indiscutible).

  Yo, a Dios doy gracias, no sentí tal ardor guerrero ni siquiera desde septiembre de 1991 a septiembre de 1992, cuando tuve que llevar un uniforme de marinero, aunque me quedaba un poco lejos la Primera Comunión. Sin embargo, con cierto rubor, he de admitir que cuando encontré en los "repositorios internáuticos" esta película la bajé con cierto afán, sabiendo que podía pasar por un divertido entretenimiento, siempre y cuando apagara durante dos horas mi crítica psique y disfrutara del pueril ocio de ver adultos jugando a las guerras, con un nivel de verosimilitud y calidad de atrezo, eso sí, de primera categoría.

Imagen tomada del sitio imdb.com

 En fin, la película se basa en una novela de Jack Higgins, un autor británico que tuvo gran éxito en los 70 con novelas de thriller y alguna más basada, como la presente, en distopías históricas. El argumento es sencillo pero (al menos, novelísticamente hablando) brillante: la inteligencia militar alemana planea secuestrar a Winston Churchill; para ello, aprovechando que el primer ministro británico irá, presumiblemente, a una pequeña localidad cerca de Norfolk, en la costa oriental inglesa, lanzan a dieciocho paracaidistas alemanes haciéndolos pasar por polacos; a la vez, un irlandés, furibundo antibritánico les espera para darles cobertura y facilitar su llegada. Una vez en suelo británico, todo parece ir bien (esto es otro de los atractivos de la película, que, siendo británica, sea vista desde el punto de vista alemán), pero un hecho casual, la muerte de uno de los soldados al salvar a una niña de las aspas de una noria, provoca que sean descubiertos y precipitan los acontecimientos. el final mantiene la incógnita de una forma francamente brillante, hasta los últimos minutos no se desvela todo, con un giro final que embellece la película.

 Lo mejor, aparte del vestuario, el atrezo y la fotografía (los tres excelentes), es el elenco actoral, con actores de primer nivel como Michael Caine en el papel del Coronel Steiner, Donald Sutherland como el irlandés Devlin, Robert Duvall como el Coronel Radl, Donald Pleasence interpretando a Himmler o Anthony Quayle al Almirante Canaris. Son actores extraordinarios para los papeles que han de interpretar: Caine como héroe romántico y rebelde, Sutherland como tipo interesado y pragmático, Duvall como el militar fiel hasta la médula... todos encajan perfectamente y, de hecho, interpretaron otros papeles muy semejantes en otras películas a lo largo de sus carreras.

Imagen tomada del sitio onlyabloodyblog.wordpress.com

 En definitiva, una película entretenida, divertida, verosímil, protagonizada por actorazos, si uno consigue aparcar por un momento el hecho de que narra un hecho bélico y que, a diferencia de en la película, los muertos no fueron actores que se levantaron después de rodar la escena.

jueves, 20 de agosto de 2020

Howard Phillips Lovecraft (hoy, 20 de agosto, ciento treinta años de su nacimiento).

  Hace ciento treinta años nacía en la pequeña ciudad de Providence, Rhode Island, uno de los grandes renovadores de la narrativa de terror. Tanto renovó este tipo que tuvieron que crear una subcategoría específica para sus relatos (terror cósmico), por sus argumentos en el que distintas criaturas de muy diferentes orígenes (espaciales y temporales) llegaban al planeta Tierra y, con eones de por medio, luchan entre sí, haciendo del ser humano un mero espectador irrelevante. Esto último fue uno de los grandes avances del solitario de Provicence: hasta entonces, toda la narrativa de terror se basaba en criaturas (monstruosas o no, terrenales o no, míticas o no...) que atemorizaban conscientemente a un individuo o grupo de individuos humanos; ahora, Lovecraft desprecia al mono con pantalones y lo sitúa como una criatura sin importancia en la inmensidad del Cosmos.

 El propio Lovecraft fue un gran aficionado a los temas cosmológicos y, sin duda favorecido por su ateísmo militante, situó la existencia humana al mismo nivel que la de cualquier anélido que hoza en el barro. Esta deshumanización ahonda en la sensación de desesperanza y desvalimiento que atormentan a los personajes humanos de sus relatos. Los humanos ya no son protagonistas, ahora son meras víctimas colaterales de los enfrentamientos entre criaturas cuasi eternas.

Imagen tomada de Wikimedia Commons.