jueves, 2 de enero de 2014

Inciso cinematográfico: "Der müde tod", de Fritz Lang

 Creo haber hablado de Fritz Lang en otra entrada, pertenece a una de las épocas culturalmente más brillantes de aquel país centroeuropeo que arrastró a la barbarie de la guerra por dos veces al mundo y que ahora marca las pautas económicas de este atribulado continente, Alemania; la, llamada a posteriori, República de Weimar (en su época era conocida como Imperio alemán) vio el nacimiento y expansión de uno de los estilos artísticos que marcarían el siglo XX, el Expresionismo. Igual que el Renacimiento nacería en Italia, el Impresionismo en Francia o el Pop Art en Estados Unidos, el Expresionismo es netamente alemán. Quizá fue la penuria socio-económica que vivió su sociedad, la brutalidad de la Gran guerra que alienó a sus ciudadanos convirtiéndolos en mera "carne de cañón" o la amargura de un país que se debatía entre abrirse a la modernidad europea o anclarse a las vetustas tradiciones prusianas... lo cierto es que esa nueva mirada artística, que hacía hincapié en el sentimiento que tenía el artista por encima de la simple copia de la realidad, el predominio de la visión interior sobre la objetividad exterior llevó a unos extremos que todavía hoy nos afectan en cualquier actividad creativa.
  Lang fue un hombre talentoso que vivió aquel magnífico "caldo nutricio" que se daba en su país. Recordamos sobre todo Metrópolis o M, el vampiro de Düsseldorf de su época alemana, o Solo se vive una vez y Perversidad de su época estadounidense, porque, sí, nuestro buen amigo Fritz también sufrió la estupidez de los nazis que calificarían a todo Expresionismo de "arte degenerado", esa era la perspicacia de Hitler y sus adláteres. Fritz Lang no era judío, se crió en una familia católica, sin embargo un antepasado suyo sí era "de origen judío" y, simplemente esa "pequeña mancha" era suficiente para que, según las leyes eugenésicas nazis, fuera considerado como judío y por tanto condenado a morir como otros seis millones de seres humanos... "¡Inteligencia nazi!" Forzado por tal desatino, emigró a los Estados Unidos y engrosó la gran lista de alemanes (de origen judío o no) que enriquecieron la vida cultural de este país y, en cierta medida, contribuyeron a crear Hollywood.
  Der müde tod, que fue traducida al inglés como Destiny y al español como Las tres luces, puede considerarse una obra menor de su primera etapa, en Alemania y todavía sin sonido, pero las líneas maestras de su técnica ya están impresas en ella. Se trata de una película sencilla a la par que inteligente, en la que se dan los contrastes propios de la vida, especialmente el del amor y la muerte. Una enamorada pierde a su amor y, ante su desesperación, ruega a la muerte que se lo devuelva. Ésta, cansada de su eterno oficio (de ahí el título original: la muerte cansada o el cansancio de la muerte), le propone un sencillo juego: equipara la vida de tres enamorados a tres velas, si consigue que al menos una de ellas no se extinga le devolverá a su enamorado. Las tres historias están ambientadas en Persia, Venecia y China en distintas épocas históricas; nuestra enamorada, a pesar de hacer todo lo materialmente posible, no consigue evitar la ruptura de las parejas en cuestión. Solo al final, cuando la muerte se apiada de nuestra enamorada, les permite estar juntos de nuevo, eso sí, bajo su negro manto.
  Quizá los aspectos técnicos de esta película rodada en 1921 son los "menos expresionistas" de la época, no hay, por ejemplo, decorados angulosos que promuevan situaciones angustiosas, opresivas y oníricas como en El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene, o el Nosferatu de Murnau, pero el manejo de los claroscuros y los volúmenes sí denotan la influencia de tal estilo. Los "efectos especiales" se limitan a la superposición de imágenes que tan genialmente utilizaba Murnau, sencillos pero efectistas (valga la redundancia). Una gran película de un gran genio, recomendable si se quiere entender el cine mundial (no solo el europeo) desde sus orígenes hasta nuestros días.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Think Fast, Mr. Moto" (1937)

 En otras entradas hablé de uno de mis actores favoritos, inolvidable protagonista de M, el vampiro de Dusseldorf o "Der Verlorene" e impagable secundario en joyas como Casablanca, El halcón maltés o Arsénico por compasión. Estoy hablando, por supuesto, del gran László Löwenstein, conocido artísticamente como Peter Lorre.
 Pues bien, Peter Lorre encarna a Kentaro Moto, un personaje de ficción creado por John P. Marquand. El tal Marquand escribió seis novelas en las que Mr. Moto, un japonés residente en Estados Unidos, ejerce como detective aficionado desenmascarando delincuentes con su pulcro estilo de vestir y su maestría en artes marciales. Las adaptaciones cinematográficas, dirigidas por Norman Foster, siguen el mismo camino de las películas de espionaje y detectives tan usuales en los años 30 y 40 del pasado siglo, de las que Casablanca o El halcón maltés antes citados son obras cumbre. Los papeles de Lorre, como es habitual, son excepcionales. Parece mentira que este "pequeño hombrecillo" con sus limitaciones físicas (en un Hollywood de galanes que más semejaban atletas que actores) deslumbre por la verosimilitud y naturalidad que consigue.
 Desafortunadamente, los personajes japoneses cayeron en desgracia a raíz de la entrada en guerra de aquel país con los Estados Unidos, de manera que las películas, que habían cosechado un notable éxito tanto de crítica como de público, quedaron en el olvido por no ser tan "patrioteramente" americanas como debían.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Antología universal del relato fantástico"

 Sigo con las recopilaciones... parecerá un poco simplista, pero, si están bien hechas, pueden esconder verdaderas joyas que hayan permanecido ignotas para el lector. Esta vez es de la editorial Atalanta, de los mismos dueños que Ediciones Siruela... ya sabemos...
  Uno que, perdón si ofendo a alguien, no es muy amigo de esas pretenciosas tradiciones europeas en las que unos ciudadanos se creen superiores a otros y se otorgan a sí mismos títulos, léase nobleza, se congratula de ver que algunos miembros de la misma no se dedican a pasear palmito por las portadas de la prensa rosa a cuenta de amoríos y desventuras, al menos otros parece que ejercen profesiones dignas, entre ellas la edición de textos. A buen entendedor...
 La selección de relatos fantásticos es ciertamente amplia e interesante (quizá un poco excesivo lo de "universal"), comienza con E.T.A. Hoffmann y termina con Naiyer Masud, incluyendo a gigantes como Lovecraft, Balzac, Poe, Dickens, Kipling, Machen, Dunsany, Borges, Cortázar o Bioy Casares... la crème de la crème.
  Siempre dije, ahora el pretencioso soy yo, que compro libros para leer y no para presumir ante otros, por lo que el "formato" en el que estén es secundario. Así, en mi biblioteca abundan las ediciones de bolsillo y baratas. Es cierto, no finjo. Sin embargo, me pareció demasiada mala la edición (en el ámbito material) del texto, sobre todo a juzgar por el, a mi entender, elevado precio (55 euros). Las tapas, se aprecia en los escaneados, son cartoné, pero el papel es papel biblia; pienso yo que igual podría haberse mejorado, incluso aunque hubiese exigido la  edición de dos volúmenes.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Los osos", de Vsévolod Garshin

 Un autor poco conocido de la época de oro de la literatura rusa, contemporáneo de Tolstoi, Dostoievsky o Turgueniev, este último lo citó como gran novelista, a pesar de ser tan solo autor de relatos. Desgraciadamente murió muy joven, 33 años, arrojándose por el hueco de una escalera. Su, aparentemente, desgraciada existencia se trasluce en su obra la cual está preñada de negatividad y pesimismo. Lo poco que he leído hasta el momento me ha recordado sobremanera a la prosa de Richard Barham Middleton, otro autor maldito, en este caso inglés, que acabó sus días de forma voluntaria en su juventud.
  Sin embargo, la narrativa de Garshin es muy "rusa", con un tempo lento, rica en adjetivación y con numerosos monólogos interiores. Esta última característica, la de los monólogos interiores, es, según los entendidos, una constante en su obra. Los personajes, quizás como el propio autor, llevan vidas desgraciadas, como la del joven burlado que se enrola en el ejército y marcha a la guerra como promesa a una joven y que, cuando vuelve de la misma sin una pierna, encuentra que su prometida ha roto su palabra y está en trance de casarse con otro.
  En el relato que da nombre a la recopilación, los protagonistas son esos osos domesticados que antaño no debían ser tan raros de ver en las pequeñas ciudades rusas acompañando a gitanos que los explotaban como monstruos de feria; los animales tendrán que ser sacrificados en aras de la modernidad, perseguida por las leyes locales. Este cuento es ejemplo de la transformación que sufría en el siglo XIX la sociedad rusa, que trataba de dejar atrás las tradiciones para buscar la convergencia con Europa.

martes, 17 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Lore", dirigida por Cate Shortland

 Lore (nombre hipocorístico de la protagonista, Hannelore) fue premiada en la sección de "Mejor nuevo director"de la Seminci 2012. Una cinta rodada en Alemania con actores alemanes pero dirigida por una australiana y con parte de la financiación de aquel país austral, lo que llevaría a ser presentada como propia de aquel país. Lore no es una película fácil de ver, no debía serlo; está ambientada en una terrible época para este lacerado continente: la última posguerra. Una familia alemana y nazi, formada por un ferviente padre permanentemente uniformado y fiel a su Führer; una madre con la imagen de Hitler en lo más alto del panteón germánico; una hija mayor, Lore, obligada a ejercer de madre de sus hermanos cuando debía dedicarse a descubrirse a sí misma; y cuatro hermanos pequeños, entre ellos unos gemelos y un bebé lactante; son puestos a los pies de los caballos ante la evidente pérdida de su guerra, de su estatus y de su modo de vida. Los padres deciden entregarse sabiendo que difícilmente podrán salvar la vida, pero con una indiferencia ante la muerte que solo puede provenir de la desesperación, no en vano, la madre (Mutti la llaman cariñosamente) acabará por decir ante un retrato de Hitler "le hemos roto el corazón". Ante esta situación, Lore de apenas dieciséis años ha de cargarse en los hombros a sus cuatro hermanos y huir andando, atravesando las impuestas fronteras de los triunfadores hasta Hamburgo donde vive una abuela también fervientemente nacionalsocialista.
  La cinta, por supuesto, hace burla del fanatismo político y racial de aquellas generaciones alemanas, los pone contra su piedra de toque (la sencilla brutalidad de la derrota militar y la aniquilación total de aquel "Reich que debía durar mil años") dolorosamente encarnada en cinco niños. Las peripecias de aquellos chicos, antaño la élite de su racista sociedad, convertidos de la noche a la mañana en parias sin patria, luchando por sobrevivir, por conseguir unas míseras patatas que comer aunque sea prostituyéndose, obteniendo la escasa comida por la ayuda de un circunstancial compañero de aventuras también otro desheredado pero del bando contrario, un "sucio judío" como le llama Lore, se antojan brutales, sin compasión, sin sitio para sensiblerías... lo que es cualquier guerra y posguerra que el ser humano se encarga de promover de cuando en cuando.
  El frío realismo del film deja lugar, no obstante, para un manejo artístico de la fotografía, que contrasta la inalterable y serena belleza de los paisajes alemanes con la situación de miseria física y moral en la que se ve envuelta toda su sociedad. Finalmente, los chicos, tras semanas de vagabundear por todo el país y sufrir la muerte de uno de los gemelos, llegan a la casa hamburguesa de la abuela, que, aparentemente, no llega a comprender muy bien la tragedia terrible que han vivido y que los ha hecho madurar bruscamente, y tan solo está empeñada en que recuerden con cariño a sus padres y piensen que "no tienen nada de qué avergonzarse".
 Una excelente película, profundamente antibelicista, que nos recuerda a dónde puede llevarnos la estupidez de unos cuantos cientos de seres humanos por la dejadez de otros cuantos millones.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "Zipper y su padre", de Joseph Roth

 Otra novela breve que leo de Roth. Autor complejo, hasta cierto punto difícil, sobre todo por la nostalgia con la que habla de un mundo, de un país (Austria-Hungría) en el que él, como judío, sería ciudadano de segunda. Es probable que, haciendo psicología barata, el bueno de Joseph solo añorase su juventud, su plenitud física y mental, como casi todos los nostálgicos, pero lo cierto es que de aquella añoranza han salido un puñado de excelentes relatos y novelas breves.
  Puede, incluso, que su tardía conversión al catolicismo fuera, en verdad, un extraño afán por reafirmarse en la religión mayoritaria de aquel extraño país, aunque fuera a costa de renunciar a sus raíces... ¡Quién sabe! En cualquier caso sus últimos años de vida fueron un descenso a los infiernos bien regado por el alcohol, por esa terrible nostalgia de mejores tiempos pasados, por los recuerdos ominosos del asesinato de su mujer por la aplicación de las leyes eugenésicas nazis y por la destrucción irrevocable de una Europa más plural, más mestiza, y su sustitución por la de nuestros días, con Estados "monoculturales" y anodinos.
  Sí, es probable que el Imperio Austrohúngaro de Roth (a pesar de sus seguras discriminaciones raciales, culturales, nacionales y religiosas) fuera culturalmente más estimulante que la penosa Europa que nos ha llegado tras la Segunda Guerra Mundial, en la que, de ninguna manera, podían convivir dos individuos con diferente lengua... había que anular la minoritaria o formar otro país... Tristemente esos terribles nacionalismos, siguen hoy vigentes  como podemos ver en nuestro atribulado país.

domingo, 15 de diciembre de 2013

"Lovecraft, la antología gráfica"

 Otro cómic más basado en los relatos de Lovecraft, esta vez editado por una de las grandes del sector en nuestro país, Norma editorial.
  La obra "lovecraftiana" es excelente para dignificar el mundo del cómic o novela gráfica, llámese como se quiera. Norma editorial ha traducido y publicado en castellano la obra de una editorial londinense, "Selfmadehero", que, a su vez, ha seleccionado la mayor parte de los relatos archiconocidos del autor y se los ha entregado a excelentes artistas, cada uno con su propia visión de la obra del solitario de Providence. Una gran labor.
  Ya puestos a pedir, no a Norma que no está en sus manos (probablemente no esté en las de nadie) me gustaría mucho ver la obra de Lovecraft pasado a cómic por genios europeos como Jacques Tardi o Vittorio Giardino, de hecho creo que Tardi sería un maravilloso dibujante de su obra, especialmente por el gran enfoque de lo macabro en la barbarie de la Gran Guerra.

sábado, 14 de diciembre de 2013

Inciso cinematográfico: "Nosferatu, Phantom der Nacht"

 El género vampírico es uno de los más socorridos de los últimos tiempos, no hay más que ver la cantidad de películas, series, relatos, cómics, dibujos animados... que lo utilizan total o parcialmente, tanto que, desgraciadamente, lo han pervertido en muchos casos. Lo han pervertido por que todos los relatos de terror han de infundir eso... terror, para eso fueron escritos, han de mantener fidelidad a la finalidad social para la que fueron escritos... Sí, los cuentos de terror que se contaban a la luz de un hogar en cualquier punto de la Europa medieval y en tiempos posteriores tenían una finalidad social: enseñar a los niños y jóvenes que la vida no era una fiesta como todo infante cree sino un lugar proceloso, en el que esos peligros acechan en todo momento. Ahora bien, que me digan que peligros pueden intuir los adolescentes y jóvenes que se se atontan con la mediocre superproducción de "Crepúsculo"; todo porque a los jóvenes les parece muy "guay" el "look" pálido y retraído del vampiro o la "peluda" lozanía de los hombres lobo (de hecho no hay más que ver que más que actores, los protagonistas son puros modelos, guapos y guapas con muy poquito que ofrecer)... ¡En fin, qué le vamos a hacer! Afortunadamente no tiene nada que ver la versión que en 1979 rodó Werner Herzog basándose en la novela de Bram Stoker.
  No tiene nada que ver con esa pésima colección de películas porque es fiel a la obra de Stoker, apenas unos cambios: Londres como ciudad a la que llega desde la lejana Transilvania el pérfido vampiro es sustituida por la germánica Wismar; el vampiro no se convierte en un murciélago ávido de sangre humana sino que mantiene su fantasmagórica imagen; los personajes secudarios, Renfield y Mina Harker por ejemplo, ven cambiadas características que, en mi opinión, realzan la trama... y nada más, la fidelidad a esa obra cumbre de Stoker es máxima. En algunos casos Herzog mantiene una notable lealtad no solo a Stoker sino a su predecesor, Murnau, que nos lleva al cielo con una excelsa y, para su época, revolucionaria adaptación en la admiradísima Nosferatu, eine Symphonie des Grauens de 1922, como por ejemplo la vivienda elegida para Nosferatu, una vieja fábrica abandonada que acentúa la sensación de terror.
 En realidad esta película es ciertamente excelente, Werner Herzog es capaz de dar una versión que quedará para los anales de la cinematografía y que en absoluto desmejora la obra literaria como, por desgracia, estamos acostumbrados a que ocurra. Si en la película de Murnau se aprovecha la atmósfera opresiva que daba el llamado Surrealismo cinematográfico que dejó en aquella República de Weimar un puñado de excelentes películas, directores y actores, en la obra de Herzog también se respira esa opresión con una fotografía (dirigida por Jörg Schmidt-Reitmein) que recalca la incomprensión de Jonathan Harker ante la maldad arcaica de Nosferatu. El elenco actoral del film es extraordinario: un Klaus Kinski terrorífico lleva a cotas que solo Max Schreck había conseguido, algún maldiciente dirá que al físico de Kinski solo hacía falta ponerle los colmillos...; para Jonathan Harker, Herzog escogió a uno de los mejores actores germánicos (suizo en este caso) que ha dado el siglo XX, especializado en papeles complicados (pocos papeles más difíciles hay para un actor germanófono que Hitler), Bruno Ganz está sencillamente inconmensurable, como siempre; para el papel de Mina Harker, rebautizada aquí como Lucy, está Isabelle Adjani, que cumple plenamente con las expectativas de enamorada atemorizada por los cambios que observa en su enamorado. En definitiva, la película es francamente excelente, con un presupuesto, según dicen, muy bajo, el resultado es inolvidable.

jueves, 12 de diciembre de 2013

¿Cuál soy?

 De nuevo John Kenn (http://johnkenn.blogspot.com.es/)


martes, 3 de diciembre de 2013

Ahora leyendo: "El que abre el camino y otras 24 historias macabras", de Robert Bloch

 Para la mayor parte de los espectadores, el nombre del guionista, o peor aún, el autor de la obra sobre la que se ha adaptado el guión permanece totalmente desconocido. Es lamentable. Por muy importante que sea el director, que sin duda pone su buen hacer a la hora de conjuntar tantos esfuerzos en una película; o los actores encargados de encarnar los distintos personajes; el director de fotografía, con sus capacidades; o incluso el productor capaz de hacer números de magia con el dinero y su distribución; el guionista o el novelista que inspira el guión son fundamentales aunque desconocidos. Ese es el caso de Robert Bloch.
  Digo esto porque Robert Bloch es el autor de Psicosis, que Hitchcock convertiría en una de las películas de suspense más conocidas de la historia... ¿Quiénes de los que han visto la película conocerían su nombre? Gracias, de nuevo, a Valdemar, estos autores están siendo justamente reconocidos en nuestra lengua; muchos de ellos ni siquiera habían sido publicados y otros habían visto sus ediciones descatalogadas.
  Por lo poco que he leído, Bloch cultiva casi todos los subgéneros de la novela de ciencia ficción: es reconocido como parte del glorioso "Círculo de Lovecraft"; cultiva el terror psicológico y el suspense como en la ya citada Psicosis; también otros temas clásicos como el vampirismo y los fantasmas... Es, en general, uno de los escritores de temas fantásticos más dotados del pasado siglo, un verdadero genio.