Creo haber hablado de Fritz Lang en otra entrada, pertenece a una de las épocas culturalmente más brillantes de aquel país centroeuropeo que arrastró a la barbarie de la guerra por dos veces al mundo y que ahora marca las pautas económicas de este atribulado continente, Alemania; la, llamada a posteriori, República de Weimar (en su época era conocida como Imperio alemán) vio el nacimiento y expansión de uno de los estilos artísticos que marcarían el siglo XX, el Expresionismo. Igual que el Renacimiento nacería en Italia, el Impresionismo en Francia o el Pop Art en Estados Unidos, el Expresionismo es netamente alemán. Quizá fue la penuria socio-económica que vivió su sociedad, la brutalidad de la Gran guerra que alienó a sus ciudadanos convirtiéndolos en mera "carne de cañón" o la amargura de un país que se debatía entre abrirse a la modernidad europea o anclarse a las vetustas tradiciones prusianas... lo cierto es que esa nueva mirada artística, que hacía hincapié en el sentimiento que tenía el artista por encima de la simple copia de la realidad, el predominio de la visión interior sobre la objetividad exterior llevó a unos extremos que todavía hoy nos afectan en cualquier actividad creativa.
Lang fue un hombre talentoso que vivió aquel magnífico "caldo nutricio" que se daba en su país. Recordamos sobre todo Metrópolis o M, el vampiro de Düsseldorf de su época alemana, o Solo se vive una vez y Perversidad de su época estadounidense, porque, sí, nuestro buen amigo Fritz también sufrió la estupidez de los nazis que calificarían a todo Expresionismo de "arte degenerado", esa era la perspicacia de Hitler y sus adláteres. Fritz Lang no era judío, se crió en una familia católica, sin embargo un antepasado suyo sí era "de origen judío" y, simplemente esa "pequeña mancha" era suficiente para que, según las leyes eugenésicas nazis, fuera considerado como judío y por tanto condenado a morir como otros seis millones de seres humanos... "¡Inteligencia nazi!" Forzado por tal desatino, emigró a los Estados Unidos y engrosó la gran lista de alemanes (de origen judío o no) que enriquecieron la vida cultural de este país y, en cierta medida, contribuyeron a crear Hollywood.
Der müde tod, que fue traducida al inglés como Destiny y al español como Las tres luces, puede considerarse una obra menor de su primera etapa, en Alemania y todavía sin sonido, pero las líneas maestras de su técnica ya están impresas en ella. Se trata de una película sencilla a la par que inteligente, en la que se dan los contrastes propios de la vida, especialmente el del amor y la muerte. Una enamorada pierde a su amor y, ante su desesperación, ruega a la muerte que se lo devuelva. Ésta, cansada de su eterno oficio (de ahí el título original: la muerte cansada o el cansancio de la muerte), le propone un sencillo juego: equipara la vida de tres enamorados a tres velas, si consigue que al menos una de ellas no se extinga le devolverá a su enamorado. Las tres historias están ambientadas en Persia, Venecia y China en distintas épocas históricas; nuestra enamorada, a pesar de hacer todo lo materialmente posible, no consigue evitar la ruptura de las parejas en cuestión. Solo al final, cuando la muerte se apiada de nuestra enamorada, les permite estar juntos de nuevo, eso sí, bajo su negro manto.
Quizá los aspectos técnicos de esta película rodada en 1921 son los "menos expresionistas" de la época, no hay, por ejemplo, decorados angulosos que promuevan situaciones angustiosas, opresivas y oníricas como en El gabinete del doctor Caligari de Robert Wiene, o el Nosferatu de Murnau, pero el manejo de los claroscuros y los volúmenes sí denotan la influencia de tal estilo. Los "efectos especiales" se limitan a la superposición de imágenes que tan genialmente utilizaba Murnau, sencillos pero efectistas (valga la redundancia). Una gran película de un gran genio, recomendable si se quiere entender el cine mundial (no solo el europeo) desde sus orígenes hasta nuestros días.
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