lunes, 13 de diciembre de 2021

Cartas paulinas (I)

 Las cartas paulinas son verdaderamente fascinantes. Son fascinantes porque son el mejor ejemplo de lo que una mente privilegiada, la de Pablo de Tarso, puede pergeñar, organizar y planear para expandir una creencia a lo largo del mundo conocido por entonces. Tanto es así, que muchos teólogos se preguntan si en verdad lo que hoy practican los que se llaman a sí mismos cristianos es, en verdad, cristianismo o “paulinismo”. Es seguro que nunca un hombre influyó tanto en las creencias y costumbres de miles de millones de hombres a lo largo de la historia como san Pablo; la pregunta que yo me hago (más que proceso intelectual, es algo que me sale del corazón) es si no debemos liberar la fe de los pesadísimos ropajes de liturgia y costumbres no religiosas que han ido acumulándose con el paso de los siglos, empezando por el asombroso Pablo de Tarso. Vayamos paso a paso:

Carta a los romanos: Es decir, “carta para nosotros”, para los herederos históricos, sociales y culturales de los romanos, los occidentales de hoy en día. Es por ello una epístola que se entiende sin ambages en nuestro ámbito cultural, ya que estaba dirigida a gentes con nuestros mismos hábitos y costumbres (para bien y para mal). Primero nos dice que da igual ser judíos que gentiles, algo lógico, ya que los romanos eran gentiles pero dominaban política y militarmente a los judíos, con lo cual no tendría sentido que fueran gentes de segundo rango en esta religión. También nos dice que seamos “obedientes a las autoridades terrenas”, algo que contradice plenamente el Evangelio (la única y verdadera Palabra de Dios). Esto es muestra de la gran habilidad social de Pablo de Tarso, un tipo que entendía que en su época era necesaria la cooperación, al menos por tolerancia, de la todopoderosa Roma, dueña y señora de casi todo el mundo conocido. Roma era en aquella época el territorio más regulado por leyes, más jerarquizado y, hasta cierto punto, autoritario que había en el planeta; Pablo, listo como un zorro, es consciente de esto y pide obediencia al César y a Dios, algo, ya digo, que contradice abiertamente el Evangelio.

Carta a los corintios: Segunda gran civilización tras los romanos, esta vez la griega. Corintio era supuestamente famosa en la época por su “corrupción moral”, el “gran peligro” para el cristianismo: el helenismo. Hoy tenemos al helenismo como una corriente meramente cultural que emborrachó a casi toda Europa por su belleza sin igual, pero para Pablo de Tarso era una suerte de herejía insoportable. Aquí, el bueno de san Pablo cae de lleno en nada menos que el primer pecado capital, la soberbia, por ponerse como ejemplo a seguir, especialmente en la Primera carta a los corintios, en la segunda, tal vez consciente de su inmodestia, trata de justificarse y que no fue en absoluto soberbio.

Carta a los gálatas: en esta carta a la tribu anatolia de los gálatas, Pablo previene contra los judaizantes y muestra un triple objetivo: deja claro la autoridad de Pablo como ministro de Dios (probablemente necesario porque ellos sabían que Pablo no conoció a Jesús y, consecuentemente, no le daban autoridad); segundo, para hacer que esa comunidad judeizante dejara de circuncidar a los niños, y así conseguir expandir el cristianismo tanto a los judíos como a los gentiles; tercero, convencer a los judeizantes de abolir la ley mosaica y sustituirla por el cristianimos. Conclusión: Pablo está inmerso en una batalla inmensa: crear una Iglesia y darle homogeneidad. Homogeneidad de criterios y normas, jerarquías claras... en fin, todo muy respetable, pero no es más que un tema humano, no divino. Para no ser injusto, habría que decir que, tal vez, hace dos mil años, fuera necesario crear esta estructura humana, la Iglesia, con el fin de dar a conocer el Evangelio. En todo caso, hoy creo que no es necesaria.

Carta a los efesios: Una epístola de la cual se duda su autoría. Temas: recordatorio sobre la esencia del cristianismo y exhortación a la unidad de judíos y gentiles (para unificar, de nuevo, la Iglesia que se estaba formando).

Carta a los filipenses: epístola no dogmática, pero sí moral, contraria, por tanto, a las anteriores. Es una carta más acorde al espíritu evangélico, especialmente al Sermón de la montaña (humildad y abnegación, principalmente).

Carta a los colosenses: breve carta dirigida a los habitantes de Colosas. Refuta a los judaizantes y los aspectos helenísticos, de nuevo buscando la unidad de la Iglesia (gran misión que se autoimpuso Pablo). Aspectos que creo positivos en esta carta: habla del hombre viejo (aquel que no conoce el Evangelio) frente al hombre nuevo (el que vive de acuerdo con él), proclama la humildad y el amor entre los hombres como verdaderas virtudes de la vida cristiana.

viernes, 10 de diciembre de 2021

"The Illusion of Self", by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 
Image taken from the website www.incidentalcomics.com

Sociedad de la desinformación, nuestra sociedad, vamos. Según Ray Bradbury.

  Llénalos de noticias incombustibles. Sentirán que la información los ahoga, pero se creerán inteligentes. Les parecerá que están pensando, tendrán una sensación de movimiento sin moverse. Y serán felices.
 Ray Bradbury (Fahrenheit 451). 1953.

jueves, 9 de diciembre de 2021

"Los milagros de la vida", por Stefan Zweig.

 Vuelvo a la prosa lenta, florida y adjetivada del autor vienés. Un verdadero placer. Leer a Zweig es como entrar en una cafetería delicatessen y tomar lentamente, sin prisas, disfrutando del momento, el mejor café del mundo; una experiencia exquisita, deliciosa. Stefan Zweig consigue sacarme del momento en el que vivo, de las preocupaciones cotidianas, de las ansiedades existenciales, para disfrutar del placer de leer a uno de los escritores más talentosos de su generación. El argumento es, en realidad, secundario, pues la forma lo ocupa todo, sublima el tema, lo eleva... Lo que ahora leo es una novela breve, casi un relato, éste:

 Los milagros de la vida está ambientada en Amberes, bajo dominio español. Hay en ella características típicas de Zweig: la relación hombre-mujer, con sus ambigüedades, muy tradicional para la estúpida época que nos ha tocado vivir, pero que, por mi experiencia personal sigue siendo (y lo será siempre, se quiera o no) dominante, relación en la que la mujer seduce y el hombre, creyéndose seductor, cae en la trampa, la trampa de su orgullo, principalmente; por otro lado la difícil relación entre el catolicismo y el judaísmo, relación compleja sobre todo en el propio escritor. Desarrollaré un poco más esto: Stefan Zweig era de origen judío, ya se sabe. Tan sólo de origen, pues ni era creyente ni siquiera mantenía las tradiciones, ahora bien, se sabía judío, o, mejor dicho, le habían hecho judío (a él y a millones más de personas en toda Europa que, casi de la noche a la mañana, estaban excluidos de iure y de facto de poder participar libremente en la vida social, política y económica de sus países por el hecho mero de ser judíos); sin embargo, Zweig no prestó mayor interés a su judaísmo que el meramente cultural. Por otro lado, Austria-Hungría (esa Criatura de Frankenstein hecha con retazos de varias naciones, lenguas y religiones) era, nominalmente, católica. Zweig, que al igual que Joseph Roth, se sentía profundamente afecto al viejo Imperio, respetaba este catolicismo como una forma de ser austriaco, como su religiosidad más perfecta, cabe decir. Así, en esta breve novela, la lucha y el amor entre el judaísmo y el catolicismo son, en verdad, los sentimientos que albergaba el corazón de Zweig, relaciones casi siempre complicadas, cuando no abiertamente contradictorias.

 Toda esas relaciones entre judaísmo y catolicismo lo personifica Zweig en la modelo judía que habrá de ser la Virgen María para el pintor, fervoroso católico. En esta relación aparentemente profesional, ambos, como dicen los de Acantilado, se malinterpretan. El pintor cree que la joven judía siente el don de la fe al interpretar a la Virgen, cuando ella siente a los cristianos como bárbaros agresores, pues su padre y hermanas murieron, se insinúa en la novela, a manos de una furibunda turba antisemita. La joven judía también se equivoca, pues nace en ella el instinto maternal hacia el niño con el que posa, instinto maternal posesivo, celoso y ultraprotector, hacia un niño que no es suyo ni nunca lo podrá ser. En fin, la novela tiene un argumento muy bien traído, perfectamente verosímil en casi cualquier época de la historia europea, pero, como ya decía antes, destaco más la forma, la textura fina y suave, cual seda de la prosa de Zweig.

sábado, 4 de diciembre de 2021

"Apuesta al amanecer", por Arthur Schnitzler.

  Había leído Relato soñado de este autor, del cual no tengo gran recuerdo. Ahora leo Apuesta al amanecer, y me deja igualmente tibio. Reconozco maestría literaria y talento narrativo, pero no acaba de engancharme el tema, puede que porque le falte mordiente o porque los temas que trata han quedado ya un tanto desfasados.
  Desfasado el tema, pues han pasado casi cien años desde que fuera publicado (1926), pero puede que incluso el propio autor hiciera una crítica de costumbres anacrónicas que persistían en la década de los veinte del pasado siglo en la "Viena postimperial".
 El argumento se desarrolla en apenas cuarenta y ocho horas, las que van desde la visita de un antiguo compañero de cuartel al teniente Wilhem Kasda hasta que éste se acaba quitando la vida. Kasda, joven oficial disoluto, amigo de juegos de cartas, borracheras y mujerzuelas, pero eso sí, de "intachable honor" (o a eso jugaban ellos), que recibe una desesperada petición de ayuda de aquel ex-oficial que ha cometido un desfalco en la empresa civil para la que trabaja; a Kasda no se le ocurre nada mejor que apostar para conseguir el dinero para su amigo. Obviamente, el resultado es desastroso, quedando el teniente endeudado con una cantidad inalcanzable a muy corto plazo.
 Se puede leer de forma indiferente, como si no hubiera crítica alguna al comportamiento de esta gente, pues el autor no la hace de forma evidente; pero también se puede suponer que Schnitzler ridiculiza el "honor de cartón-piedra" de esos "militarotes" que presumen de comportamiento honorable cuando en realidad son la hez de la sociedad. Hay que tener en cuenta los avatares históricos de aquel país que pasó de ser un imperio a, tras la Guerra del 14, ser un pequeño país con una macrocefalia evidente. Esa macrocefalia convertía a Viena en una enorme ciudad para tan pequeño territorio, pero lo peor es que había dejado en fuera de juego a miles de personas que todavía creían en el Imperio austrohúngaro y sus ideales de dominación de Europa Central y Oriental. Nadie mejor para encarnar esa incapacidad de adaptación que los jóvenes oficiales de un ejército derrotado, que jugaban a ser grandes conquistadores y señores, y que, como se narra en el relato, no podían ni pagar sus propias deudas.
 La prosa de Schnitzler es rápida, moderna, pero cuidada y suficientemente adjetivada; desarrolla con maestría el monólogo interior, lo suficiente para caracterizar la psicología de los personajes y la evolución de estos en el tiempo.

"Hechos de los apóstoles"

  Tras los Evangelios, vuelve el lado más humano del Nuevo Testamento. Pero "humano" en el sentido más puro, más terrenal, menos divino. Supuestamente, los Hechos de los apóstoles son una continuación del evangelio de Lucas, pero no es, en absoluto, la continuación de un evangelio sinóptico (los de Mateo, Marcos y Lucas), sino que está mucho más cercano, en el tiempo y en el concepto, a las cartas paulinas que han de seguir, en el sentido de que se narra la propagación del Evangelio fuera de Jerusalén, la expansión del cristianismo y las normas para cómo evangelizar. Tal vez no esté escrito por san Pablo, pero la temática es la misma que las de las cartas paulinas que siguen a este libro. Es un texto importante e interesante en el sentido de que se ve cómo se va organizando ese grupo social que habrá de estar formado por millones en pocos siglos, pero nada que ver con el Evangelio. 
 Nada que ver con el Evangelio si se cree que éste es Palabra de Dios. Si todo es un mero análisis literario y, por lo que deja traslucir, social e histórico, puede estar relacionado en algunas maneras. Para los que creemos que los Evangelios son Palabra de Dios, estos Hechos de los apóstoles y las siguientes cartas paulinas son obra humana. Sí, tal vez obra de hombres extraordinarios (ya ahondaré en ello cuando hable de Pablo de Tarso), pero hombres al fin y al cabo, criaturas como yo, mucho más inteligentes, más capaces, más talentosas y más todo lo que se quiera, pero criaturas al fin. 
 En realidad, no hay grandes diferencias con esas cartas paulinas. La diferencia es que Pablo de Tarso, uno de los hombres más capaces que ha pisado la faz del planeta era capaz de ver las diferencias sociales y humanas entre los distintos grupos y países, y enfocaba de forma distintas las cartas. Así, por ejemplo, en la carta a los Romanos gentes sometidas a leyes y organizaciones sociales muy parecidas a las actuales (al menos en Occidente), el proselitismo de Pablo va dirigido a respetar esas normas para que no se vieran alienados al profesar la fe cristiana; en el caso de las cartas a los hebreos tratan de respetar su tradición pero eliminando todo aquello que podía llevar a acabar en una suerte de "judeificación" de la fe. En fin... Pablo de Tarso, un tipo sin igual, pero un tipo al fin y al cabo. Los creyentes pensamos que los Evangelios son Palabra de Dios, no de un tipo ocurrente y simpático. Pues eso mismo pasa con los Hechos de los apóstoles, interesante desde un punto de vista histórico y social, relevante para quien quiera estar al frente de esa Iglesia (o de un grupo religioso concreto), pero irrelevante por completo para quien busque la Salvación, la Palabra de Dios que guíe su vida en este valle de lágrimas, para eso sólo están los Evangelios. Y es que, los verdaderos creyentes buscan la Vida Eterna, no liderar a un grupo religioso o vestirse con un burdo disfraz de cura, obispo o cardenal. Para eso ya están los adolescentes que se disfrazan de Pikachu o de cualquier otro personaje de cómic.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

"El alumno aventajado", de Joseph Roth.

  Joseph Roth está de moda, es evidente. No es de extrañar dada la alta calidad literaria del austrohúngaro, pero tampoco, pensando ya un poco enrevesadamente, dado que en 2009 caducaron los derechos de autor al pasar setenta años de su muerte y no haber dejado descendientes. No quiero decir que los editores traten de lucrarse con la obra de un autor fallecido, no, ¡eso nunca! Pero vamos... que sí...
 En cualquier caso, los editores, igual que los libreros, son pieza fundamental en esto de la lectura, nos guste o no. Como Joseph Roth es admirado a lo largo y ancho del planeta, se sucederán las ediciones y traducciones, más o menos afortunadas, y editarán y reeditarán los relatos más conocidos para que los incautos como yo los tengamos por duplicado o triplicado. Algo así me ha ocurrido con la edición que Nórdica ha sacado recientemente, cuya obra más señera es La leyenda del santo bebedor, relato que ya había leído con anterioridad y que, aunque tiene un encanto especial, no es lo mejor de Roth.
 Tres son los relatos comprendidos en este pequeño volumen: el que da título al tomo, El alumno aventajado, Bárbara y La leyenda del santo bebedor. Pero antes de los relatos, Nórdica ha tenido el acierto de incluir un prólogo de Friderike Zweig, primera mujer de Stefan Zweig, que pergeña un retrato clarividente sobre Roth y su relación con el escritor vienés. Así, por ejemplo, refiriéndose a ese sentimiento de "pérdida de la patria" por parte de Roth (y también de Zweig) tan patente en algunas novelas como La Cripta de los Capuchinos o El busto del emperador, habla de una "romántica ceguera", algo que sucedió a muchos judíos que lucharon en la Guerra del 14 por Austria-Hungría o por Prusia, para ser después asesinados en campos de concentración por el heredero de éstas, el Tercer Reich. Además, Friderike Zweig habla sin tapujos de su afición al alcohol y a amigos peligrosos que, casualmente serán la perdición del protagonista de La leyenda del santo bebedor. En un par de páginas, Friderike Zweig retrata a Roth de manera que encaja a la perfección con su biografía conocida y aun con su obra principal.
 Ya de los relatos, El alumno aventajado es un delicioso texto de una vida preñada de ambición y éxito social; una vida en la que todo es cálculo, nada espontáneo; todo razón, nada corazón; todo germánico orden, nada espontánea creatividad... Bárbara es una narración de la dureza de vivir, de sacrificios, de sinsabores, de incomprensiones... de la vida misma, ¡vamos!
 Y, como decía antes, la joya del volumen es La leyenda del santo bebedor, que ya ha sido publicado en numerosas ediciones y que ha encandilado ya a varias generaciones de lectores. Las semejanzas de Andreas Kartak, personaje del relato, y Joseph Roth son extremas: ambos eran inmigrantes del Este de Europa en París, ambos consumen sus vidas ahogadas en alcohol, ambos desperdician sus talentosas vidas entre amigotes y mujerzuelas, ambos son seducidos por la religiosidad católica al final de sus vidas, y ambos morirán repentinamente en la capital del Sena. Pero Roth lo narra como un cuento, casi como A Christmas Carol de Dickens, solo que acabará trágicamente, no habrá un Ebenezer Scrooge convertido a la fe, sino un Andreas Kartak muerto ante la indiferencia general. Es un relato hermoso y amargo cuyo tema principal podría ser la búsqueda de la redención divina que no se llega a alcanzar nunca por los enredos de la vida que atraen al hombre hacia el pozo sin fondo que es la perdición. Sí, parece una visión muy cristiana, pero según parece (según cuenta la propia Friderike Zweig), Roth se había acercado al catolicismo, quizás buscando un bálsamo para su apaleado corazón, algo que también hizo Andreas Kartak.

Inciso cinematográfico: "Krotkaya" ("A gentle creature"), dirigida en 2017 por Sergei Loznitsa.

  Kafka vive... y es ruso... Tercera película que veo de Sergei Loznitsa, aclamado documentalista con aspiraciones a mucho más (además de a director, a activista social y político) que es muy reconocido y admirado en festivales y absolutamente desconocido por el gran público. De 2010 es My Joy, una cinta muy controvertida en Rusia, al criticar de forma muy agria la corrupción policial que campa por sus respetos en aquel inmenso país, corrupción policial que mantiene enfangada la vida de gran parte de sus ciudadanos, especialmente los más débiles; de 2012 es En la niebla, ambientada en la Segunda Guerra Mundial, con la supuesta ejecución sumarísima por traición a un campesino bielorruso. Ambas muestran unos personajes que quizás puedan ser estereotípicamente muy rusos: fatalistas, pero ya habiendo aceptado su fatal destino, sin fuerzas para luchar, ya sea contra la corrupción política y de las fuerzas de seguridad o contra una sociedad indiferente al sufrimiento ajeno. Esta película, Krotkaya, es la tercera que veo, de 2017, dudo que llegara a estrenarse fuera de los circuitos de festivales (supongo que Loznitsa debe ser uno de los tipos más perseguidos por el régimen del "tío Vladimir"), y, de nuevo, incide en esa corrupción institucionalizada, con puntos verdaderamente kafkianos.
Imagen tomada del sitio filmaffinity.com
 Sin embargo, el propio director asegura que está basada en La sumisa de Dostoievsky, aunque, claro está, traído a la época moderna. El argumento es simple: una mujer que vive sola y en práctica pobreza en una zona rural rusa recibe una notificación oficial en la que se le permite  visitar a su marido encarcelado. Comienza todo, pues, con un viaje interminable en obsoletos autobuses atestados que traquetean por carreteras secundarias; una vez en la prisión (prisión gigantesca, al tamaño soviético, que implica la creación de una ciudad paralela para albergar a trabajadores y todo el personal que necesita la cárcel), una despótica funcionaria rechaza la entrada de esta mujer y su paquete al centro, ¿razón? Obviamente ninguna, simplemente "es rechazada". Empieza entonces la bajada a los infiernos sociales de la protagonista, que es engañada por todo tipo de personajes de bajos fondos (prostitutas, policías corruptos, proxenetas, traficantes de drogas...) para tratar de hundirla en la misma miseria en que ellos viven. Esta "bajada a los infiernos" representa más de la mitad de la película, y es de una sordidez y dureza difícilmente aguantables, principalmente por la verosimilitud con la que Loznitsa lo muestra. A todo esto, la actitud callada, casi autista de la protagonista consigue que el espectador se solidarice con ella, viéndola como una víctima inocente de una sociedad hundida en todo tipo de vicios y defectos y que no tiene solución alguna. Y queda el "lindo final": por puro agotamiento, la protagonista se queda dormida en la estación de tren de esa ciudad-cárcel y sueña una pesadilla kafkiana a más no poder: todas las personas con las que ha convivido en los últimos días (desde los compañeros de autobús, pasando por trabajadoras de ONG, proxenetas, prostitutas...) montan un juicio sumarísimo en el que, finalmente, es autorizada a entregar el dichoso paquete a su marido. No puede ser más delirantemente kafkiano.
Imagen tomada del sitio tiempodecine.co
 En fin, una de esas películas que le dejan a uno un mal cuerpo que espanta, no por lo que cuentan, sino por cómo lo cuentan, con qué verosimilitud y realismo. Ya digo, el bueno de Sergei Loznitsa (bielorruso de nacimiento aunque ucraniano de nacionalidad) debe tener un ángel de la guarda de primera categoría, porque si no los esbirros de nuestro querido Putin ya le habrían preparado una rica sopita de polonio... Bromas sin gusto aparte, Sergei Loznitsa es de esos directores que, a base de jugarse el cuello, consigue que la opinión pública mundial sepa cuál es la situación social y política en ese gigante país que alumbró a genios como Dostoievsky, Tolstoi, Goncharov, Pushkin, Gógol, Pasternak o Turguénev (muchos de los cuales, por cierto, ya sufrieron en carne propia los desmanes de sus gobernantes).

lunes, 29 de noviembre de 2021

"Estado de alarma. Antología de relatos para un confinamiento".

  He de admitir que ese pérfido animal que es el "mono con pantalones" tiene algunas virtudes, virtudes que, quizá, le han servido para trepar hasta la cúspide (o al menos eso cree él) de la escala filogenética que el mismo inventó. Lo cierto es que no se puede negar resiliencia al "insecto humano", a ese bichejo autodenominado vanidosamente "Homo sapiens", capaz de lo mejor y de lo peor. Y, claro está, dentro de la especie, algunos que se dedican a editar relatos y novelas (algunos los llaman "editores") también participan de esas virtudes y esos defectos. Bien, los de la Editorial Valdemar, haciendo gala de esa capacidad de ver el vaso medio lleno e incluso de poner al mal tiempo buena cara, decidieron en pleno confinamiento pandémico juntar relatos fantásticos o de terror (ya se sabe, lo principal de Valdemar) que tuviesen como tema principal lo que la sociedad mundial (o al menos la del llamado "primer mundo") estaba sufriendo: confinamiento estricto, control policial represivo y manipulación mediática masiva. El resultado es este:
 El resultado es excelente, no se me ocurre mejor idea que (creo que lo hicimos todos los seres humanos pensantes, esto es, el 0,1% de la población mundial) sumergirse en la lectura para huir de la realidad aplastante impuesta por el contubernio político-mediático gobernante a nivel planetario, (otros, he de recordar, se sometieron a la voz de su amo que tronaba himnos apocalípticos a todas horas, ya fuera por la televisión, internet, radio o periódicos). En fin, que muchos optamos por revivir aquel viejo leitmotiv que rezaba: "people say that life is the thing, but I prefer reading". 
 Lo cierto es que Valdemar compila a autores muy heterogéneos y, a diferencia de otras ocasiones, no los ordena cronológicamente, dando así unos bandazos estilísticos que aumentan la sensación de variedad literaria. Además de esos cambios en el estilo también hay cambios muy evidentes en la calidad de los relatos. Así por ejemplo, este volumen contiene joyas como Una voz en la noche de W.H. Hodgson, que precede a una basura impublicable de unos tales John Skipp y Marc Levinthal (me niego a poner el nombre de ese relato que sería rechazable en un concurso literario para chicos de quince años); también está El bacilo robado de H.G. Wells, otra pequeña genialidad de ese autor inglés sobre aquel miedo a que terroristas liberaran un agente patógeno en la red de suministros de agua de una ciudad; especialmente lúcido es el relato de Horacio Quiroga, Los guantes de goma, que narra el miedo patológico a enfermar que lleva a la muerte a alguien totalmente sano...
 Hay, con todo, algunos relatos que no encajan plenamente, o al menos así lo veo yo, con ese tema principal de la pandemia y todos sus componentes sociales, económicos y políticos. No obstante, algunos tienen calidad excepcional y sigue siendo un lujo releerlos de nuevo. Entre ellos incluiré Al otro lado de la montaña, un relato de Michel Bernanos que tiene más de Julio Verne que otra cosa, es, en realidad, una narración de aventuras ambientado inicialmente en el mar, reconvertido en relato de terror y fantástico cuando los dos personajes principales llegan a una misteriosa isla. Un diamante no ya en bruto, sino pulido, conocido y admirado por millones es El Horla de Guy de Maupassant, probablemente uno de los mejores relatos de fantasmas y psicopatologías de todos los tiempos, aunque no acabo de conectarlo con la pandemia.
 Finaliza el volumen de Valdemar con una novela breve de Arthur Conan Doyle, La zona ponzoñosa, espléndida narración del autor escocés en la que aparentemente se produce una mortalidad masiva que queda finalmente en un adormecimiento general de la población, que, pocos días después, despierta sin haber sufrido daño alguno. Ojalá nos suceda a nosotros como a los personajes de la novela de Conan Doyle, que todo sea un mal sueño del que despertar y seguir viviendo... si nos dejan...

lunes, 22 de noviembre de 2021

Rima LXXXVI, Gustavo Adolfo Bécquer.

 Yo me acogí como el perdido nauta,
a una mujer para pedirle amor,
y fue su amor cansancio a mis sentidos,
hielo a mi corazón.

Y quedé de mi vida en la carrera
que un mundo de esperanza ayer pobló,
como queda un viandante en el desierto:
¡a solas con Dios!