sábado, 4 de diciembre de 2021

"Apuesta al amanecer", por Arthur Schnitzler.

  Había leído Relato soñado de este autor, del cual no tengo gran recuerdo. Ahora leo Apuesta al amanecer, y me deja igualmente tibio. Reconozco maestría literaria y talento narrativo, pero no acaba de engancharme el tema, puede que porque le falte mordiente o porque los temas que trata han quedado ya un tanto desfasados.
  Desfasado el tema, pues han pasado casi cien años desde que fuera publicado (1926), pero puede que incluso el propio autor hiciera una crítica de costumbres anacrónicas que persistían en la década de los veinte del pasado siglo en la "Viena postimperial".
 El argumento se desarrolla en apenas cuarenta y ocho horas, las que van desde la visita de un antiguo compañero de cuartel al teniente Wilhem Kasda hasta que éste se acaba quitando la vida. Kasda, joven oficial disoluto, amigo de juegos de cartas, borracheras y mujerzuelas, pero eso sí, de "intachable honor" (o a eso jugaban ellos), que recibe una desesperada petición de ayuda de aquel ex-oficial que ha cometido un desfalco en la empresa civil para la que trabaja; a Kasda no se le ocurre nada mejor que apostar para conseguir el dinero para su amigo. Obviamente, el resultado es desastroso, quedando el teniente endeudado con una cantidad inalcanzable a muy corto plazo.
 Se puede leer de forma indiferente, como si no hubiera crítica alguna al comportamiento de esta gente, pues el autor no la hace de forma evidente; pero también se puede suponer que Schnitzler ridiculiza el "honor de cartón-piedra" de esos "militarotes" que presumen de comportamiento honorable cuando en realidad son la hez de la sociedad. Hay que tener en cuenta los avatares históricos de aquel país que pasó de ser un imperio a, tras la Guerra del 14, ser un pequeño país con una macrocefalia evidente. Esa macrocefalia convertía a Viena en una enorme ciudad para tan pequeño territorio, pero lo peor es que había dejado en fuera de juego a miles de personas que todavía creían en el Imperio austrohúngaro y sus ideales de dominación de Europa Central y Oriental. Nadie mejor para encarnar esa incapacidad de adaptación que los jóvenes oficiales de un ejército derrotado, que jugaban a ser grandes conquistadores y señores, y que, como se narra en el relato, no podían ni pagar sus propias deudas.
 La prosa de Schnitzler es rápida, moderna, pero cuidada y suficientemente adjetivada; desarrolla con maestría el monólogo interior, lo suficiente para caracterizar la psicología de los personajes y la evolución de estos en el tiempo.

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