jueves, 5 de agosto de 2021

"La campana de Islandia", por Halldór Laxness.

  Cambio total de tercio con respecto a Bellow. Si en el americano la prosa es lenta, con mil y una digresiones y reflexiones; en el islandés es rápida, con frases cortas, nada de reflexiones, todo acción. Laxness, premio Nobel de literatura de 1955, plantea una historia en su país natal ambientada en el siglo XVIII, en época de miseria extrema y bajo dominio político danés. La novela tiene (supongo que de forma intencionada) la forma de las famosas "sagas" islandesas, relatos épicos que narran de manera un tanto fantasiosa las hazañas de grandes héroes locales; así, uno de los protagonistas principales recorre Islandia a pie para escapar de una pena de muerte injusta, embarcarse hacia el continente y, tras pasar por Países Bajos y Alemania, llegar hasta Copenhague y pedir el perdón real; de vuelta a Islandia y conseguir el reconocimiento social que le había sido hurtado.
 La novela tiene tintes nacionalistas bastante claros aunque no exacerbados: los islandeses, aunque paupérrimos y brutos, son nobles y honestos, en tanto que los daneses son crueles y falsos; pero, además, el texto es rico en referencias al folklore islandés, tanto literario como histórico. Pero la cercanía a la novela histórica no impide que haya algún momento cómico (escaso, todo hay que decirlo) que me ha recordado a Simplicissimus, como cuando, una vez en Rotterdam, confunde a una prostituta con la mujer de un importante líder, "un pastor o un arcipreste"; es un humor también un tanto anacrónico, más propio de una novela picaresca que de otra cosa.
 Otra cuestión es cómo empatizar con los personajes y sus terribles sufrimientos: no sé si será por la distancia cultural o por la forma arcaica y descarnada de la narración, pero a mí me ha sido imposible acercarme a los sentimientos de esta gente. Tal vez sea por lo que decía al principio, lo áspera que es la narración, sin reflexión ni apariencia de sentimiento humano alguno.
  En fin, una novela "muy islandesa", por la ambientación, el modo de narrar, la actitud apática de los personajes... Para mí, una aproximación en plena canícula a un lejano país que ni entiende de canícula ni calores de ningún tipo.

jueves, 22 de julio de 2021

"Herzog", por Saul Bellow.

  Al final han sido ocho días. No es un libro muy largo, unas cuatrocientas cincuenta páginas, eso sí, de letra pequeña. Pero he tardado ocho días en leerlo porque lo he dosificado para poderlo aguantar... ¡Que no me ha gustado nada, vaya! Para ponernos en antecedentes: Saul Bellow fue un escritor estadounidense fallecido en 2005 y que fue premiado con el Nobel de Literatura en 1976. Su obra está en consonancia con su propia vida: de origen judío ruso, nace en Montreal y pasa su infancia y juventud en Chicago; erudito y académicamente muy activo, pasa su vida adulta entre Nueva York y "la ciudad del viento"; su vida amorosa, parece ser, fue prolífica aunque complicada. Doy tantos detalles porque así explico al personaje principal de esta novela, Moses Herzog, casualmente un judío estadounidense de origen ruso, nacido en Montreal, criado en Chicago y residente entre esa ciudad y Nueva York, que es profesor universitario y reconocido académico, y su vida amorosa es azarosa y compleja. Vamos que el personaje es el paradigma del álter ego de un escritor.
 Parece ser que el resto de la obra de Bellow (yo sólo he leído ésta novela y no pienso leer más) tiene los mismos parámetros, así como una intelectualización continua. Lo novedoso e inusual de Herzog es que el personaje principal reflexiona sobre todo lo humano y lo divino, escribiendo cartas mentales a los personajes más variados; entre éstos están tanto amigos y coetáneos del personaje como otros como Nietzsche, Spinoza, Platón o el mismo Dios. Lo interesante es que alterna la narración en tercera persona (la forma clásica) y en primera (la de las cartas) con total normalidad, sin siquiera separarlo por párrafos, lo cual, he de reconocer, muestra una técnica prosística muy refinada.
 ¿Y por qué digo que no voy a leer más de este tipo? Pues porque la falta absoluta de acción, la intelectualización total son tan excesivas que me aburre soberanamente, aun admitiendo todas sus virtudes. Servidor es muy "clasicote" en esto de la novela: me gusta que haya un principio y un final reconocibles como tales, y en Herzog no hay más que narración de un periodo concreto de la vida de Moses Herzog, no ocurre nada para que comience la novela ni para que termine, es, digámoslo así, un trozo de salchicha, sin principio ni fin. Por otro lado la intelectualización sobre todos los aspectos de la existencia humana, aun cuando está muy bien traída y argumentada, acaba por cansar y parecer un tanto artificiosa... Supongo que será cosa de gustos... pues eso, que tengo como referencia fundamental de la novela la que tenían los escritores del XIX, con variaciones y actualizaciones, claro, pero con las normas básicas presentes.

 Ignoro cómo será en el resto de su obra, pero en esta novela, la descripción supera amplísimamente a la narración, claro está. He de reconocer que el dominio de la lengua que tenía este hombre es francamente sobresaliente; pero ya para saber si merecía el Premio Nobel de Literatura o no habría que hacer quinielas políticas y sociales y yo no estoy para eso.

domingo, 18 de julio de 2021

"Josué", "Jueces", "Samuel", "Rut" y "Reyes", libros históricos del Antiguo Testamento.

  Los llamados "libros históricos" del Antiguo Testamento son en total, dieciséis libros; los exégetas los clasifican en tres grupos: en el primero incluyen los libros de Josué, Jueces, Samuel (dividido en dos libros), Rut y Reyes (también dividido en dos libros); un segundo grupo incluye Crónicas (otros dos libros), Esdras y  Nehemías; y por último los de Tobías, Judit, Ester y Macabeos. Vamos con los cinco primeros.
 Josué. En primer lugar narra la conquista y distribución de la Tierra prometida. El nombre de Josué es el del líder del pueblo de Israel, el sustituto de Moisés, por tanto. Es muy, pero que muy veterotestamentario, en el sentido de anticuado, arcaico. Llega a ser jocoso el hecho de fomentar la circuncisión masiva del pueblo y nombrar el lugar en el que lo hacen como la "Colina de los prepucios", no, no es broma, así lo llaman. Me llama la atención poderosamente que para ser la Tierra prometida por Dios al pueblo de Israel, ésta ya esté poblada, hasta que incluso tengan que tomar a sangre y fuego las ciudades presentes (eso sí, con una pequeña ayudita divina). Así, por ejemplo, las murallas de Jericó son derribadas con trompetas. Finalmente se reparten la Tierra prometida (Palestina meridional) entre las doce tribus. Es, por tanto, una historia guerrera, sin el más mínimo atisbo de religiosidad o espiritualidad, únicamente se refuerza el famoso temazo del "pueblo elegido".
 Jueces. Parece ser que el título del libro lleva a error, pues no son jueces en el sentido moderno de la palabra, sino líderes sociales y políticos. En este libro ya están asentados en la Tierra prometida, pero sigue el ambiente bélico, concretamente la conquista de Canaan. Por otro lado siguen las desobediencias de Israel y los consiguientes castigos divinos. Luego llega una relación de los jueces que a muchos en este país les podría recordar la lista de los reyes godos. Hay alguna historia interesante (principalmente la de Sansón y Dalila) y poco más.
 Rut. Este libro narra la historia personal de Rut, viuda que casa en segundas nupcias con Booz, y de aquella, hasta el rey David. Esto, tal vez, recalque que los "caminos del Señor son inescrutables", ya que de una época de gran desesperanza se llega a otra de gran esplendor con el rey David, figura central junto con Moisés o Salomón del ideario mitológico judío.
 Samuel I y II. Samuel es el último de los jueces, en su época aparece ya el rey David, que si la mitología hebrea no fuera monoteísta habría que considerarlo casi como un semidiós o un dios menor. En estos libros se contienen hechos fundamentales para la religión judía, que son también ampliamente conocidos por los cristianos: el arca (símbolo de la alianza con Dios) es perdida a manos de los filisteos, aunque recuperada después; David vence a Goliat (historia atemporal y universal del débil derrotando al fuerte)... David es, en cualquier caso, un héroe más "moderno", más verosímil que los del Génesis: se presenta su lado humano, falible, pero también tiene facetas propias de los grandes líderes, de aquellos que concitan la confianza de sus coetáneos.
 Reyes I y II. Historia del pueblo elegido desde David hasta el destierro en Babilonia. Hay un notable cambio con los libros anteriores: no se juzga a los reyes tanto por sus victorias militares como por que caigan o no en la idolatría. La figura mítica central es Salomón, que es presentado como un rey poderoso, pero sobre todo sabio y sensato. Contienen estos libros los famosos juicios salomónicos que todos conocemos y que son paradigma de sabiduría y sensatez. Por supuesto, se narra la construcción del Templo, con medidas exactas dadas por un dios caprichoso y detallista. Es un periodo de prosperidad de Israel, pero también con sus sombras: la poligamia e idolatría con construcción de templos paganos para sus mujeres extranjeras. A diferencia de la época del Génesis o el Éxodo, ya se repudia la poligamia. Sin duda la poligamia es útil para que un pueblo crezca exponencialmente, mas luego, cuando ya es suficientemente grande, la poligamia (biológicamente incoherente con la especie humana) es presentada como un gran pecado (véase doble moral). Sin embargo, se permite a los israelitas dominar el territorio de una manera que parece abominable hoy en día: tomar mujeres por la fuerza entre las extranjeras. Esto es, no cabe duda, una forma de colonización salvaje que sigue recalcando el primitivismo, el tribalismo de este "pueblo elegido".
 Son estos cinco libros más modernos que los del Pentateuco. Alguno de ellos "es muy literario", con esas historias, pasto de guionistas de Hollywood que contienen personajes impagables, cuasi arquetípicos: Sansón y Dalila, el rey David, el rey Salomón...

jueves, 15 de julio de 2021

Inciso cinematográfico: "Arch of Triumph", dirigida en 1948 por Lewis Milestone.

  Basada en una novela de Erich Remarque, Arch of Triumph no es, evidentemente, Casablanca, pero tiene calidad suficiente para ser una de las grandes películas de una de las décadas, la de los cuarenta, más prolíficas del séptimo arte. Con todo, en los años cuarenta del pasado siglo se  rodaron películas insufribles, muchas, meros panfletos nacionalistas para inflamar el pecho de los incautos para que éstos se hicieran matar en cualquier trinchera defendiendo un trapo de colores; otras películas, sin embargo son maravillosas, aunque  tengan un evidente posicionamiento nacional y político. 
 La novela de Erich Maria Remarque fue publicada en 1946, cuando residía ya en Estados Unidos, con lo cual la Segunda Guerra Mundial, época en la que se ambienta la novela, no la sufrió en carne propia. No le haría falta, en todo caso, Remarque fue veterano de la Gran Guerra y sus desastres, desarrollando allí un antibelicismo que trocó felizmente en una brillante carrera literaria con una obra cumbre, Sin novedad en el frente, extraordinaria novela de la que ya hablé en este blog y que generó dos adaptaciones cinematográficas; esta novela, por cierto, debería ser de lectura obligada para aquellos idiotas que todavía creen que las guerras sirven para algo que no sea destruir vidas y países. Bien, el caso es que Arco de triunfo, la novela de Remarque es, por supuesto, furibundamente antibelicista, aunque ya posee ese posicionamiento (proaliados, evidentemente) al que hacía referencia antes.
Imagen tomada del sitio www.filmaffinity.com
 En fin, el argumento principal es una extraña historia de amor entre dos parisinos de adopción: Ravic, un médico sin licencia que opera clandestinamente, refugiado austriaco (interpretado por Charles Boyer), y Joan, una italo-rumana que se enamora de forma fatal de él, pero que a la vez mantiene un idilio con otro (ésta interpretada por Ingrid Bergman). La historia se entrelaza con otra de venganza por parte de Ravic hacia un oficial alemán, Von Haake, genialmente interpretado por Charles Laughton. El hecho de que los dos amantes sean refugiados sin pasaporte en el París de preguerra complica la situación sobremanera, llevando a Joan a mantener una relación amorosa con un tercero por una cuestión meramente práctica, sacarle dinero. La historia como todas las de Remarque no es, pues, dulce y almibarada en absoluto, de hecho, acaba trágicamente como para recordar que en tiempo de guerra todo ha de acabar mal indefectiblemente.
 Aparte de la actuación de Laughton, siempre deslumbrante, Charles Boyer y la Bergman están sobrios y eficientes como siempre, y luego un puñado de actores de reparto que dan más empaque a la cinta y entre los que destaca Louis Calhern en el papel de un coronel zarista que se gana la vida en París como portero de un garito.

Imagen tomada del sitio www.IMDb.com
 Y luego está la ambientación en las calles de París, que da ese aire de film-noir tan especial y que tanto nos gusta a los cinéfilos, un aire que uno, inmediatamente relaciona con Casablanca, Humphrey Bogart y la propia Ingrid Bergman, película que, como dije antes, está a años luz de esta notable cinta.

miércoles, 14 de julio de 2021

"La partida de los músicos", por Per Olov Enquist.

  Enorme diferencia de esta novela con las dos que leí con anterioridad de Enquist (El libro de las parábolas y La biblioteca del Capitán Nemo). En estas decía que la estructura estaba deslavazada, que parecían las típicas notas y reflexiones cogidas a vuelapluma de forma inconexa, como un cuaderno en el que uno anota las ideas que le vienen a la cabeza. La partida de los músicos, sin embargo, es lo contrario: estructura lineal, con pocas analepsis o prolepsis, sigue la línea cronológica natural. Por otro lado, hay algunas semejanzas, como la ambientación en el norte de Suecia (Västerbotten y Norrland) y algunos personajes que se repiten (Eva-Liisa y Josefina Malkström) y, por supuesto, una semejanza estilística que no deja duda de la autoría de Enquist para las tres, pero, ya digo, La partida de los músicos tiene una estructura convencional, la propia de la novela del siglo XIX. Teniendo en cuenta que esta novela fue publicada en 1978 y las otras dos ya en el siglo XXI, se me plantea una duda: ¿tuvo Enquist que adaptarse a esta convencionalidad estructural en la época, y ya siendo ampliamente conocido y respetado pudo escribir "a su manera", o, por el contrario, las editoriales suecas publicaron las dos novelas menores cuando el autor ya era claramente rentable? Supongo que no lo sabré nunca, pero, una vez más, mosquea mucho, francamente.
  El argumento se centra en los inicios del sindicalismo en el país escandinavo, ambientado en las dos regiones septentrionales que he citado y en la línea temporal de 1903 a 1910. Personajes principales son el sindicalista y agitador Elmblad, que, viajando desde Estocolmo, trata de hacer comprender a los atrasados norteños que pueden y deben organizarse para evitar abusos por parte de los empleadores; así como las ya mencionas Eva-Liisa y Josefina, además del tío Aron y Nicanor. Estos últimos son habitantes de Västerbotten, gente que son retratados de forma inmisericorde como analfabetos acobardados que sólo saben cumplir órdenes del patrón o del pastor, que, naturalmente, les instan a ser sumisos y dóciles cual borregos.
 Los hechos narrados mantienen la brutalidad propia de este autor, como siempre narrados con una naturalidad que raya en la indiferencia, aun cuando abundan las amenazas, palizas y agresiones de todo tipo, acabando incluso en el suicidio. Parece ser que Enquist gusta de pergeñar personajes duros que sufren en silencio situaciones sociales y personales que hoy se nos antojan insoportables; sin duda son hijos del clima y el paisaje de ese norte remoto.

 Un detalle especialmente interesante concierne a la traducción del texto. Parece ser que Enquist, que escribe en sueco estándar, la variedad hablada en Estocolmo o Upsala y considerada la versión culta, hace hablar a sus personajes en el dialecto propio de Västerbotten, lo cual aumenta las dificultades de comunicación del estocolmense Elmblad con los obreros de los aserraderos locales. Bien, para no perder esos giros dialectales, los traductores de la edición de Nórdica (Marina Torres y Francisco J. Uriz) han optado por sustituir los diálogos en dialecto por una variedad dialectal del aragonés, por contraposición al castellano al que está vertido la práctica totalidad del texto. El resultado es brillante, pues mantiene esas diferencias dialectales que son fundamentales en el libro y sin las cuales éste quedaría mermado, y, a la vez, el lector hispanohablante medio entiende perfectamente esos pequeños fragmentos en dialecto aragonés. Además, estos traductores firman el prólogo en el que aparte de explicar su forma de abordar el texto, aportan datos sobre la situación política y social de Suecia en los años en los que se desarrolla la novela. Esto es francamente útil para poner en antecedentes a los lectores en español que, como un servidor, desconocen los pormenores sociopolíticos del país escandinavo. Ambas cosas ennoblecen la difícil e ingrata tarea de traducir cualquier texto, especialmente cuando, como éste, lo están en dos variedades dialectales.

viernes, 9 de julio de 2021

"La juventud de Martin Birck", por Hjalmar Söderberg.

  Temo haber leído en orden inverso las tres novelas de Söderberg que he leído recientemente. Leí primero Doctor Glas, luego El juego serio y ahora La juventud de Martin Birck, y lo cierto es que el autor sueco publicó esas novelas en 1905, 1912 y 1901 respectivamente. La fecha de creación de las novelas no es baladí, no ya en Söderberg sino en cualquier autor, pues todo escritor tiene una evolución temática y estilística que es fácil seguir. En el caso en cuestión me ha parecido apreciar que la técnica más depurada, libre ya de exageraciones juveniles se da, como era previsible, en El juego serio y, en menor medida, en Doctor Glas. No es que La juventud de Martin Birck tenga defectos de escritor novel, sin embargo, sobre todo en la segunda mitad de la novela, la prosa se vuelve extrañamente ampulosa, un tanto pretenciosa; en las otras dos novelas, la prosa es ya más directa, sin tanta afectación, es, sin duda, una técnica ya más propia de la madurez del escritor.
 En fin, La juventud de Martin Birck es lo que se ha dado en llamar "novela de aprendizaje" o "de formación", en el sentido de que narra la transición de la infancia a la edad adulta. Esto de la novela de aprendizaje no deja de ser una etiqueta más, pero es cierto que hay centenares o miles de novelas que relatan esa suerte de metamorfosis que todo ser humano sufre y que, bien pergeñada, es el periodo más interesante, principalmente por la evolución del carácter, algo que brinda redondez al personaje.
 Söderberg es un maestro de la descripción psicológica de sus personajes, lo cual permite apreciar el más mínimo cambio en Martin Birck, desde su infancia crédula y sumisa hasta la adultez descreída y sin futuro. 
 La novela acaba teniendo un regusto muy amargo, la verdad. Narra de forma descarnada ese desencantamiento con la vida y el futuro que, en mayor o menor medida, toda criatura inteligente ha sufrido. Acaba incluso con un punto nihilista que no tiene nada de particular teniendo en cuenta la fecha de escritura y que se cita varias veces a Nietzsche. Teniendo en cuenta precisamente la fecha de composición y utilizando otra de esas manidas etiquetas, cabría decir que es una novela fin de siècle, que, como ya se sabe, hace referencia a las novelas ambientadas a final del XIX y que proponían ese decadentismo que arremete contra la hipócrita moral burguesa. Esto último es especialmente notable en la relación amorosa que el propio Birck establece con una mujer que "ya no es joven" (pues había pasado de los treinta) y con la que, ni se casa ni se comportan como meros amantes; es una relación que hoy en día se nos antojaría perfectamente normal, pero que sí rompe con la moral establecida de la época. 

 Pero, por encima de todo, destaca la búsqueda de sí mismo que no es sino el proceso natural de maduración del individuo; como muestra, este botón:
 Leía y pensaba. Buscaba en los libros y en sus propias ideas lo que con tanta frecuencia uno busca en la juventud para luego, en la edad adulta, olvidar que alguna vez le preocupó: una fe según la cual vivir, una estrella por la que guiarse, una relación entre las cosas, un sentido y una meta.

miércoles, 7 de julio de 2021

Dialogue between Gandalf and Pippin. "The Return of the King".

 PIPPIN: I didn't think it would end this way.

GANDALF: End? No, the journey doesn't end here. Death is just another path, one that we all must take. The grey-rain curtain of this world rolls back, and all turns to silver glass, and then you see it.

PIPPIN: What, Gandalf? See what?

GANDALF: White shores, and beyond, a far green country under a swift sunrise.

PIPPIN: Well, that isn't so bad.

GANDALF: No. No, it isn't.

lunes, 5 de julio de 2021

"The Inner Critic" (o el peor crítico, la propia negatividad), by Grant Snider (www.incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site www.incidentalcomics.com

"El libro de las parábolas", por Per Olov Enquist.

  Tengo una aberrante tendencia a repetir lecturas de autores concretos. En vez de irlos dosificando e intercalando con otros autores, leo todo aquello que encuentro en las bibliotecas; craso error, pues acabo empachándome del autor en cuestión. Ahora me he enviciado con autores escandinavos, principalmente suecos, relativamente contemporáneos. Digo "relativamente contemporáneos" porque Söderberg murió en el 41 y Enquist hace poco más de un año. De este último acabo de leer El libro de las parábolas, del cual he sacado conclusiones semejantes al primero que leí, La biblioteca del Capitán Nemo, y alguna más que me huele a cuerno quemado. Lo cierto es que, según los de Planeta, El libro de las parábolas fue publicado por primera vez en sueco en 2013, y en español en 2017; es decir, es uno de los últimos libros del autor sueco, y a su estructura deslavazada, que ya noté en el primero que leí, se suma la repetición de temas de una forma alarmante. Temo ser demasiado prejuicioso contra las editoriales, pero es que estoy tan harto de leer cosas ilegibles cuando un autor deviene famoso... Pues eso, que no tengo claro que El libro de las parábolas debiera haberse publicado si no fuera por la fama notable que adquirió el bueno de Enquist. Ya se sabe que todo escritor escribe muchos más libros de los que publica, en parte porque algunos no lo merecen y en parte porque se tienen muchas historias que acaban siendo desechadas; pero, claro, si la editorial presiona, se publica hasta lo que se escribe en papel higiénico...
 Releyendo lo anterior puede parecer un poco extremista, pero muchos estarán de acuerdo conmigo en que esas poderosas máquinas de hacer dinero que son las editoriales no se paran en mientes a la hora de publicar cosas impublicables si piensan que les es rentable.
 Bueno, al turrón, El libro de las parábolas narra, de nuevo, la vida de un individuo que se parece mucho, pero mucho mucho al propio Enquist. En ningún momento se dice que es un alter ego, pero releyendo la biografía del autor no queda duda. Ahora es un chico joven que, al igual que el autor fue criado en el norte remoto de Suecia (ya comenté lo peculiar que ha de ser la vida en en condiciones climáticas tan extremas); también, al igual que Enquist, queda huérfano de padre en la primera infancia, es criado inicialmente por su madre, que, al tener graves problemas mentales, cede la custodia a los abuelos. También coincide con La biblioteca del Capitán Nemo en provocar la avalancha de recuerdos con un objeto antiguo, recuperado de forma casi milagrosa; ahora es un pequeño cuaderno de su padre, rescatado de las llamas, aunque marcado por ellas y en el que apuntaba poemas propios. La llegada a su poder de ese cuaderno desencadena todo ese torrente de recuerdos, entre los que el más importante es su primera relación sexual, a los quince años, con una mujer de más de cincuenta. Lo anómalo de esta relación, su excepcionalidad extrema, como rodeada por un paréntesis, permite que Enquist hile su adolescencia de forma, como ya dije, un tanto deslavazada.
 Además, coincide con la otra novela en las referencias religiosas, de una religiosidad un tanto obsesiva e insana, claramente impuesta por algunos familiares que parecen querer solucionar todos los problemas con referencias directas a la Biblia. La mezcla de las reflexiones de ese chico de quince años sobre las duras experiencias familiares, las filípicas religiosas y la extraña relación sexual forman el cuerpo central de esta novela, todo, claro está, con el poso que va dejando el paso de las décadas que hace ver todo de distinto color.

domingo, 27 de junio de 2021

"Levítico", "Números" y "Deuteronomio".

  Comparando con las tremendas y atemporales historias del Génesis y el Éxodo, los otros tres libros del Pentateuco son más sosos, fundamentalmente porque no están preñados de arquetipos humanos y de comportamiento y son mucho más coyunturales, tanto en el espacio como en el tiempo. Son coyunturales en el espacio porque, claramente, son aplicables a una sociedad mediterránea, o, al menos, a una sociedad que viva en clima templado, cuyos alimentos principales sean los derivados del trigo, la vid y el olivo,  esto es, para sociedades típicamente circunmediterráneas (aunque, obviamente, podamos llevar esos tres cultivos a otros continentes); y son coyunturales en el tiempo porque, de nuevo, sirven a sociedades tribales que tratan de asentarse en zonas preferentes luchando contra otras tribus, algo que sucedió en esas zonas circunmediterráneas en torno a hace tres mil y pico años.
 El Levítico contiene una enorme colección de leyes de culto (de ahí su nombre) que rigen hasta el más mínimo detalle: cómo hacerlo, con qué, a qué hora, quién ha de hacerlo... Todo muy útil para un pueblo tribal que vivió en un desierto hace cuatro o cinco mil años. ¿Y de qué sirve ahora? Pues eso, de nada, salvo para unos cuantos miles de fanáticos que se siguen guiando por la Ley del Talión y estos preceptos anacrónicos y aberrantes. Que un pueblo, etnia o cultura haga bandera de los preceptos del Levítico sólo puede explicarse de dos maneras: que sean unos hipócritas y vivan de forma moderna aunque aseguren guiarse por esos principios, o que sean unos fanáticos capaces de lapidar a alguien por trabajar en sabbat. Muchas normas que parecen anacrónicas (¡qué diablos, lo son!) son las normas higiénicas propias de un pueblo primitivo, acientífico. Ejemplos muy conocidos: los de los alimentos puros e impuros, para luchar contra la triquinosis, que debía ser patología frecuentísima en la época, nada más eficaz que prohibir comer cerdo... y punto. Se dice que el cerdo es animal impuro porque un dios cruel y lejano así lo dice y fin de la triquinosis (que ellos no tenían ni p*ta idea de que tipo de parasitosis era ni cómo se transmitía); tres cuartos de lo mismo con la lepra, se describe ligeramente cómo es la lesión y se dice que aquél que la presente es impuro y ha de alejarse de los demás. Y como esas mil normas estúpidas y anacrónicas sobre el puerperio, la calvicie, las "impurezas sexuales" del hombre y la mujer... Todo muy útil... para ser puesto en práctica hace tres mil años...
 Números comienza por tener el título mal traducido, debía haber sido traducido por "en el desierto", ya que es, en realidad, la continuación del Éxodo, pero lleva aquel nombre porque se numera, se cuenta a las tribus de Israel (es un censo aproximado en los que salen 600.000 individuos, contando sólo los varones mayores de veinte años). En todo caso, acaba siendo eso, una continuación del Éxodo, alguna metáfora sencilla pero interesante, como la que hace de la falta de agua por falta de fe, o la del desierto como la vida terrena y la tierra prometida como la vida eterna. Poco más.
 El Deuteronomio incluye otro buen puñado de normas anacrónicas  para saber cuáles son los animales puros, cómo han de ser sacrificados... En este libro se encuentran algunos conceptos que explican comportamientos aberrantes en siglos posteriores, como las normas de "condenación de la idolatría" que prohíbe la representación figurativa, algo que llevó a la iconoclastia también en el ámbito cristiano (por ejemplo en el Imperio Bizantino entre 726 y 842) y que llevó a la inmisericorde destrucción de importantes obras de arte de incalculable valor. Muchas normas contenidas aquí siguen en vigor hoy en día para muchos judíos, algunas son incluso señas de identidad, como la de las famosas mezuzot en los quicios de las puertas, que tal vez pudo haberse tomado en sentido figurado, pero que se hizo en sentido literal, y todavía hoy, no hay casa de familia judía que se precie de serlo que no tenga esos cilindritos con el texto del Deuteronomio en los quicios de las puertas. 
 En fin, tres libros, como antes decía, coyunturales tanto en el espacio como en el tiempo. Para algunos señas de identidad a respetar, para la mayoría simples normas anticuadas de un pueblo que lucha por sobrevivir hace cuatro mil años y que no tiene sentido mantener en la actualidad.