sábado, 27 de febrero de 2021

Inciso cinematográfico: "A Tale of Two Cities", dirigida en 1935 por Jack Conway.

  Hay clásicos literarios que se convierten en clásicos cinematográficos gracias, en primer lugar, a un escrupuloso respeto a la obra escrita; en segundo lugar, a un elenco actoral de primera categoría capaz de entender la esencia última de sus papeles; y, en tercer lugar, a una excelsa combinación de todos los oficios necesarios para sacar adelante una película: dirección, fotografía, producción, decorados, ambientación... Todos esos factores se dan en la adaptación cinematográfica de la novela de Dickens que se rodó en 1935, dejando una obra emblemática del séptimo arte a partir de uno de los mejores textos del genio inglés. Y no será porque haya tenido pocas adaptaciones al cine... nada menos que en siete ocasiones (en 1911, 1917, 1922, 1927, 1935, 1958 y 1980). Pero, claro, es que Historia de dos ciudades, la novela de Dickens, lo tiene todo: un pedazo de la Historia suficientemente lejana para que se pueda ver con cierta objetividad; y sentimientos universales y atemporales que afectan a todos los seres humanos, a saber, amor, egoísmo, venganza, perdón o entrega hasta el fin.
Imagen tomada del sitio filmaffinitty.com
 El argumento principal, bien conocido por todos, es la comparación (no siempre odiosa y, desde luego, nunca chovinista) entre la sociedad francesa y la inglesa en el albor de la Revolución Francesa. En ese contexto sociopolítico que cambió el mundo, la vida de un puñado de personas, algunos nobles, otros sirvientes, sociedad más injusta en el continente que en la isla. En París, con la desigualdad social brutal del Antiguo Régimen se gesta la sangrienta venganza que acabará en el Reinado del Terror que restó casi toda la justificación que tuvo la Revolución Francesa, revolución, sin la cual hoy el mundo no sería como es, para bien o para mal. El Terror impuesto por los sans-culottes acabó siendo una escabechina sin fundamento alguno en el que se guillotinaba por delaciones sin justificar. Eso es lo que acaba poniendo en negro sobre blanco Dickens, y nadie podrá decir que Dickens fue partidario de la aristocracia y sus privilegios; no sólo en esta novela, en toda su narrativa, Dickens (gran moralista) muestra a los ricos como gente animalizada y brutal, poseedores de todos los vicios de los que es capaz el ser humano, mientras que de la clase obrera siempre salía algún héroe, dechado de virtudes y ejemplo de perfección.
 Eso es la novela de Dickens. La adaptación de Conway es extremadamente fiel al texto (imposible mejorarlo, por otro lado) y es capaz de juntar todos los ingredientes que antes citaba (elenco, fotografía, ambientación, decorados...) para dejar una película a la misma altura que la novela. Cabría decir que Charles Dickens se hubiera sentido orgulloso de esta adaptación de su obra.
Imagen tomada del sitio classicsandcraziness.wordpress.com
 Del elenco actoral, el que está impresionante (como debe ser al ser el protagonista principal) es Ronald Colman en el papel de Sydney Carton, el abogado borrachín, con la autoestima por los suelos pero capaz de las mayores heroicidades que un hombre puede hacer, inteligente, cínico, sarcástico, desesperado del mundo y de la sociedad, pero enamoradizo e idealista. Colman consigue enamorar al espectador desde el principio, reuniendo todas las virtudes que Dickens había otorgado a Carton.  Gran actuación también de Blanche Yurka interpretando a Madame Defarge. En la novela, Defarge personaliza la brutalidad del Terror: partiendo de un terrible sufrimiento de años, el afán de justicia reparadora se acaba convirtiendo en sed de venganza ciega; en la película, Yurka consigue esa actitud y esa mirada fanática que sólo puede calmarse con el derramamiento de sangre... violencia que sólo generará más violencia...
 La ambientación y la fotografía es  más que aceptable, ya sea de interiores o de las multitudes tomando La Bastilla, teniendo en cuenta, sobre todo, que la peli es del 35.
 Repito aquello con lo que inicié esta entrada: una gran película para una excelente novela, el séptimo arte haciendo honor al cuarto.

sábado, 20 de febrero de 2021

"Hongos de Yuggoth y otros poemas fantásticos", por H. P. Lovecraft.

  Algún que otro autor es capaz de dominar simultánea y magistralmente narrativa, poesía, e incluso ensayo y teatro, pero, obviamente, lo normal es destacar en algún género concreto e incluso en un subgénero en particular. En el caso de Lovecraft nadie duda de que es un narrador especializado en relato, relato fantástico, claro. Publicó una sola novela (novela breve, además), En las montañas de la locura; en el plano ensayístico tiene mucha obra (sobre todo si se incluye la literatura epistolar); y, recogido ahora en este pequeño volumen editado por Valdemar, también poesía. Habría que hacer notar que Lovecraft publicó principalmente en las llamadas revistas pulp, que no publicaban más que relatos (de hecho, parece que En las montañas de la locura fue rechazada por los editores de esas revistas por su longitud), lo cual hace pensar que el afán de darse a conocer y publicar pudo llevarle a acortar sus historias. En fin, eso queda ya para los críticos literarios que, a más de ochenta años de su muerte, descubren que su narrativa ha influenciado a miles de escritores de las últimas décadas y marcado igualmente de forma indeleble el cine fantástico.
 Tras el prólogo biográfico firmado por "los editores" que se centra de forma bastante extensa pero quizá estereotipada (o no, vaya usted a saber) en las inadaptaciones del bueno de Lovecraft así como su alejamiento de la vida social para centrarse en la literaria (como lector y como escritor) se divide en dos bloques los poemas, más por razones de traducción que otra cosa. Por cierto, ya que hablo de los traductores, para ser respetuoso, los nombro: Juan Antonio Santos y Sonia Tribaldos. Su labor ha sido francamente memorable. Ya se sabe: traducir poesía es una de las tareas más complejas que existen, y nunca se acaba de acertar plenamente. Los traductores de la poesía lovecraftiana optan por la temática en detrimento de la forma, es decir, obvian la rima consonante para centrarse en el argumento del poema, pero también en un léxico típicamente lovecraftiano. Diré incluso que, al menos en los traducidos por Santos, hay algunos poemas que tienen un léxico más lovecraftiano en español que en inglés. Eso sí, la rima se va al garete. Esto, que es inevitable, es lamentable, pues el anacronismo literario de Lovecraft lo lleva a escribir sonetos (concretamente sonetos isabelinos, es decir, los formados por tres serventesios y un pareado) en pleno siglo XX. Raro y arcaico, pero más rara y arcaica que la literatura de Lovecraft...

 Para acabar incluyo un par de poemas, uno escrito a la edad de doce años ¡¡¡!!! y otro referido a uno de sus grandes referentes literarios.

To Pan
Seated in a woodland glen
By a shallow reedy stream
Once I fell a-mushing, when
I was lull'd into a dream.

From the brook a shape arose
Half a man and half a goat,
Hoofs it had instead ot toes
And a beard adorn'd its throat.

On a set of rustic reeds
Sweetly play'd this hybrid man
Naught car'd I for earthly needs,
For I knew that this was Pan.

Nymphs and Satyrs gather'd round
To enhoy the lively sound.

All too soon I woke in pain
And return'd to haunts of men
But in rural vales I'd fain
Live and hear Pan's pipes again.

September 1902           


Where Once Poe Walked

Eternal brood the shadows on this ground,
Dreaming of centuries that have gone before;
Great elms rise solemnly by slab and mound,
Arch'd high above a hidden world of yore.
Round all the scene a light of memory plays,
And dead leaves whisper of departed days,
Longing for sights and sounds that are no more.

Lonely and sad, a specter glides along
Aisles where of old his living footsteps fell;
No common glance discerns him, though his song
Peals down through time with a mysterious spell.
Only the few who sorcery's secret know,
Espy amidst these tombs the shade of Poe.

jueves, 18 de febrero de 2021

"My Ideal Library", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site: www.incidentalcomics.com

"El castillo de los Cárpatos", de Julio Verne.

  Una de las novelas menos conocidas de Verne, nada que ver con Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, La vuelta al Mundo en ochenta días o Miguel Strogoff. Sin embargo, todas las características que hicieron de Verne un referente de la novela juvenil de aventuras están ahí: aventuras épicas narradas desde la admiración a un personaje principal, siempre inmaculado; narraciones lineales, sin apenas analepsis; finales gloriosos, en los que el bien y sus representantes triunfan; personajes extremos, héroes o villanos... Es un "Verne menor", sin duda, sin la brillantez en la trama o la redondez de los personajes de Veinte mil leguas de viaje submarino, por ejemplo. De hecho, da la impresión de que El castillo de los Cárpatos es una novela procedente de descartes tanto de argumentos como de personajes; de argumentos porque es una trama muy sencilla y, sobre todo, muy corta; de personajes porque la novela está claramente dividida en dos mitades, en la primera los personajes principales son el médico Patak y el guardabosques Deck, éstos desaparecen en la segunda mitad de la novela para dar lugar a Franz de Telek y al conde Gortz entre otros.
 No obstante, los personajes siguen estando tan estereotipados como siempre, tanto que parecen arquetipos: los jóvenes valientes, esforzados y un tanto irreflexivos (aquí serían Nic Deck, principalmente, y también el propio Franz de Telek); por otro lado están los hombres maduros, gente de ciencia y sabiduría (en la novela, el médico Patak y el juez); además, claro, están los antihéroes, tipos igualmente geniales, pero vencidos por el rencor hasta el punto de no albergar un solo sentimiento honorable.
 Además, otra constante en Verne, no sólo de esta novela, es que los capítulos son iniciados con una profusa descripción, ya sea de un paisaje, del castillo, de un pueblo o de personajes; después pasa ya a la narración de los hechos. Es una estructuración muy acertada, ya que la descripción inicial es una suerte de introducción, un prólogo que pone en antecedentes al lector, como las acotaciones en una obra de teatro, y, una vez que ya te has puesto en situación, te cuenta lo que ha pasado. Una forma de enganchar al lector, de hacérselo fácil para que no pierda el hilo.

  Los de la editorial Alba, haciéndose eco de la creencia generalizada según la cual Verne fue un visionario y auténtico inventor de todo tipo de aparatos tecnológicos, dicen que en El castillo de los Cárpatos se describe "la invención del holograma y la televisión". Vale, sí, algo por el estilo. El holograma se describe al presentar "una caja fonográfica" que ha registrado la última actuación de la soprano Stilla (enamorada tanto de Franz de Telek como del conde de Gortz) a la que se superpone una imagen de la cantante gracias a un retrato, espejos y luz (se esboza, obviamente no se detalla). La televisión también se presenta añadiendo imagen al teléfono gracias a la sucesión de espejos enfrentados parcialmente. En realidad, teniendo en cuenta cuando fue escrita la novela (1892), se puede inferir sin ser muy benévolo que Julio Verne era un tipo de una imaginación desbordante, que, unido a que tenía gran interés y grandes conocimientos de todos los avances tecnológicos que se habían alcanzado hasta su época, ponía en negro sobre blanco inventos a los que les quedaban décadas para existir. Dicho con un ejemplo: tras el asombroso desarrollo del primer teléfono en 1871, alguien con imaginación podía haber deseado que la voz llegara con imágenes, de ahí a la televisión todo es tecnología, tecnología que llegaría en 1898, seis años antes de que Verne escribiera esta novela.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Bécquer (185 años de su nacimiento).

  Tu pupila es azul, sí, ya sabemos que las pupilas sólo pueden ser de color negro, es el iris el que toma coloraciones azules, verdes o marrones; lo increíble es que haya gente incapaz de sentir la belleza pura y simple (aquella que buscó toda su vida otro grande, Juan Ramón) en una rima tan perfecta y tan maravillosa y se fijen tan sólo en el error por impropiedad léxica. "Cogiendo el rábano por las hojas", como siempre, ¡y ésos son los listos de la familia!

Tu pupila es azul, y cuando ríes
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo,
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
¡una perdida estrella!

domingo, 14 de febrero de 2021

Sabiduría 17, 1-21. Literatura de terror con más de dos mil años de antigüedad.

 Se considera la narrativa de terror como algo relativamente moderno en la literatura universal. Algo que "explosiona" a nivel de público en el siglo XIX, aunque en siglos anteriores, incluso desde la Edad Media, ya había textos que, claramente, buscan aterrorizar al lector, aunque fuera con ánimo proselitista. Y, efectivamente, la literatura de terror es tan antigua como el hombre. Para muestra, un botón. El (supuestamente) libro más moderno, en el sentido de reciente, del Antiguo Testamento, Sabiduría, tradicionalmente atribuido al Rey Salomón, aunque los exégetas lo creen más moderno. Un texto, el que copio a continuación, que podría haber sido firmado por Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft perfectamente. En realidad no es tan extraño en un conjunto de libros tan heterogéneo como el Antiguo Testamento, pues entre los libros proféticos e históricos se cuela un poema erótico como el Cantar de los Cantares. Aquí, pues, el capítulo 17 de Sabiduría:

Sab17 1 Grandes e inenarrables son tus juicios, | por eso las almas ignorantes se extraviaron.
  2 Cuando los malvados creían que podían oprimir a la nación santa, | se encontraron prisioneros de las tinieblas, encadenados en una larga noche, | recluidos bajo su techo, desterrados de la eterna providencia.
  3 Pensaban permanecer ocultos con sus secretos pecados | bajo el oscuro velo del olvido, | pero se vieron dispersos, presa de terrible espanto, | sobresaltados por alucinaciones.
  4 El escondrijo que los protegía no los libraba del miedo, | pues a su alrededor retumbaban ruidos escalofriantes | y se les aparecían sombríos espectros de lúgubre aspecto.
  5 No había fuego capaz de alumbrarlos, | ni el brillo resplandeciente de las estrellas | lograba iluminar aquella noche horrible.
  6 Para ellos solo lucía una hoguera espantosa | que ardía por sí misma, | y cuando desaparecía la visión, quedaban tan aterrados | que les parecía más macabro aún lo que habían visto.
  7 Los trucos de la magia habían fracasado | y su alarde de sabiduría quedó en ridículo,
  8 pues los que prometían expulsar miedos y temores de la gente enloquecida, | enloquecían ellos mismos con un pánico ridículo.
  9 Y aunque nada inquietante les atemorizase, | sobresaltados por el paso de las alimañas y el silbido de los reptiles,
  10 sucumbían temblando, | negándose a mirar aquel aire inevitable.
  11 Pues la maldad es cobarde y a sí misma se condena, | acosada por la conciencia, 
siempre se imagina lo peor.
  12 Y el miedo no es otra cosa que el abandono de los auxilios de la razón:
  13 cuanto menor es la confianza en uno mismo, | mayor parece la causa desconocida del tormento.
  14 Durante aquella noche realmente imposible, | surgida de las profundidades del impotente Hades, | durmiendo todos el mismo sueño,
  15 unas veces los perseguían espectros monstruosos, | y otras, al fallarles el valor, desfallecían, | pues los invadió un miedo repentino e inesperado.
  16 Así, cualquiera que caía en una tal situación | quedaba atrapado, encadenado en aquella cárcel sin barrotes;
  17 fuese labrador o pastor, | o un trabajador que se afana en solitario, | sufría, sorprendido, el ineludible destino, 
 18 pues todos estaban atados a la misma cadena de tinieblas. | El silbido del viento, | el canto melodioso de los pájaros en el ramaje frondoso, | la cadencia del agua fluyendo impetuosa, 
 19 el estruendo de las rocas al precipitarse, | la carrera invisible de animales al galope, | el rugido de las bestias más feroces, | o el eco que retumbaba en las oquedades de las montañas | los dejaba paralizados de terror.
  20 El mundo entero resplandecía con luz radiante | y se dedicaba sin trabas a sus tareas;
  21 solo sobre ellos se cernía una noche agobiante, | imagen de las tinieblas que les esperaban, | aunque ellos eran para sí mismos más agobiantes que las tinieblas. 

jueves, 11 de febrero de 2021

"La estepa. El barranco", de Antón Chéjov.

  ¡Ahora, sí! Ahora sí que disfruto de la lectura sin onanismos mentales. "En la variedad está el gusto", reza el dicho popular; y no sé si está el gusto, pero, al menos, está la posibilidad de distinguir de forma meridianamente clara la alta calidad literaria de lo adocenado. Comparar, pues, a Kertész con Chéjov es como comparar un bocata de mortadela con una ración de pata negra. A ver, el bocata de mortadela te puede quitar el hambre en un momento de necesidad extrema, pero la sinfonía de sabores del ibérico no tiene parangón. Pues lo mismo con estos dos: el húngaro tuvo su momento con Sin destino, aportando una visión peculiar sobre la Shoah, importantísima como cualquiera ya que era su propia visión, terriblemente real, pero no hay nada más; no está justificada en absoluto la concesión del Premio Nobel si no es por razones políticas que, ya se sabe, emponzoñan todo lo que tocan. El ucraniano (en su época, ruso) no recibió grandes premios, el Premio Pushkin de 1888 y poco más, sin embargo es un referente absoluto tanto en teatro como en narrativa breve.
 La estepa es una obra de juventud (tenía 28 años cuando la publicó, juventud relativa, teniendo en cuenta que murió a la tempranísima edad de 44 años), y por ello no se puede apreciar la inmensa maestría descriptiva que alcanzaría años después en dramaturgia o narrativa. Con todo, la capacidad de describir el paisaje (la estepa ucraniana del Donbass) con sus peculiaridades orográficas, pero también humanas es francamente deliciosa. Es un argumento sencillo: el viaje de un chico de nueve años, Yegor (Yegorushka), que parte del hogar a estudiar en el instituto, en una rudimentaria carreta tirada por caballos, en compañía de su tío y un pope, y, posteriormente, de campesinos y moradores de dicha Estepa Póntica. Como dije antes a cuenta de Dickens, la mezcla entre narración y descripción es casi perfecta: lo ameno de la narración del viaje se mezcla sin asperezas con la exacta descripción del paisaje, los personajes y sus avatares. 
 Si en La estepa el tempo es lento, configurando así el lento paso de las estaciones en un paisaje aparentemente eterno, en En el barranco es todo lo contrario. En este segundo relato el paisaje es irrelevante, lo importante son las relaciones (la mayoría, desquiciantes) en una familia de comerciantes que cometen todo tipo de tropelías, desde vender género adulterado hasta comerciar con moneda falsa, pasando por el adulterio e incluso el asesinato. Aquí cada capítulo es como una lucha que lleva a los individuos a caer más bajo moralmente. La descripción ahora es psicológica, con abundancia del famoso monólogo interior y diálogos verdaderamente desasosegantes. Todo lo muestra el autor como un diáfano cuadro social, sin juicios morales.
 Leer a Chéjov es como tomar una tisana reparadora, que libera de todas las porquerías que uno, motu proprio o no, ha ido leyendo a lo largo de los años.
  Todas esas características que los academicistas recalcan en novela realista se dan en estos textos: obra apegada a los detalles de la realidad y, por tanto, abundante en descripciones; caracterización de los personajes con distintos registros (habla popular, regional, culta...); muestra directa de la relación entre los personajes y su entorno social, económico y cultural; uso del monólogo interior... En definitiva, todos y cada uno de los recursos literarios al servicio de un gigante de la narración como Antón Pávlovich Chéjov.

sábado, 6 de febrero de 2021

"Fiasco", de Imre Kertész.

  Por más años que pasan y más cientos de libros que leo, no escarmiento. Lo digo porque éste es el cuarto libro que leo del "inmenso" Imre Kertész... y sigo pensando lo mismo que sentí al leer los anteriores: que es un autor con un par de novelas que merecen la pena (Sin destino y Kaddish por el hijo no nacido) (y este último no lo tengo tan claro) y lo demás no merece la pena. Lo siento, pero esto es lo que pienso. Lo demás son un puñado de ensayos relatados o relatos ensayísticos o... o yo que sé... Sí, sí sé, son las notas que todo escritor tiene y que no son publicables. Son notas tomadas a vuelapluma sobre ciertas consideraciones, algunas ideas aisladas, reflexiones sobre libros ya escritos... Algo que, salvo que se esté estudiando al autor para hacer, por ejemplo, una tesis doctoral, no es interesante en absoluto. Pero, claro, todo cambia cuando el bueno de Kertész recibe el Premio Nobel de literatura de 2002. Eso, supuestamente, significa que todo lo que haya escrito o escriba el fulano en cuestión es una obra maestra que ha de ser publicado y ha de recibir toda ayuda o subvención pública para que el gran público (pobres ignorantes) sean iluminados. ¡Bufff!
 Cuando leí Sin destino, me pareció un necesario relato personal sobre el Holocausto, la terrible experiencia de la brutalidad y el sadismo humanos, concretados en Auschwitz. Temo que estos relatos son necesarios no por interés literario o cultural sino social, quiero decir: la humanidad es de una estupidez tan inmensa que es perfectamente verosímil que una salvajada de ese calibre se pueda volver a repetir, con lo cual la lectura de esas aberraciones puede, de algún modo, inmunizar a los pocos seres humanos con inteligencia en el planeta (que, desgraciadamente, somos los que no tenemos poder alguno). Así que la cuestión social justifica la publicación y lectura de Sin destino
 Con Kaddish por el hijo no nacido y, sobre todo, con La última posada ya me di cuenta de que la infame industria editorial había decidido publicar todo lo que había escrito este pequeño escritor húngaro, aunque fuera sobre papel higiénico. Y como no hay dos sin tres, ahora he vuelto a meter la pata con Fiasco... Ahora que lo pienso, qué buen título, vaya fiasco se va a encontrar quien busque buena literatura en estas páginas...

 Pues eso, Fiasco es un relato ensayístico, o un ensayo novelado o algo extraño en el que el autor recoge todas sus consideraciones, de forma deslavazada, sin verdadera estructura. Podría considerarse "metaliteratura" en el sentido de que entre las digresiones están aquellas que tienen que ver con el rechazo editorial a la publicación de Sin destino (que, por cierto, esgrimen razones que me parecen totalmente lógicas: que el protagonista no llega a comprender plenamente el salvaje proceso del Holocausto y que no emite juicio moral alguno). Otros fragmentos del relato son meras cuestiones de orden práctico de su vida rutinaria y sin grandes esperanzas en un Budapest en plena Guerra Fría, de una grisura sin fin (tanto Budapest y Hungría como la vida del escritor).
 En fin, fragmentos de vida de un tipo gris que reflexiona sobre vulgares eventos en una vulgar ciudad... Nada que interese.

jueves, 4 de febrero de 2021

Sirácida 18, 1-18

 Eclo18 1 El que vive eternamente lo creó todo por igual;
  2 solo el Señor es reconocido justo, | y no hay otro fuera de él.
  3 Gobierna el mundo con la palma de su mano, | y todo obedece a su voluntad, | pues él con su poder es rey de todos, | separando en ellos las cosas santas de las profanas.
  4 A nadie permitió que anunciara sus obras. | ¿Quién rastreará sus maravillas?
  5 ¿Quién medirá el poder de su majestad? | ¿Quién conseguirá narrar sus misericordias?
  6 No hay nada que quitar, ni nada que añadir, | ni se pueden rastrear las maravillas del Señor.
  7 Cuando el hombre termina, entonces empieza, | cuando se detiene, entonces queda asombrado.
  8 ¿Qué es el hombre?, ¿para qué sirve?, | ¿cuál es su bien y cuál su mal?
  9 Los días del hombre son cien años como mucho; | el día más imprevisible de todos es el de la muerte.
  10 Como gota de agua en el mar, como grano de arena, | así son sus pocos años frente a un día de la eternidad.
  11 Por eso el Señor es paciente con los humanos | y derrama sobre ellos su misericordia.
  12 Él ve y sabe que el fin de ellos es miserable, | por eso multiplica su perdón.
  13 El hombre se compadece de su prójimo, | el Señor, de todo ser viviente. | Él reprende, adoctrina, enseña | y guía como un pastor a su rebaño.
  14 Se compadece de los que acogen la instrucción | y de los que se afanan por sus decretos.  Dar con generosidad. 
 15 Hijo, a los favores no añadas un reproche, | ni a cada regalo palabras ofensivas. 
 16 ¿No mitiga el rocío el calor ardiente? | Así una palabra es mejor que un regalo.
  17 ¿No vale más una palabra que un buen obsequio? | Ambas cosas son propias del hombre caritativo.
  18 El necio reprocha sin caridad, | y el regalo del avaro consume los ojos. 

miércoles, 3 de febrero de 2021

"La figura de la alfombra", de Henry James.

  Una de las cosas más difíciles de conseguir para un escritor de cualquier época es mantener la atención del lector, crear una intriga que desasosiegue, que tenga en vilo y que, por supuesto, se desvele al final. Hay novelas en las que por su naturaleza es más fácil conseguir este objetivo; estoy pensando en narrativa de viajes o de aventuras, por ejemplo, en la que el o los protagonistas viven aventuras  a ojos del lector que facilitan la elucubración de un futuro concreto por parte de éste. Sin embargo, algunos escritores (muy pocos, en verdad) tienen la capacidad de "crear un secreto" y mantenerlo hasta el final del texto, incluso en el ámbito intelectual. Es el caso de Henry James. En La figura de la alfombra, el argumento principal es descubrir "el secreto" que un reconocido y ficticio escritor (Vereker es su nombre) asegura tener en sus novelas y cómo unos críticos literarios (el innominado narrador y un tal Corvick) se devanan los sesos para encontrarlo. Tal secreto es, supuestamente, la razón del éxito de público y de crítica del tal Vereker. La genialidad de James es tal que consigue que el lector se sienta intrigado por qué diablos es ese secreto y consigue que se devore con ansiedad las páginas del relato.
 La excesiva intelectualización de un tema tan trivial se hace pasable principalmente por la brevedad del texto (un relato de menos de noventa páginas). Con todo, se muestra, así lo veo yo, como algo obsesivo para la bobada de un escritor que, al igual que el propio James, juega con las ilusiones de los críticos. Los de la editorial Impedimenta dicen que es una "fábula magistral sobre las misteriosas relaciones entre el escritor y su público", y, en buena medida, estoy de acuerdo. Aunque el narrador es crítico literario y se interesa por la obra de Vereker por razones profesionales, igualmente es, no podía ser de otra manera, lector; un lector obsesivo incapaz de quitarse de la cabeza una pequeña referencia de su autor predilecto. Esto, ya se sabe, es algo relativamente frecuente para ciertos escritores en la vida real, que no pueden quitarse de encima a determinados lectores, los cuales llegan incluso a acosar al autor, necesitando éste incluso protección policial y judicial. Bien, pues el relato de James ejemplariza una de esas relaciones obsesivas que no puede acabar de otra forma que no sea trágica.

 Este relato es, pues, muestra de la maestría sin par de Henry James, tanto por su capacidad de urdir una trama intrigante de una cuestión meramente literaria, intelectual, como por poner en negro sobre blanco la peculiar relación que existe entre autores y escritores y que, por la imposibilidad de verdadera relación directa, lleva en muchos casos a obsesiones malsanas que en absoluto tienen que ver con el sencillo placer de la lectura.