lunes, 8 de marzo de 2021

"El cazador de sueños", de Stephen King.

  Creo que me pasa en todos los ámbitos de la vida: antes de hacer algo, leer un libro, ver una película, visitar una ciudad... me hago un juicio a priori de lo que voy a ver. Pero un juicio duro como pocos... quizá como me juzgaron y me enseñaron a juzgar los que me educaron. Lo cierto es que no soy capaz de aplicar colores intermedios, todo es blanco o negro. Aplicado a la literatura: o espero leer una obra maestra que cambie mi vida o una simple novelilla para pasar el rato. ¡Claro, así luego me decepciono o sorprendo! Cuando espero leer a un maestro universal tiendo a buscar defectos... y los encuentro, al fin y al cabo eran seres humanos; eso me pasa leyendo a Dickens, Dostoievsky, Tolstoi, Henry James y demás gigantes de la literatura elevados al Parnaso cultural desde hace más de un siglo; como consecuencia, me siento un tanto decepcionado al no encontrar la excelencia inmaculada que esperaba. Y por otro lado, cuando leo a autores contemporáneos, todavía en proceso de formación (como se encuentra todo ser humano inteligente hasta el momento de su muerte, aunque ésta sea a los cien años) tiendo a ser benevolente e incluso despectivo, así me acabo sorprendiendo de que estos tipos de ahora sean capaces de escribir casi sin faltas de ortografía o puntuación. Esto último me pasa con Stephen King, al cual, prejuicioso yo, tildo de autor menor contemporáneo, autor de "poca chicha", para pasar el rato... Y me vuelvo a confundir.
 Mis prejuicios perjudican mi capacidad crítica. Pero temo no ser el único. Es más, siento que no ha existido un ser humano desde Adán y Eva (si es que existió esa pareja de hippies que vivía en un jardín y hablaba con serpientes) que no prejuzgue. Dicen los listos que prejuzgar es una forma de anticiparnos a lo que podamos encontrarnos (claro, manda c*j*nes la obviedad), es decir, que automáticamente prejuzgamos porque necesitamos saber a qué nos enfrentamos y actuar de forma rápida para salvar nuestra vida. Por ejemplo, que si yo soy un tío como Adán, con mi hojita de parra tapándome las vergüenzas, ahí mordisqueando manzanas y matando algún bicho que otro para hacerme unas chuletillas, tengo que saber a toda h*stia si el bicho que tengo delante sirve para lo de las chuletillas o tengo que salir corriendo porque me va a comer él a mí, y todo en cuestión de décimas de segundo en función de que el bicho sea peludito, blanco y no pare de balar, o sea grande, a rayas amarillas y negras y no pare de rugir... Bueno, ahora ya no voy con hoja de parra (no por mi gusto, desde luego) y las chuletillas las compro en el M*rcad*na, pero sigo manteniendo ese instinto animal que me obliga a hacerme una idea a toda velocidad sobre que voy a encontrarme... también cuando leo. Y así es, queridos niños, como los prejuicios funcionan.

 Bueno, simplificando, que cuando leo a Stephen King tiendo a pensar que es un autor bueno para pasar el rato, y me sorprendo de la calidad que tiene. Pienso, prejuicios aparte, que en esta ingrata sociedad humana, incapaz de decirle a alguien que verdaderamente es valioso (no sea que se lo crea... o que me reviente el bazo al hablar bien de alguien...), autores como Stephen King, que venden millones de libros en cada tirada (mira, me alegro, así podrá comprar un montón de chuletillas en el M*rcad*na que tenga al lado de su casa en Bangor, Maine, United States of America), pues eso, que ese tío, digo, será elevado a esos altares del Parnaso cultural y será, consecuentemente, estudiado por sesudos doctorandos en literatura universal. Lo cierto es que aunque a King se le considere un autor comercial (algunos dirán "si la envidia fuera tiña...") tiene algunas descripciones psicológicas de los personajes que ríase usted de don Fiódor Mijáilovich. Por otro lado, el hecho de que el americano haga referencias constantes a la llamada cultura popular (sus personajes tararean canciones de los Rolling Stones, recuerdan películas de Spielberg o novelas de Ray Bradbury) servirá en un futuro no muy lejano para que otros tipos sabihondos y empingorotados, también doctorandos, estudien las costumbres sociales del siglo XX y XXI, igual que hoy se estudian las costumbres sociales de la Inglaterra del XIX en las novelas de Dickens.
 En fin, que los prejuicios son muy malos pero nos han tenido vivos hasta la fecha (signifique eso lo que signifique y tenga el valor que tenga) y nos permiten actuar sin pensar para comernos al bichito blanco que no deja de balar, y huir del bicho grande a rayas amarillas y negras que no deja de rugir... ¿o era al revés?

jueves, 4 de marzo de 2021

Salmo 120. "Contra el calumniador". Actualizado a hoy: "Mass Media".

 En mi aflicción llamé al Señor,
 | y él me respondió. 
 2 Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, | de la lengua traidora.
  3 ¿Qué te va a dar o mandarte Dios, | lengua traidora?
  4 Flechas de arquero, | afiladas con ascuas de retama.
  5 ¡Ay de mí, desterrado en Masac, | acampado en Cadar!
  6 Demasiado llevo viviendo | con los que odian la paz
.  7 Cuando yo digo: «Paz», | ellos dicen: «Guerra». 

lunes, 1 de marzo de 2021

"Papá Puerco", por Terry Pratchett.

  Vigésima entrega de la serie del Mundodisco, la genial sátira de Pratchett sobre absolutamente todo lo concerniente al homo sapiens y la sociedad que ha creado. Ahora le toca el turno a las tradiciones sociales, familiares y religiosas (aunque las principales lo son todo a la vez), no en vano, el título en español hace referencia, obviamente, a Papá Noel. Pero, como siempre, Pratchett va mucho más allá para poner en solfa la razón última de estos bonitos cuentos infantiles que, como tantas mentiras humanas, se desmoronan al llegar a la adultez.
 En esencia, Papá Puerco es un remedo "mundodisquiano" de Papá Noel, esto es, un tipo risueño, gordo y barbudo que va dejando regalos para los niños en la Vigilia de los Puercos. El nombre hace referencia a los animales que tiran del trineo, que, en lugar de ser elegantes y estilizados renos son grasientos y gruñones verracos. Pues bien, Papá Puerco ha desaparecido (aquí he de hacer un inciso para corregir la traducción al español: en inglés se dice que Papá Puerco se ha ido -is gone-, con el sentido que tiene también de "ha muerto", así se deja abierta la posibilidad de que haya pasado una cosa u otra; en español se ha traducido como "ha muerto", con lo cual se rompe el doble sentido... las traducciones, ya se sabe...). Lo cierto es que el primero en detectarlo ha sido nada más y nada menos que La Muerte, y no se le ocurre nada mejor que sustituirlo personalmente.
 Solamente esta sustitución supone un filón de equívocos y situaciones hilarantes (como cuando, por ejemplo, La Muerte sustituye a Papá Puerco en el centro comercial más importante de Ankh-Morpork y comienza a sentar a pequeños niñitos en sus huesudas rodillas) para un genio de la ironía como Pratchett. Pero eso es muy poco para el bueno de Terry: aprovecha para destripar todas esas tradiciones, por ejemplo, la del Hada de los Dientes (en España, el Ratoncito Pérez) haciendo que la aparentemente inocente criatura angelical, toda alitas, resplandor y magia tenga montado un negocio con terceros, ya que gracias a los dientes de leche que consigue puede pervertir la voluntad de los niños (y de éstos cuando lleguen a adultos) para que se comporten de una forma determinada.
 Por otro lado, Susan Sto Helit, la nieta de La Muerte, con todo lo que eso significa... trata de investigar por qué su abuelo, alguien concentrado en cuerpo y alma (huesos y túnica, mejor) a su labor de segador de vidas para actuar de forma altruista sustituyendo al gordo barbudo. Para ello le ayudará el Oh dios de las resacas, la personificación de un dios fallido que tiene como toda característica sobrenatural sufrir las resacas y dolores de cabeza de todos aquellos que han bebido el día anterior.
 La Muerte, con barba postiza y un cojín debajo del abrigo rojo, tiene como ayudante a Albert, antiguo mago reconvertido en criado de la Parca. Albert está mucho más versado en comportamiento humano, ya que su amo se limita a segar las vidas, no a conocerlos; así, Albert se convierte en el guía que abre los ojos a La Muerte. Hasta tal punto es así, que muchas veces recuerdan a Scrooge y los espíritus de las distintas Navidades, del inmortal Cuento de Navidad de Dickens.
 En definitiva, otra historia inmortal de Pratchett, otra vuelta de tuerca de la sátira con la que el genial autor inglés nos abre los ojos a los convencionalismos y estupideces humanas... eso sí, de la mejor forma: con una sonrisa.

sábado, 27 de febrero de 2021

Inciso cinematográfico: "A Tale of Two Cities", dirigida en 1935 por Jack Conway.

  Hay clásicos literarios que se convierten en clásicos cinematográficos gracias, en primer lugar, a un escrupuloso respeto a la obra escrita; en segundo lugar, a un elenco actoral de primera categoría capaz de entender la esencia última de sus papeles; y, en tercer lugar, a una excelsa combinación de todos los oficios necesarios para sacar adelante una película: dirección, fotografía, producción, decorados, ambientación... Todos esos factores se dan en la adaptación cinematográfica de la novela de Dickens que se rodó en 1935, dejando una obra emblemática del séptimo arte a partir de uno de los mejores textos del genio inglés. Y no será porque haya tenido pocas adaptaciones al cine... nada menos que en siete ocasiones (en 1911, 1917, 1922, 1927, 1935, 1958 y 1980). Pero, claro, es que Historia de dos ciudades, la novela de Dickens, lo tiene todo: un pedazo de la Historia suficientemente lejana para que se pueda ver con cierta objetividad; y sentimientos universales y atemporales que afectan a todos los seres humanos, a saber, amor, egoísmo, venganza, perdón o entrega hasta el fin.
Imagen tomada del sitio filmaffinitty.com
 El argumento principal, bien conocido por todos, es la comparación (no siempre odiosa y, desde luego, nunca chovinista) entre la sociedad francesa y la inglesa en el albor de la Revolución Francesa. En ese contexto sociopolítico que cambió el mundo, la vida de un puñado de personas, algunos nobles, otros sirvientes, sociedad más injusta en el continente que en la isla. En París, con la desigualdad social brutal del Antiguo Régimen se gesta la sangrienta venganza que acabará en el Reinado del Terror que restó casi toda la justificación que tuvo la Revolución Francesa, revolución, sin la cual hoy el mundo no sería como es, para bien o para mal. El Terror impuesto por los sans-culottes acabó siendo una escabechina sin fundamento alguno en el que se guillotinaba por delaciones sin justificar. Eso es lo que acaba poniendo en negro sobre blanco Dickens, y nadie podrá decir que Dickens fue partidario de la aristocracia y sus privilegios; no sólo en esta novela, en toda su narrativa, Dickens (gran moralista) muestra a los ricos como gente animalizada y brutal, poseedores de todos los vicios de los que es capaz el ser humano, mientras que de la clase obrera siempre salía algún héroe, dechado de virtudes y ejemplo de perfección.
 Eso es la novela de Dickens. La adaptación de Conway es extremadamente fiel al texto (imposible mejorarlo, por otro lado) y es capaz de juntar todos los ingredientes que antes citaba (elenco, fotografía, ambientación, decorados...) para dejar una película a la misma altura que la novela. Cabría decir que Charles Dickens se hubiera sentido orgulloso de esta adaptación de su obra.
Imagen tomada del sitio classicsandcraziness.wordpress.com
 Del elenco actoral, el que está impresionante (como debe ser al ser el protagonista principal) es Ronald Colman en el papel de Sydney Carton, el abogado borrachín, con la autoestima por los suelos pero capaz de las mayores heroicidades que un hombre puede hacer, inteligente, cínico, sarcástico, desesperado del mundo y de la sociedad, pero enamoradizo e idealista. Colman consigue enamorar al espectador desde el principio, reuniendo todas las virtudes que Dickens había otorgado a Carton.  Gran actuación también de Blanche Yurka interpretando a Madame Defarge. En la novela, Defarge personaliza la brutalidad del Terror: partiendo de un terrible sufrimiento de años, el afán de justicia reparadora se acaba convirtiendo en sed de venganza ciega; en la película, Yurka consigue esa actitud y esa mirada fanática que sólo puede calmarse con el derramamiento de sangre... violencia que sólo generará más violencia...
 La ambientación y la fotografía es  más que aceptable, ya sea de interiores o de las multitudes tomando La Bastilla, teniendo en cuenta, sobre todo, que la peli es del 35.
 Repito aquello con lo que inicié esta entrada: una gran película para una excelente novela, el séptimo arte haciendo honor al cuarto.

sábado, 20 de febrero de 2021

"Hongos de Yuggoth y otros poemas fantásticos", por H. P. Lovecraft.

  Algún que otro autor es capaz de dominar simultánea y magistralmente narrativa, poesía, e incluso ensayo y teatro, pero, obviamente, lo normal es destacar en algún género concreto e incluso en un subgénero en particular. En el caso de Lovecraft nadie duda de que es un narrador especializado en relato, relato fantástico, claro. Publicó una sola novela (novela breve, además), En las montañas de la locura; en el plano ensayístico tiene mucha obra (sobre todo si se incluye la literatura epistolar); y, recogido ahora en este pequeño volumen editado por Valdemar, también poesía. Habría que hacer notar que Lovecraft publicó principalmente en las llamadas revistas pulp, que no publicaban más que relatos (de hecho, parece que En las montañas de la locura fue rechazada por los editores de esas revistas por su longitud), lo cual hace pensar que el afán de darse a conocer y publicar pudo llevarle a acortar sus historias. En fin, eso queda ya para los críticos literarios que, a más de ochenta años de su muerte, descubren que su narrativa ha influenciado a miles de escritores de las últimas décadas y marcado igualmente de forma indeleble el cine fantástico.
 Tras el prólogo biográfico firmado por "los editores" que se centra de forma bastante extensa pero quizá estereotipada (o no, vaya usted a saber) en las inadaptaciones del bueno de Lovecraft así como su alejamiento de la vida social para centrarse en la literaria (como lector y como escritor) se divide en dos bloques los poemas, más por razones de traducción que otra cosa. Por cierto, ya que hablo de los traductores, para ser respetuoso, los nombro: Juan Antonio Santos y Sonia Tribaldos. Su labor ha sido francamente memorable. Ya se sabe: traducir poesía es una de las tareas más complejas que existen, y nunca se acaba de acertar plenamente. Los traductores de la poesía lovecraftiana optan por la temática en detrimento de la forma, es decir, obvian la rima consonante para centrarse en el argumento del poema, pero también en un léxico típicamente lovecraftiano. Diré incluso que, al menos en los traducidos por Santos, hay algunos poemas que tienen un léxico más lovecraftiano en español que en inglés. Eso sí, la rima se va al garete. Esto, que es inevitable, es lamentable, pues el anacronismo literario de Lovecraft lo lleva a escribir sonetos (concretamente sonetos isabelinos, es decir, los formados por tres serventesios y un pareado) en pleno siglo XX. Raro y arcaico, pero más rara y arcaica que la literatura de Lovecraft...

 Para acabar incluyo un par de poemas, uno escrito a la edad de doce años ¡¡¡!!! y otro referido a uno de sus grandes referentes literarios.

To Pan
Seated in a woodland glen
By a shallow reedy stream
Once I fell a-mushing, when
I was lull'd into a dream.

From the brook a shape arose
Half a man and half a goat,
Hoofs it had instead ot toes
And a beard adorn'd its throat.

On a set of rustic reeds
Sweetly play'd this hybrid man
Naught car'd I for earthly needs,
For I knew that this was Pan.

Nymphs and Satyrs gather'd round
To enhoy the lively sound.

All too soon I woke in pain
And return'd to haunts of men
But in rural vales I'd fain
Live and hear Pan's pipes again.

September 1902           


Where Once Poe Walked

Eternal brood the shadows on this ground,
Dreaming of centuries that have gone before;
Great elms rise solemnly by slab and mound,
Arch'd high above a hidden world of yore.
Round all the scene a light of memory plays,
And dead leaves whisper of departed days,
Longing for sights and sounds that are no more.

Lonely and sad, a specter glides along
Aisles where of old his living footsteps fell;
No common glance discerns him, though his song
Peals down through time with a mysterious spell.
Only the few who sorcery's secret know,
Espy amidst these tombs the shade of Poe.

jueves, 18 de febrero de 2021

"My Ideal Library", by Grant Snider (incidentalcomics.com).

 

Image taken from the site: www.incidentalcomics.com

"El castillo de los Cárpatos", de Julio Verne.

  Una de las novelas menos conocidas de Verne, nada que ver con Viaje al centro de la Tierra, De la Tierra a la Luna, La vuelta al Mundo en ochenta días o Miguel Strogoff. Sin embargo, todas las características que hicieron de Verne un referente de la novela juvenil de aventuras están ahí: aventuras épicas narradas desde la admiración a un personaje principal, siempre inmaculado; narraciones lineales, sin apenas analepsis; finales gloriosos, en los que el bien y sus representantes triunfan; personajes extremos, héroes o villanos... Es un "Verne menor", sin duda, sin la brillantez en la trama o la redondez de los personajes de Veinte mil leguas de viaje submarino, por ejemplo. De hecho, da la impresión de que El castillo de los Cárpatos es una novela procedente de descartes tanto de argumentos como de personajes; de argumentos porque es una trama muy sencilla y, sobre todo, muy corta; de personajes porque la novela está claramente dividida en dos mitades, en la primera los personajes principales son el médico Patak y el guardabosques Deck, éstos desaparecen en la segunda mitad de la novela para dar lugar a Franz de Telek y al conde Gortz entre otros.
 No obstante, los personajes siguen estando tan estereotipados como siempre, tanto que parecen arquetipos: los jóvenes valientes, esforzados y un tanto irreflexivos (aquí serían Nic Deck, principalmente, y también el propio Franz de Telek); por otro lado están los hombres maduros, gente de ciencia y sabiduría (en la novela, el médico Patak y el juez); además, claro, están los antihéroes, tipos igualmente geniales, pero vencidos por el rencor hasta el punto de no albergar un solo sentimiento honorable.
 Además, otra constante en Verne, no sólo de esta novela, es que los capítulos son iniciados con una profusa descripción, ya sea de un paisaje, del castillo, de un pueblo o de personajes; después pasa ya a la narración de los hechos. Es una estructuración muy acertada, ya que la descripción inicial es una suerte de introducción, un prólogo que pone en antecedentes al lector, como las acotaciones en una obra de teatro, y, una vez que ya te has puesto en situación, te cuenta lo que ha pasado. Una forma de enganchar al lector, de hacérselo fácil para que no pierda el hilo.

  Los de la editorial Alba, haciéndose eco de la creencia generalizada según la cual Verne fue un visionario y auténtico inventor de todo tipo de aparatos tecnológicos, dicen que en El castillo de los Cárpatos se describe "la invención del holograma y la televisión". Vale, sí, algo por el estilo. El holograma se describe al presentar "una caja fonográfica" que ha registrado la última actuación de la soprano Stilla (enamorada tanto de Franz de Telek como del conde de Gortz) a la que se superpone una imagen de la cantante gracias a un retrato, espejos y luz (se esboza, obviamente no se detalla). La televisión también se presenta añadiendo imagen al teléfono gracias a la sucesión de espejos enfrentados parcialmente. En realidad, teniendo en cuenta cuando fue escrita la novela (1892), se puede inferir sin ser muy benévolo que Julio Verne era un tipo de una imaginación desbordante, que, unido a que tenía gran interés y grandes conocimientos de todos los avances tecnológicos que se habían alcanzado hasta su época, ponía en negro sobre blanco inventos a los que les quedaban décadas para existir. Dicho con un ejemplo: tras el asombroso desarrollo del primer teléfono en 1871, alguien con imaginación podía haber deseado que la voz llegara con imágenes, de ahí a la televisión todo es tecnología, tecnología que llegaría en 1898, seis años antes de que Verne escribiera esta novela.

miércoles, 17 de febrero de 2021

Bécquer (185 años de su nacimiento).

  Tu pupila es azul, sí, ya sabemos que las pupilas sólo pueden ser de color negro, es el iris el que toma coloraciones azules, verdes o marrones; lo increíble es que haya gente incapaz de sentir la belleza pura y simple (aquella que buscó toda su vida otro grande, Juan Ramón) en una rima tan perfecta y tan maravillosa y se fijen tan sólo en el error por impropiedad léxica. "Cogiendo el rábano por las hojas", como siempre, ¡y ésos son los listos de la familia!

Tu pupila es azul, y cuando ríes
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.

Tu pupila es azul, y cuando lloras
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.

Tu pupila es azul, y si en su fondo,
como un punto de luz radia una idea,
me parece en el cielo de la tarde
¡una perdida estrella!

domingo, 14 de febrero de 2021

Sabiduría 17, 1-21. Literatura de terror con más de dos mil años de antigüedad.

 Se considera la narrativa de terror como algo relativamente moderno en la literatura universal. Algo que "explosiona" a nivel de público en el siglo XIX, aunque en siglos anteriores, incluso desde la Edad Media, ya había textos que, claramente, buscan aterrorizar al lector, aunque fuera con ánimo proselitista. Y, efectivamente, la literatura de terror es tan antigua como el hombre. Para muestra, un botón. El (supuestamente) libro más moderno, en el sentido de reciente, del Antiguo Testamento, Sabiduría, tradicionalmente atribuido al Rey Salomón, aunque los exégetas lo creen más moderno. Un texto, el que copio a continuación, que podría haber sido firmado por Edgar Allan Poe o H.P. Lovecraft perfectamente. En realidad no es tan extraño en un conjunto de libros tan heterogéneo como el Antiguo Testamento, pues entre los libros proféticos e históricos se cuela un poema erótico como el Cantar de los Cantares. Aquí, pues, el capítulo 17 de Sabiduría:

Sab17 1 Grandes e inenarrables son tus juicios, | por eso las almas ignorantes se extraviaron.
  2 Cuando los malvados creían que podían oprimir a la nación santa, | se encontraron prisioneros de las tinieblas, encadenados en una larga noche, | recluidos bajo su techo, desterrados de la eterna providencia.
  3 Pensaban permanecer ocultos con sus secretos pecados | bajo el oscuro velo del olvido, | pero se vieron dispersos, presa de terrible espanto, | sobresaltados por alucinaciones.
  4 El escondrijo que los protegía no los libraba del miedo, | pues a su alrededor retumbaban ruidos escalofriantes | y se les aparecían sombríos espectros de lúgubre aspecto.
  5 No había fuego capaz de alumbrarlos, | ni el brillo resplandeciente de las estrellas | lograba iluminar aquella noche horrible.
  6 Para ellos solo lucía una hoguera espantosa | que ardía por sí misma, | y cuando desaparecía la visión, quedaban tan aterrados | que les parecía más macabro aún lo que habían visto.
  7 Los trucos de la magia habían fracasado | y su alarde de sabiduría quedó en ridículo,
  8 pues los que prometían expulsar miedos y temores de la gente enloquecida, | enloquecían ellos mismos con un pánico ridículo.
  9 Y aunque nada inquietante les atemorizase, | sobresaltados por el paso de las alimañas y el silbido de los reptiles,
  10 sucumbían temblando, | negándose a mirar aquel aire inevitable.
  11 Pues la maldad es cobarde y a sí misma se condena, | acosada por la conciencia, 
siempre se imagina lo peor.
  12 Y el miedo no es otra cosa que el abandono de los auxilios de la razón:
  13 cuanto menor es la confianza en uno mismo, | mayor parece la causa desconocida del tormento.
  14 Durante aquella noche realmente imposible, | surgida de las profundidades del impotente Hades, | durmiendo todos el mismo sueño,
  15 unas veces los perseguían espectros monstruosos, | y otras, al fallarles el valor, desfallecían, | pues los invadió un miedo repentino e inesperado.
  16 Así, cualquiera que caía en una tal situación | quedaba atrapado, encadenado en aquella cárcel sin barrotes;
  17 fuese labrador o pastor, | o un trabajador que se afana en solitario, | sufría, sorprendido, el ineludible destino, 
 18 pues todos estaban atados a la misma cadena de tinieblas. | El silbido del viento, | el canto melodioso de los pájaros en el ramaje frondoso, | la cadencia del agua fluyendo impetuosa, 
 19 el estruendo de las rocas al precipitarse, | la carrera invisible de animales al galope, | el rugido de las bestias más feroces, | o el eco que retumbaba en las oquedades de las montañas | los dejaba paralizados de terror.
  20 El mundo entero resplandecía con luz radiante | y se dedicaba sin trabas a sus tareas;
  21 solo sobre ellos se cernía una noche agobiante, | imagen de las tinieblas que les esperaban, | aunque ellos eran para sí mismos más agobiantes que las tinieblas. 

jueves, 11 de febrero de 2021

"La estepa. El barranco", de Antón Chéjov.

  ¡Ahora, sí! Ahora sí que disfruto de la lectura sin onanismos mentales. "En la variedad está el gusto", reza el dicho popular; y no sé si está el gusto, pero, al menos, está la posibilidad de distinguir de forma meridianamente clara la alta calidad literaria de lo adocenado. Comparar, pues, a Kertész con Chéjov es como comparar un bocata de mortadela con una ración de pata negra. A ver, el bocata de mortadela te puede quitar el hambre en un momento de necesidad extrema, pero la sinfonía de sabores del ibérico no tiene parangón. Pues lo mismo con estos dos: el húngaro tuvo su momento con Sin destino, aportando una visión peculiar sobre la Shoah, importantísima como cualquiera ya que era su propia visión, terriblemente real, pero no hay nada más; no está justificada en absoluto la concesión del Premio Nobel si no es por razones políticas que, ya se sabe, emponzoñan todo lo que tocan. El ucraniano (en su época, ruso) no recibió grandes premios, el Premio Pushkin de 1888 y poco más, sin embargo es un referente absoluto tanto en teatro como en narrativa breve.
 La estepa es una obra de juventud (tenía 28 años cuando la publicó, juventud relativa, teniendo en cuenta que murió a la tempranísima edad de 44 años), y por ello no se puede apreciar la inmensa maestría descriptiva que alcanzaría años después en dramaturgia o narrativa. Con todo, la capacidad de describir el paisaje (la estepa ucraniana del Donbass) con sus peculiaridades orográficas, pero también humanas es francamente deliciosa. Es un argumento sencillo: el viaje de un chico de nueve años, Yegor (Yegorushka), que parte del hogar a estudiar en el instituto, en una rudimentaria carreta tirada por caballos, en compañía de su tío y un pope, y, posteriormente, de campesinos y moradores de dicha Estepa Póntica. Como dije antes a cuenta de Dickens, la mezcla entre narración y descripción es casi perfecta: lo ameno de la narración del viaje se mezcla sin asperezas con la exacta descripción del paisaje, los personajes y sus avatares. 
 Si en La estepa el tempo es lento, configurando así el lento paso de las estaciones en un paisaje aparentemente eterno, en En el barranco es todo lo contrario. En este segundo relato el paisaje es irrelevante, lo importante son las relaciones (la mayoría, desquiciantes) en una familia de comerciantes que cometen todo tipo de tropelías, desde vender género adulterado hasta comerciar con moneda falsa, pasando por el adulterio e incluso el asesinato. Aquí cada capítulo es como una lucha que lleva a los individuos a caer más bajo moralmente. La descripción ahora es psicológica, con abundancia del famoso monólogo interior y diálogos verdaderamente desasosegantes. Todo lo muestra el autor como un diáfano cuadro social, sin juicios morales.
 Leer a Chéjov es como tomar una tisana reparadora, que libera de todas las porquerías que uno, motu proprio o no, ha ido leyendo a lo largo de los años.
  Todas esas características que los academicistas recalcan en novela realista se dan en estos textos: obra apegada a los detalles de la realidad y, por tanto, abundante en descripciones; caracterización de los personajes con distintos registros (habla popular, regional, culta...); muestra directa de la relación entre los personajes y su entorno social, económico y cultural; uso del monólogo interior... En definitiva, todos y cada uno de los recursos literarios al servicio de un gigante de la narración como Antón Pávlovich Chéjov.