Hawthorne es, sin duda, uno de los grandes escritores e intelectuales de los Estados Unidos del siglo XIX (estilísticamente hablando, del Romanticismo literario) y, por tanto, una voz crítica y pura contra los grandes vicios de su sociedad: la hipocresía, el puritanismo falso y la desigualdad social. Si en La letra escarlata denuncia la falta de honestidad de una comunidad biempensante que para cerrar los ojos ante su propia iniquidad en la "moral sexual" culpabiliza a Hester Prynne y la marca con una "A" roja, estigmatizándola socialmente; en La casa de los siete tejados censura la desigualdad social de la que se valen poderosas familias como los Pyncheon para postergar socialmente a los económicamente más débiles, en este caso los Maule. En todo caso, Nathaniel Hawthorne, que era creyente y moralista, hace "pasar las de Caín" (nunca mejor dicho) a todos aquellos que han cometido injusticias contra víctimas inocentes; es como si un Dios todopoderoso equilibrara la balanza y pusiera a cada uno su ración de sufrimientos y penurias, incluso en la vida terrenal, a expensas de lo que vaya a ocurrir en la vida eterna.
Esta es una de las razones por la que no leo literatura contemporánea: porque la pléyade de escritores coetáneos que publican con regularidad y son promocionados a bombo y platillo por las editoriales (grandes corporaciones mercantilistas en realidad) son premiados por el sistema y sus miembros con puestos de renombre en las Academias nacionales, o comprados con premios comerciales (incluido el Nobel, claro está), con lo cual es poco menos que imposible que un Vargas Llosa, un Muñoz Molina, un Pérez Reverte... denuncie los defectos de una sociedad. Nada que ver con Charles Dickens o Nathaniel Hawthorne. En cualquier caso, el tiempo pone a cada uno en su sitio y, aunque yo no lo veré, lo más probable es que los nombres que he citado en primer lugar desaparezcan cuando el rodillo de los siglos los aplaste.
Hawthorne, felizmente ha superado ampliamente ese tamiz que separa la verdadera literatura de puro entretenimiento lector que, a pesar de todo, tal vez sea la ocupación menos zafia de mucha gente, (ya se sabe: si se trata de elegir entre leer a aquellos o idiotizarse con el fútbol, la televisión o las redes sociales...).
La prosa de Hawthorne es la típica de los escritores anglosajones del XIX (aquí no hago distingos entre los que están a uno y otro lado del Atlántico) y que tan extraordinarias muestras nos ha legado. Es lo que algunos han llamado "Romanticismo oscuro", que participa de todas las características del Romanticismo que se cultivó en toda Europa: el individualismo idealista que todo lo impregna; la idea del desengaño, amoroso o no, del protagonista; el gusto por los lugares extraños, exóticos o lejanos; los protagonistas atípicos, como mendigos, piratas, asesinos; la aparición de elementos fantásticos provenientes del sueño o de visiones...Pero con el sobrenombre "oscuro" se refuerza lo sobrenatural, lo extraño, lo incomprensible para la lógica, lo fantasmagórico y pavoroso... En definitiva, una buena dosis de medicina para unos tiempos demasiado apegados a la explicación racional. En La casa de los siete tejados, por ejemplo, se esboza la idea de la culpa atávica, algo que otros escritores contemporáneos a Hawthorne o incluso posteriores (como Lovecraft) desarrollarán en su narrativa; se trata de que los personajes purgan las culpas de los pecados cometidos siglos antes por sus antepasados, culpas que los martirizan y persiguen hasta el final de sus existencias.